martes, 21 de octubre de 2014

ODA A LA SEÑORITA LENONA, EN SU PARTIDA.


A LENONA


  ¿ Y te vas ? ¿ Y del Betis placentero
abandonas las márgenes floridas ?
¿ Y el llanto lastimero
y las amargas lágrimas vertidas
por tus amigos en el trance fuerte
bastantes no serán a detenerte ?

  ¿ Y de tus negros y brillantes ojos
ya no veremos el filgor divino ?
  ¿ Ya te tus labios rojos
no escucharemos más el peregrino
acento que resuena
más dulce que el cantar de Filomena ?

  ¡ Ah ! ¡ No partas, cruel ! Mira el sagrado
Betis cual alza de laurel ceñida
la frente arrebatada,
la nueva al escuchar de tu partida;
así, con triste acento,
te dice mientras calla el raudo viento:

  " Hermosa ninfa de mi verde orilla,
gala del prado, gloria de este suelo,
del seno de Sevilla,
no salgas, no; su transparente cielo
y sus pintadas flores
para tí guardarán luz y colores.

  Y el tierno, armonioso canto
de sus vates, dirán la gentileza
y con ramos de mirto sacrosanto
con tiernas rosas de simpar belleza,
con acacia luciente
sus bellas ornarán su frente,

  No partas; los amigos murmurando
conmigo te lo dicen; las pintadas
alondras ensayando
el canto en las vecinas enramadas,
y el tierno jilguerillo,
lo mismo piden con trinar sencillo.

  No marches, no; que aquí las purpurinas
las gualdas, blancas y pintadas flores,
a tus plantas divinas
de alfombra servirán; y sus olores
del céfiro llevados.
tendrán estos lugares perfumados.

  El sacro Dios, así, que no te ausentes,
te ruega, de sus prados extendidos:
mis cantares dolientes
también lo pedirán: perdidos
no lleven mis acentos,
sin escucharlos tú, los leves vientos.

  No partas: no te ausentes de este suelo
que tu belleza y tu candor admira;
no en mudo desconsuelo,
dejes del vate la sonora lira:
evita a la pradera
el trite luto que sin tí la espera.

  Pero tú no me oyes, y al lejano
confín donde el Vascón tiene su asiento,
te marchas, do el insano
ábrego silba con furor violento,
donde la nieve viste
el encumbrado monte, el valle triste.

  No allí se escuchan de las tiernas aves,
al despuntar la sonrosada aurora
los cánticos suaves,
la música bellísima y sonora,
la dulce melodía
con que saludan el fulgor del día.

  Ni como el nuestro su extendido cielo
es de un azul tan puro y tan brillante;
las flores de su suelo
no tienen un aroma tan fragante,
ni corren tan sonoras
las cristalinas fuentes bullidoras.

  ¿ Y lo sabes ? ¿ Y el prado venturoso,
que el Betis baña, con presteza dejas ?
de los que llorosos
te ven partir, las olorosas quejas
no escuchas, ni el lamento
con que turban tristísimos el viento...?

  ¡ Ah, detente... detente...! Pero en vano
en vano es todo ya, porque la hora
sonó, y hacia el lejano
Vascón a partir vas; la última aurora
ya lució que te viera
en su seno la hispálica ribera.

  Todo es inútil ya, y en tu nevada
frente la candidez y la nobleza
no veremos pintada;
de tu boca divina, la belleza
tampoco ya veremos,
ni el candor de tu faz admiraremos.

  ¡ Oh, nunca yo te hubiera conocido
si tan pronto debiera de perderte !
  ¡ Oh, nunca bubiera herido
mi corazón tu acento. si tan fuerte
instante me esperaba,
si dolor tan no visto me aguardaba !

  ¡ Adios...! tu, cuando partas de estos prados
que en  llanto dejas y en dolor sumidos,
sobre tu frente de marfil nevado
las raudas alas batirá el olvido;
pero los que te pierden,
habrá un momento que de tí no acuerden ?

  ¡ Adios ! Escucha el canto postrimero
que te consagra mi inexperta lira;
acento es verdadero
del entusiasmo que en mi pecho inspira
tu angelical pureza,
tu incomparable y celestial belleza.

  Si benigna lo acoges, solamente
te pido que si acaso en algún día
recuerdas el luciente
cielo de la risueña Andalucía,
si acuerdas los colores
de su ribera y sus fragantes flores.

  Al pasar por tu mente candorosa,
cual mágica visión, sus encantados
vergeles, do la rosa
luce y el lirio de color morado,
las transparentes linfas
del Betis raudo y sus hermosas ninfas.

  Me mires en la orilla matizada
de claveles y cándidos jazmines
con cítara dorada,
haciendo que sus mágicos jardines
repitan en tu honor y tu alabanza
los dulces ayes que mi lira lanza.

  Y entonces un recuerdo placentero
consagra al que por tí suspira y llora,
al que con verdadero
y triste acento al par de la canora
música de los tiernos ruiseñores
cantará junto al Betis tus loores.


GUSTAVO ADOLFO BECQUER.
 
 



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