Daniel
estaba jubilado. Toda su vida la había dedicado a trabajar en
empleos públicos. Su edad era de sesenta años. Ahora se había
entregado a la bebida; padecía malestares diversos; entre ellos
hipertensión, insomnio y jaquecas. Cuando
estaba borracho le hacía críticas a su esposa por cualquier
nimiedad, y ella quería divorciarse de él, porque no lo soportaba.
Me visitó porque no quería perder a su compañera. Le
sugerí que buscara una actividad, que hiciera ejercicios, practicara
una dieta naturista y tuviese mente positiva.
Le hice entrega de orientaciones para purificar su vida y alejarse de
los malos hábitos. Afortunadamente
este ciudadano siguió mis recomendaciones y actualmente se dedica a
traer productos artesanales de Los Andes y a venderlos entre sus
vecinos y amigos.
Su salud ha mejorado, ya no pasa borracho, vive en armonía con su
esposa, y dice que dentro de algún tiempo instalará una empresa
artesanal, aunque sea pequeña. Daniel
está convencido de que a cualquier edad se puede progresar.
JOSÉ
FARID H.
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