Isabel
iba a casarse dentro de pocos meses, al igual que su amiga Lucila.
Ambas estaban de novias con dos jóvenes serios, responsables y
trabajadores. Ambas tenían esperanzas e ilusiones, como era apenas
natural. El novio de Isabel en esos días recibió una cuantiosa
herencia. Después de casarse las dos parejas, Isabel fue a vivir a
un barrio de gente adinerada. En cambio Lucila se quedó en el mismo
sector de clase media, donde ambas habían vivido siempre. Lucila
comenzó a sentir envidia de su amiga, la cual podía darse el lujo
de tener una mansión, automóvil último modelo, paseos al exterior,
etc. Después de dos años la salud de Isabel comenzó a desmejorar.
Los negocios de su esposo marchaban mal, y entre ellos había riñas
y peleas sin causa aparente.
Analizando
el caso espiritualmente, Isabel comprendió que todos sus problemas
se debían a la envidia de su amiga, quien le deseaba el mal,
quería que fracasara en su matrimonio y que quedase en la ruina paro
no sentirse inferior. Isabel
se dedicó entonces a realizar un tratamiento metafísico, con el
cual fortalecía su Aura o Cuerpo Astral,
mediante oraciones y meditaciones. Le enviaba buenos deseos a su
amiga Lucila, perdonándola y pidiéndole a Dios que la ayudase a
cambiar su actitud. Con
este sencillo procedimiento, el cual tiene un inmenso poder
metafísico, Isabel recobró la salud, los negocios de su esposo
mejoraron, y hoy esta pareja goza de paz, bienestar y prosperidad.
JOSÉ
FARID H.
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