miércoles, 10 de septiembre de 2014

TR0Z0S POÉTICOS DE LA ADOLESCENCIA



  Cuantas veces también, en la colina,
donde te dije adiós, suspensa el alma,
mirar creía con el ardoroso
polvo que mi caballo le ventaba...
Y de mis tristes ojos, conociendo
el engaño, una lágrima brotaba.

  Y dudarlo podrás, ¡ oh !, cuántas veces,
al tiempo que del sol tras las montañas
se ocultaba la frente, y de los bosques
descendían las sombras enlutadas,
al cantar melancólico del ave
mis ardientes suspiros se juntaban...

  ¡ Oh ! cuántas noches, en sereno vuelo
el espacio cruzar la plateada
luna veía, y de mis tristes penas,
en mi ilusión, la causa le contaba...
Ella, al par que estos campos silenciosos,
también tu noble frente iluminaba.

* * *

  ¿ Quién es la ninfa de inmortal belleza
que al dulce son de la agradable ira
con célica esbelteza
danzar el alma arrebatada mira
y entrega al vagoroso
viento la trenza del cabello undoso.

  Quién es la que la blonda cabellera
de rosa ostenta y del laurel ceñida;
la que hiende ligera
el espacio, y descendida
parece de la altura
su belleza inmortal y su hermosura ?
  ¿ Quién es la que ceñida el blanco velo
en torno muestra la nevada frente ?
  ¿ La que en rápido vuelo
cruza y esbelta entrégale al ambiente,
con grata donosura,
la cándida, flotante vestidura ?

  Desde la pura celestial morada
del Olimpo parece descendida;
el fuego en su mirada,
de la lumbre inmortal brilla encendida,
y en su mejilla hermosa
el color del jazmín y de la rosa.

  Como a orillas del lago cristalino
se doblega la caña silbadora,
su talle peregrino
se mece, y es la gracia que atesora
y la presteza tanta
que apenas toca el suelo con la planta.

  El fuego del amor arde en sus ojos,
el carmín de la rosa en sus mejillas
se muestra, y en los rojos
labios divinos de su boca brilla
sonrisa encantadora
que roba el corazón y lo enamora.

* * *

La luna entre las nubes se escondia
en silenciosa oscuridad el valle
yacía perdido, sólo interrumpía
la profundad quietud que allí reinaba
el viento, que formaba,
en el vecino bosque dilatado,
un ruido manso, lento, compasado...

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.

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