Un
discípulo, desorientado, acudió a visitar a su guía espiritual y
le preguntó:
-Venerable
maestro, ¿Debemos ser ricos o pobres?
El
maestro se quedó unos instantes pensativo, para después explicar:
-En
esta vida hay dos grandes problemas -sonrió, sin dejar de clavar sus
ojos profundos y sinceros en los de su discípulo-. El más
importante es, con mucho, la pobreza. Créeme, amigo mío, no hay
dificultad mayor. La miseria desola y atormenta. Pero el
segundo problema es la riqueza, porque te ves obligado a emplear toda
tu energía en conservarla, y así también te atormentas y no dejas
de estar obsesionado.
-¿Y
qué se puede hacer entonces? -preguntó impaciente e intrigado el
discípulo.
El
mentor repuso sosegadamente:
-Evitar
tanto la una como la otra.
REFLEXIÓN
Nos
movemos en dos realidades: la externa y la interna. Hay
que armonizar diestramente ambas. No debemos sacrificar una en
detrimento de la otra. Del mismo modo que es necesario equilibrar
personalidad y esencia, control y descontrol, introversión y
extraversión, hay que hallar un equilibrio entre nuestra acción en
la realidad exterior y nuestra acción en la interior. La
mayoría de las personas sólo se activan en el plano de la realidad
exterior y viven de espaldas a su universo interior. Hay que saber
distribuir nuestras energías. Con una parte de ellas tratamos de
mejorar nuestra calidad de vida externa, y con la otra nos empeñamos
en optimizar nuestra calidad de vida interior. Hay
que cubrir las necesidades básicas y celebrar lo mejor de la
existencia, pero también es preciso cubrir necesidades psicológicas
y espirituales, porque de otro modo, y si uno no va liberando las
ataduras de su mente, ni siquiera podrá disfrutarse del bienestar
material.
RAMIRO
A. CALLE.
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