martes, 30 de junio de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.


XXXIII

La luz alargaba los días conforme avanzaba la primavera. Violeta y el pequeño Di Rossi salían del Museo de los niños de Manhattan. Caminaban hacia la Avenida Broadway, se dirigían a la librería que Barnes & Noble tenía haciendo esquina con la Calle 82 Oeste. Mientras cruzaban por el paso de peatones, a Violeta le llamó la atención la bella imagen de las margaritas blancas y amarillas que crecían en el seto central que separaba los sentidos de la circulación. Se sentía bastante mejor que unas semanas atrás. La imagen que estaba contemplando junto con la buena temperatura, y el hecho de que a su hijo le hubiera encantado la visita al Museo, hicieron que apareciera una pequeña sonrisa marcando los hoyuelos de su rostro.
El semáforo estaba en rojo, y Enrico Cacciatore acercó despacio su pie al freno cuando la vio cruzar.
¨¡Violeta!¨.
Sobresalto. Frenazo. El corazón desbocado y los latidos en las sienes se unieron. Su imagen de perfil lo estremeció, después se fijó en el pequeño que caminaba a su lado. Debía ser su hijo.
Se inclinó a la derecha observándola. Entraban en una librería. Nervioso, miró toda la línea de aparcamiento, no había un solo hueco.
¨Bueno, los Bentley también se pueden estropear¨.
No dudó, lo subió en parte sobre el seto central aplastando varios ramilletes de aquellas preciosas flores que habían estado esperando el buen tiempo para ser vistas en todo su esplendor, como él había admirado a Violeta unos segundos antes.
¨Está más bella que nunca¨.
Puso las luces de avería y cruzó, pero, nada más llegar a la acera, notó que estaba demasiado nervioso y agitado. Respiró profundamente, se quiso serenar, sin embargo su cuerpo se rebelaba. Se asustó, pensó que desde dentro ella le podía estar viendo, se sintió vulnerable como no recordaba. Nunca había experimentado esas sensaciones, a pesar de habérsela jugado varias veces en la vida. Después de firmar los dos primeros contratos con el Ejército se supo siempre ganador, pero lo que le estaba sucediendo en aquel momento...
¨¿Me está dando un infarto?¨.
Mentalmente buscó las sensaciones de su brazo izquierdo, nada. En su pecho notaba el latir desbocado de su corazón, opresión, le faltaba la respiración, pero no sentía dolor.
¨Te tienes que tranquilizar, así no la puedes ver, tal vez sea la última oportunidad¨.
Junto al paso de peatones estaban los dispensadores que contenían los distintos periódicos, una fila metálica de colores, amarillo, blanco, verde y naranja. Este multimillonario se fue tras ellos escondiéndose miedoso, como jamás había actuado.
¨No la puedes dejar escapar, la necesitas, ninguna otra mujer la puede sustituir¨.
Era tal el poder que ella tenía sobre él que aun teniendo todas las bazas a su favor, se sentía perdedor. Ya le hubiera gustado tener las cosas de esa manera cuando se había enfrentado a los competidores de su negocio. Y sin embargo, ella, desde su fragilidad y vulnerabilidad, podía con él solo con una mirada. La quería, la amaba, y se le había escapado de entre los dedos sin saber cómo ni por qué. Bueno, si lo sabía; porque había otro hombre antes que él, y mientras ella le pidió y se tomó un tiempo para diluir sus dudas, el azar jugó por primera vez en su contra, se quedó embarazada. Echó cuentas, pensó en la posibilidad de que fuera suyo, se lo dijo ilusionado, y ella rió, le contestó con seguridad que había tenido dos reglas desde su última vez... Desapareció, y le dio un hijo a ese hombre al que Enrico nunca quiso conocer ni saber nada de él, solo que era también italiano y profesor de Historia en la Universidad de Nueva York.
Se vio a sí mismo como un niño asustado de su amor. Él, que apenas tuvo infancia, que nunca supo lo que era la satisfacción de la espera. Solo esfuerzo continuado, siempre con un objetivo y un resultado casi inmediato que le había llevado a ocupar una de las cúspides que este mundo tiene reservado a unos pocos elegidos. El destello de las luces de avería del Bentley le hizo dudar como el que deshoja una margarita acercándose al final. Sí, no. Sí se marchaba desaprovechaba la última oportunidad, y a este italiano bajito nadie le regaló nada, tampoco desaprovechó nunca las ocasiones que se le presentaron.
Se llevó ambas manos a las mejillas y se dio cuenta de que ambas estaban frías. Que desagradable sensación. Pensó que su futuro iba a ser así, frío y en soledad. Se palmeó un par de veces, después ahuecó sus manos y sopló dándoles calor.
¨Tranquilo Enrico, tranquilo¨.
Se dirigió a la entradas de la librería más inseguro que nunca, solo esperaba que no se le notara demasiado.
Nada más traspasar la puerta de cristal la buscó y la encontró. El niño no estaba junto a ella. ¨Mejor¨, pensó.
-Hola. -La sonrisa pretendía ser natural, pero su gesto no tenía el aplomo de siempre.
-¡Ah, hola!
La sorpresa de Violeta fue inmensa; la respuesta, efusiva, como si de verdad se alegrara de verlo, pero era solo una cortina que escondía el pánico que acababa de inundarla. Extendió la mano mientras disimuladamente buscó dónde se encontraba Paolo. No lo vio.
-No sé por qué, pero no te hacía en un lugar como este. Violeta continuó con su sonrisa falsa, nerviosa.
-Pues ya ves.
-¿Qué buscas?
Enrico Cacciatore no supo qué responder, miró a un lado buscando una respuesta.
-Pues... ¿qué va a ser?, he venido a comprar una novela.
-Sí, cuál?
-Pues... -Dudó, entre un montón de libros apilados sobre una mesa, distinguió un título fácil y corto-.2055.
-¿2055, alguien está decidiendo tu futuro?
-Esa, he escuchado a varias personas hablar de ella y hay que estar al día, bueno, y también pensar un poco en el futuro, ¿no?
-Sí, claro.
-¿La has leído?
-Sí.
-¿Y me la recomiendas?
-Por supuesto, la leí dos veces porque sentí que algo se me escapaba la primera vez, y efectivamente, después descubrí gran cantidad de detalles que me habían pasado desapercibidos. Al principio los intuía, pero después..., busqué y encontré constantes segundas intenciones del autor, que tal vez eran las primeras, las que le llevó a escribir la novela.
-Entonces tal vez no me guste, yo prefiero las cosas claras y directas, una historia sencilla, con algo más de intriga que la vida diaria.
-Bueno, eso también lo tiene, aunque tal vez a mí me atrajera mucho el hecho de que la protagonista femenina es italiana.
-¿Del sur o del norte?
-¡Qué más da! Estamos en Manhattan, aquí no hay distinción, La Italia es La Italia. -Violeta hizo el gesto de apiñar los dedos.
-Tienes razón.
De alguna forma, al principio me identifiqué con ella, después... viene la vida, aciertos y errores. -Lo dijo sin pensar, pero nada más pronunciar las palabras cayó en que hasta en eso se parecía a la protagonista de esa novela.
Recordó la historia, no quería terminar como ella. Y más que eso, no quería fallarle a Umberto.
-Bien, te dejo.
Buscó a Paolo, lo vio, los estaba mirando muy serio.
-Perdona..., disculpa, tenemos otra conversación pendiente.
-No. -Ahora los nervios sí se le notaron.
-No me gustaría hacerte daño.
-He vendido mis acciones, en un mes la operación estará completada. Con algo más de tiempo quedaré completamente desvinculada. Si puedes esperar un poco..., te lo agradecería.
Lo miró a los ojos y Enrico Cacciatore percibió que no iba a tener con ella otra cosa que no fuera una conversación, creyó que intrascendente para ella e importante para él. Se fijó en su rostro, estaba muy guapa, había engordado algo, le sentaba muy bien.
No le quiso contestar y cambió de tema.
-¿Has cogido algo de peso, verdad?
Una luz especial apareció en su rostro.
-Y algo más que cogeré, estoy embarazada.
Adiós esperanza, si es que le quedaba alguna. La mirada se le fue instintivamente al vientre. No se le notaba nada, no supo qué decir, y volvió al tema que no quería.
-Bien..., cuenta con que esperaré hasta... -No fue capaz de pronunciar más palabras que le llevasen a decir lo que se dice en esos casos, ¨el feliz acontecimiento¨, o algo así, tampoco le quiso mentir diciendo ¨me alegro¨, o ¨enhorabuena¨; otra vez sintió aquel frío-. ¿De cuánto estás?
-Diez semanas.
Que te vaya todo muy bien.
Enrico Cacciatore aceptó los acontecimientos que lo dejaban fuera, ahora fue él quien extendió la mano.
-Cuídate mucho.
-Gracias.
Violeta le miró con comprensión, captó perfectamente cómo recibió su nuevo estado, lo aceptaba como algo definitivo.
Enrico Cacciatore estaba aturdido. Giró la cabeza y vio al hijo mirándolo directamente a los ojos, muy serio, parado en medio del pasillo entre estanterías llenas de libros, fue solo un segundo, su rostro le pareció familiar. De nuevo vio la imagen de Violeta feliz. Bajó la cabeza y se marchó.
Cuando llegó el pequeño Di Rossi hasta su madre ya había salido de la librería. Ella estaba pensativa.
-¿Quién es ese hombre, mamá?
-Solo un cliente de mi trabajo.
-¿Por qué dices solo?
Fue la única vez en su vida que no escuchó lo que le decía su hijo. Su mente estaba en otro lado.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR.

Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
De ligeros paisajes dormidos en el aire,
Con suerpos a la sombra de ramas con flores
O huyendo en un galope de caballos furiosos.


El sur es un desierto que llora mientras canta,
Y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
Hacia el mar encamina sus deseos amargos
Abriendo un eco débil que vive lentamente.


En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
Su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

(Un río, un amor, 1929)

LUIS CERNUDA. 

EDUCACIÓN.

  En cierta ocasión le preguntaron a Andrew Carnegie, uno de los hombres más ricos del mundo: ¨Habrá habido algún momento en el que usted podría haberse retirado, ¿no es así? Porque usted siempre ha tenido mucho más de lo que necesitaba...¨

   Y él respondió: ¨Sí, es verdad. Pero no pude retirarme. Había olvidado como hacerlo.¨

    Muchos temen que, si se paran a pensar y a preguntarse, no van a ser capaces de volver a ponerse en marcha.

ANTHONY DE MELLO.

lunes, 29 de junio de 2015

EDUCACIÓN.

  Uno de los pocos hombres que han caminado por la luna cuenta cómo tuvo que reprimir sus instintos artísticos cuando llegó al satélite.

  Recuerda que, cuando se hallaba mirando embelesado a la Tierra, estaba como paralizado por el asombro y diciéndose para sí: ¨¡Dios mío, que preciosidad!¨

   Pero enseguida, volviendo en sí, se dijo: ¨Deja de perder el tiempo y dedícate a recoger piedras.¨

  Hay dos tipos de educación;
  la que te enseña a ganarte la vida
  y la que te enseña a vivir.


ANTHONY DE MELLO.

ORILLAS DEL DUERO.


X

A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia;
a otro lado, la tapia blanquecina
de un huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a mí, la casa,
y en la casa la reja
ante el cristal que levemente empaña
su figurilla plácida y risueña.
Me apartaré. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene -su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta-;
viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla...

ANTONIO MACHADO

domingo, 28 de junio de 2015

LA NOVIA.

  El claro viento del mar sube por la cuesta roja, llega al prado del cabezo, ríe entre las tiernas florecillas blancas; después, se enreda por los pinetes sin limpiar y mece, hinchándolas como velas sutiles, las encendidas telarañas celestes, rosas de oro... Toda la tarde es ya viento marino. Y el sol y el viento ¡dan un blando bienestar al corazón!

   Platero me lleva, contento, ágil, dispuesto. Se dijera que no le peso. Subimos, como si fuésemos cuesta abajo, a la colina. A lo lejos, una cinta de mar, brillante, incolora, vibra, entre los últimos pinos, en un aspecto de paisaje isleño. En los prados verdes, allá abajo, saltan los asnos trabados, de mata en mata.

    Un estremecimiento sensual vaga por las cañadas. De pronto, Platero yergue las orejas, dilata las levantadas narices, replegándolas hasta los ojos y dejando ver las grandes habichuelas de sus dientes amarillos. Está respirando largamente, de los cuatro vientos, no sé que honda esencia que debe transirle el corazón. Sí. Ahí tiene ya, en otra colina, fina y gris sobre el cielo azul, a la amada. Y dobles rebuznos, sonoros y largos, desbaratan con su trompetería la hora luminosa y caen luego en gemelas cataratas.

   He tenido que contrariar los instintos amables de mk pobre Platero. La bella novia del campo lo ve pasar, triste como él, con sus ojazos de azabache cargados de estampas... ¡Inútil pregón misterioso, que ruedas brutalmente, como un instinto hecho carne libre, por las margaritas!

   Y Platero trota indócil, intentando a cada instante volverse, con un reproche en su refrenado trotecillo menudo:

    -Parece mentira, parece mentira, parece mentira...

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

UN TEMA OBSESIVO.


Es, en efecto, Soledades un libro muy unitario, presidido por un tema recurrente que proporciona cohesión y sentido de la obra. Está dividido en cuatro partes, la última de las cuales se cierra con tres poemas. El cadalso, La muerte -luego suprimido- y la glosa de los versos de Manrique:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir. ¡Gran cantar!

Se trata de una serie, pues, decididamente mortuoria.
Si se examina el comienzo del libro, el primer poema es el titulado Tarde, palabra que resultará luego casi emblemática, por su elevadísima frecuencia de uso, en la poesía de Machado. El poema, situado en una tarde ¨triste y soñolienta¨, evoca un parque solitario cuyo muro tiene adosada una hiedra ¨negra y polvorienta¨. Existe una ¨vieja cancela¨ de ¨hierro mohoso¨ que, al cerrarse, ¨sonó en el silencio de la tarde muerta¨. La aparición súbita del adjetivo ¨muertas¨ -en rigor, impropio para ser aplicado a la tarde- produce cierta inquietud, aunque el momento elegido del día y todos los indicios sucesivos de vejez y desgaste parecían conducir a esa noción. En el interior del parque hay una fuente que corre, si bien este único elemento sonoro y vital está rodeado de mármol blanco, y todo ello se encuentra encerrado en ese solitario recinto que puede ser un parque, pero donde la mirada sólo se ha detenido en rasgos que parecen propios de un cementerio. El sustrato básico de la composición es el tema obsesivo de la muerte, y ese núcleo significativo dominante atrae hacia sí a los demás elementos del poema y los colorea con un tinte mortuorio. Y hasta la ¨tarde¨ del título se convierte en símbolo de acabamiento y extinción.
En otro poema titulado La tarde en el jardín volvemos a encontrar un parque en sombra, cercado por una ¨tapia ennegrecida¨ donde hay un ¨cipresal oscuro¨ fuentes en las que ¨el agua duerme en las marmóreas tazas¨. La insistencia en el color negro y la aparición de los cipreses y del agua estancada, sin vida, nos sitúan en el mismo ámbito temático. De nuevo se trata de la visión mortuoria de un jardín; el poeta no describe ni ¨pinta¨ un paisaje, sino que selecciona algunos de sus elementos y los supedita a un sentido global que les da homogeneidad y convierte el poema en la traslación de un estado de ánimo. Lo mismo sucede en este otro breve texto, verdadera síntesis de los motivos fundamentales de Soledades:


Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que suena mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.


No serán necesarias muchas aclaraciones; el crepúsculo es el momento de extinción del día; el colo morado, como en la tradición clásica, representa el dolor y la congoja -y de ahí su perduración en ciertas ceremonias litúrgicas-; los cipreses -árboles funerarios en la cultura mediterránea- son negros; la glorieta está ¨en sombra¨ -que, por oposición a la luz, representa la carencia de vida-, y la personificación del amor es una estatuilla petrificada y muda que ¨sueña¨ (no se olvide la tradición que interpreta el sueño como una imagen de la muerte). El verso final - ¨reposa el agua muerta¨ no sólo aproxima, al incluirlas en la misma unidad métrica, las nociones ¨reposar¨ y ¨muerte¨, creando así una asociación inequívoca, sino que, además, es un verso heptasílabo -frente a los endecasílabos anteriores- y ¨muere¨ justamente cuando aparece la palabra que remata el poema y que descubre por fin cual era la noción básica que gravitaba sobre los versos, sin hacerse explicita, desde el comienzo.
En Soledades, las representaciones de lo petrificado y lo muerto son constantes; la ilusión perdida será un ¨roto sol en una alberca helada¨, y lo mismo cabe decir del amor, ¨sol yerto (…) que brilla y tiembla roto/ sobre una fuente helada¨. La muerte se erige en tema fundamental. Las doce campanadas del reloj se oyen como otros tantos ¨golpes de azada en tierra¨, en el transcurso de una pesadilla durante la cual el sujeto lírico que enuncia el poema cree llegada su última hora; la vida aparece personificada como una ¨virgen esquiva¨ que lleva consigo una ¨aljaba negra¨, es decir, una amenaza de muerte inexorable. Los elementos imaginativos, e incluso muchas acuñaciones verbales del Machado maduro, se encuentran ya firmemente apuntadas en este libro; ¨Las ascuas del crepúsculo¨, la tarde, el parque sombrío y rodeado por un muro, el cipresal, el agua inmóvil...
Si se repasa lo añadido a la edición refundida de 1907 (Soledades. Galerías. Otros poemas), no se advierten cambios sustanciales. Encontramos un viajero de ¨sienes plateadas¨ que ha perdido ya su juventud y se halla en una sala sombría mientras en el exterior ¨deshójanse las hojas otoñales/del parque mustio y viejo¨; o una extraña amada inalcanzable, que se encuentra en una ¨negra caja¨ al lado de una fosa, mientras ¨en las sombrías torres/repican las campanas¨. El ocaso, el ataúd, la vejez, la imagen de la ¨otra orilla¨ son motivos frecuentes. El joven Machado articula su obra primeriza en torno al tema vertebrador de la muerte, que proporciona sentido coherente y unitario a elementos dispares, apoyados con frecuencia en tradiciones literarias y en motivos de sentido arquetípico, la luz, la sombra, el agua, el ciprés, etc. De este modo, el río, por ejemplo, puede representar la vida humana, de acuerdo con la imagen del Eclesiastés que rebrota en las Coplas de Jorge Manrique; pero también aparece para significar, como en la mitología grecolatina, la fronteras entre la vida y la muerte.

Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

Esa ¨otra ribera¨, situada al otro lado del ¨río¨del olvido, es ya la de la muerte.

Lectura ¨de frente¨ y lectura ¨al sesgo¨
Escribe Machado en uno de sus aforismos en verso:

Da doble luz a tu verso:
para leído de frente
y al sesgo.

Y en un apunte en prosa: ¨Toda poesía es, en cierto modo, un palimpsesto¨. Es decir, que por debajo de la lectura superficial hay otra que es preciso descubrir. La lectura ¨de frente¨ sólo descifra el significado de las palabras, lo cual, en el caso de Machado, es sencillo y, a la vez, altamente engañoso. Es preciso efectuar una lectura ¨al sesgo¨ en busca del sentido del texto, que, como en los palimpsestos, se halla oculto bajo la escritura visible. De este modo, el agua corriente o el agua estancada no representan lo que el diccionario indica, ni el ciprés comparece por sus características botánicas, ni adjetivos tan frecuentes en Machado como viejo, marchito, mustio, yerto, roto, sombrío, decrépito, negro, soñoliento y otros similares son utilizados por otra razón que la de convertir las cosas a que se atribuyen en puros indicios del correr de todo hacia un inevitable acabamiento. Casi nada es, en suma, lo que parece a primera vista en una lectura superficial, que da como único resultado un Machado superficial y, por consiguiente, falso.

RICARDO SENABRE SEMPERE.

sábado, 27 de junio de 2015

EL DIAMANTE.



Noviembre de 1920
(GRANADA)

El diamante de una estrella
Ha rayado el hondo cielo,
Pájaro de luz que quiere
Escapar del universo
Y huye del enorme nido
Donde estaba prisionero
Sin saber que lleva atada
Una cadena en el cuello.


Cazadores extrahumanos
Están cazando luceros,
Cisnes de plata maciza
En el agua del silencio.


Los chopos niños recitan
La cartilla. Es el maestro
Un chopo antiguo que mueve
Tranquilo sus brazos viejos.


¡Rana, empieza tu cantar!
¡Grillo, sal de tu agujero
Haced un bosque sonoro
Con vuestras flautas. Yo vuelvo
Hacia mi casa intranquilo.


Se agita en mi recuerdo
Dos palomas campesinas
Y en el horizonte, lejos,
Se hunde el arcaduz del día.
¡Terrible noria del tiempo!

FEDERICO GARCÍA LORCA.

LOS HÚNGAROS.

     Míralos, Platero, tirados en todo su largor, como tieden los perros cansados el mismo rabo, en el sol de la acera.


  La muchacha, estatua de fango, derramada su abundancia desnudez de cobre entre el desorden de sus andrajos de lanas granas y verdes, arranca la hierbaza seca a que sus manos, negras como el fondo de un puchero, alcanzan. La chiquilla, pelos toda, pinta en la pared, con cisco, alegorías obscenas. El chiquillo se orina en su barriga como una fuente en su taza, llorando por gusto. El hombre y el mono se rascan, aquél la greña, murmurando, y este las costillas, como si tocase una gruitarra.

  De vez en cuando, el hombre se incorpora, se levanta luego, se va al centro de la calle y golpea con indolente fuerza el pandero, mirando a un balcón. La muchacha, pateada por el chiquillo, canta, mientras jura, desgarradamente, una desentonada monotonía. Y el mono, cuya cadena pesa más que él, fuera de punto, sin razón, da una vuelta de campana y luego se pone a buscar entre los chinos de la cunetauno más blando.
   
  Las tres... El coche de la estación se va, calle Nueva arriba. El sol, solo.

   -Ahí tienes, Platero, el ideal de familia de Amaro... Un hombre como un roble, que se rasca; una mujer, como una parra, que se echa; dos chiquillos, ella y él, para seguir la raza, y un mono, pequeño y débil como el mundo que les da de comer a todos, cogiéndose las pulgas...

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

    

ORILLAS DEL DUERO.

IX


  Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario, ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansa-
mente.
El campo parece más que joven, adolescente.

Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!

ANTONIO MACHADO.

viernes, 26 de junio de 2015

LIBERTAD.

  Llamó mi atención, perdida por las flores de la veredad, un pajarillo lleno de luz que sobre el húmedo prado verde, abría sin cesar su preso vuelo policromado. Nos acercamos despacio, yo delante, Platero detrás. Había por allí un bebedero umbrío, y unos muchachos traidores le tenían puesta una red a los pájaros.

  El triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer, a sus hermanos del cielo.

  La mañana era clara, pura, traspasada de azul. Caía del pinar vecino un leve concierto de trinos exaltados, que venía y se alejaba, sin irse, en el manso y áureo viento marero que ondulaba las copas. ¡Pobre concierto inocente, tan cerca del mal corazón!

  Monté en Platero, y, obligándolo con las piernas, subimos, en un agudo trote, al pinar. En llegando bajo la sombría cúpula frondosa, batí palmas, canté grité. Platero, contagiado, rebuznaba una vez y otra, rudamente. Y los ecos respondían, hondos y sonoros, como en el fondo de un gran pozo. Los pájaros se fueron a otro pinar, cantando.

  Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi corazón, dándome las gracias, hasta lastimarme el pecho.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.



   

IMPOTENCIA..



Cuando el camino se pierde,
El rumbo nada importa
La memoria me hace cobarde
Y mi mente no lo soporta.

Tu dolor, me lleva a ti
Como una estaca... sin movimiento
¡Dios, sácalo de ahí!
Como una charca... sin pensamiento

Tu valor, ¨estrella de la vida¨
Por tu sombra pasará
Te dará la luz perdida
Y ése, noble cuerpo, moverá.

Sé fuerte, amigo... escucha:
Encuentra la salida Julián
En ese oscuro túnel... lucha
Por los que más te aman.

A Julián Candel... hoy en estado de coma...
Mañana Dios dirá.
Compañero... Compañero.
Noviembre de 1999.

JUAN MARCOS CLIMENT CARBONELL.

jueves, 25 de junio de 2015

EL LIBRO DE ORO.

-180-

   En las grandes desgracias faltan las lágrimas.

-181-

   Víspera es una desgracia de otra desgracia.

-182-

   El ánimo inconstante, cuanto más procura saber, menos sabe.

-183-

   Hasta los vicios de quien mucho amamos nos placen.

-184-

  De los males posibles ninguno peor que la opinión del vulgo.

-185-

   Débese guardar con más cuidado lo que no se sabe cuándo ha de faltar.

-186-

    No tiene la fortuna poder en el tiempo que pasa.

-187-

    Maldad es no dejar el beneficio a merced del que lo hace.

SÉNECA.

   

EDUCACIÓN.

  El pequeño Johnny estaba siendo sometido a unas pruebas para conseguir un papel en una obra de teatro que se iba a representar en la escuela. Su madre sabía que el muchacho había puesto en ello toda su ilusión, pero ella temía que no iban a escogerlo. El día que se repartieron los papeles, Johnny regresó corriendo de la escuela, se echó en brazos de su madre y, lleno de orgullo y de excitación, le gritó: ¨¿A que no sabes una cosa? ¡Me han escogido para aplaudir!¨

ANTHONY DE MELLO.

IDILIO DE ABRIL.



los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas; todo cargado de flores amarillas. Allá abajo les ha llovido -aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris - . Y sobre la empapada lana del asnucho, las campanillas mojadas gotean todavía.

¡Idilio fresco, alegre, sentimental! ¡Hasta el rebuzno de Platero se hace tierno bajo la dulce carga llovida! De cuando en cuando, vuelve la cabeza y arranca las flores a que su bocata alcanza. Las campanillas, níveas y gualdas, le cuelgan, un momento, entre el blanco babear verdoso y luego se le van a la barrigota cinchada. ¡Quién, como tú, Platero pudiera comer flores... y que no le hicieran daño!

¡Tarde equívoca de abril!... Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia, en cuyo caso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

miércoles, 24 de junio de 2015

EDUCACIÓN.

  Dice una antigua leyenda que, cuando Dios estaba creando el mundo, se le acercaron cuatro ángeles, y uno de ellos le preguntó: ¨¿qué estás haciendo?¨; el segundo el preguntó; ¨¿por qué lo haces?¨; el tercero: ¨¿puedo ayudarte?¨; y el cuarto: ¨¿cuánto vale todo eso?¨

  El primero era un científico; el segundo, un filósofo; el tercero, un altruista; el cuarto un agente inmobiliario.

   Un quinto ángel se dedicaba a observar y a aplaudir con entusiasmo. Era un místico.

ANTHONY DE MELLO.

SANTIAGO.


BALADA INGENUA
25 de julio de 1918
(FUENTE VAQUEROS GRANADA)

I

ESTA noche a pasado Santiago
Su camino de luz en el cielo,
Lo comentan los niños jugando
Con el agua de un cauce sereno.

¿Dónde va el peregrino celeste
Por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
En caballo blanco como el hielo.


¡Niños chicos, cantad en el prado
Horadando con risas al viento!


Dice un hombre que ha visto a Santiago
En tropel con doscientos guerreros.
Iban todos cubiertos de luces,
Con guirnaldas de verdes luceros,
Y el caballo que monta Santiago
Era un astro de brillos intensos.


Dice el hombre que cuenta la historia
Que en la noche dormida se oyeron
Tremolar plateado de alas
Que en sus ondas llevóse el silencio.


¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.

¡Niños chicos, cantad en el prado
Horadando con risas al viento!


Es la noche de la luna menguante.
¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
Que los grillos refuerzan sus cuerdas
Y dan voces los perros vegueros?

-¿Madre abuela, cuál es el camino,

Madre abuela, que yo no lo veo?

-Mira bien y verás una cinta
De polvillo harinoso y espeso,
Un borrón que parece de plata
O de nácar. -¿Lo ves?
-Ya lo veo.


-Madre abuela, ¿dónde está Santiago?
-Por allí marcha con su cortejo,
La cabeza llena de plumajes
Y de perlas muy finas el cuerpo,
Con la luna rendida a sus plantas,
Con el sol escondido en el pecho.


Esta noche en la vega se escuchan
Los relatos brumosos del cuento.

¡Niños chicos, cantad en el prado,
Horadando con risas al viento!


II


Una vieja que vive muy pobre
En la parte más alta del pueblo,
Que posee una rueca inservible,
Una virgen y dos gatos negros,
Mientras hace la ruda calceta
Con sus secos y temblones dedos,
Rodeada de buenas comadres
Y de sucios chiquillos traviesos,
En la paz de la noche tranquila,
Con las sierras perdidas en negro,
Va contando con ritmos tardíos
La visión que ella tuvo en sus tiempos.

Ella vio en una noche lejana
Como ésta, sin ruidos ni vientos,
Al apóstol Santiago en persona,
Peregrino en la tierra del cielo.

-Y comadre, ¿cómo iba vestido?
-Le preguntan dos voces a un tiempo-.

-Con bordón de esmeraldas y perlas
Y una túnica de terciopelo.

Cuando hubo pasado la puerta,
Mis palomas sus alas tendieron,
Y mi perro, que estaba dormido,
Fue tras él, sus pisadas lamiendo.
Era dulce el Apóstol divino,
Más aún que la luna de Enero.
A su paso dejó por la senda
Un olor de azucena y de incienso.

-Y comadre, ¿no le dijo nada?
-Le preguntan dos voces a un tiempo-

-Al pasar me miró sonriente
Y una estrella dejóme aquí dentro.

-¿Dónde tienes guardada esa estrella?
-Le pregunta un chiquillo travieso-.

-¿Se ha apagado -dijerónle otros-
como cosa de un encantamiento?

-No, hijos míos, la estrella relumbra,
Que en el alma clavada la llevo.

-¿Cómo son las estrellas aquí?

-Hijo mío, igual que en el cielo.

-Siga, siga la vieja comadre.
¿Dónde iba el glorioso viajero?


-Se perdió por aquellas montañas
Con mis blancas palomas y el perro.
Pero llena dejóme la casa
De rosales y de jazmineros,
Y las uvas verdes de la parra
Maduraron, y me troje lleno
Encontré a la siguiente mañana.
Todo obra del Apóstol bueno.


-¡Grande suerte que tuvo, comadre!
-Sermonean dos voces a un tiempo-.

Los chiquillos están ya dormidos
Y los campos en hondo silencio.

¡Niños chicos, pensad en Santiago
Por los turbios caminos del sueño!


¡Noche clara, finales de Julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!
La tristeza que tiene mi alma,
Por el blanco camino la dejo,
Para ver si la encuentran los niños
Y el agua la vayan hundiendo,
Para ver si en la noche estrellada
A muy lejos la llevan los vientos.

FEDERICO GARCÍA LORCA.

martes, 23 de junio de 2015

EL LIBRO DE ORO.


-170-

Su ponzoña tienen las palabras blandas.

-171-

Honrosamente sirve el que conforme a las circunstancias sirve.

-172-

Mejor es hacer a otros herederos, que buscar a quien heredar.

-173-

De vivir y de morir nos pesa.

-174-

Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.

-175-

Grandísima caída es de señor a esclavo.

-176-

Muchas veces las ofensas son incentivo del valor.

-177-

La furia del mancebo, súbito se enciende y fácilmente se apaga.

-178-

Presume de tu amigo, que puede ser en algún tiempo tu enemigo.

-179-

No tiene seguro el cetro un príncipe aborrecido.

SÉNECA.