INTRODUCCIÓN
En
el primer año de vida, la alimentación del bebé resulta crucial,
ya que no sólo de sus características depende un adecuado
crecimiento y desarrollo, sino que también puede determinar los
gustos futuros del niño en cuanto a los alimentos, e incluso
facilitar, en caso de no ser realizada convenientemente, la aparición
de enfermedades como alergias, intolerancia a la lactosa, etc.
Hay
tres aspectos fundamentales que se deben considerar durante este
primer año: seis meses de lactancia casi en exclusiva; adecuada
introducción del resto de los alimentos durante la segunda mitad del
año, y coordinación de los casmbios en la alimentación (de biberón
a papillas y, luego, sólidos) con el desarrollo del niño y, en
particular, con la masticación. Es necesario recordar que el bebé
sólo puede succionar durante las primeras semanas y hasta los 5 o
seis meses, no se presenta una actividad masticadora mínimamente
eficiente.
LOS
SEIS PRIMEROS MESES: LACTANCIA
Durante
los seis primeros meses de vida la leche representa casi el único
alimento del bebé. Puestos a seleccionar el tipo de leche más
adecuada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la
lactancia natural o materna, por ser éste el tipo de leche más
completo, el que mejor protege y alimenta al bebé, además de
reportar notables beneficios a madre e hijo. Las leches artificiales,
a pesar cada día una calidad más contrastada, nuca pueden
equipararse a la materna y mucho menos al calostro o leche de los
primeros días, que presenta una elevada concentración de
anticuerpos que defienden al bebé de numerosos agresores externos.
Por otra parte, debe recordarse que una buena alternativa siempre
considerando la leche adaptada_ está constituida por las leches de
origen vegetal (de arroz, de soja o de chufa). Durante estos seis
meses, el número de tomas se reduce mes a mes, mientras que la
cantidad administrada en cada una de ellas se ve incrementada en la
misma proporción.
Por
lo general, las madres proporcionan su propia leche durante el primer
trimestre de vida, mientras que en el segundo se utiliza con más
frecuencia la lecha adaptada y el biberón. Hay que recordar que la
leche materna, si bien es el mejor alimento durante los primeros
meses, a partir de los cinco o seis meses no puede aportar todos los
nutrientes que necesita el bebé, razón por la cual ha llegado el
momento de ir introduciendo nuevos alimentos.
La
leche adaptada más utilizada es la de origen animal, y en particular
de vaca, aun cuando existen otras formas más recomendables (la leche
de arroz, de soja o de chufa). Puede presentarse en forma líquida o
en polvo (algo más frecuente y habitual). La leche adaptada deriva
propicia que en algunos bebés puedan presentarse problemas de tipo
alérgico, situación que hay que comentar con el pediatra para optar
por otro tipo de leche (hipoalergénica y las de origen vegetal). Sea
como fuere, la leche de vaca
empleada por los adultos no debe ser proporcionada a los
niños hasta cumplidos los dos años.
Si
la alimentación del bebé se basa desde el primer mes en lecha
adaptada, conviene empezar por la llamada de inicio, seguida de la de
continuación y más tarde por la de crecimiento. Eso sí, nunca se
deben aportar mayores cantidades que las que el bebé necesita para
su edad, ya que una sobrealimentación puede propiciar, entre otras
cosas, obesidad y problemas de tipo gastrointestinal.
Es
importante recordar que la lactancia artificial tiene algunas
consecuencias en el bebé que le conducen a que no se comporte como
en el caso de la lactancia materna. Por ejemplo, en lugar de tener
hambre cada tres horas, la sentirá cada cuatro, por lo que parece
estar algo inapetente aunque, en el fondo, lo único que sucede es
que la leche adaptada tiene más calorías y ¨lena¨ más y se
digiere con mayor dificultad que la materna; el ritmo de las cacas es
un poco más lento con la leche adaptada, a la vez que las mismas son
de un color verde-grisáceo y más consistentes que las de la leche
materna.
Al
igual que la leche, el bebé necesita mucha agua durante estos
primeros meses de vida. En condiciones normales, requiere unos 100 a
150 cm3 de agua por cada kg de peso y día (para un niño de 6 kg,
casi 750 cm3 diarios). Gran parte de ella es aportada con la leche o
en el momento de preparación de los biberones. Sin embargo, conviene
aportar cantidades suplementarias, sobre todo si el bebé suda, o
hace mucho calor, etc. También en estos casos hay que darle el agua
con el biberón, hervida durante 10 minutos y ligeramente bastida
para que conserve su sabor.
TXUMARI
ALFARO
PEDRO
RAMOS
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