(Publicado en conmemoración
del " Día de Castilla-La Mancha"
Año 2.003)
Cosas de mi pueblo
mi abuelo contaba,
y yo no entendía
lo que él explicaba,
tan solo decía
cuánto trabajaban.
Hasta que un verano
fuí de temporada,
y así comprendí
lo que el añoraba
de aquellas personas
y aquella algarada.
Yo estaba despierto
sentado en la cama,
la noche se iba,
el día llegaba,
escuchaba ruidos
y cosas extrañas
y alguna coplilla
que el aire arrastraba.
Me puse la ropa,
abrí la ventana
tomándome cuenta
de cuanto pasaba,
ya roto el silencio
de la madrugada.
Se oían los carros,
los ejes sonaban
y las herraduras
repiqueteaban,
todos esperando
cumplir su jornada.
Unciendo las yuntas,
calzados de abarcas,
preparan el yugo
arado y aijada,
llevando las mulas
bien atalajadas.
Todos afanosos
al campo se marchan,
ladrando los perros,
los gallos cantaban;
se oían los cerdos
gruñir en las cuadras.
Bramaban los toros,
balaban las cabras,
graznaban los gansos,
mugían las vacas,
los burros alegres
también rebuznaban.
Viendo a un potro blanco
como relinchaba
y a una jaca torda
que se encabritaba.
se iba el sereno
camino de casa.
En ese momento
doblan las campanas,
me salgo a la calle,
me marcho a la plaza
mirando a las gentes
recíen levantadas,
todos con la brega
de cada mañana.
Veo a los vaqueros
ordeñar las vacas
y a los panaderos
preparar la masa.
Se van los pastores
para la majada
mientras el herrero
enciende la fragua.
Pasa el gorrinero
tras de la piara
y los bodegueros
abren las portadas
cuando por los filtros
el vino pasaba,
quedando envasado
en cubas cerradas.
El día se acerca,
la noche se marcha
y todos disfrutan
de la madrugada:
recorro las calles
despuntando el alba
mirando a la gente
como trabajaba.
Está el zapatero
cortando unas tapas,
el guarnicionero
los cabos liaba;
se van los gañanes
hacia la besana
y los leñadores
van a la montaña.
Miro al molinero
moliendo cebada
y los albañiles
el barro amasaban,
y los herradores
las mulas herraban;
le daba el barbero
correa a la navaja,
el hojalatero
moldeaba la chapa.
Está el hortelano
pesando patatas
y los carreteros
un carro reparan.
¡Qué alegría de ver
sonrisas tan claras!,
¡con que simpatía
todos saludaban!.
El reloj del pueblo
las ocho marcaba,
las mozas empiezan
a rreglar la casa,
y un poco más tarde
se van a la plaza
y otras a la fuente
a traer el agua.
Los niños ya quieren
salir de la cama;
deprisa las madres
almuerzo preparan
sobre la candela
con leña de jaras.
Y al tiempo a los viejos
también los cuidaban
¡qué orgullo de pueblo!
¡qué gente tan sana!,
todo el día luchando
y nunca se cansan.
Regresa la noche
oscura y callada
y todos acuden
de nuevo a sus casas,
hoy se ha terminado,
ahí está mañana.
Los mozos se marchan
a pelar la pava
y otros con amigos
de tertulia o charla;
los viejos se quedan
jugando a las cartas,
y si no, al parchís
o a las tres en raya.
Muchos con los niños
un rato jugaban,
mientras las mujeres
la cena preparan.
Después de la cena
las mozas velaban,
cosiendo y bordando
su ajuar preparaban.
Los niños y viejos
se van a la cama
y el pueblo en silencio
tranquilo descansa.
Me gusta esta poesía.Gracias al autor.
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