Cuerpo
feliz que fluye entre mis manos,
rostro
amado donde contemplo el mundo,
donde
graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde
nada se olvida.
Tu
forma externa, diamante o rubí duro,
brillo
de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter
que me convoca con su música íntima,
con
esa indescifrable llamada de tus dientes.
Muero
porque me arrojo, porque quiero morir,
porque
quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no
es mio, sino el caliente aliento
que
si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja,
deja que mire, teñido del amor,
enrojecido
el rostro por tu purpúrea vida,
deja
que mire el hondo clamor de tus extrañas
donde
muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero
amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero
ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que
regando encerrada bellos miembros extremos
siente
así los hermosos límites de la vida.
Este
beso en tus labios como una lenta espina,
como
un mar que voló hecho un espejo,
como
un brillo de un ala,
es
todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un
crepitar de la luz vengadora,
luz
o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero
que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
(La
destrucción o el amor, 1932-1933)
VICENTE
ALEIXANDRE.
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