XXXV
Umberto
salía del cuarto de baño recordando la conversación con Paolo,
Pero de inmediato se le fue de la cabeza cuando vio a Violeta tumbada
sobre la cama, solo unas braguitas blancas, y una fila de diamantes
colocados sobre el centro de su cuerpo se abrían en dos antes de
llegar a la altura del pecho. Subían hasta la aureola. La Y dibujada
le recordó el símbolo de la libertad, y esta lanzaba sus brillos
destellantes a los ojos de Umberto mientras se acercaba. La imagen le
produjo confusión. No pudo evitar acordarse de Elodie.
-Hemos
conseguido más de lo que hubiéramos podido imaginar cuando
decidimos venir a esta ciudad, ¿verdad?
Umberto
reparó de inmediato en que Violeta había utilizado la palabra
¨decidimos¨ , le
daba su espacio y él se lo agradeció.
-Sí,
bastante más -dijo tumbándose a su lado, llevaba puesto solo el
pantalón de dormir, unos Levy´s largos a cuadros entre azul oscuro
y gris-, pero... ¿sabes una cosa?
-¿Qué?
-Que
eso -dijo señalando el diamante de mayor tamaño es lo menos
importante.
-Bueno,
también tiene su importancia, ¿no?
-Muy
poca para mí, lo más importante es lo que está debajo.
-Gracias.
-Violeta se volvió un poco hacia su lado, le besó mientras un
pequeño tintineo sonaba al caer los diamantes sobre la cama y chocar
entre sí.
Nada
más separarse miró repetidamente los labios de Umberto, esperaba su
respuesta, se preguntaba si deseaba más, y él se dio cuenta. La
besó de una forma muy especial, sus labios se movían y giraban como
si estuvieran impregnados de un aceite amoroso que le producía unas
sensaciones sensuales al mismo tiempo que una gran habilidad en los
movimientos, en esta ocasión no jugó al escondite con su lengua
como él con frecuencia hacía, fue generoso. Le encantó cómo la
estaba besando y Umberto se dio cuenta.
-Te
gusta, ¿eh? -le dijo en voz baja.
-Me
encanta.
Umberto
se fijó en su cuerpo libre de piedras preciosas, se había
recuperado del bajón que había tenido unos meses atrás con los
problemas del trabajo. Sonrió, el diamante más grande no había
caído a la cama y se había quedado alojado en el ombligo. Lo
señaló.
-Este
se ve que quiere que lo conviertas en tu favorito.
-Pues
si es así, ya tiene el galardón, pero igual no
se trata de eso y es solo una señal.
Umberto
estudió su rostro, su gesto, había algo especial. Ese
tipo de comentarios entre ellos siempre tenía un mensaje.
-Cualquier
señal que compartas conmigo me alegrará.
Y
entonces Violeta vio la oportunidad única de hablar con Umberto de
algo que deseaba enormemente y no sabía cómo planteárselo.
-Casémonos.
-¡¿Qué?!
No
se lo esperaba. Lo sorprendió por completo.
Aunque
él estaba bautizado y había hecho la Primera Comunión como casi
todos los italianos, no se sentía católico. Le asaltó una duda.
-Pero...
¿por la iglesia?
-sí.
-Violeta,
sabes que yo..., esa cuestión...
-Es
algo que tendremos que hacer antes o después, ya sabes cómo piensan
mis padres, una buena ocasión para volverlos a ver, no hemos vuelto
por Italia..., llevabas razón, los he abandonado.
-No
digas eso, has estado muy liada -comentó mientras en su mente
repetía lo que acababa de oír: ¨ “ es algo que tendremos
que hacer antes o después”¨.
¨Ella
lo da por hecho¨.
-Los
pobres, solo un contacto al mes, ninguna queja..., Umberto, necesito
verlos cerca, necesito que nos casemos, estaría más tranquila
conmigo misma.
-Lo
pensaré.
-Vale,
pero no te tomes mucho tiempo.
De
nuevo un gesto que Umberto consideraba especial.
-Pero...
¿ocurre algo?
-Sí.
-¿El
qué? -preguntó desorientado.
No
podía esperar más, lo sabía todo el mundo menos Paolo y él, había
dejado pasar demasiado tiempo, si supiera que en Salomón Investiment
todo el mundo estaba al corriente... Violeta era así, arriesgada con
ese punto de espera hasta conseguir los momentos adecuados en los que
solo ella decidía.
-Estoy
embarazada.
Umberto
sintió aprecio, cariño, y un amor inmenso. Se abrazaron. Sin ella
todo sería muy distinto, le faltaría algo, no sabía el qué, pero
no lo iba a perder.
-Te
quiero -le dijo Umberto al oído.
Hacía
mucho tiempo que no se lo oía decir, se sintió más reconfortada
que nunca por esas dos palabras.
-¿Desde
cuándo lo sabes?
-Hace
poco, pensaba que eran trastornos por los problemas y tensiones en
Salomón...
La
deformación profesional llevaba a Violeta a jugar siempre con todas
las bazas a su favor.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.
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