lunes, 2 de noviembre de 2015

BESO.


¡Qué sola estabas por dentro!


Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre
oscuro y triste se hundía
hasta el final de tu alma.


Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.


Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.


¡Cuantas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!

(Soledades juntas, 1931)

MANUEL ALTOLAGUIRRE.

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