3
de agosto de 1918
(FUENTE
VAQUEROS GRANADA)
A
MARÍA LUISA
¡CIGARRA!
¡Dichosa
tú!
Que
sobre lecho de tierra
Mueres
borracha de luz.
Tú
sabes de las campiñas
El
secreto de la vida,
Y
el cuento del hada vieja
Que
nacer hierba sentía
En
ti quedóse guardado.
¡Cigarra!
¡Dichosa
tú!
Pues
mueres bajo la sangre
De
un corazón todo azul.
La
luz es Dios que desciende,
Y
el sol
Brecha
por donde se filtra.
¡Cigarra!
¡Dichosa
tú!
Pues
sientes en la agonía
Todo
el peso del azul.
Todo
lo vivo que pasa
Por
las puertas de la muerte
Va
con la cabeza baja
Y
un aire blanco durmiente.
Con
habla de pensamiento.
Sin
sonidos...
Tristemente,
Cubierto
con el silencio
Que
es el manto de la muerte.
Mas
tú, cigarra encantada,
Derramando
son te mueres
Y
quedas transfigurada
En
sonido y luz celeste.
¡Cigarra!
¡Dichosa
tú!
Pues
te envuelve con su manto
El
propio Espíritu Santo,
Que
es la luz.
¡Cigarra!
Estrella
sonora
Sobre
los campos dormidos,
Vieja
amiga de las ranas
Y
de los oscuros grillos,
Tienes
sepulcros de oro
En
los rayos tremolinos
Del
sol que dulce te hiere
En
la fuerza del Estío,
Y
el sol se lleva tu alma
Para
hacerla luz.
Sea
mi corazón cigarra
Sobre
los campos divinos.
Que
muere cantando lento
Por
el cielo azul herido
Y
cuando esté ya expirando
Una
mujer que adivino
Lo
derrame con sus manos
Por
el polvo.
Y
mi sangre sobre el campo
Sea
rosado y dulce limo
Donde
claven sus azadas
Los
cansados campesinos.
¡Cigarra!
¡Dichosa
tú!
Pues
te hieren las espaldas invisibles
Del
azul.
FEDERICO
GARCÍA LORCA.
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