VI
Fue
una clara tarde, triste y soñolienta tarde de verano. La hiedra
asomaba al muro del parque, negra y polvorienta.
La
fuente sonaba.
Rechinó
en la vieja cancela mi llave;
con
agrio ruido abrióse la puerta
de
hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó
el silencio de la tarde muerta.
En
el solitario parque, la sonora
copla
borbollante del agua cantora
me
guió a la fuente. La fuente vertía
sobre
el blanco mármol su monotonía.
La
fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, un sueño lejano mi canto
presente?
Fue
una tarde lenta del lento verano.
Respondí
a al fuente:
No
recuerdo, hermana,
mas
sé que tu copla presente es lejana.
Fue
esta misma tarde; mi cristal vertía
como
hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas,
hermano?... Los mirtos talares,
que
ves, sombreaban los claros cantares
que
escuchas. Del rubio color de la llama,
el
fruto maduro pendía en la rama,
lo
mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?
Fue
esta misma lenta tarde de verano.
-No
sé qué me dice tu copla riente
de
ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo
sé que tu claro cristal de alegría
ya
supo del árbol la fruta bermeja;
yo
sé que es lejana la amargura mía
que
sueña en la tarde de verano vieja.
Yo
sé que tus bellos espejos cantores
copiaron
antiguos delirios de amores;
más
cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame
mi alegre leyenda olvidada.
-Yo
no sé leyendas de antigua alegría,
sino
historias viejas de melancolía.
Fue
una clara tarde del lento verano.
Tú
venías solo con tu pena, hermano;
tus
labios besaron mi linfa serena,
y
en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron
tu pena tus labios que ardían;
la
sed que ahora tienen, entonces tenían.
-Adiós
para siempre la fuente sonora,
del
parque dormido eterna cantora.
Adiós
para siempre; tu monotonía,
fuente,
es más amarga que la pena mía.
Rechinó
en la vieja cancela mi llave;
con
agrio ruido abrióse la puerta
de
hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó
en el silencio de la tarde muerta.
ANTONIO
MACHADO.
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