Para
estos niños, los más desvalidos de la Tierra, la vida comenzó
realmente el día que pusieron el pie en suelo belga.
Poco
después de la llegada de un Caravelle a Bruselas, procedente de
Amsterdam, y microbús rojo y blanco que transportaba los pasajeros
del avión se detenía frente a la puerta principal del aeropuerto
Zaventem. Del vehículo surgió una ¨tromba¨ de niños de tres a
ocho años de edad, todos de ojos orientales y cabellos negros como
el azabache. Cogiéndose lo más fuerte que podían a las faldas de
las cuatro jóvenes que los acompañaban, entraron apresuradamente
en el edificio con aire desconcertado y aprensivo. Sólo cincuenta
horas antes, se encontraban aún en Seúl, Corea del Sur.
Cuando,
cruzaron hall, se dirigieron rápidamente hacia la cercana oficina de
la policía, una repentina oleada de emoción sacudió a un grupo de
unos cuarenta hombres y mujeres que esperaban con los brazos cargados
de mantas y golosinas. Estas personas fueron pasando por parejas a la
oficina de policía del aeropuerto. Momentos después, cada pareja
salía con un pequeño. A juzgar por sus gozosas expresiones y la
ternura con que abrazaban y apretaban contra el pecho aquellas
cabecitas obscuras, cualquiera habría supuesto que se trataba de una
reunión familiar largamente esperada.
Pero no
era nada de eso; ninguno de esos matrimonios belgas había visto
antes al niño que esperaban con tanta impaciencia. Los veinte
pequeños surcoreanos eran huérfanos a quienes habían adoptado sin
verlos las familias belgas que allí los recibían.
Apenas
pasa una semana en el aeropuerto Zaventem sin que se desarrolle una
escena semejante. En los últimos cuatro años, Bélgica, uno de los
países más pequeños de Europa, ha recibido en sus hogares a más
de un millar de huérfanos, más que Alemania Occidental, Italia y
Francia juntas. Todos los niños proceden de países desesperadamente
pobres (India, Vietnam, Corea del Sur), donde veían amenazadas
constantemente sus existencias por las enfermedades, el hambre y la
guerra.
Este
historial tan extraordinariamente caritativo es obra de una
asociación absolutamente no partidista ni confesional, denominada ¨
TERRE
DES HOMMES: BELGIQUE¨ (¨TIERRA DE LOS HOMBRES: BÉLGICA¨), FUNDADA
EN BRUSELAS POR ROSY
Y
RENÉ BORN.
La familia de ROSY
es oriunda del Líbano, y su marido nació en Suiza, pero ambos han
adoptado una nueva patria, una tierra trágicamente vasta de
fronteras vagamente señaladas; Cualquier país en el que la muerte
se la constante compañera de un niño.
NACE
UN SUEÑO.
Todo comenzó hace unos veinte años. Al no poder tener descendencia
propia, el matrimonio BORN
decidió adoptar un niño en 1950, RENÉ
BORN
era entonces director gerente de una importante compañía de
seguros. Rosy, antigua enfermera, reunía todas las cualidades y
aptitudes que se espera siempre encontrar en una madre. Jamás se les
ocurrió que tropezarían con dificultad alguna para adoptar un niño.
Pero
la desilusión llegó pronto. Su primera tentativa dio lugar a una
abrumadora procesión de esfuerzos infructuosos, retrasos agotadores,
humillantes repulsas en varios países europeos. La aparentemente
interminable serie de fracasos indignó a ROSY
Y RENÉ, pero
no logró enfriar su entusiasmo. Puesto que nadie estaba dispuesto a
confiarles una sola vida infantil, decidieron consagrar todo su
tiempo disponible a ayudar a tantos niños como les fuera posible de
aquellos que vivían expuestos a la muerte por inanición. Así, a
principios de 1961,
en Bruselas, donde vivían entonces, fundaron ¨TERRE
DES HOMMES: BELGIQUE¨.
Su propósito declarado era el de buscar fondos y auxiliares
voluntarios para ayudar a los niños que vivían en países
subdesarrollados.
Luego,
a finales de la primavera de 1961,
una simple carta amplió los objetivos de la organización. Una
monja amiga de
ROSY,
que entonces de hallaba en la India, le escribió hablándole de la
terrible miseria de los pequeños asilados de un orfanato de Bombay.
En la carta incluía una fotografía de dos niñas de unos veinte
meses encontradas vagando por la calle. ¨Para nosotros, la carta
llegó¨, declara la señora Born. ¨como llovida del cielo. Pensamos
que, por fin, nuestro sueño de adoptar un niño podría estar a
punto de hacerse realidad¨.
La
noche del 14 de octubre de 1961, al pie de la escala de desembarco de
un boeing 707, ROSY y RENÉ abrieron los brazos para recoger en ellos
a YASMINA y SANDRA, las hijas que recibían del otro confín del
mundo. Millones de familias belgas contemplaron la escena por
televisión.
Y, durante la semana siguiente, llovieron sobre la casa de los BORN
docenas de cartas. Todas ellas, con palabras distintas, hacían la
misma pregunta: ¨También
nosotros hemos intentado en vano proporcionar la felicidad a una
criatura huérfana. ¿Pueden ustedes ayudarnos?¨
AMOR
PARA LOS QUE NO LO TIENEN.
Por haberse estrellado ellos mismos con tanta frecuencia con
obstáculos oficiales, los BORN
decidieron hacer cuanto pudieran, a pesar de leyes y fronteras
nacionales, por unir a los niños carentes de amor con matrimonios
ansiosos de dárselo. ¨TERRE
DES HOMMES¨ estableció
un servicio de adopción a principios
de 1962.
Al año siguiente, RENÉ
pasó sus vacaciones recorriendo Asia y visitando unos quince
orfanatos católicos, protestantes y budistas del Vietnam y de la
India. La miseria que halló en todas partes era desgarradora; de
dos mil a tres mil niños se aglomeraban en insalubres locales,
cuidados por personas que trataban de suplir con devoción lo que les
faltaba en número, medios y capacidad.
Sin
embargo, tan pronto como planteó el tema de la adopción, BORN
tropezó en Asia con los mismos argumentos y papeleo que ya había
padecido en Europa. Pero gracias a sus extensas relaciones entre el
personal de las embajadas belgas, el embajador de ¨TERRE
DES HOMMES¨ obtuvo
acceso a influyentes círculos de Saigón y Bombay. Logró persuadir
a cierto número de orfanatos a prestar benévola atención a unas
cuantas solicitudes de adopción. Y, en un espacio de tiempo
relativamente breve, el ritmo de las adopciones comenzó a aumentar
con celeridad.
A partir de 1967, el número creció considerablemente; hasta 250 en
el año 1971.
¨TERRE
DES HOMMES: BELGIQUE¨
tiene ahora oficinas propias; tres pequeñas pero alegres
habitaciones en la AVENIDA
PAUL DESCHANEL,
donde se reciben anualmente unas doscientas
mil solicitudes de adopción.
Artículos de periódicos y revistas, reportajes de televisión y una
serie de llamamientos públicos han movilizado un equipo de diez
auxiliares voluntarios para los BORN.
SELECCIÓN
DE LOS PADRES.
Cada solicitud requiere un trabajo considerable. Ante todo, hay que
asegurarse de que los candidatos reúnen todas las condiciones que
prescribe la ley belga; un miembro del matrimonio debe tener por lo
menos treinta años de edad, y la pareja debe llevar casada un mínimo
de cinco años.
El
personal de ¨TERRE
DES HOMMES¨
establece siempre contacto directo con las familias. Algunas de las
ayudantes de ROSY
BORN,
que efectúan las investigaciones de la situación de los matrimonios
solicitantes, son ellas mismas madres adoptivas. Son absolutamente
indiferentes a los credos políticos y religiosos y hasta al nivel
cultural de los candidatos. Para valorar una valoración precisa de
un ambiente familiar, realizan frecuentes visitas inesperadas,
aceptan invitaciones a comer, charlan con los hijos de la familia
cuando los hay, y entrevistan a los abuelos e incluso a los tíos.
Por
su parte, las familias elegidas por la asociación están
generalmente decididas a no dejar que nada se interponga en el camino
del logro de sus aspiraciones. Esto incluye los gastos, que no son,
ni mucho menos, insignificantes. Por ejemplo; el pasaje aéreo
(18.100 francos belgas unas
veintisiete mil pesetas_de Seúl a Bruselas) y los gastos legales y
médicos, lo cual asciende a un total de unos 32.000 francos belgas
(47.000 pesetas aproximadamente). Esta clase de desembolso representa
normalmente un verdsadero sacrificio, puesto que los aspirantes son,
en su inmensa mayoría, familias de ingresos no muy elevados. La
familia O., de Charleroi marido y mujer son empleados de banca_, ha
tenido que renunciar a sus vacaciones el año pasado para pagar los
gastos de LYI,
SU PEQUEÑA COREANA.
Los dos hijos, de once y quince años, de la familia G., de Mons,
sugirieron que se retrasara un año la pintura de su habitación
¨para
pagar el viaje de la hermanita¨ que esperaban.
La
tortura más grande para los padres adoptivos es la espera. Pueden
transcurrir largos meses entre la aprobación de una solicitud y la
llegada a Bélgica de la criatura. La primera impresión que tienen
del huérfano es una fotografía que les da la asistente que ha
realizado la investigación de su situación económica y demás
circunstancias. Todas las madres que han tenido esa experiencia me
han confesado que ¨es
un momento de inolvidable gozo¨.
La fotografía, con su marco, se coloca en el aparador del comedor; y
a veces se hacen copias para repartirlas entre los demás miembros de
la familia.
Pero
la alegría cede pronto a la ansiedad; todos empiezan a experimentar
una terrible sensación de amor frustrado, de impotencia, que sólo
pueden describir aquellos que han pasado por dicho trance. ¨Cuando
una madre lleva un hijo en su seno, sabe que nadie se lo puede
arrebatar¨, explica
Marie Thérese Dauphin, esposa de un químico y madre de tres hijos
propios. ¨Pero ¿cómo asegurar la vida de ese otro hijo que ya ama
y que todavía está tan lejos? Recuerdo que, todas las mañanas,
cuando preparaba el desayuno de mis niños antes de que se fueran al
colegio, pensaba en KIM
(que seguramente estaría padeciendo hambre)
y lloraba de rabia por mi imposibilidad de acudir en su socorro¨.
AYUDA
REPARADORA.
La mayor aventura de todas empieza cuando el huérfano llega a su
nuevo hogar. Aun a los tres o cuatro años de edad, un
viaje en avión no basta para borrar de su mente los recuerdos del
pasado. Después de tantas miserias y penalidades, todos estos
pequeños se han de enfrentar aún a un largo y difícil período de
aprendizaje de la felicidad.
En
primer lugar, la mayoría de ellos llegan en un lamentable estado
físico. El
doctor ANDRÉ LIBIÓN, PEDIATRA DE BRUSELAS, DICE QUE ¨EL PESO DE
LA MAYORÍA DE LOS NIÑOS QUE YO HE EXAMINADO ERA ENTRE UN VEINTE Y
UN VEINTICINCO POR CIENTO INFERIOR AL NORMAL¨. Debido a su mala
alimentación y que ni siquiera es abundante_, padecen todos
trastornos digestivos y síntomas de RAQUITISMO: estómagos
hinchados, costillas deformadas, apreciable grosor de los huesos de
la muñeca.
El
día de Navidad, veinticuatro horas después de su llegada de Seúl,
LEILA,
de tres años de edad, fue llevada presurosamente a un hospital con
una seria dolencia intestinal.
¨Tuvimos
que obligarla a quedarse en el hospital Saint-Pierre¨, nos dice
Louise Opdebeech. ¨Se aferraba a mí con toda su fuerza. Jamás
olvidaré la mirada que tenía en los ojos; decía con más claridad
que con cualquier palabra; ´¡También tú me abandonas!´´´
LEILA
pasó tres semanas en el hospital. Todos los días sin falta, la hora
del almuerzo la pasaba Pierre Opdebeeck a los pies de su cama; cuando
tenía que marcharse era relevado por su esposa, que se quedaba en el
hospital hasta las ocho de la noche. Durante las dos semanas
siguientes de convalecencia en casa, no dejaron sola a la niña un
instante. Con esta clase de vigilancia y amor, todas las familias
que han adoptado niños de ¨Terre des Hommes¨ han conseguido
devolverles la salud en el término de un año después de su
llegada.
Labor
aún más ardua, sin embargo, es hacerle olvidar la conmoción
psicológica y la impresión de falta de cariño, que son el fruto
que estos huérfanos han sacado de la miseria y la guerra. En el
hogar de los R., JAIPAL,
niño indio de cuatro años, se negaba a dormir solo. Sin rabietas,
sin llantinas; únicamente ofrecía una suave y resignada
resistencia. Se levantaba silenciosamente en medio de la noche y se
deslizaba como una sombra en la alcoba de sus nuevos padres. Allí se
acurrucaba al pie de la cama como un animalito. Una, dos, diez veces,
su madre lo cogía tiernamente en brazos, meciéndole amorosamente
hasta que se dormía y volvía a ponerlo en la cuna. Se necesitaron
meses de inagotable perseverancia, de caricias para librar a Jaipal
de su terror a la noche.
Los
padres que adoptan niños de otra raza encuentran un problema
particularmente delicado; ¿deben
ocultar a estas criaturas ¨la verdad¨ de por qué, a diferencia de
la mayoría de los niños adoptados, son físicamente distintos de
sus padres?
Para evitar que sus niños sufran irremediablemente el daño de
revelaciones repentinas e inesperadas, todos los padres de ¨Terre
des Hommes¨ les ha dicho la verdad con las más tiernas y dulces
palabras que eran capaces de pronunciar. Y esa verdad siempre ha sido
bien recibida. ¨Precisamente por lo bueno que yo era es por lo que
mamá me escogió¨, dice NGUYEN,
de seis años, que incluso aprovecha esto como pretexto para
imponerse a sus hermanos mayores. MI-HEE,
de siete años, anuncia frecuentemente a su madre el delicioso
compendio que ella misma se ha hecho de su situación, diciendo;
¨¿YO?
¡Yo no he nacido en ningún hospital! Salí de tu barriga en
Zaventem¨.
Todos
estos esfuerzos y paciencia han producido un abundante fruto.
Viajando por Bélgica, he podido calibrar cuán grande es la misión
de salvamento realizada por docenas de familias, que están mostrando
generosidad que debiera servir de ejemplo para todas
las naciones ricas del mundo.
Siempre
que he expresado mi admiración por ellas, me conmovió la similitud
de las respuestas. Porque todos creen que han recibido infinitamente
más de lo que han dado.
POR
VIRGINIE HENBY