Cuando
se interpretó por primera vez en Londres El Mesías de Haendel, el
Rey, que se encontraba presente, se sintió tan arrebatado por el
sentimiento religioso durante el ¨Aleluya¨ que, olvidando los
convencionalismos, se puso en pie para rendir un silencioso homenaje
de respeto a la obra maestra que estaba escuchando.
Al verlo, todos los nobles que
allí se encontraban siguieron el ejemplo del rey y se pusieron
también en pie.
Naturalmente, aquello era una
señal inequívoca de que todo el mundo debía ponerse en pie.
Desde entonces se considera
obligado ponerse en pie siempre que suena el ¨Aleluya¨,
independientemente de lo que uno sienta o de la calidad de la
interpretación.
ANTHONY DE MELLO.
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