A
partir de los 12 meses, una vez introducida la mayoría de los
alimentos, se irá aumentando la cantidad y su textura, durante los
meses y años siguientes, siempre evitando forzar la alimentación,
respetando los gustos del niño y procurando hacer de la comida no
una rutina, sino un motivo de ¨fiesta¨cada día.
Durante
los primeros catorce años de vida, la alimentación es un pilar
fundamental para asegurar un óptimo desarrollo y crecimiento del
niño. Durante estos años, la correcta nutrición es
imprescindible para el crecimiento, el desarrollo de la inteligencia,
la memoria, el aprendizaje e, incluso, aumentar la resistencia a las
enfermedades. Ejemplo: la capacidad y fortaleza del sistema
inmunitario empieza a declinar a partir de la adolescencia; si hasta
ese momento la nutrición ha sido buena, tal declinar será lento;
pero si ha sido irregular, la pérdida será más rápida.
La
importancia de los componentes básicos de los alimentos (proteínas,
grasas, azúcares o hidratos de carbono, vitaminas, minerales y agua)
es notoria a todo lo largo y ancho del organismo, desde los huesos
hasta el cerebro, pasando por el pulmón o la sangre. Ejemplo: el
crecimiento del niño depende de la creación de nuevas células,
compuestas principalmente por proteínas, grasas y azúcares, en cuyo
proceso de formación actúan las vitaminas y minerales como
directores y protectores.
La
alimentación actual de muchos niños refleja algunos errores:
- Excesiva aportación de grasas en forma de frituras y bollería industrial.
- Desayuno insuficiente.
- Escasez de proteínas de origen vegetal (verduras).
- Abuso de condimentos y especias en los alimentos.
Se
aconseja por lo general que el 15% de la comida sean proteínas, el
30% grasas (preferentemente de origen vegetal) y un 55% de hidratos
de carbono o azúcares. Dadas estas consideraciones, hay que
facilitar la presencia en la mesa de:
- Vegetales con fibra (ensaladas, verduras, legumbres, hortalizas en general).
- Frutas (en lo posible, enteras y variadas, aun cuando también el zumo es muy saludable).
- Cereales (fuente energética muy importante, sobre todo en el desayuno).
- Azúcares en forma de pan, patata o pastas (espaguetis, macarrones, etc.).
- Carne roja o blanca y pescado, pero a la plancha, asada o cocida (reduciéndose así el consumo de frituras).
- Aceite de oliva crudo acompañando a las ensaladas.
Lo
más importante es distribuir estos alimentos a lo largo del día en
su cantidad y proporción exactas. Con el fin de que resulte más
fácil conseguir una distribución equilibrada de los alimentos, la
mayoría de los alimentos diarios debe proceder del grupo de
cereales, pasta, arroz etc., altamente energéticos, con fibra y
vitaminas, seguidos de verduras y frutas, en los que se encuentran
proteínas de tipo vegetal (fáciles de asimilar), vitaminas,
minerales y otros nutrientes. Hay que alternar, en
menor cantidad, carne huevos y pescado (nunca frito), así como
aceite de oliva y azúcares.
TXUMARI
ALFARO
PEDRO
RAMOS.
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