MONTSERRAT,
SANTUARIO
DE CATALUÑA
Montserrat,
¨ un centro de potente espiritualidad ¨ -en palabras del papa Pío
XII -, atrae a peregrinos y visitantes de todo el mundo
El
viajero empieza a sentir la imponente majestad de Montserrat cuando
distingue su silueta en la lejanía. Erguida sobre la planicie
central catalana, esta montaña sagrada se ajusta a la descripción
que de ella hizo el papa Pío XII: ¨ Un centro de potente
espiritualidad ¨ . Por encima de sus acantilados cortados a pico,
las numerosas cimas de Montserrat se dulcifican en una mirada de
formas que parecen tubos de un órgano gigantesco o, quizá, todo un
panorama de monjes encapuchados que se inclinan juntos para orar.
Estas
creaciones de la naturaleza son el preludio de la abadía de
Montserrat, conjunto de edificios cuadrangulares encaramados a 723
metros de altitud, sobre un saliente rocoso. Hecha de piedra extraída
de las laderas, la abadía benedictina está unida a la montaña por
el ambiente y por un milenio de trágica y ejemplar historia.
Por
fortuna para los forasteros, la abadía no es un inaccesible nido de
águilas; sus monjes han ofrecido a todos hospitalidad y asilo
durante casi mil años. En 1972, 1.300.000 visitantes de todo el
mundo subieron a Montserrat.
Naturalmente,
pocos de ellos hicieron la ascensión a pie, como era el caso de los
peregrinos en la Edad Media. Los de hoy llegan en coches y autocares
por dos carreteras bien asfaltadas. O salvan los riscos y, en ocho
minutos, se plantan en la puerta de la abadía mediante el funicular
que cruza el río Llobregat, lo que constituye uno de los recorridos
más emocionantes de Europa. Otro funicular lleva a la cima del pico
más alto de Montserrat, San Jerónimo, de 1.235 metros, desde el
cual se baja por un sendero serpenteante hasta la abadía. El primero
de estos funiculares enlaza con los trenes de los Ferrocarriles
Catalanes que van a Barcelona, situada a sesenta kilómetros al
este.
En
muchos días de verano, unos quince mil turistas pululan por la
montaña. Y a la una de la tarde, la basílica rebosa de gente de
todos los credos, mientras la Escolanía, el famoso coro de niños de
Montserrat, llena las naves del templo de dulces y cristalinos
sonidos. Nadie sabe los años que tiene la Escolanía, pero algunos
documentos indican que los niños interpretaban ya los cantos
litúrgicos del monasterio en el siglo XIII.
Los
niños de diez a quince años que componen el coro cantan en alabanza
a la Virgen Morena ( La Moreneta ) de la montaña. Se trata de una
imagen en madera de la Madre de Dios, de rostro obscuro, ennegrecido
por los siglos y el humo de las velas, que se venera en un bello
marco de oro y plata en lo alto del altar mayor. Ante ese altar, en
1522, Ignacio de Loyola depuso su espada y prometió dedicar su vida
a Dios.
La
talla de madera, de 95 centímetros de altura, se venera desde hace
setecientos años, y es un soberbio ejemplar del arte románico. La
corona y las vestiduras son doradas, y en su regazo se sienta el Niño
Jesús. Según la leyenda, la Virgen se apareció en la mañana, en
medio de un resplandor de luz, a unos pastores. Hoy se puede bajar en
funicular a la cueva donde se encontró la imagen cuando el
resplandor se extinguió.
Tantos
hechos milagrosos se atribuían a la Virgen durante los tiempos
medievales que muchos devotos subían a Montserrat incluso de
rodillas, para orar ante ella. La mayoría de los milagros consistían
en curaciones de enfermos y ayudas a soldados en el campo de batalla.
Pero, en cierta ocasión, subieron trabajosamente la montaña dos
marinos catalanes con dos cocodrilos disecados para ofrecérselos a
la Virgen. Ambos navegantes refirieron a los asombrados monjes que
aquellos saurios les habían acometido cuando alcanzaron,
supervivientes de un naufragio, una costa tropical; pero que la
Virgen de Montserrat paralizó a los cocodrilos de modo que los
marinos pudieron dominarlos y matarlos fácilmente. Un dibujo de
principios del siglo XIX en uno de los claustros de la abadía, ya
casi desaparecido, refleja este relato extraordinario; en él se ven
claramente los restos de los cocodrilos colgados de las vigas.
A
través de las conquistas españolas, el culto a la Virgen se propagó
allende los mares. En los territorios italianos que estaban bajo el
dominio de la Corona catalanoaragonesa, 150 iglesias y capillas
fueron dedicadas a la Virgen de Montserrat a partir del siglo XIV.
Los primeros templos de México, Chile y Perú se levantaron también
en su honor, y se dió el nombre de Montserrat a ciudades y pueblos
por toda Sudamérica, así como también a una isla de las Antillas.
Nuestra
Señora de Montserrat es la patrona de Cataluña, e imágenes suyas
figuran a la entrada de innumerables hogares de la región. Miles de
muchachas catalanas se llaman Montserrat. Y hay un dicho catalán que
reza: ¨ No és ben casat qui no duu la dona a Montserrat ¨ ( ¨ No
está uno casado de verdad hasta que lleva a su esposa a Montserrat ¨
). La abadía es escenario de una boda diaria, por lo menos. Las
parejas que se casan en otros lugares a menudo van desde la iglesia,
y en ropas nupciales, a Montserrat, para depositar flores a los pies
de la imagen de la Virgen.
La
abadía ha reunido una impresionante colección artística. Muchos
amantes del arte suben hasta allí con el único propósito de ver
los 64 cuadros de tema religioso o profano y de valor inapreciable
que se exponen en la pinacoteca, junto a la entrada de la basílica.
Los tesoros de este museo incluyen obras de Brueghel, Caravaggio y
Zurbarán, así como un cáliz y unas vinajeras donadas en el siglo
XVII por el emperador Fernando III de Austria, en agradecimiento a la
Virgen de Montserrat por haber alcanzado una victoria sobre el rey
Gustavo de Suecia. También se exhibe un poco del moho utilizado por
el doctor Alexander Fleming en sus investigaciones, que llevaron al
descubrimiento de la penicilina; le fue entregado personalmente al
abad por el gran bacteriólogo británico. En el piso superior hay
utensilios de bronce, tablillas cuneiformes y una momia egipcia
completa, que forman parte de una colección de antigüedades del
mundo del Antiguo Testamento: el Museo Bíblico de Montserrat.
Hasta
para la mirada más profana, Montserrat es un paraje celestial. Desde
su cima, la vista se extiende hasta el mar Mediterráneo; suaves
senderos serpentean entre parajes abovedados por olmos y robles, que
llevan a praderas propicias para comidas campestres y que se
extienden por umbríos bosquecillos. Los botánicos han encontrado
en Montserrat dos mil especies de flores silvestres. Los aficionados
al ejercicio disfrutarán subiendo las sendas que se entrecruzan en
los cinco kilómetros de anchura y diez de longitud de Montserrat, y
los montañeros verán un reto constante en el picacho de San
Jerónimo, pulido como un guijarro.
Mucho
antes de la era cristiana, los hombres buscaron en Montserrat
seguridad y aislamiento; en una ladera se han encontrado piezas de
cerámica del hombre de la edad de piedra y de la de bronce, y dos
esqueletos de iberos, miembros de una de las primitivas razas que
poblaron la Península Ibérica.
Después
de que Wifredo el Velloso, conde de Barcelona, arrebatara la montaña
a los moros, a fines del siglo IX, y cristianizara la región, se
levantaron pequeñas ermitas en los altivos riscos de Montserrat,
como altares de oración perenne. Alrededor de 1025, el abad de
Ripoll, Oliba, biznieto de Wifredo, fundó un monasterio en la
montaña, donde los discípulos de San Benito pudieran, en pleno
aislamiento, poner en práctica las enseñanzas del maestro; ora et
labora. En 1409, el monasterio alcanzó la dignidad de abadía.
Con
la entrada de las tropas napoleónicas en España, Montserrat vivió
un oscuro periodo. Las autoridades militares de Barcelona
fortificaron la abadía y algunas ermitas, y, en tres incursiones
sucesivas, los invasores dieron muerte a cuatro monjes y dos
ermitaños que no pudieron escapar a tiempo. Las ermitas fueron
demolidas y la basílica, con dimensiones de catedral y erigida en
1605, saqueada e incendiada. En la noche del 31 de julio de 1811, la
soldadesca las carbonizadas ruinas. Cuando los monjes supervivientes
salieron de sus escondrijos vieron, desolados por el horror, que la
abadía no era sino un montón de cenizas.
A
las pocas horas, los monjes se esforzaban ya en colocar las piedras
ennegrecidas en su lugar, para hacer una capilla a la venerada
Virgen. Su único consuelo era que los franceses no habían
descubierto el lugar donde ésta estuvo escondida; en una de las doce
ermitas de la montaña.
Pero
no habían terminado las calamidades. En las tres décadas
siguientes, la guerra civil y la revolución se desataron en toda
España. Los monjes de Montserrat sufrieron prisión y malos tratos;
varios de ellos perecieron asesinados. Parte del monasterio quedó
dañado. La Virgen fue despojada de sus joyas. En 1835, el gobierno
se incautó definitivamente de todos los bienes de la Iglesia y de
las propiedades monásticas, con el propósito de mejorar la economía
del país. Debido a ello, el monasterio se clausuró, los monjes se
dispersaron y los escolares volvieron con sus padres. La Virgen quedó
escondida en el granero de un labrador de confianza, en Marganell.
El
largo período de reconstrucción dio comienzo en 1844, cuando el
monasterio volvió a abrir sus puertas como santuario, a petición de
la reina regente María Cristina. De nuevo, durante la guerra civil
española (1936-39), bandas revolucionarias saquearon por la montaña,
pero el monasterio fue respetado. La abadía registra los nombres de
veintitrés de su monjes asesinados durante la guerra, en la que
muchos otros fueron encarcelados.
Actualmente,
la abadía es el centro de un pequeño ¨ pueblo ¨ bullicioso, que
cuenta con una oficina de correos, un confitería, dos espaciosas
cafeterías, un restaurante de tres tenedores y dos hoteles
excelentes. Una tienda de recuerdos vende, entre otras cosas,
tarjetas postales y objetos de cerámica que se hacen en el
monasterio.
El
abad, don Joan Cassia Just, vela por una comunidad de unos ochenta
monjes, cien obreros residentes y hasta 450 empleados de jornada
completa que vienen de los pueblos cercanos. El monasterio recibe una
continua afluencia de peregrinos catalanes que van en romería a la
Virgen. La abadía proporciona al que desee pasar unos días, o
incluso semanas, en la montaña aposentos austeros, pero inmaculados,
tanto individuales como familiares, a un precio inferior al de los
hoteles corrientes. Existe también la posibilidad, para quienes
buscan retiro, de pasar unos días con los monjes en el monasterio, a
un precio muy reducido, dedicados a estudiar y meditar.
Con
una biblioteca de doscientos mil volúmenes, los monjes prosiguen la
antigua tradición de preservar la cultura, en especial la cultura
catalana. Y han dado un gran paso al hacer de la abadía una de las
principales editoriales catalanas.
La
más famosa de sus publicaciones, la Biblia de Montserrat, imponente
obra de los eruditos de la abadía, de la cual han aparecido
veintiséis volúmenes desde 1926, es la única Biblia en catalán
con comentarios. A principios del pasado año se vendieron, con dos
meses de anticipación, los 82.000 ejemplares de la edición de
bolsillo del Nuevo Testamento en Catalán, de 464 páginas.
Serra
d´Or, la primera revista importante en lengua catalana publicada
después de la guerra civil, es una publicación de Montserrat que
tiene ya quince años de existencia; se ocupa de cuestiones
culturales de interés general y su tirada mensual es de dieciocho
mil ejemplares. La abadía publica cinco revistas. Para una de ellas,
destinada a los niños, adquirió los derechos para verter al catalán
las populares historietas de ¨ La Pantera Rosa ¨ y ¨ Astérix ¨,
que otros importantes editores descartaron por considerarlas poco
lucrativas en un mercado en que domina el castellano. ¨ Estamos
dispuestos a sufrir pérdidas si esto permite que los niños tengan
un mayor contacto con su lengua nativa ¨, dice el director de
publicaciones, padre Massot es un típico ejemplo del monje moderno
de Montserrat. Atiende devota-mente todos los servicios religiosos de
la basílica, pero en muchas ocasiones cambia su hábito por un traje
de paisano para hacer alguna escapada a Barcelona y hablar de
negocios. Me quedé sorprendido cuando, una mañana, vi a dos monjes
jóvenes que, con pantalón vaquero y camisa deportiva, se dirigían
al funicular para bajar. Iban a una casa de campo, a tres kilómetros
de distancia, que es propiedad de la abadía. Durante todo el verano,
los monjes pasan unas horas de descanso a la semana en esa casa,
donde hay piscina.
Esa
misma atmósfera de sencillez respiran los niños del coro. Paseando
por el pabellón de la Escolanía, situado tras la basílica, me
encontré con esos muchachos, de apariencia piadosa ante el altar,
que jugaban al baloncesto en sus canchas al aire libre o devoraban
tebeos con el mismo entusiasmo que ponían en la interpretación de
las cantatas de Bach.
La
Escolanía es en la actualidad una prestigiosa escuela conservatorio.
Durante siglos fue casi un seminario menor. Muchos de sus graduados
ingresaban en el monasterio. Otros eran solicitados por iglesias de
toda España como maestro de coro y organistas. Pero el tiempo las
distracciones de la vida moderna han originado cambios profundos. Aun
cuando el abad Cassia Just es un antiguo escolán, uno de los últimos
estudiantes que se hizo monje fue el padre Bernabé Dalmau, de la
promoción de 1953. Pocos de los graduados de hoy se especializan
después en la música, aun cuando entre los alumnos recientes haya
compositores y organistas de catedral. ¨ Ante todo, un escolán
aprende a amar la música para toda la vida ¨, dice el padre
Bernabé, que posee una de las voces más hermosas del coro de
hombres.
No
puede ser escolán cualquier niño. Cada año son presentados por sus
padres docenas de aspirantes, y los diez o doce finalistas son
seleccionados para empezar el curso en otoño. Se precisa un año de
estudio antes de poder cantar en el coro, y también se ha de
estudiar piano y algún otro instrumento ( el cincuenta por ciento
escoge el violín ). La clase de canto diaria dura una hora, y hay
quince minutos de ejercicios vocales. Nada tiene, pues, de extraño
que la Escolanía haya podido grabar casi noventa discos de música
religiosa, que merecieron la aclamación de los críticos del mundo
entero.
Antes
de la diaria actuación pública de la Escolanía en la basílica, un
monje se adelanta a un atril de lector y habla sucesivamente en
inglés, alemán, francés, castellano y catalán. ¨Ahora¨, dice,
¨antes de que el coro de niños cante la Salve a la Virgen, que cada
cual rece en su propia lengua a Nuestro Padre Celestial ¨.
Cae
la tarde, y la mayoría de los turistas se han ido. Ahora vienen a la
basílica los fieles catalanes, y los monjes cantan el Virolai;
Rosa
d´abril, Morena de la serra,
de
Montserrat estel,
illumineu
la catalana terra,
guieu-nos
cap al cel.
(
Rosa de abril, Morena de la
Montaña
/ Estrella de Montserrat /
esparce
la luz sobre la tierra catalana/
y
guíanos al cielo.)
POR
RAÚL VÁZQUEZ DE PARGA.
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