Un
fantástico panorama de música, canciones, altas cumbres,
maravillosos paisajes, un río legendario y un modo de vivir.
AUSTRIA,
ese reino de los Alpes, la opereta y los cafés, incrustada como una
verde gema en el corazón de Europa, no tiene gran extensión, pero
su espíritu alegre es tan dilatado como las fronteras del Brasil y
tan alto como la cumbre del Kilimanjaro.
Con
unas dimensiones de 580 kilómetros de longitud por 240 de anchura,
Austria (cuyo nombre significa Imperio Oriental) cuenta con 7.400.000
habitantes, optimistas y amantes de la música. Aunque el 95% de la
población es de lengua alemana, el país constituye en realidad el
resto de un vasto imperio multinacional en el que se hablan varios
idiomas, el imperio de los Habsburgos, que duró 645 años (de 1273 a
1918) y en distintas épocas llegó a incluir no sólo el corazón de
la Europa central, sino también España, partes de Italia y de los
Países Bajos, trozos de Suiza y porciones de Francia y de Alemania.
Rodeada, a lo largo de su frontera de 2.640 kilómetros de longitud,
por Suiza, Liechtenstein, Italia, Yugoslavia, Hungría,
Checoslovaquía y la Alemania Occidental, Austria ha perdido casi
todo su imperio (muchos de sus vecinos fueron antiguamente súbditos
suyos), pero ni una gota de su personalidad. Cada años, con el fin
de conocer tal personalidad, más de siete millones de turistas (a
veces, el número de estos es mayor que el de austriacos), pululan
por sus festivales de música, se apiñan en sus palacios, beben el
vino nuevo en las colinas que rodean Viena, navegan por el Danubio,
practican la escala o el esquí y, mientras tanto, dejan tras ellos
suficiente dinero para convertir en positivo el saldo de la balanza
comercial austriaca.
Gravemente
afectada por la Segunda Guerra Mundial, Austria pudo reconstruir sus
ciudades destrozadas y su economía gracias a la generosa ayuda del
Plan Marshall. Hoy, goza de estabilidad económica y mantiene una
firme política de neutralidad a la manera suiza. Exporta aceros
especiales a todo el mundo, se jacta de tener uno de los mayores
campos petrolíferos europeos en Matzen-Schonkirchen, y envía a toda
Europa la electricidad generada por sus tumultuosos arroyos y ríos.
Densamente cubierta de bosques, Austria es también uno de los
principales productores europeos de papel y pasta de papel. Sin
embargo, gracias a la cuidadosa dispersión de la industria y el
control de la misma por medios de leyes juiciosas, se halla casi
libre de contaminación ambiental. Los peces nadan en todos los ríos,
los ciervos ramonean en las servidumbres de vía del ferrocarril, e
incluso en Linz, centro de la industria siderúrgica, el aire es más
puro que en otras zonas industriales.
Música,
música, música,
Viena, con una población de 1.700.000 habitantes, es la capital de
Austria y una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Por su
situación a orillas del Danubio, ruta directa entre el este y el
oeste, ha sido colonizada por distintos pueblos; desde celtas y
romanos a las tribus nómadas germanas y húngaras. Todos ellos se
mezclaron tan pacífica y fácilmente que, como dijo un poeta;
¨A orillas del Danubio, hasta un moro se vuelve vienés¨.
Tradicionalmente,
Viena ha sido ¨la sala de
conciertos de Europa¨. Puede
decirse que allí han vivido todos los grandes músicos de los siglos
XVIII, XIX y XX; Mozart,
Beethoven, Schubert, Chopin, Liszt, Brahms, Mahler, Ricardo Strauss,
Schonberg, Alban Berg y Johann Strauss,
que compuso muchos de los famosos Valses
y operetas vieneses. Pero
también ha albergado a personajes menos armoniosos. A principios del
siglo XX, León Trotsky, Nikolai
Lenin, y Iosif
Stalin
residieron en Viena.
A pesar de estos personajes, la capital austriaca sigue sustentando
la idea de que la vida es para disfrutarla y que ella viene a ser el
lugar más apropiado para hacerlo. Con lo que más goza Viena es con
la música, sea ésta de ópera, de opereta o sinfónica. Incluso los
taxistas tararean a Schubert o a Strauss mientras esperan que cambie
el semáforo.
En
el centro de la ciudad se halla la Opera, construida hace 103 años y
escenario de uno de los momentos más emocionantes en la historia de
Viena. Ocurrió la noche del 5 de
noviembre de 1955, cuando el teatro, que había sido bombardeado en
1945, abrió de nuevo sus puertas con la representación de Fidelio,
de Beethoven.
Esta función tenía un significado especial por celebrarse seis
meses después de la firma del Tratado de Paz de las Cuatro
Potencias, en virtud del cual Austria recobraba su independencia
después de la Segunda Guerra Mundial.
En el teatro se apiñaban personalidades de todo el mundo. En las
calles circundantes, miles de vieneses seguían la música por la
radio y los altavoces. Al llegar al clímax de la ópera, con el
comienzo del Himno de la
Libertad, la multitud aplaudió con tal fuerza que, según dicen, la
gran Campana de la Torre de la Famosa Catedral de SAN ESTEBAN VIBRÓ.
Aunque
la música constituye sin duda alguna el primer atractivo cultural de
la capital austriaca, probablemente lo más significativo en la vida
del vienés común es el café. La célebre infusión entró en
Europa a través de Viena en 1683,
cuando entre el botín
capturado a los turcos que sitiaban la ciudad se encontraron sacos
llenos de unas extrañas semillas negras. Un vienés de ascendencia
polaca descubrió la utilidad de estas semillas para hacer café, y
así comenzó una tradición.
Los más de 1.400 establecimientos de la ciudad se han comparado a
los pubs ingleses y a los cafés franceses, pero son algo más que
eso; lugares de
reunión, salas de lectura de periódicos y revistas que el propio
negocio proporciona, refugios en momentos difíciles, foro para los
filósofos, oficinas temporales para los que no la tienen.
Paraíso
alpino.
Voralberg, la menor, después de Viena, de las provincias federales
de Austria, tiene unos 2.600 kilómetros cuadrados, casi totalmente
montañosos. En este escenario maravilloso, lindante con Suiza, se
encuentra la parte austriaca del Rhin y las grandes presas del valle
de Monta-fon.
En
el extremo sodoccidental del país se encuentra el Ti rol,
vasta sección de los Alpes dividida por torrentes montañosos.
El Ti rol posee probablemente más plazas hoteleras (132.000) que
ningún lugar de su tamaño en el mundo; en invierno está cubierto
de nieve, esquiadores, y gente que canta a la usanza tiro-lesa; en
verano, los esquiadores se marchan y dejan sitio a las trescientas
bandas de los pueblos que compiten unas con otras en las fiestas que
se celebran semanalmente.
Innsbruck,
cuyo nombre significa ¨puente sobre el río Inn¨, es la capital del
Tirol y tiene 900 años de antigüedad. La ciudad se alza tan cerca
de los Alpes que las laderas cubiertas de nieve se ven desde
cualquier parte. El esquí es a Innsbruck, y a todo el Tirol, lo que
el astro rey es en la Costa del Sol. Los tiroleses vienen
practicando el esquí desde hace muchos años no como deporte, sino
para trasladarse de un lugar a otro por la campiña nevada. En la
década de 1920, cuando el esquí se convirtió en un deporte
internacional, incrementaron sus ingresos convirtiendo sus casas en
fondas y dando clases de esquí. El
gran Hannes Schneider,
que popularizó este deporte en los Estados Unidos, era del Tirol.
EL
MES DE MOZART. Si
el esquí es importante en Innsbruck, Mozart
y
la música son lo principal en Salzburgo. Situado entre dos montañas,
Monchsberg y Kapuzinerberg, y rodeado de numerosos lagos, Salzburgo
es el lugar de veraneo más importante de Austria. La ciudad, cuyo
nombre significa ¨Fortaleza de Sal ¨, se levanta junto al río
Salzach. Originariamente fue una estación de peaje para los
cargamentos de sal que partían de las minas del lugar rumbo a
distintos puntos del Imperio romano.
Durante
más de mil años, Salzburgo vivió bajo el gobierno de una serie de
príncipes arzobispos que dedicaron todas sus energías a mejorar las
maravillas arquitectónicas de la ciudad. El
resultado es una asombrosa colección de agujas, cúpulas, pináculos,
magníficos jardines y fuentes. Entre estas últimas figuran las del
cercano castillo de Hellbrunn, debidas a la iniciativa del arzobispo
Marcus
Sittcus, bromista del siglo XVII, las cuales, al accionar un
interruptor, lanzan agua en todas direcciones, empapando a cualquiera
que se encuentre al alcance de los caños ocultos.
Agosto
es el mes del Festival Mozart en Salzburgo. En
un principio, fue concebido como un homenaje al arte y como esperanza
de paz; comenzó en 1922, cuando Max Reinhardt, Hugo von Hofmannsthal
y Ricardo Strauss, entre otros, pensaron que podría cumplir este
noble propósito y, al mismo tiempo, proporcionar trabajo a actores,
músicos y cantantes que no lo tuvieran. Dedicado principalmente a
las obras de Mozart, que nació en Salzburgo, el Festival se ha ido
desarrollando cada año hasta el punto que, hoy, esta ciudad de
117.000 habitantes duplica su población cada mes de agosto.
EL
DANUBIO AZUL.
Cada una de las nueve provincias federales que constituyen el país
tiene su propia personalidad. Estiria,
al sudeste, es la cuna del traje nacional masculino de fieltro gris
con solapas verdes.
Al norte, se alzan altas montañas que dan sombra a los viñedos del
sur, Burgenland,
el extremo más oriental, alberga el Neusiedler See, el lago más
grande de Austria, que tiene 36 kilómetros de longitud cubiertos de
ánades y un máximo de un metro de profundidad. De
vez en cuando, grandes zonas del lago desaparecen totalmente, lo que
provoca el asombro de los científicos y una total confusión entre
las aves del lugar.
Entre
las provincias restantes, Viena, Austria Superior y Austria Inferior
son las más industrializadas, mientras Carintia y el Tirol del Este
constituyen encantadoras colecciones de montañas y paisajes.
Poco
antes de dejar Viena, di un paseo por la ciudad para ver por última
vez el Danubio, pensando cómo me gustaría ir en una de las
embarcaciones que discurren a lo largo del río, siempre sin prisa.
Aquí
la vida está hecha para disfrutarla, y el eco de su ritmo sosegado
se oye en las ondas del Danubio y en la música que lo ha
inmortalizado.
POR
JAMES STEWART-GORDON
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