Estos grandes artistas
iluminan el mundo
con sus palabras, sus
acciones
y su talento para la vida
En la tierra existe
una multitud de artistas. No pintan grandes cuadros, ni esculpen
estatuas memorables, ni tampoco escriben poemas inmortales. Su
talento es al mismo tiempo más sencillo y más precioso; poseen el
don de saber vivir. Sus palabras y sus acciones elevan el espíritu.
Saben abrir caminos en la desesperación, en la enfermedad, en la
soledad, en el desencanto y en la monotonía del trabajo cotidiano.
Ejercen su arte en silencio, sin afectación, casi siempre
inconscientemente, sin ganar ni esperar glorias ni días dedicados en
su honor. Y, sin embargo, su actitud ante la vida ilumina el mundo.
LOS
ENTUSIASTAS. Ellos nos enseñan que disfrutar es tan
importante como crear.
Mientras esperaba a un
jardinero que había de plantarme un arbusto, me preparé para
entendérmelas con un hombre taciturno, recomido de compasión por sí
mismo por no haber llegado más alto. Seguramente trabajaría en
silencio, malhumoradamente, molesto de que me quedase allí para
asegurarme de que ponía la parte mejor del arbusto en la posición
correcta. Quizá tendría prisa por marchar a otro sitio a ganar más
dinero.
Era joven, lleno de
vida, curtido por el viento. Al bajar de su camioneta me dijo; ¨ ¿
Es usted la señora que quiere plantar un lilo ? ¨ No dijo ¨
arbusto ¨, ni ¨ matojo ¨, sino ¨ lilo ¨, apreciándolo en todo
su valor.
Al clavar la pala en el
terreno por primera vez, empezó a hacer un panegírico; ¨ ¡ Qué
tierra más buena ! ¡ Fíjese como se maneja ! ¨ Los músculos del
brazo se le marcaban al sacar las primeras paletadas. ¨ No me
importaría estar todo el día cavando agujeros ¨, dijo sonriendo
abiertamente y Parándose a mirar el sol, las nubes, la estela de
un reactor en el cielo. Se oyó el canto de una codorniz, y él
respondió. pa Los niños del vecindario vinieron a verle trabajar.
El habló con ellos, les dejó que le ayudaran a echar la tierra al
agujero, les enseñó a abrigar las raíces con ella, como si el
hecho de preparar una planta para que creciera bien encerrase todo el
arte de vivir.
El jardín se llenó de
una paz profunda y extraña. Vimos mariposas que no habíamos
advertido anteriormente. Escuchamos el canto de los grillos. Cuando
se fue, me lo imaginé acudiendo a otros muchos lugares, deseoso de
poner un remiendo de alegría en un mundo que de otro modo podría
estallar por las costuras.
LOS
AMISTOSOS. Estos son como centinelas amigos que nos
responden alegremente cuando les llamamos desde nuestra soledad a
través de la distancia que nos separa. Algunos nos saludan desde
lejos; un campesino, desde su tractor; un obrero de la construcción,
desde lo alto de un edificio; niños que pasan en un autobús
escolar; personas extrañas que nos dicen con su gesto; ¨ Te veo. Te
oigo ¨, Otras contestan el teléfono con un ¨ diga ¨ que tiene una
resonancia, una especie de añadido silencioso como; ¨ Me alegro
mucho de que hayas llamado, quien quiera que seas ¨.
Cuando mi hermana y yo
éramos pequeñas andábamos varios kilómetros por carreteras
polvorientas y calurosas para sentarnos junto a la vía del
ferrocarril con la esperanza de que alguien nos viera y nos dijera
adiós al pasar el tren. Algunos lo hacían. Y nosotros lo
devolvíamos anhelantes hasta que el convoy desaparecía. Al volver a
casa lentamente saboreábamos la deliciosa sensación de nuestro
contacto con el resto del mundo. ¨Me recuerda¨, dijo Lou una vez, ¨
que alguien sabe que estamos aquí ¨.
LOS
SENCILLOS. Ellos nos aclaran las complejidades de la vida
y ayudan a tejer de nuevo el tapiz de la sencillez. Saben enajenarse
de la esclavitud de las complicaciones y las cosas triviales para así
acercarse al rescoldo de la divinidad y reavivar su fuego.
Un día de verano llega
a mi puerta la vendedora de bayas. Tiene la cara tostada por el sol,
las mejillas sonrosadas y un halo de tranquilidad y plenitud. Su
escuela han sido los rincones de las cercas, el canto de los pájaros,
los prados soleados y el crecimiento de las cosas. La primera vez que
vino me dijo: ¨ Las bayas crecen en sitios difíciles, pero yo barro
con el pie así ¨, y describió un arco grande, como lo haría con
un rastrillo, ¨ y despacio voy doblando las hierbas altas, las que
arañan la piel y las zarzas nudosas. Luego hago lo mismo con el otro
pie. Es como si las bordase haciendo un cojín sobre el que se puede
andar, y uno se sube encima para ver lo que está más allá, dejando
debajo todos esos enredos ¨.
Se rió, se ruborizó,
y dijo con los ojos brillantes; ¨ Con la vida es igual. Hay que
doblarlo todo por debajo y seguir subiendo ¨. ¡ Qué sensación de
vida y aventura desprendía aquella vendedora !
LOS
REALISTAS. Nos muestran la belleza que encierra mirar la
vida con honradez y enfrentarse a las pruebas más duras sin temor.
Entre esas personas está
mi amiga, ya vieja y casi inválida, que sufre de un dolor constante
en las rodillas. Voy a buscarla para llevarla a una reunión.
Trabajosa pero alegremente, se levanta para buscar los guantes. Como
respuesta a mi expresión que delata la idea de que buscar los
guantes no vale la pena cuando se tiene dolor de piernas, me dice; ¨¿
Y qué tiene que ver el dolor con mis guantes ? ¨
Se pone los guantes con
dignidad y ya nos podemos ir. ! Cómo debe sufrir su viejo enemigo,
el dolor, ante la indignidad de ser comparado con un par de guantes y
salir perdiendo ! La próxima vez que intente interponerse en mi
camino le daré un golpe como éste.
Una persona que
visitaba un hospital entró por error en la habitación de un
enfermo, y se quedó un rato, interesándose por aquel extraño. Su
rostro estaba surcado por las preocupaciones; las manos, envejecidas
y endurecidas por el trabajo; pero su actitud, sus modales y sus
palabras comunicaban el mensaje de que lo único importante era el
don de la vida. ¨ Yo pienso ¨, dijo, ¨ que los tiempos difíciles
son como puertas que se abren con más dificultad que otras. Pero las
puertas más herméticas son a veces las que encierran los lugares
más maravillosos. No se puede juzgar una puerta hasta que se ha
abierto y se ha traspuesto ¨. Aquellas palabras, talladas en el
mármol de la vida del visitante, tienen un lugar en mi corazón
junto a las sentencias de los más sabios filósofos.
LOS
FUERTES. Son firmes y se mantienen como rocas sosteniendo
a la humanidad tambaleante.
Jimmy se llevó algo
del patio de su colegio. Lo robó.
_Tengo que devolverlo
y confesar lo que hice _le explica a su amigo.
_Iré contigo.
_No; tengo que ir solo
_dice Jimmy, con un escalofrío que le recorre todo el cuerpo.
Su amigo piensa en
silencio, frunciendo el ceño. Luego dice:
_Entonces, te
acompañaré hasta la puerta y esperaré a que salgas.
Estos, y otros muchos,
son los artistas cotidianos que se mueven como lanzaderas por nuestra
trama ayudándonos a tejer nuestro paño común. Son como muelles que
nos protegen suavemente de los golpes, del cinismo.
Un pintor necesita de
su lienzo; un músico, de su instrumento. Pero tomar la invisible
materia de la vida y moldearla de modo que despierte la sensibilidad
de los demás, fortalezca su fe, haga su amor más profundo, o
cemente su valor, eso también es un arte.
POR JEAN BELL MOSLEY
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