viernes, 13 de febrero de 2015

VALSANDO POR AUSTRIA.


Un fantástico panorama de música, canciones, altas cumbres, maravillosos paisajes, un río legendario y un modo de vivir.


AUSTRIA, ese reino de los Alpes, la opereta y los cafés, incrustada como una verde gema en el corazón de Europa, no tiene gran extensión, pero su espíritu alegre es tan dilatado como las fronteras del Brasil y tan alto como la cumbre del Kilimanjaro.
Con unas dimensiones de 580 kilómetros de longitud por 240 de anchura, Austria (cuyo nombre significa Imperio Oriental) cuenta con 7.400.000 habitantes, optimistas y amantes de la música. Aunque el 95% de la población es de lengua alemana, el país constituye en realidad el resto de un vasto imperio multinacional en el que se hablan varios idiomas, el imperio de los Habsburgos, que duró 645 años (de 1273 a 1918) y en distintas épocas llegó a incluir no sólo el corazón de la Europa central, sino también España, partes de Italia y de los Países Bajos, trozos de Suiza y porciones de Francia y de Alemania. Rodeada, a lo largo de su frontera de 2.640 kilómetros de longitud, por Suiza, Liechtenstein, Italia, Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquía y la Alemania Occidental, Austria ha perdido casi todo su imperio (muchos de sus vecinos fueron antiguamente súbditos suyos), pero ni una gota de su personalidad. Cada años, con el fin de conocer tal personalidad, más de siete millones de turistas (a veces, el número de estos es mayor que el de austriacos), pululan por sus festivales de música, se apiñan en sus palacios, beben el vino nuevo en las colinas que rodean Viena, navegan por el Danubio, practican la escala o el esquí y, mientras tanto, dejan tras ellos suficiente dinero para convertir en positivo el saldo de la balanza comercial austriaca.
Gravemente afectada por la Segunda Guerra Mundial, Austria pudo reconstruir sus ciudades destrozadas y su economía gracias a la generosa ayuda del Plan Marshall. Hoy, goza de estabilidad económica y mantiene una firme política de neutralidad a la manera suiza. Exporta aceros especiales a todo el mundo, se jacta de tener uno de los mayores campos petrolíferos europeos en Matzen-Schonkirchen, y envía a toda Europa la electricidad generada por sus tumultuosos arroyos y ríos. Densamente cubierta de bosques, Austria es también uno de los principales productores europeos de papel y pasta de papel. Sin embargo, gracias a la cuidadosa dispersión de la industria y el control de la misma por medios de leyes juiciosas, se halla casi libre de contaminación ambiental. Los peces nadan en todos los ríos, los ciervos ramonean en las servidumbres de vía del ferrocarril, e incluso en Linz, centro de la industria siderúrgica, el aire es más puro que en otras zonas industriales.
Música, música, música, Viena, con una población de 1.700.000 habitantes, es la capital de Austria y una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Por su situación a orillas del Danubio, ruta directa entre el este y el oeste, ha sido colonizada por distintos pueblos; desde celtas y romanos a las tribus nómadas germanas y húngaras. Todos ellos se mezclaron tan pacífica y fácilmente que, como dijo un poeta; ¨A orillas del Danubio, hasta un moro se vuelve vienés¨.
Tradicionalmente, Viena ha sido ¨la sala de conciertos de Europa¨. Puede decirse que allí han vivido todos los grandes músicos de los siglos XVIII, XIX y XX; Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Liszt, Brahms, Mahler, Ricardo Strauss, Schonberg, Alban Berg y Johann Strauss, que compuso muchos de los famosos Valses y operetas vieneses. Pero también ha albergado a personajes menos armoniosos. A principios del siglo XX, León Trotsky, Nikolai Lenin, y Iosif
Stalin residieron en Viena. A pesar de estos personajes, la capital austriaca sigue sustentando la idea de que la vida es para disfrutarla y que ella viene a ser el lugar más apropiado para hacerlo. Con lo que más goza Viena es con la música, sea ésta de ópera, de opereta o sinfónica. Incluso los taxistas tararean a Schubert o a Strauss mientras esperan que cambie el semáforo.
En el centro de la ciudad se halla la Opera, construida hace 103 años y escenario de uno de los momentos más emocionantes en la historia de Viena. Ocurrió la noche del 5 de noviembre de 1955, cuando el teatro, que había sido bombardeado en 1945, abrió de nuevo sus puertas con la representación de Fidelio, de Beethoven. Esta función tenía un significado especial por celebrarse seis meses después de la firma del Tratado de Paz de las Cuatro Potencias, en virtud del cual Austria recobraba su independencia después de la Segunda Guerra Mundial. En el teatro se apiñaban personalidades de todo el mundo. En las calles circundantes, miles de vieneses seguían la música por la radio y los altavoces. Al llegar al clímax de la ópera, con el comienzo del Himno de la Libertad, la multitud aplaudió con tal fuerza que, según dicen, la gran Campana de la Torre de la Famosa Catedral de SAN ESTEBAN VIBRÓ.
Aunque la música constituye sin duda alguna el primer atractivo cultural de la capital austriaca, probablemente lo más significativo en la vida del vienés común es el café. La célebre infusión entró en Europa a través de Viena en 1683, cuando entre el botín capturado a los turcos que sitiaban la ciudad se encontraron sacos llenos de unas extrañas semillas negras. Un vienés de ascendencia polaca descubrió la utilidad de estas semillas para hacer café, y así comenzó una tradición. Los más de 1.400 establecimientos de la ciudad se han comparado a los pubs ingleses y a los cafés franceses, pero son algo más que eso; lugares de reunión, salas de lectura de periódicos y revistas que el propio negocio proporciona, refugios en momentos difíciles, foro para los filósofos, oficinas temporales para los que no la tienen.
Paraíso alpino. Voralberg, la menor, después de Viena, de las provincias federales de Austria, tiene unos 2.600 kilómetros cuadrados, casi totalmente montañosos. En este escenario maravilloso, lindante con Suiza, se encuentra la parte austriaca del Rhin y las grandes presas del valle de Monta-fon.
En el extremo sodoccidental del país se encuentra el Ti rol, vasta sección de los Alpes dividida por torrentes montañosos. El Ti rol posee probablemente más plazas hoteleras (132.000) que ningún lugar de su tamaño en el mundo; en invierno está cubierto de nieve, esquiadores, y gente que canta a la usanza tiro-lesa; en verano, los esquiadores se marchan y dejan sitio a las trescientas bandas de los pueblos que compiten unas con otras en las fiestas que se celebran semanalmente.
Innsbruck, cuyo nombre significa ¨puente sobre el río Inn¨, es la capital del Tirol y tiene 900 años de antigüedad. La ciudad se alza tan cerca de los Alpes que las laderas cubiertas de nieve se ven desde cualquier parte. El esquí es a Innsbruck, y a todo el Tirol, lo que el astro rey es en la Costa del Sol. Los tiroleses vienen practicando el esquí desde hace muchos años no como deporte, sino para trasladarse de un lugar a otro por la campiña nevada. En la década de 1920, cuando el esquí se convirtió en un deporte internacional, incrementaron sus ingresos convirtiendo sus casas en fondas y dando clases de esquí. El gran Hannes Schneider, que popularizó este deporte en los Estados Unidos, era del Tirol.
EL MES DE MOZART. Si el esquí es importante en Innsbruck, Mozart y la música son lo principal en Salzburgo. Situado entre dos montañas, Monchsberg y Kapuzinerberg, y rodeado de numerosos lagos, Salzburgo es el lugar de veraneo más importante de Austria. La ciudad, cuyo nombre significa ¨Fortaleza de Sal ¨, se levanta junto al río Salzach. Originariamente fue una estación de peaje para los cargamentos de sal que partían de las minas del lugar rumbo a distintos puntos del Imperio romano.
Durante más de mil años, Salzburgo vivió bajo el gobierno de una serie de príncipes arzobispos que dedicaron todas sus energías a mejorar las maravillas arquitectónicas de la ciudad. El resultado es una asombrosa colección de agujas, cúpulas, pináculos, magníficos jardines y fuentes. Entre estas últimas figuran las del cercano castillo de Hellbrunn, debidas a la iniciativa del arzobispo Marcus Sittcus, bromista del siglo XVII, las cuales, al accionar un interruptor, lanzan agua en todas direcciones, empapando a cualquiera que se encuentre al alcance de los caños ocultos.
Agosto es el mes del Festival Mozart en Salzburgo. En un principio, fue concebido como un homenaje al arte y como esperanza de paz; comenzó en 1922, cuando Max Reinhardt, Hugo von Hofmannsthal y Ricardo Strauss, entre otros, pensaron que podría cumplir este noble propósito y, al mismo tiempo, proporcionar trabajo a actores, músicos y cantantes que no lo tuvieran. Dedicado principalmente a las obras de Mozart, que nació en Salzburgo, el Festival se ha ido desarrollando cada año hasta el punto que, hoy, esta ciudad de 117.000 habitantes duplica su población cada mes de agosto.
EL DANUBIO AZUL. Cada una de las nueve provincias federales que constituyen el país tiene su propia personalidad. Estiria, al sudeste, es la cuna del traje nacional masculino de fieltro gris con solapas verdes. Al norte, se alzan altas montañas que dan sombra a los viñedos del sur, Burgenland, el extremo más oriental, alberga el Neusiedler See, el lago más grande de Austria, que tiene 36 kilómetros de longitud cubiertos de ánades y un máximo de un metro de profundidad. De vez en cuando, grandes zonas del lago desaparecen totalmente, lo que provoca el asombro de los científicos y una total confusión entre las aves del lugar.
Entre las provincias restantes, Viena, Austria Superior y Austria Inferior son las más industrializadas, mientras Carintia y el Tirol del Este constituyen encantadoras colecciones de montañas y paisajes.
Poco antes de dejar Viena, di un paseo por la ciudad para ver por última vez el Danubio, pensando cómo me gustaría ir en una de las embarcaciones que discurren a lo largo del río, siempre sin prisa.
Aquí la vida está hecha para disfrutarla, y el eco de su ritmo sosegado se oye en las ondas del Danubio y en la música que lo ha inmortalizado.

POR JAMES STEWART-GORDON

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