Un paciente de treinta y dos años buscó al terapeuta Richard Crowley. No consigo dejar de chuparme el dedo dijo. No se acostumbre a ello -respondió Crowley.
Pero chúpese un dedo distinto cada día de la semana.
A partir de ese momento, cada vez que el paciente se llevaba la mano a la boca, se veía instintivamente obligado a escoger el dedo que debía ser objeto de su atención ese día. Antes de que acabase la semana estaba curado.
-Cuando el mal se convierte en hábito, es difícil lidiar con él -dice Richard Crowley-.
Pero cuando nos exige nuevas actitudes, decisiones, elecciones, entonces nos concienciamos de que no vale la pena tanto esfuerzo.
PAOLO COELHO.
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