jueves, 2 de octubre de 2014

CHASE.


A Chase le temblaba apreciablemente el labio inferior mientras seguía a su madre por la prolongada y descendente acera que conducía al aparcamiento de la clínica dental. Aquél iba a ser el peor verano de los once que el muchacho había vivido hasta entonces. El doctor se había mostrado simpático y amable con él, pero había llegado el momento de afrontar la realidad de que le pondrían un aparato para corregir una desviación de sus dientes. La corrección le dolería, no podría comer cosas duras ni chicles, y creía que iba a ser objeto de burla por parte de sus amigos. No hubo diálogo alguno entre madre e hijo mientras regresaban a su casita en el campo. La finca apenas tenía siete hectáreas, pero daba cobijo a un perro, dos gatos, un conejo y multitud de ardillas y pájaros.
  La desición de corregir la dentadura de Chase había resultado difícil para su madre, Cindy. Tras cinco años de divorcio, ella era la única responsable de su hijo. Poco a pico, había ahorrado los 1.500 dólares necesarios para pagar la corrección dental.
  Una soleada tarde, la persona a la que más quería, Chase, se enamoró. Chase y su madre habían ido a visitar a los Raker, viejos amigos de la familia, a su granja, que distaba unos 80 kilómetros. El señor Raker les llevó a la cuadra, y allí estaba ella. Irguió la cabeza al ver acercarse el trío. Sus crines y cola, de color claro, ondulaban agitadas por una suave brisa. Se llamaba Lady, y era una yegua hermosa como pocas. Estaba ensillada, y Chase recibió su primera clase de equitación. Hubo una atracción instantánea, que parecía ser mutua.
-Está en venta, si quieres comprarla - había dicho el señor Raker a Cindy-. Por 1500 dólares podrás llevarte la yegua, todos los papeles y el remolque para transportarla.
  Para Cindy, era una gran decisión. Los 1500 dólares que había conseguido ahorrar servirían para arreglar la dentadura de Chase o para comprar a Lady, pero no para ambas cosas. Por último, resolvió que la instalación del aparato de ortodoncia era la mejor decisión a largo plazo para Chase. Fue una decisión triste tanto para la madre como para el hijo. Pero Cindy prometió a Chase llevarle a la granja de los Raker para ver a Lady y montarla tan a menudo como pudieran.
  Chase inició, de mala gana, su largo y penoso tratamiento. Con escaso valor y poca tolerancia al dolor, Chase se sometió a las mediciones, los ajustes y la interminable colocación de la prótesis. Tenía náuseas, lloraba y suplicaba, pero la corrección ortodóntica siguió su curso. Los únicos momentos de esplendor en la vida de Chase ese verano llegaban cuando su madre le llevaba a montar a Lady. Allí, era libre. Caballo y jinete se adentraban al galope en los extensos pastos.

Bruce Carmichael.

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