jueves, 31 de marzo de 2016

LOS S.DE LEON.D.VINCI.CAP57.

LVII

  Todos sus sentidos despiertos en medio de la madrugada. A la derecha de la pantalla se le presentan varias imágenes; la primera Umberto ya la conoce, Salai sirve de modelo para que Leonardo da Vinci pinte San Juan Bautista, el cuadro está en el Museo del Louvre y pasa desapercibido para la mayoría de visitantes en el pasillo que lleva a la sala donde se expone La Gioconda.
Lee lo que pone bajo ella: ¨Salaino como Juan Bautista. 1513-1516¨.
Más abajo, Salai con solo quince años, pero ya perfectamente reconocible; también lee el comentario que le acompaña: ¨Criado y asistente de Leonardo da Vinci, Caproti il Salaino. Anónimo 1495¨.
Todo esto lo ha visto en unos segundos porque más abajo está el cuadro que le hace ver la luz: ¨Monna Vanna, obra de Salai. 1515¨.
Después, este texto: ¨Se le atribuye un retrato desnudo de Lisa del Giocondo, conocido como Monna Vanna, pintado 1515 con el nombre de Andrea Salai¨.
¨¡Pero cómo puede decir eso solamente del cuadro! ¡¡¡¿Es que no lo ven?!!!¨.
¨¡Es Salai! ¡Es un autorretrato! ¡Se ha pintado él mismo con el torso desnudo. Con pecho, como si fuera una mujer, una copia de La Gioconda, pero poniéndose él en lugar de la protagonista! ¡¡¡En lugar de Lucrecia Borgia!!!¨.
¨¡¿Cómo nadie ha dicho nada de esto antes?!¨, le parece increíble.
¨¡Es Salai,seguro, seguro!¨.
Lo mira una y otra vez intentando calmarse. Los ojos, la nariz, la boca, el pelo de Salai como San Juan Bautista y como Monna Vanna es igual.
¨Salai representándose a sí mismo como mujer para atraer o volver a gustar a Leonardo, tantos años después, en 1515¨.
¨¿No era homosexual Leonardo? ¿Por qué Salai se representa como una mujer y no como el joven de rasgos griegos que tanto gustaba a Leonardo?¨.
Umberto recapacita.
¨Tantos años juntos, Salai era el que mejor conocía a Leonardo, sabía sus sentimientos, sus dudas. Lo quiso atraer como mujer y para ello utilizó la imagen de La gioconda. Su amado discípulo, su diablillo, sabía que por ella sentía algo muy especial¨.
Umberto está seguro de haber dado con un indicio importante que corroboraría la hipótesis, como mínimo, de que Leonardo estuvo enamorado o sintió algo parecido por aquella mujer, algo negado también hasta ahora. No es el retrato de la esposa de un comerciante florentino. No, es bastante más para él, por eso lo acompaña durante toda su vida, como cualquier hombre guarda la fotografía de su amada, y Leonardo, con el paso del tiempo, la va retocando una y otra vez. Es un estudioso del cuerpo humano. En 1492, con el Hombre Vitruvio deja rastro de esas inquietudes por la anatomía.
Ha ido pintando los cambios que ella, con la edad, debió ir adquiriendo, para tenerla siempre junto a él, saber cómo es su imagen en ese momento, aunque esté a kilómetros de distancia y no la vuelva a ver.
¨¿Quería que envejeciese junto a él?¨.
Pero de inmediato pasa de la hipótesis a los hechos confirmados.
¨1515. ¿Dónde estaba ese año? Aquí, marchaban para vivir en Francia bajo la protección del rey Francisco I, gran admirador de Leonardo. Sí, los tres¨.
Umberto tiene una duda: ¨Es posible que Salai no quisiera dejar Italia y marchar a otro país, otro idioma, otras costumbres. Los franceses son bastante diferentes a los italianos..., y habían permanecido juntos desde 1490¨.
Busca en la biografía de Leonardo y de Salai. Por fin una intuición buena que le hace pensar que está en el camino correcto para corroborar sus pesquisas. Es en el 1518, veintiocho años después de entrar a sus servicios, media vida en esa época, cuando Salai abandona a los dos, a Leonardo y a Melzi. Su diablillo regresa solo a Milán, su tierra. Apenas un año después, Leonardo muere.
¨El dos de mayo de 1519¨.
Umberto levanta la cabeza, tiene los ojos cansados. Otra noche entera estudiando; pero nota algo distinto, cada dato que ha ido descubriendo le ha hecho sentir y encontrar un aliciente nuevo en esta vida, donde ya solo existe Paolo y una sola obligación, la única razón de su existencia desde que Violeta ya no está a su lado; cumplir con sus deberes de padre, de esposo... y de hijo.
Pero esto de nuevo es vida,¿una nueva vida?
Abre nuevos archivos en la pantalla, una ventana y otra, salta nervioso entre ellas, lee a una velocidad increíble, una nueva dosis de esa droga que para un investigador es buscar datos.
¨El testamento¨.
Piensa que debe existir información del testamento de Leonardo en la red.
Pincha en lo que parece más destacado según las dos líneas que lee.
Aparece la información.
Donald Sassoon, en su obra Mona Lisa de 2007, expone que: En 1991, dos investigadores, Janice Shell y Grazioso Sironi, adelantan la hipótesis, basada en el hallazgo del inventario de Andrea Salai (Gian Giacomo Caprotti) de que cuando muere Leonardo, Salai ya tenía en su propiedad La Gioconda, además de otras pinturas (¨El inventario contenía una cantidad llamativamente elevada de pinturas¨), ya que en el testamento de Leonardo (solo se conoce una transcripción del siglo XIX) no se hace mención de ella. La Gioconda propiedad de Salai se tasó en 505 liras, lo que supone un valor muy elevado para un retrato de talla pequeña, en aquella época el tamaño influía mas que ahora en el valor.
La Gioconda debió volver a Francia en fecha posterior, cuando Francisco I envió tras la muerte de Leonardo, a varios agentes para peinaran Italia en busca de obras de Leonardo. Sí hay una mención a que el Rey pagó una elevada cantidad por la tabla.
¨¿Solo se conoce una transcripción del siglo XIX del testamento de Leonardo?¨.
Abre Google. Escribe ¨testamento de Leonardo da Vinci¨. En menos de un segundo le aparecen trescientas treinta y cuatro mil referencias.
Intenta acotar más: ¨testamento original de Leonardo da Vinci¨.
Algo más de cien mil referencias. Lee: en 1869 compró a un descendiente de la familia...
¨Es la copia, no. ¡No! ¡¡No!! ¡¡¡Nooooooooo!!! ¡Necesito a un loco como yo que le interese solo la verdad!¨.
De nuevo la pasión de la búsqueda a mil por cien. Salta páginas y páginas a una velocidad endiablada, pero como en una de ellas haya el más mínimo resquicio tiene la seguridad de que lo va a encontrar.
El tiempo pasa y no se entera, no le importa...
Le llama la atención unas líneas en negrita. Lee lo que parece un comentario irónico: ¨Se vuelve a confirmar que si Steve Jobs hubiera nacido en España, Apple tampoco existiría¨.
¨¿Por qué aparece esto en la búsqueda del testamento original de Leonardo?¨.
Abre el archivo completo, la respuesta aparece ante sus ojos. Existe otro loco como él al que nadie ha hecho caso. Un español, dice que tiene el testamento original de Leonardo da Vince, que lo ha querido contrastar y verificar con los expertos de su país..., y que no consigue que le den ni una simple cita en la infinidad de organismos gubernamentales a los que se ha dirigido.
¨¿Entonces para qué están?¨.
Dice que lo da a la sociedad porque de no ser así, los pequeños avances que se hacen no servirían de nada. Lo ha escaneado y subido a Internet.
Comienza a leer el testamento, va a tardar poco en encontrar lo que busca.
¨¡¡¡Aquí está, Diooooooooo!!!¨.
¨Aquí está, se acuerda de Salai. ¨Para Salai. La Gioconda¨.
¡¡¡Para Salai La Gioconda!!!¨.
Suspira feliz y agotado.
¨Es lo único que le deja, el secreto que compartieron¨.
Se le saltan las lágrimas, se acuerda de... Y esa sensación, que también es nueva para él.
Ha comprendido lo mucho que Lucrecia Borgia debió marcar la vida de Leonardo da Vinci, sus relaciones, sus sentimientos. Umberto sabe que está otra vez en un nuevo momento que le va a marcar, esos que se dan de muy tarde en tarde en la vida.
Crea la carpeta MONA LISA, donde va descargando todo lo que da definitivamente por bueno. Está eufórico.
¨¡Por fin algo de suerte!¨.
Después viene la relajación. Se lleva las manos a los ojos tapándoselos. Recuerda a su madre, a Violeta, también le hubiera gustado compartir esos instantes indagando con..., como lo hicieron al principio.
Las tres mujeres de su vida, tres relaciones diferentes, complementarias. Sus imágenes flotaron a su alrededor haciéndose más presente una vez una, después otra...
Destapa sus ojos, ellas se evaporan, la realidad y una preocupación se impone: ¨Paolo¨.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

ESCRIBO Y SÉ QUE MI ESCRITURA ES FALSA...



Escribo y sé que mi escritura es falsa,
porque tan sólo vierte a golpes mínimos
-deformado en lucha- un pensamiento
que, internándose en mí buscó crecerse.
Tal vez en el silencio su armonía
mejor aumenta y da mejor su fuerza.
¿Por qué me obliga entonces a escribirlo?
¿Es aire mi papel? ¿Aire es la pluma?
La tinta ¿es aire? Y mi memoria ¿Piensa
en mi cuerpo -que es aire- su intención?...
Y no escribo. Me voy a otro mandato
que, enfrentándose a mí, va conduciendo
mi ausencia, ya total, a su destino.
Cojo el papel, lo quemo, y todo el aire
sostiene, escrito en él, a un pensamiento.

(Signos del ser, 1962)

EMILIO PRADOS.

miércoles, 30 de marzo de 2016

HABLEMOS DE UN HOMBRE,III.

III
Ahora, mi admiración crece
ante este hombre que padece
sus dolores en silencio, con sus ritos,
con los rezos a los suyos,
con el alma acompañada
de familia tan amada
y en tu mundo, siempre ellos
¨Lo único importante...¨ decías
los que están, los que se han ido
cuánta verdad ¨Don Juan...¨ tenías.
Maestro, padre y amigo,
Yo sé que vas conmigo.
¨Cuando un anciano muere,
una biblioteca se quema¨.
Otra cita, cargada de certeza
de hombre que va a morir
bien amueblada la cabeza
pero harto ya de sufrir
reumas de celda oscura
que a otros llevó a la locura
y tú aceptaste vivir
en tu fuente de cordura
un ejemplo para todos
un ejemplo en buenos modos
cuánta vida en una vida
para gozar día a día
el mundo en Poesía,
Hasta el último instante,
instante de tu partida.
¡Ah! Una cosa más te quiero decir:
Qué fuerte es mi Madre,
Verdad, amado... ¡Padre!
Ahora, ve con Dios.
En su partida, Busot, Alicante, 19 de julio de 2003.

JUAN MARCOS CLIMET CARBONELL.

EL PODER DEL AHORA.

EL LUGAR DE ¨OBSERVAN AL PENSADOR¨, También puedes crear una apertura en la corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento presente.
Esto es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.

ECKHART TOLLE.

martes, 29 de marzo de 2016

EL PODER DEL AHORA.

CUANDO ESCUCHAS EL PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia consciente -tu yo profundo- por debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde su poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente mediante la identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento compulsivo e involuntario.
Cuando el pensamiento se aquieta, experimentas una discontinuidad en la corriente mental, una brecha de ¨no-mente¨. Al principio las brechas serán cortas, tal vez duren unos segundos, pero gradualmente se irán prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades, sientes cierta quietud y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural de sentirse unido al Ser, generalmente nublado por la mente.
Con la práctica, la sensación de quietud y de paz se va abandonando. De hecho, esa profundidad no tiene fin. También sentirás una sutil emanación de alegría elevándose desde lo más hondo de ti; la alegría de Ser.

En estado de conexión interna estás mucho más alerta, más despierto que en el estado de identificación mental. Estás plenamente presente. Y también se eleva la frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.
A medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura. En ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y alegría que, en comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelve relativamente insignificantes. Sin embargo, no es un estado de egoísmo, sino de desprendimiento y generosidad. Te lleva más allá de lo que pensabas que era ¨tu identidad¨. Esa presencia es esencialmente tú, y al mismo tiempo es inconcebiblemente mayor que tú.

ECKHART TOLLE.

lunes, 28 de marzo de 2016

EL SER NO SÓLO ES TRASCENDENTE;

EL SER NO SÓLO ES TRASCENDENTE; TAMBIEN IMPREGNA PROFUNDAMENTE cada forma, y su esencia es invisible e indestructible. Esto significa que ahora mismo puedes acceder al Ser por que es tu identidad más profunda, tu verdadera naturaleza. Pero no trates de aferrarlo con la mente. No trates de entenderlo.
Sólo puedes conocerlo dejando la mente en silencio. Cuando estás presente, cuando tu atención está plena e intensamente en el ahora, puedes sentir el Ser, pero nunca podrás entenderlo mentalmente.

La iluminación es recuperar la conciencia del Ser y residir en ese estado de ¨sensación-realización¨.
La palabra iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano, y al ego le gusta que sea así; pero no es más que tu estado natural en el que sientes la unidad con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, con algo que es esencialmente tú, y sin embargo es mucho mayor que tú. Es encontrar tu verdadera naturaleza más allá del nombre y de la forma.
La incapacidad de sentir esta conexión crea la ilusión de que estás separado de ti mismo y del mundo que te rodea. Entonces te percibes, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el miedo, y los conflictos internos y externos pasan a ser la norma.
El mayor obstáculo para experimentar la realidad de tu conexión es la identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no nos damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se considera algo normal. Este ruido mental incesante te impide encontrar el reino de quietud interior que es inseparable del Ser. También crea un falso yo fabricado por la mente, que lanza una sombra de miedo y sufrimiento.
La identificación con la mente produce una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquean toda verdadera relación. Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y tu prójimo, entre tú y la naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de separación, la ilusión de que tú y el ¨otro¨ estáis totalmente separados. Entonces te olvidas del hecho esencial de que, debajo del nivel de las apariencias físicas y de las formas separadas, eres uno con todo lo que es.
La mente es un instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin embargo, si se usa de forma inapropiada, se vuelve muy destructiva. Para decirlo con más precisión, no se trata tanto de que usas la mente equivocadamente; por lo general no la usas en absoluto, sino que ella te usa a ti. Esa es la enfermedad. Crees que tú eres tu mente. Ése es el engaño. El instrumento se ha apoderado de ti.
Es como si estuvieras poseído sin saberlo, y crees que la entidad posesora eres tú.

ECKHART TOLLE.

sábado, 26 de marzo de 2016

LA GOTA DE MIEL. RAMIRO.

   Se trataba de un bondadoso y sabio anciano que nunca había deseado tener discípulos propiamente dichos, pero que era muy a menudo visitado por las gentes que deseaban sentirse tranquilas en su presencia y recibir sus enseñanzas. No le gustaba hablar en exceso y de vez en cuando despegaba los labios para decir:
     -¡Cuidado con la gota de miel!
     Ninguno de los aspirantes espirituales estaba seguro de comprender tal advertencia, pero les bastaba con disfrutar de su presencia para sentir que avanzaban por el camino de la iluminación.
  Fue transcurriendo el tiempo y un día, al atardecer, tras haber meditado, uno de los discípulos que quería saber realmente a qué se refería el sabio con tal admonición, se dirigió a él y le dijo:
   -Venerable maestro, llevo meses oyendo "cuidado con la gota de miel"; me gustaría saber qué quieres realmente significar con ello y supongo que también a mis compañeros les placería.
 Los otros aspirantes asintieron con la cabeza, esperando que el sabio se definiera.
   Se hizo un silencio total. Después el sabio dijo:
 -Habéis de saber, queridos míos, que durante años yo escuché lo mismo de mi maestro y al final también, como vostros pregunté.
 Todos rieron complacidos. El anciano agregó:
   -Prestad ahora atención a la historia que voy a relataros, y eso que sabéis que no me gusta hablar mucho.
    Hizo una breve pausa y comenzó a narrar la historia. Dijo:
     -Había una vez un hombre muy pobre que decidió abandonar su país en busca de fortuna. Durante días y días no dejó de caminar. Un amanecer se adentró en un frondoso bosque. Tras algunas horas se dio cuenta de que se había perdido, no sabía que camino tomar para salir de allí y temía que alguna alimaña le atacara; además, sentía hambre y sed, y su ansiedad iba en aumento. Tomó un camino y después otro, pero no hallaba la salida.
   "De súbito oyó un ruido inquientante a su espalda y ¡cuál no sería su desagradable sorpresa cunado vio que le seguía un furioso elefante que bien podría aplastarle! Y eso no hubo de ser lo peor, pues al intentar huir se encontró el paso cerrado por un gran número de demonios armados hasta los dientes. El pobre hombre no sabía qué hacer; despavorido, intentó trepar a un árbol, pero el tronco era tan grueso que le resultó imposible. La situación era desesperada. Al mirar en derredor distinguió un pozo a lo lejos, así que, sin pensárselo dos veces, corrió hacia él y saltó dentro. En su caída, y cuando ya creía que habría de morir, sus manos lograron agarrarse a un matorral que crecía en las paredes del pozo.
   "De repente, oyó un ruido sibilante. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, distinguió un nido de serpientes venenosas que viviían en el fondo de aquel hoyo. Entre todas ellas destacaba una terrorífica pitón. Se aferró más y más a las ramas, ya que eran su único sostén; pero he aquí que de pronto descubrió que se encontraba en la madriguera de dos grandes ratas de prominentes dientes. Una era negra y la otra blanca. Ambas comenzaron a roer sin piedad los matorrales.
   "Entre tanto, ¿qué había sido del elefante? Al llegar al árbol y no encontrar al hombre, se enfureció y comenzó a golpear los árboles con su poderosa trompa, de tal modo que desprendió una colmena y ésta fue a caer al pozo. Miles y miles de abejas se lanzaron contra el hombre y comenzaron a picarle. Mas he aquí que una gota de miel cayó en la frente del hombre y se fue deslizando por su cara hasta alcanzar sus labios y penetrar en su boca. Cuando eso ocurrió, el dulzor de la miel le embelesó de tal modo que se olvidó por completo del elefante, los demonios, las ratas, las abejas, las serpientes y su apurada situación. ¿En qué debía de estar pensando ese hombre? Sólo en que otras gotas de miel llegasen a su boca. Por ese motivo no se defendió, las ratas quebraron los matorrales, él se precipitó al fondo del pozo y murió.
   Los discípulos, impresionados, apenas se atrevían a respirar. Estaban realmente sobrecogidos. Uno de los aspirantes se decidió a hablar y preguntó:
  -Pero ¿puede todo eso sucederle a ser humano?
    El anciano dijo:
    -Os explicaré la analogía como me la narraron a mí. La vida de los seres humanos no es fácil. El elefante implacable es la muerte. El árbol es la liberación, pero sólo los más fuertes y tenaces pueden escalarlo, es decir, seguir la senda de la iluminación. El pozo representa la vida humana, en tanto que los matorrales son la duración o extensión de la vida. ¿Qué representan las ratas? Los años que componen la vida: unas veces blancos, es decir, agradables, y otras negros, esto es, desagradables, pero ambos conducen al final. Las serpientes son las tendencias perniciosas y la pitón es la ignorancia. Las picaduras de las avejas son las enfermedades y las gotas de miel son los placeres transitorios que encadenan y confunden al ser humano. En resumen, lo único seguro es el árbol de la liberación. Debes aprender a trepar por su tronco. ¡Y cuidado, amados míos, con la gota de miel!


REFLEXIÓN

   Cuando toda la atención se fija en los objetos de placer y uno se obsesiona por ellos, desencadenando mucho aferramiento, pierde de vista todo lo demás, incluso la realización de sí, el autoconocimiento y el impulso de libertad interior. Pero no es fácil liberarse del apego y mantener más dominados los sentidos, aplicando la ecuaminidad y el entendimiento correcto que impidan que el néctar del disfrute se convierta en el veneno del apego. Ya leemosen un texto antiguo budista, el Majjhima Nikaya: "Resulta difícil comprender el apaciguamiento de todo lo condicionado, la renunciación a toda sustancia contingente, la extinción del deseo, el desapasionamiento, la cesación y la iluminación".

RAMIRO A. CALLE


   
      

PLAYA.


A Federico García Lorca


Las barcas de dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.


Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.


Sobre la arena tendido,
como un despojo del mar,
se encientra un niño dormido.


Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.


Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y salobres.


Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

(Las islas invitadas y otros poemas, 1926)

MANUEL ALTOLAGUIRRE.

viernes, 25 de marzo de 2016

DOS REBELDES.VELMA.

  Antiguamente, los gwch´in vivían en una región donde en verano el sol brillaba día y noche, para desaparecer después durante casi todo el gélido invierno. Aquellos indios habitaban la llanura que flanqueaba el inmenso río llamado Yukon, al sur de la larga cordillera que se extiende de un extremo a otro del país. Al norte de aquellos picos, a lo largo de la costa, vivían los ch´eekwaii, los esquimales enemigos.
Ambos pueblos cazaban el caribú, que migraba en grandes manadas por el vasto territorio en un viaje anual a través de las montañas, desde las tierras donde pasan los meses de invierno hasta alcanzar la costa donde las hembras parían. En ocasiones, siguiendo a los animales, los ch´eekwaii y los gwich´in cruzaban sus respectivos territorios de caza, violando los límites que habían aprendido a respetar. Las repetidas intrusiones y las sangrientas represalias habían terminado por generar odio entre ambos pueblos.
En aquella época, en dos grupos diferentes de gwich´in, vivían dos niños indios, un chico y una chica, dos rebeldes que destacaban del resto.
El chico era un niño hermoso, de larga cabellera negra trenzada alrededor de un rostro dulcemente juvenil. Tenía una talla normal para su edad y un cuerpo enjuto y musculoso, pero por lo demás, no se parecía en nada a los otros niños. Los muchachos gwich´in aprendían a disfrutar con la caza y la competición, para convertirse en la fuerza de su gente cuando fueran hombres. Sin embargo, aquel niño no mostraba el menor interés en cazar, luchar o correr. Era un solitario.
Se llamaba Daagoo, en honor a un ave, la perdiz blanca. El pueblo gwich´in veneraba a los animales que poblaban el territorio y deseaban que sus hijos emulasen la fuerza y las habilidades de los animales que admiraban, tales como la perdiz blanca. Para ayudar a los niños a desarrollar un pie firme como el de esta ave, muchos padres tejían en los macasines de sus hijos pequeños dibujos en forma de patas de perdiz, hechos con púas de puercoespín teñidas.
Los padres de Daagoo dieron un paso más al ponerle a su hijo un nombre que significaba ¨perdiz blanca¨. Con el tiempo el muchacho no sólo adquirió un paso firme, sino que era tan travieso como el pájaro mismo y siempre se escapaba para explorar los lagos, ciénagas, riachuelos y ríos que salpicaban la llanura.
En el campamento, el chico, siempre curioso, pasaba el tiempo haciendo montones de preguntas fastidiosas. Había una pregunta en concreto que a los mayores les parecía de lo más divertida. Daagoo quería saber que le pasaba al sol en invierno, cuando parecía que se retiraba hacia el sur y se levantaba cada día a menor altura en el cielo hasta que desaparecía por debajo del horizonte.
Para complacer al niño, los ancianos le hablaron acerca de la Tierra del Sol, una región calurosa del sur donde el sol brillaba todo el año. Se decía que un grupo de gwich´in había viajado a aquel lugar mucho tiempo atrás. Algunos llegaron hasta la Tierra del Sol, mientras que otros regresaron por temor a penetrar en territorio desconocido.
Un anciano afirmó que su bisabuelo había sido uno de los que regresaron al norte. El viejo describió la antigua ruta hasta la Tierra del Sol, tal como se la había transmitido su bisabuelo, y dibujó un mapa en el suelo para el pequeño Perdiz Blanca. Encantado Daagoo copió el mapa en un pedazo de cuero de alce que le había dado su madre.
Cuando Daagoo interrogaba a otros adultos acerca de aquella tierra de fábula o les mostraba el mapa, por lo general se limitaban a fruncir el ceño, pues la mayoría no se tomaba aquellas historias en serio. No obstante, Daagoo tenía una fe absoluta en la leyenda. Un día, el muchacho se juró que encontraría la Tierra del Sol.
A muchos kilómetros de los lugares donde acampaba el grupo Daagoo, vagaba otro grupo de gwich´in al cual pertenecía una chica joven. La llamaban Jutthunvaa´por las joyas que llevaba. Desde que Jutthunvaa´era una criatura, su madre, Na´Zhuu, le había confeccionado alhajas; labraba cuentas con huesos de alce, las teñía y las ensartaba en forma de collares y brazaletes para adornar a su única hija.
A pesar de todos los esfuerzos de Na´Zhuu para embellecer a su hija y darle un aspecto femenino, Jutthunvaa´estaba más influenciada por su padre y sus tres hermanos mayores. El padre, Zhoh, enseñaba a sus hijos a fabricar y utilizar sus propias armas. Todos los hombres gwch´in debían adiestrar de aquella forma a sus descendientes varones, pero no a las niñas. En aquella época, los chicos aprendían a cazar y rastrear animales, mientras que las chicas se dedicaban a cocinar, criar niños, curtir pieles, coser y recolectar plantas comestibles y hierbas medicinales. Sin embargo. Zhoh estaba orgulloso del interés que mostraba su hija por todo lo que él y sus hijos hacían, de manera que la alentaba para que aprendiese a correr y a cazar.
La joven era una alumna aplicada. Aprendió incluso a imitar perfectamente los cantos de los pájaros que atravesaban la llanura, una habilidad muy apreciada por los cazadores, quienes la utilizaban para enviarse señales sin alertar a las posibles presas. Con el tiempo Na´Zhuu cejó en su intento de enseñar a Jutthunvaa´ a cocinar y coser, y entregó a su hija para que la adiestrasen los hombres de la familia. Tampoco protestó cuando Zhoh y sus hijos empezaron a llamar a Jutthunvaa´por su apodo: Niña Pájaro.
A medida que transcurrían los años, la hija de Zhoh y Na´Zhuu se fue transformando en una hermosa mujer. Niña Pájaro se reveló como una hábil cazadora, capaz de correr largas distancias y nadar en los ríos más turbulentos. Echaba carreras y luchaba con los chicos del campamento y no era raro que les ganara en sus juegos. Su familia contemplaba con orgullo y admiración cómo la muchacha crecía fuerte y diestra. Sin embargo, otros miembros del grupo empezaron a fruncir el ceño.
En el campamento de Daagoo los hombres también mostraban su desaprobación. Perdían la paciencia con aquel chico que siempre se escapaba para explorar en vez de dedicarse a cazar o rastrear animales. Su escaso interés evidenciaba a todas luces una falta de respeto. El padre de Daagoo, Ch´izhin Choo, soportaba casi todas las críticas de los hombres.
-Es tu hijo y es tu responsabilidad -le dijeron.
Ch´izhin Choo no supo que responder. Admitía que tanto él como su mujer habían permitido durante demasiado tiempo que su hijo anduviera a su antojo. Ahora que Daagoo era casi un hombre, Ch´izhin Choo sabía que resultaría difícil hacerlo cambiar.
Daagoo no quería ser un mal hijo. Amaba a sus padres e intentaba complacerlos. A veces cazaba animales pequeños, como puercoespines o ardillas de madriguera, que eran golosinas para los gwch´in, y se los ofrecía a su madre como regalos.
No obstante, había un aspecto de Daagoo que sus padres no podían pasar por alto; mostraba un insaciable afán por ver mundo. A menudo sufrían cuando Daagoo erraba por la región y no regresaba durante días.
Una noche, cuando Daagoo volvía de una larga caminata, su padre estaba esperándolo. Las críticas de los demás hombres le pesaban y Ch´izhin Choo interrogó a Daagoo sobre su comportamiento.
-Padre, siento curiosidad por esta tierra y lo que hay más allá -contestó con cierta impaciencia. Señaló hacia los lejanos picos y añadió-: Me pregunto que hay en aquellos montes y en los lugares donde nunca hemos estado. Viajamos cada año por los mismos senderos hacia los mismos campamentos. Jamás nos apartamos de nuestra ruta, y yo miro hacia las montañas lejanas y me pregunto qué habrá al otro lado. ¿No sientes tú la misma curiosidad?
-Hijo, si me siento y me paso el día cavilando acerca de esas montañas, ¿nos dará eso de comer?
-preguntó Ch´izhin Choo con seriedad. Y prosiguió-: ¿Nos calentará en una noche fría de invierno? Si nuestra gente las visitase, lo pagaríamos con muchas vidas, pues perderíamos un tiempo precioso que deberíamos haber dedicado a cazar y recolectar provisiones para el invierno. La gente se congelaría y moriría de hambre sólo por satisfacer una curiosidad estúpida.
Daagoo sólo escuchaba a medias.
-Padre, ¿ni siquiera te preguntas acerca del sol? Exclamó incrédulo-. ¿Adónde va durante la noche y en los largos inviernos mientras luchamos por sobrevivir en la espesa nieve y el frío? Los ancianos han hablado de la Tierra del Sol, un país cálido donde el sol brilla todo el tiempo. Deberíamos seguir el sol en vez de soportar otro frío invierno aquí.
Ch´izhin Choo perdió la paciencia y sacudió la cabeza exasperado. Nada de lo que acababa de decir había hecho mella en su hijo.
-También yo contemplo las montañas y me pregunto qué hay detrás pero, hijo, debemos fijarnos en lo esencial. ¡Nuestra supervivencia! No existe nada más importante.
Ch´izhin Choo suspiró cansado, pues sabía que convencer a su hijo para que cambiara no resultaría tan fácil como los demás hombres creían. Daagoo soñaba con seguir el sol un día. Aquél era el sueño imposible que Ch´izhin Choo pretendía destruir si podía, ya que deseaba que su hijo hiciera lo que era debido, que cazase animales para contribuir a alimentar a su gente.
Poco después, el jefe del grupo y los demás hombres del consejo se acercaron a Ch´izhin Choo.
-No podemos tolerar el comportamiento de tu hijo por más tiempo -comentó un cazador-. ¿Qué pasaría si nuestra vidas dependieran de ese muchacho? Pronto moriríamos. ¡Ni siquiera sabe cazar!
Herido por la recriminación, Ch´izhin Choo salió inmediatamente en defensa de su hijo.
-Le he enseñado a mi hijo todo lo que debe saber para cazar. Si tú o los demás necesitaseis algo, ¡él salvaría tu vida y la de todo el campamento!
-¡Basta! -exclamó el jefe, alzando las manos para tranquilizar a los dos hombres que se enfrentaban con los puños apretados. Luego añadió-: Discutiendo no solucionaremos el problema. Debemos hablar con prudencia. -Se giró hacia Ch´izhin Choo y decidió-: Hablarás con tu hijo. Dile que no toleraremos más su desobediencia. Todos sabemos lo que sucede cuando las personas se niegan a seguir las reglas.
El padre de Daagoo no tuvo más remedio que dar su consentimiento con una inclinación de cabeza. Los gwich´in habían vivido en la llanura durante milenios y habían fijado unas reglas estrictas. Para que el grupo sobreviviera, cada miembro debía cumplir sus tareas sin titubear. La obediencia era obligatoria so pena de castigo; incluso podían expulsar a un miembro del grupo si se negaba a seguir las costumbres ancestrales. Se daba por sentado que además de la tierra y los animales, los gwich´in se necesitaban unos a otros para sobrevivir. Conocían la importancia de la obediencia y las terribles consecuencias de una rebelión absurda.

VELMA WALLIS.

jueves, 24 de marzo de 2016

ELLA Y NOSOTROS.J.RAMÓN.

  Platero, acaso ella se iba - ¿adónde? - en aquel tren negro y soleado que, por la vía alta, cortándose sobre los nubarrones blancos, huía hacia el Norte.
Yo estaba abajo, contigo, en el trigo amarillo y ondeante, goteado todo de sangre de amapolas, a las que ya julio ponía la coronita de ceniza. Y las nubecillas de vapor celeste - ¿te acuerdas? -entristecían un momento el sol y las flores, rodando vanamente hacia la nada...
¡Breve cabeza rubia, velada de negro!... Era como el retrato de la ilusión en el marco fugaz de la ventanilla.
Tal vez ella pensaría: ¿Quiénes serán ese hombre enlutado y ese burrillo de plata?
¡Quiénes habíamos de ser! Nosotros... ¿Verdad, Platero?

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

INTRODUCCIÓN POR ECKHART TOLLE.

  Desde su primera publicación, en 1997, El poder del ahora ha impactado sobre la conciencia colectiva del planeta mucho más de lo que jamás me hubiese imaginado. Ha sido traducido a quince idiomas, y diariamente recibo cartas de todas partes del mundo en las que los lectores me cuentan que sus vidas realmente han cambiado con las enseñanzas del libro.
A pesar de que los efectos de la locura de la mente egotista siguen siendo visibles por todas partes, algo nuevo está surgiendo. Hasta ahora, nunca ha habido tantas personas preparadas para deshacerse de los modelos mentales colectivos que desde tiempos inmemoriales han vinculado a la humanidad con el sufrimiento. Un nuevo estado de conciencia está surgiendo. ¡Ya hemos sufrido bastante! Incluso está emergiendo de tu interior en este mismo momento, mientras coges el libro entre tus manos y lees estas líneas que hablan de la posibilidad de vivir una vida liberada en la que ni te haces sufrir a ti mismo ni a los demás.

Muchos de los lectores que se pusieron en contacto conmigo me comunicaron su deseo de que los aspectos prácticos de las enseñanzas contenidas en el poder del ahora fuesen presentados en un formato más accesible, para poder utilizarlos a diario. Ese pedido se convirtió en el motor que impulsó este libro.
No obstante, además de los ejercicios y las prácticas, esta obra también contiene una selección de pasajes del libro original que permiten recordar algunos de sus conceptos e ideas, y espero se convierta en el manual que os ayude a incorporar tales nociones en vuestra vida cotidiana.
Muchos de esos fragmentos son particularmente adecuados para la lectura meditativa. Cuando practicas la lectura meditativa no lees con el fin de recopilar nueva información, sino para entrar en un estado de conciencia diferente a medida que lees. Ésta es la razón por la cual puedes repasar el mismo pasaje una y otra vez, y en cada ocasión sentirlo fresco y novedoso. Sólo las palabras que fueron escritas o pronunciadas en un estado de presencia poseen ese poder transformador, que es el poder de despertar la presencia en el lector.
Es preferible que leas estos párrafos lentamente. En muchas ocasiones desearás hacer una pausa para reflexionar en silencio, reposadamente; en otras, sencillamente, quizá prefieras abrir el libro al azar y leer algunas líneas.
Aquellos lectores que se sintieron intimidados o abrumados por El poder del ahora encontrarán también en esta obra una introducción a la transformación de la conciencia humana.

ECKHART TOLLE.

miércoles, 23 de marzo de 2016

HUNDIDO.D.HUELLA.


Si tú tiras la caña
Seguro que yo pico
Sabes,que soy como alimaña
Que serpea,buscando tu abanico,
Para enfriar,mis sangre,tan caliente
Que no entiende,de oscuras intenciones.
Me enseñaron a ser hombre valiente,
Con más o menos ambiciones
Y no encuentro hoy,otras razones
Que buscar tu imagen entre sombras
Y encontrar la luz,que mana en tu alegría
De tu abrazo,que despiertas las pasiones,
En el sueño de la noche que me nombras
Para seguir unidos,vida mía...Que...
Si de tu mente no me borras,
Yo saldré a flote,día tras día.

A Julia,
en Salinas del Manzano,Cuenca.
Enero de 2004.

JUAN M. CLIMENT CARBONELL.

EL PROBLEMA SE AGUDIZA.

  Juan Francisco, pensó buscar los servicios de un ¨brujo¨ para ¨empavar¨ el negocio de su antiguo amigo, ahora enemigo debido a sus sentimientos, se dedicó a hacerle brujerías. Julio G, quien tenía ¨Mente Positiva¨, ya creía en el Poder Divino y buscaba la ¨Protección de Dios¨, no fue afectado negativamente por los malos deseos de su ex-amigo. Sino todo lo contrario; iba progresando cada día más. En cambio Juan F, iba de fracaso en fracaso, sus malestares aumentaban en todos los aspectos. Afortunadamente alguien le recomendó a éste señor que buscara ayuda religiosa y espiritual. Que fuera a la Iglesia y colocara sus problemas en manos del Señor. Consultó con un médico psiquiatra y siguió un tratamiento especializado, tanto en el aspecto médico como en lo espiritual, ya que este profesional le había diagnosticado que a nivel inconsciente sentía envidia por su amigo.

JOSÉ FARID H.

martes, 22 de marzo de 2016

PASEO.


LVII

  Por los hondos caminos del estío, colgados de tiernas madreselvas, ¡cuán dulcemente vamos! Yo leo, o canto, o digo versos al cielo. Platero mordisquea la yerba escasa de los vallados en sombra, la flor empolvada de las malvas, las vinagreras amarillas. Está parado más tiempo que andando. Yo lo dejo...

El cielo azul, azul, azul, asaeteado de mis ojos en arrobamiento, se levanta, sobre los almendros cargados, a sus últimas glorias. Todo el campo, silencioso y ardiente, brilla. En el río, una velita blanca se eterniza, sin viento. Hacia los montes, la compacta humareda de un incendio hincha sus redondas nubes negras.

Pero nuestro caminar es bien corto. Es como un día suave e indefenso, en medio de la vida múltiple. ¡Ni la apoteosis del cielo, ni el ultramar a que va el río, ni siquiera la tragedia de las llamas!

Cuando, entre un olor a naranjas, se oye el hierro alegre y fresco de la noria, Platero rebuzna y retoza alegremente. ¡Qué sencillo placer diario! Ya en la alberca, yo lleno mi vaso y bebo aquella nieve líquida. Platero sume en el agua umbría su boca, y bebotea, aquí y allá, en lo más limpio, avaramente...

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

SER E ILUMINACIÓN. TOLLE.

  Más allá de la mirada de formas de vida que están sujetas al nacimiento y a la muerte existe la Vida Una, eterna y omnipresente. Muchas personas utilizan la palabras Dios para describirla, pero yo suelo llamarla Ser. La palabra Ser no explica nada, pero la palabras Dios tampoco. Ser, no obstante, tiene la ventaja de ser un concepto abierto. No reduce el infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental del Ser, y nadie puede pretender su posesión exclusiva. Es tu esencia misma; puedes acceder a elle inmediatamente como el sentimiento de tu propia presencia.
Por eso sólo hay un pequeño paso entre la palabra Ser y la experiencia del Ser.

ECKHART TOLLE.

lunes, 21 de marzo de 2016

HABLEMOS DE UN HOMBRE II

II
Ahora que no te tengo,
en momentos, arropado de lamentos,
te busco en tus escritos
para ir a ti... y luego vengo.
Soñador de gente buena
que dejaste a tu fiel ¨Sancho¨
ni sereno, ni borracho
me puedo quitar la pena.
Con caligrafía de imprenta
sin faltas de ortografía
qué letra tan perfecta
puerta abierta a la fantasía,
cuánta gente recibía
compartiendo una comida
de tu mirada, transparencia
de tu boca, la alegría
de tu mente, sabiduría,
para todos repartida.
Jugoso pan, tierno alimento
así enseñaba, si uno le escuchaba.
Ser sensible, que con poco lloraba
seguro que sonrió, en su último aliento
ni una lágrima, ni un lamento.
Privilegiado de memoria,
que nunca olvidó su historia.
Hoy buceo en tus escritos... ¡Padre!

JUAN MARCOS CLIMENT CARBONELL.

COMERCIANTE ENVIDIOSO.

  Juan Francisco como comerciante iba decayendo, cuando entabló de nuevo amistad con Julio G., se habían conocido años atrás. Ambos se dedicaban a la venta de electrodomésticos. Llegaron a ser íntimos amigos y se trataban como si fueran hermanos. Después de algunos meses Julio G, amplió sus instalaciones comerciales, debido a un auge en sus ventas. Había progresado más que su colega y éste, es decir Juan Francisco, comenzó a envidiarlo. Se mostraba descortés y malhumorado con su amigo y las relaciones personales entre ellos, comenzaron a enfriarse. Julio cada día progresaba más. Pero su amigo iba en decadencia. Juan Francisco empezó a sentir odio a su amigo sin ningún motivo, sólo porque su negocio tenía más prosperidad que el suyo. Se le presentaron problemas de salud, económicos y diversos malestares. Vinieron las riñas con su esposa e hijos, pues mantenía de mal carácter y no atendía bien a los clientes, siendo este su mayor defecto. Buscó un pretexto para pelearse con él. En una fiesta donde ambos asistieron, Juan F, ofendió a Julio G., argumentando que no le pagaba el trabajo de muchos meses.

JOSÉ FARID H.

domingo, 20 de marzo de 2016

IMPERTURBABLE. / RAMIRO.


     Se trataba de un hombre que había llegado a ser fabulosamente rico; cuando alcanzó la edad de cuarenta años decidió donarlo todo y quedarse sólo con lo suficiente para vivir tranquilamente el resto de su existencia. Ya no tenía interés por viajar, porque había comprobado que el viaje más fructífero era el que le conducía a su propio ser. Era por igual amable y cordial con todo el mundo, si bien a nadie se acercaba ni a nadie evitaba. Si le hablaban, contestaba; si nada le decían, guardaba silencio. Su vida era sencilla y simple, pero a la vez siempre diferente, porque no dejaba de aprender del aire, del agua, de las flores y de su propia presencia de ser. No se apresuraba, porque no había adonde ir, puesto que ya había llegado. Nada le agitaba, porque había superado los apegos. Gozaba de un excelente sentido del humor y nunca se perturbaba. La gente le veía ir y venir, a todos lados y a ninguna parte en concreto. De vez en cuando, compraba algunas confituras y se las ofrecía a los demás, porque le gustaba hacer regalos.
    Cierto día, un curioso se le acercó y le preguntó:
   -Tú que has renunciado a tantas cosas, ¿en qué crees?
  Sus labios esbozaron una divertida sonrisa y repuso con serenidad:
    -El sol sale, el sol se oculta. En eso creo.
    Estupefacto, el desconocido preguntó:
    -¿Sólo en eso?
    Y el hombre imperturbable repuso:
    -¿Y te parece poco?

REFLEXIÓN

    El ser humano vive tanto en las expectativas inciertas de futuro que él mismo se convierte en el caudal de la incertidumbre, la ansiedad y la desdicha. Tan lejos miramos que no vemos lo que sucede a cada instante y nos perdemos la gloria del momento, se la salida del sol, sea el anochecer, sea el trino de un pájaro o la brisa del aire. Memorias y expectativas condicionan la mente y no le dejan conectar con el instante presente. Así no se fluye con la vida, porque la mente está escapando al pasado o huyendo hacia el futuro. ¿Qué forma de vivir es ésa? Pero el que logra establecerse en la esencia de la mente y no se deja arrastrar por tendencias hacia el pasado ni hacia el futuro se conecta, sereno y desasido, con lo que a cada momento surge y se desvanece.

RAMIRO A. CALLE