Sobre el mar, navegadora,
va la voz del viento inflada.
Verbena, montaña rusa,
tiovivo azul de las aguas.
Una ola va a lo alto,
otra a lo profundo baja,
y aparece San Cristóbal
llenando su palangana,
fregoteando en las nubes
el rubio sol de sus barbas.
Rompe el mar cristales verdes,
y los vientos descerrajan
los horizontes, y oxidan,
con su orín, dulces naranjas.
¡ Pena de la vida tiene,
si al mar no pueden, las anclas !
En abordajes confusos
el viento esgrime sus hachas,
desguazando así la noche
con relámpagos de plata,
y un pez en traje de luces,
de lentejuelas y escamas,
goyesco, sobre las olas,
con garrocha de oro, salta.
ADRIANO DEL VALLE.
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