jueves, 31 de marzo de 2016

LOS S.DE LEON.D.VINCI.CAP57.

LVII

  Todos sus sentidos despiertos en medio de la madrugada. A la derecha de la pantalla se le presentan varias imágenes; la primera Umberto ya la conoce, Salai sirve de modelo para que Leonardo da Vinci pinte San Juan Bautista, el cuadro está en el Museo del Louvre y pasa desapercibido para la mayoría de visitantes en el pasillo que lleva a la sala donde se expone La Gioconda.
Lee lo que pone bajo ella: ¨Salaino como Juan Bautista. 1513-1516¨.
Más abajo, Salai con solo quince años, pero ya perfectamente reconocible; también lee el comentario que le acompaña: ¨Criado y asistente de Leonardo da Vinci, Caproti il Salaino. Anónimo 1495¨.
Todo esto lo ha visto en unos segundos porque más abajo está el cuadro que le hace ver la luz: ¨Monna Vanna, obra de Salai. 1515¨.
Después, este texto: ¨Se le atribuye un retrato desnudo de Lisa del Giocondo, conocido como Monna Vanna, pintado 1515 con el nombre de Andrea Salai¨.
¨¡Pero cómo puede decir eso solamente del cuadro! ¡¡¡¿Es que no lo ven?!!!¨.
¨¡Es Salai! ¡Es un autorretrato! ¡Se ha pintado él mismo con el torso desnudo. Con pecho, como si fuera una mujer, una copia de La Gioconda, pero poniéndose él en lugar de la protagonista! ¡¡¡En lugar de Lucrecia Borgia!!!¨.
¨¡¿Cómo nadie ha dicho nada de esto antes?!¨, le parece increíble.
¨¡Es Salai,seguro, seguro!¨.
Lo mira una y otra vez intentando calmarse. Los ojos, la nariz, la boca, el pelo de Salai como San Juan Bautista y como Monna Vanna es igual.
¨Salai representándose a sí mismo como mujer para atraer o volver a gustar a Leonardo, tantos años después, en 1515¨.
¨¿No era homosexual Leonardo? ¿Por qué Salai se representa como una mujer y no como el joven de rasgos griegos que tanto gustaba a Leonardo?¨.
Umberto recapacita.
¨Tantos años juntos, Salai era el que mejor conocía a Leonardo, sabía sus sentimientos, sus dudas. Lo quiso atraer como mujer y para ello utilizó la imagen de La gioconda. Su amado discípulo, su diablillo, sabía que por ella sentía algo muy especial¨.
Umberto está seguro de haber dado con un indicio importante que corroboraría la hipótesis, como mínimo, de que Leonardo estuvo enamorado o sintió algo parecido por aquella mujer, algo negado también hasta ahora. No es el retrato de la esposa de un comerciante florentino. No, es bastante más para él, por eso lo acompaña durante toda su vida, como cualquier hombre guarda la fotografía de su amada, y Leonardo, con el paso del tiempo, la va retocando una y otra vez. Es un estudioso del cuerpo humano. En 1492, con el Hombre Vitruvio deja rastro de esas inquietudes por la anatomía.
Ha ido pintando los cambios que ella, con la edad, debió ir adquiriendo, para tenerla siempre junto a él, saber cómo es su imagen en ese momento, aunque esté a kilómetros de distancia y no la vuelva a ver.
¨¿Quería que envejeciese junto a él?¨.
Pero de inmediato pasa de la hipótesis a los hechos confirmados.
¨1515. ¿Dónde estaba ese año? Aquí, marchaban para vivir en Francia bajo la protección del rey Francisco I, gran admirador de Leonardo. Sí, los tres¨.
Umberto tiene una duda: ¨Es posible que Salai no quisiera dejar Italia y marchar a otro país, otro idioma, otras costumbres. Los franceses son bastante diferentes a los italianos..., y habían permanecido juntos desde 1490¨.
Busca en la biografía de Leonardo y de Salai. Por fin una intuición buena que le hace pensar que está en el camino correcto para corroborar sus pesquisas. Es en el 1518, veintiocho años después de entrar a sus servicios, media vida en esa época, cuando Salai abandona a los dos, a Leonardo y a Melzi. Su diablillo regresa solo a Milán, su tierra. Apenas un año después, Leonardo muere.
¨El dos de mayo de 1519¨.
Umberto levanta la cabeza, tiene los ojos cansados. Otra noche entera estudiando; pero nota algo distinto, cada dato que ha ido descubriendo le ha hecho sentir y encontrar un aliciente nuevo en esta vida, donde ya solo existe Paolo y una sola obligación, la única razón de su existencia desde que Violeta ya no está a su lado; cumplir con sus deberes de padre, de esposo... y de hijo.
Pero esto de nuevo es vida,¿una nueva vida?
Abre nuevos archivos en la pantalla, una ventana y otra, salta nervioso entre ellas, lee a una velocidad increíble, una nueva dosis de esa droga que para un investigador es buscar datos.
¨El testamento¨.
Piensa que debe existir información del testamento de Leonardo en la red.
Pincha en lo que parece más destacado según las dos líneas que lee.
Aparece la información.
Donald Sassoon, en su obra Mona Lisa de 2007, expone que: En 1991, dos investigadores, Janice Shell y Grazioso Sironi, adelantan la hipótesis, basada en el hallazgo del inventario de Andrea Salai (Gian Giacomo Caprotti) de que cuando muere Leonardo, Salai ya tenía en su propiedad La Gioconda, además de otras pinturas (¨El inventario contenía una cantidad llamativamente elevada de pinturas¨), ya que en el testamento de Leonardo (solo se conoce una transcripción del siglo XIX) no se hace mención de ella. La Gioconda propiedad de Salai se tasó en 505 liras, lo que supone un valor muy elevado para un retrato de talla pequeña, en aquella época el tamaño influía mas que ahora en el valor.
La Gioconda debió volver a Francia en fecha posterior, cuando Francisco I envió tras la muerte de Leonardo, a varios agentes para peinaran Italia en busca de obras de Leonardo. Sí hay una mención a que el Rey pagó una elevada cantidad por la tabla.
¨¿Solo se conoce una transcripción del siglo XIX del testamento de Leonardo?¨.
Abre Google. Escribe ¨testamento de Leonardo da Vinci¨. En menos de un segundo le aparecen trescientas treinta y cuatro mil referencias.
Intenta acotar más: ¨testamento original de Leonardo da Vinci¨.
Algo más de cien mil referencias. Lee: en 1869 compró a un descendiente de la familia...
¨Es la copia, no. ¡No! ¡¡No!! ¡¡¡Nooooooooo!!! ¡Necesito a un loco como yo que le interese solo la verdad!¨.
De nuevo la pasión de la búsqueda a mil por cien. Salta páginas y páginas a una velocidad endiablada, pero como en una de ellas haya el más mínimo resquicio tiene la seguridad de que lo va a encontrar.
El tiempo pasa y no se entera, no le importa...
Le llama la atención unas líneas en negrita. Lee lo que parece un comentario irónico: ¨Se vuelve a confirmar que si Steve Jobs hubiera nacido en España, Apple tampoco existiría¨.
¨¿Por qué aparece esto en la búsqueda del testamento original de Leonardo?¨.
Abre el archivo completo, la respuesta aparece ante sus ojos. Existe otro loco como él al que nadie ha hecho caso. Un español, dice que tiene el testamento original de Leonardo da Vince, que lo ha querido contrastar y verificar con los expertos de su país..., y que no consigue que le den ni una simple cita en la infinidad de organismos gubernamentales a los que se ha dirigido.
¨¿Entonces para qué están?¨.
Dice que lo da a la sociedad porque de no ser así, los pequeños avances que se hacen no servirían de nada. Lo ha escaneado y subido a Internet.
Comienza a leer el testamento, va a tardar poco en encontrar lo que busca.
¨¡¡¡Aquí está, Diooooooooo!!!¨.
¨Aquí está, se acuerda de Salai. ¨Para Salai. La Gioconda¨.
¡¡¡Para Salai La Gioconda!!!¨.
Suspira feliz y agotado.
¨Es lo único que le deja, el secreto que compartieron¨.
Se le saltan las lágrimas, se acuerda de... Y esa sensación, que también es nueva para él.
Ha comprendido lo mucho que Lucrecia Borgia debió marcar la vida de Leonardo da Vinci, sus relaciones, sus sentimientos. Umberto sabe que está otra vez en un nuevo momento que le va a marcar, esos que se dan de muy tarde en tarde en la vida.
Crea la carpeta MONA LISA, donde va descargando todo lo que da definitivamente por bueno. Está eufórico.
¨¡Por fin algo de suerte!¨.
Después viene la relajación. Se lleva las manos a los ojos tapándoselos. Recuerda a su madre, a Violeta, también le hubiera gustado compartir esos instantes indagando con..., como lo hicieron al principio.
Las tres mujeres de su vida, tres relaciones diferentes, complementarias. Sus imágenes flotaron a su alrededor haciéndose más presente una vez una, después otra...
Destapa sus ojos, ellas se evaporan, la realidad y una preocupación se impone: ¨Paolo¨.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

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