¡Y qué buena es la tierra de mi huerto!
hace un olor a madre que enamora,
mientras la azada mía el aire dora
y el regazo le deja pechiabierto.
Me sobrecoge una emoción de muerto
que ya a caer al hoy en paz, ahora,
cuando inclino la mano horticultora
Y detrás de la mano el cuerpo incierto.
¿Cuándo caeré, cuándo caeré al regazo
íntimo y amoroso, donde hallo tanta
delicadeza la azucena?
Debajo de mis pies siento un abrazo,
que espera francamente que me vaya
a él, dejando estos ojos que dan pena.
MIGUEL HERNÁNDEZ.
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