Poco
a poco, la Organización
Internacional
de Normalización está poniendo orden el caos universal de tallas,
símbolos y especificaciones
¨
IMAGÍNESE el lector que un marciano viese la Tierra por primera vez
¨ , dice el doctor N. N. Chopra, funcionario hindú de la oficina
central de la Organización Internacional de Normalización, en
Ginebra. ¨ Nuestra civilización le parecería ridícula. Hay en el
mundo cerca de cuatro mil millones de seres humanos, todos cortados
por el mismo patrón; dos piernas, dos brazos, dos ojos y unas
cuerdas vocales semejantes. Sin embargo, véase la forma en que nos
hemos diferenciado unos de otros; nos hemos dividido en más de
doscientos países, hablamos más de tres mil lenguas y hemos creado
un auténtico baturrillo de alfabetos, tipos de moneda y estilos de
vida ¨.
Borrar
las fronteras nacionales o hacer que el mundo hable ESPERANTO está,
por supuesto, por encima de las posibilidades de cualquier grupo
humano. Pero, desde su fundación hace veintisiete años, la ISO (
siglas en inglés de la Organización Internacional de Normalización
) está poniendo algo de orden en el caos de la producción de
artículos para la industria y para los consumidores, por medio de ¨
la herramienta silenciosa ¨ llamada normalización. ISO es el
organismo más importante del mundo para la colaboración industrial
y comercial. Si hoy un tornillo alemán encaja perfectamente en
una tuerca sudafricana es porque la ISO ha establecido unas normas y
los fabricantes las han cumplido.
También se deberá a este organismo que, dentro de pocos años, la
parte inferior del parachoques de todos los automóviles quede a 445
milímetros del suelo. Parece
absolutamente lógico que los coches puedan empujarse unos a otros
sin temor a que se les enganchen los parachoques y las defensas se
les abollen, pero el orgullo nacional y el de los fabricantes ponen
obstáculos a proposiciones de esa índole.
La
proliferación de compañías multinacionales ha provocado la
urgencia de establecer normas internacionales. Si una compañía como
la Internacional Business Machines (IBM) quiere vender sus productos
en todo el mundo, apoya con entusiasmo los esfuerzos de la ISO para
establecer un vocabulario universal de computadoras, un sistema único
de codificación y normas comunes para discos y cintas magnéticas.
Casi trescientas agencias de las Naciones Unidas y otros grupos
multinacionales solicitan consejo de la ISO. La Organización Mundial
de la Salud, por ejemplo, recomienda el uso de agujas de inyecciones
del tamaño establecido por la ISO, y la Organización para la
Agricultura y la Alimentación aplica las dimensiones de la ISO en
sus instrucciones a los campesinos indios de Bangladesh acerca del
empaquetado de productos para la exportación.
Es
evidente que el mundo necesita de tales normas. Se calcula que las
fuerzas militares de la OTAN desperdician el equivalente de 56.000
millones de pesetas anuales por el retraso en la normalización de
equipos y piezas de repuesto. Durante muchos años, los australianos
tenían que cambiar de vagón cuatro veces en un trayecto de casi
cuatro mil kilómetros por ferrocarril desde Sydney a Perth, con lo
que el viaje duraba 84 horas. ¿Por qué? Porque cada estado
australiano tenía un ancho de vía distinto. Sin embargo, en 1970 se
normalizó la anchura de las vías, y así los pasajeros no tienen
que cambiar de tren y la duración del viaje se ha reducido a 65
horas.
Multipliquemos
estos ejemplos miles de veces y comprenderemos las proporciones de
las tareas de la ISO; fijar métodos uniformes para probar aparatos
de calefacción doméstica, convencer a los productores
norteamericanos de petróleo de que vendan el combustible por litros
en vez de hacerlo por galones; conseguir que los fabricantes de todo
el mundo produzcan ruedas y neumáticos de tamaños normalizados para
automóviles, remolques, camiones y tractores.
Procedimiento
de la normalización.
En el mares mágnum de siglas de los organismos internacionales de
Ginebra, la ISO representa un impulso práctico y eficaz; todos los
días laborables, unas ocho comisiones técnicas, subcomisiones y
grupos de trabajo de la ISO se reúnen en cualquier lugar del mundo
para determinar alguna nueva norma universal, ya sea para el tamaño
de los botes salvavidas, la forma de medir la solidez de color de las
telas después de lavadas o las cifras indicadoras de la velocidad de
una película que deben aparecer en las envolturas de la misma. Toman
parte en estas sesiones cerca de cien mil personas, entre ingenieros,
funcionarios, científicos, industriales y consumidores; a veces se
reúnen hasta cuarenta en cada comisión. Pertenecen a 72 organismos
nacionales de normalización afiliados a la ISO y a otros organismos
internacionales.
Es
de notar que, con frecuencia, los especialistas dejan a un lado sus
rivalidades en favor de la causa de la normalización. En la mesa de
conferencias de una reunión de la ISO, competidores tan formidables
como Ford y Chevrolet, Datsun y Fiat llegan a ponerse de acuerdo
respecto al tamaño de una bujía o de un inyector para motores
diesel, obedeciendo al interés mundial de facilitar la fabricación
y v elar por la economía del consumidor. Poco después de que
comandos israelíes causaran daños a trece aviones árabes en una
pista del aeropuerto de Beirut, en 1968, los delegados árabes e
israelíes de la ISO se hallaban trabajando intensamente en la
redacción conjunta de un documento de dicha entidad. ¨La
política no tiene nada que hacer aquí¨ .dice un alto empleado de
aquel organismo.
¨Sólo
cuenta la eficacia¨.
El
proyecto de una norma internacional que finalmente presenta la
comisión técnica, ya sea de especificaciones para pulmones
artificiales (TC121, dirigido por Gran Bretaña), o señales de
seguridad (TC80, de Holanda), es probablemente el resultado de
centenares de horas de trabajo. En Ginebra, la pequeña secretaría
central de la ISO, compuesta por unas ochenta personas de veinte
nacionalidades, registra el proyecto, lo edita y lo manda por correo
a los demás afiliados para someterlo a votación. Si consigue un 75
por ciento de votos a favor el nuevo proyecto se envía al consejo de
la ISO para su aceptación final y definitiva como norma
internacional.
La
creación de una norma internacional no significa, por supuesto, que
todos los países del mundo la pongan automáticamente en vigor. En
la mayoría de los casos, las normas se adoptan voluntariamente,
aunque casi todas las empresas comprenden que vale la pena hacerlo,
especialmente si quieren vender sus productos en otros países. El
fabricante francés de tubos que no haya seguido las normas de la ISO
puede perder una venta al recibir un pedido de Pakistán exigiendo
las especificaciones de aquel organismo en cuanto a diámetro, grueso
de las paredes y resistencia a la presión.
Las
normas pueden también ser importantes en campos ajenos a la
industria, como el de los productos agrícolas. En el mercado al por
mayor de café y cacao la mercancía se vende ahora de acuerdo con
las normas de la ISO, lo que para el comprador constituye una
garantía de que una partida de estos artículos (muchas veces
guardada aún en el almacén del exportador) está limpia, seca e
incontaminada. Sin necesidad de verla, el mayorista sabe que
satisfará casi todas las exigencias del comprador.
Urgencia
de la normalización.
Del cataclismo de la Segunda Guerra Mundial nació un enorme deseo de
derribar las barreras que obstaculizaban el comercio mundial. Era
necesario uniformar los productos para que el vendedor y el comprador
supiesen exactamente con qué comerciaban. Así nació la ISO en
1947. Al principio, la idea pareció poco afortunada, pues durante
años las actividades del nuevo organismo fueron muy limitadas. Las
secciones nacionales le enviaban sus propias normas, y el reducido
personal de la ISO se las pasaba a su vez a otros grupos para ver si
existía alguna basa común sobre la cual establecer una
normalización internacional. En los diez primeros años se aprobaron
solamente 37 normas internacionales.
En
Suecia, sin embargo, el caso fue diferente. Allí el Instituto de
Normas se ha convertido en un grupo dinámico, atento a las
necesidades del consumidor; un grupo que se ha ganado el respeto de
los fabricantes por su diligencia y profesionalismo. El equipo estuvo
dirigido durante doce años por Olle Sturen,
ingeniero civil con dotes
para la diplomacia, para el mando y para recaudar fondos.
Sturen es también un magnifico tenista; el tenis
precisamente le llevó al tema de la unificación internacional de
normas. Siendo capitán del
equipo sueco que participaba en la Copa Davis, descubrió que sus
jugadores utilizaban una pelota de fabricación sueca, de diferentes
características que las usadas en los países adonde iban a jugar.
Para evitar que su
equipo tuviese que competir con pelotas completamente desconocidas,
reformó rápidamente las normas existentes para la
fabricación de pelotas de tenis en Suecia.
Cuando,
en 1968, quedó vacante el puesto de secretario general de la ISO,
todo el mundo pensó que Sturen era el mejor candidato, y el
organismo no se ha arrepentido nunca de su elección. ¨Hasta ahora
llevamos establecidas más de 2.300 normas internacionales¨, declara
Sturen, ¨Si, según mis técnicos, el mundo necesita unas veinte
mil normas, hemos hecho ya aproximadamente la décima parte del
trabajo básico¨.
¨Naturalmente¨,
añade el secretario general, ¨al mismo tiempo, cada cinco años
cuando menos, ponemos al día las normas. Si aparece un nueva
tecnología, como la criogénica, por ejemplo, o un nuevo producto,
como las trituradoras de basura o los coches-oruga para la nieve, es
necesario reunirnos y fijar nuevas normas¨.
Seguridad
y tallas. Por lo menos el veinte por ciento del trabajo de la ISO
va encaminada a establecer y mejorar las normas relativas a la salud
y la seguridad del consumidor. A petició de la ISO, en laboratorios
del mundo entero los técnicos determinan la resistencia de los
cascos para motoristas golpeándolos con un émbolo, miden la calidad
de reflexión luminosa de las señales de carretera y comprueban la
tendencia de las botellas de bebidas gaseosas a estallar a causa de
la presión.
La
normalización comprende también símbolos, como, por ejemplo, el de
fragilidad, representado en los paquetes por una delicada copa, que
indica que deben manejarse con cuidado. Cuando la ISO buscaba un
símbolo que advirtiera ¨Preservase de la humedad¨, a todos los
europeos de la comisión se les ocurrió, lógicamente, dibujar un
paraguas abierto, pero un representante del sudeste asiático indicó
que para un hindú o un birmano, que frecuentemente usa el paraguas
para librarse del calor del mediodía, el símbolo podría
significar: ¨Manténgase a la sombra¨. El problema se resolvió
añadiendo al símbolo un par de gotas de agua.
Otra
clase de abstracción, la de las tallas, es de especial interés para
la ISO. Un caballero que entre en una zapatería de Londres y pida
¨un modelo del número 9E¨ , es un consumidor que interesa a la
sección TC137 de la ISO, compuesta por un grupo de técnicos en
calzado que, asesorados por los franceses, están intentando suprimir
las ambigüedades existentes en las medidas del calzado. Por ejemplo,
el número inglés 9E sería un 9,5E en los Estados Unidos, porque en
las medidas británicas cada número de zapato de hombre es medio
punto menor que el correspondiente en la escala norteamericana. En
cambio, los números de zapato de mujer en los Estados Unidos
equivalen a punto y medio más que los de Inglaterra. La solución de
los técnicos de ISO es la escala Mondopoint, compuesta de dos
números. Los futuros compradores pedirán en el mundo entero zapatos
del número 240/95; 240 es el largo del pie en milímetros, y 95, su
anchura máxima.
Los
compradores de todo el mundo conocen la necesidad de revisar con
urgencia el caos existente en el sistema de tallas de ropa. Una
señora que necesite un vestido de la talla 39 en Gran Bretaña,
tendrá que pedir una 10 en los Estados Unidos, una 42 en Francia y
una 46 en Italia. Una de las comisiones de la ISO, integrada por
representantes de veintiún países presididos por Sudáfrica, está
intentando resolver este problema.
Otro
ejemplo del esfuerzo que se aplica a normalizar las medidas en Europa
se refiere a un simple trozo de papel. ¨Cuando estoy tratando en una
conferencia de explicar las normas¨, dice el alemán Bruno Holm,
¨enseño una hoja de papel tipo A-4, de uso poco corriente en
Europa; la doblo por la mitad y la convierto en una cuartilla
europea. Un nuevo doblez la reduce al tamaño de una ficha, y otro
más, a una tarjeta de visita. Por último, con un doblez final,
tenemos un sello de correos europeo de tamaño corriente, sin que
varíen en ningún caso las dimensiones relativas a la hoja de
papel¨.
¿Por
qué preocuparse por tales refinamientos? Porque si un fabricante
produce rollos de papel a la medida de esta hoja básica, podrá
servir cualquier pedido, ya sea de cuartillas, de fichas o de sellos,
sin tener que recortar un poco de aquí y otro de allá. Así
también, los fabricantes de prensas tipográficas, sobres, máquinas
de escribir, perforadoras, agendas, archivadores, clasificadoras y
buzones saben exactamente a qué tamaño de papel se ha de adaptar
sus productos. ¨De todo esto trata la normalización¨, concluye
Holm.
No
hay alternativa. No es extraño que las naciones más ávidas de
unificación internacional sean las del bloque oriental. Rusia es el
primer país del mundo que tiene un ministro de Estandarización, el
doctor V.V. Boitsov, nombrado en el año 1970. En los países del
Este cualquier norma, una vez aceptada, no es una mera recomendación
que el fabricante está facultado a seguir o no, sino que en la
mayoría de los casos se convierte en ley. La monotonía del estilo
arquitectónico de los edificios de apartamentos en Rusia y la
uniformidad de los trajes azules de los chinos se deben en parte,
indudablemente, a la rigidez con que los comunistas aplican las
normas internacionales en contraposición a la actitud optativa
adoptada en Occidente.
Esto
plantea la cuestión de si la normalización ha de conducir
inevitablemente a una uniformidad de estilo dictatorial y a una
insípida conformidad, como se lamentan algunos críticos. No hace
mucho que el autor teatral británico John Osborne escribía
irónicamente en el diario The Times: ¨!Qué inefablemente
deprimente es saber que en verdad existe en el mundo, oficialmente,
algo como la Organización Internacional de Normalización, y que
funciona!¨
Pero
Sturen y sus colegas de la ISO no temen que las normas priven a la
gente de su individualismo, ¨Las normas no nos encadenan, sino que
nos liberan¨, afirma Sturen, ¨Simplifican las relaciones
internacionales, mejoran la comunicación entre los seres humanos,
aumentan la seguridad e incrementan en el mundo entero los bienes y
servicios que cada uno de nosotros tenemos cada vez más al alcance
de la mano. La alternativa a la normalización es el caos universal,
que los 1.400 equipos de trabajo de la ISO se esfuerzan por evitar
con su labor diligente y casi inadvertida¨ .
POR
ARTURO GONZÁLEZ
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