sábado, 21 de mayo de 2016

MÍRATE A TI MISMO./RAMIRO.

  Era un discípulo que a menudo cedía a la tentación de hablar y criticar a los otros. Acudió a ver a un maestro y le dijo:
     -En estos días que corren, mucho te agradecería que me dieras alguna instrucción mística.
     El maestro repuso:
     -Poco tengo que enseñarte, pero te aconsejo que antes de hablar de otro, te mires a ti mismo. Y si quieres ver al diablo, contempla tu propio EGO.

REFLEXIÓN

     Al descalificar a los otros, nos descalificamos a nosotros mismos; al herir a los demás, a nosotros mismos nos herimos. ¿Acaso no formamos todos parte de la gran familia de los seres sintientes? Estamos prestos a injuriar, difamar y calumniar, pero antes de hacerlo, deberíamos mirarnos a nosotros mismos y ser más REFLEXIVOS. La palabra pronunciada nos hace su cautivo; mientras no ha sido dicha, no lo somos, pero del mismo modo que nadie puede recuperar la flecha disparada, no es posible recobrar la palabra pronunciada. Hay que permanecer más vigilantes a los pensamientos,  las palabras y los actos, y ser más reflexivos para no herir a los demás, del mismo modo que nosotros no queremos ser heridos. El descuido, la negligencia y la falta de atención inducen a muchas personas  a DESCALIFICAR SITEMÁTICAMENTE A LOS DEMÁS,  no por pervesidad consciente o malevolencia, sino por hábito negativo o inconsciente maledicencia, si bien es cierto que HAY PERSONAS AVIESAS QUE UTILIZAN LA LENGUA COMO UNA DAGA PRA SEMBRAR DISCORDIA, ARRUINAR VIDAS CON SUS CALUMNIAS Y DAÑAR INTENCIONADAMENTE. Hay que aprender a controlar la palabra y también a guardar el noble silencio. EL EGO  incontrolado se impone a las palabras y gusta de enredar, aunque pueda causar daños irreparables. Antes de hablar habría siempre que hacer una MINÚSCULA PAUSA PARA REFLEXIONAR. Buda le aconsejaba a su hijito Rahula que lo hiciese siempre antes de hablar o actuar. En un antiguo texto budista, el Samyutta Nikaya, podemos leer: "En la lengua del ser humano hay una cuchilla con la que los necios se hieren cuando profieren palabras malignas". Y también en este mismo texto leemos: "Si, lo hueco resuena y lo pleno es apacible; el necio es una olla a medio llenar y el sabio es un lago".
     Hay que evitar las palabras groseras, sarcásticas, malevolentes, que siembrar discordia y hieren; hay que proferir palabras amables, consoladoras y estimulantes, veraces y precisas, que traen concordia y engendran armonía y amistad.
RAMIRO A. CALLE.

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