Es
necesario decir algo más acerca de los frutos poéticos de estos
años. En uno de los proyectos de ordenación de la obra última,
cuyo original se conserva en el archivo de Río Piedras, Juan Ramón
había concebido un título general -En
el otro costado- que
abarcaría cinco apartados, distribuidos en este orden; 1.
Mar sin caminos; 2. Canciones de La Florida; 3. Espacio; 4. Romances
de Coral Gables; y 5. Caminos sin mar. Es
evidente la agrupación simétrica del conjunto; al primer bloque
(Mar
sin caminos) se
opone el último (Caminos
sin mar); las
afinidades de marco y de tema emparejan los bloques 2 y 4. Queda en
el centro, señero e impar, el poema Espacio,
destacado
por su posición y también por sus especiales características.
Porque Espacio
es
no sólo el último gran poema de Juan Ramón Jiménez, sino una
feliz síntesis de toda la obra madura del poeta. Se trata de un
largo poema en prosa en el que, con mayor evidencia que en otros
casos, la deliberada renuncia a las formas métricas no disminuye en
un ápice el carácter poético del texto. Dicho de otro modo y más
tajantemente:
Espacio es
uno de los más grandes poemas en prosa de nuestra literatura.
Las
muestras de poema en prosa ensayadas en Diario
de un poeta recién casado, e
incluso las estampas líricas de Platero
y yo, parecen
meras tentativas si se confrontan con la originalidad, la plenitud y
la asombrosa fuerza que
emanan
de
Espacio.
El texto fluye libremente, sin interrupciones, en una especie de
monólogo sin fin donde las palabras van engarzándose, creando
asociaciones, fundiendo planos cronológicos distintos en un presente
único que equivaldría a la visión de Dios. Los recuerdos, las
evocaciones literarias, la nostalgia de la vida pasada y revivida, la
búsqueda de constantes que anulen las variaciones contingentes del
ser humano y coloquen la existencia bajo una luz única son algunos
de los motivos que sostienen esta extraordinaria creación poética:
El
aire ¡era
tan puro!;
frío
no, fresco, fresco; en él venía vida de primavera nocturna, y el
sol estaba dentro de la luna y de mi cuerpo, el sol presente, el sol
que nunca más me dejaría los huesos solos, sol en sangre y él. Y
entré cantando ausente en la arboleda de la noche, y el río que se
iba bajo Washington Bridge, con sol aún, hacia mi España por mi
oriente, a mi oriente de mayo de Madrid; un sol ya muerto, pero vivo;
un sol presente, pero ausente; un sol rescoldo de vital carmín; un
sol carmín vital en el verdor; un sol en el negror ya luna; un sol
en la gran luna de carmín; un sol de gloria nueva, nueva en otro
este; un sol de amor y de trabajo hermoso; un sol como el amor...
¨Dulce
como este sol era el amor¨.
El
escritor ha concluido; Espacio
es
el brillante final de su trayectoria, impregnada de fe en la poesía
y en la belleza. El hombre, en cambio, sobrevivirá todavía,
cercado por las crisis depresivas y las enfermedades,
irremediablemente
abatido tras la muerte de Zenobia, hasta extinguirse el 29 de mayo de
1958, en la misma clínica de Puerto Rico donde había fallecido su
esposa. Pocos días más tarde, los restos mortales de Juan Ramón
Jiménez y de Zenobia fueron trasladados a España, y hoy se
encuentran en el cementerio de Moguer.
RICARDO
SENABRE SEMPERE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario