Escribo
y sé que mi escritura es falsa,
porque
tan sólo vierte a golpes mínimos
-deformado
en lucha- un pensamiento
que,
internándose en mí buscó crecerse.
Tal
vez en el silencio su armonía
mejor
aumenta y da mejor su fuerza.
¿Por
qué me obliga entonces a escribirlo?
¿Es
aire mi papel? ¿Aire es la pluma?
La
tinta ¿es aire? Y mi memoria ¿Piensa
en
mi cuerpo -que es aire- su intención?...
Y
no escribo. Me voy a otro mandato
que,
enfrentándose a mí, va conduciendo
mi
ausencia, ya total, a su destino.
Cojo
el papel, lo quemo, y todo el aire
sostiene,
escrito en él, a un pensamiento.
(Signos
del ser, 1962)
EMILIO
PRADOS.
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