Umbrío por la pena, casi bruno,
por que la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Pena con pena y pena desayuno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos, penas, me oponen su corona,
cardos, penas, me azuzan sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
circundada de penas y de cardos...
¡Cuánto penar para morirse uno!
MIGUEL HERNÁNDEZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario