Ya
es hora de saber toda la verdad
sobre
este reptil tan temido
Una
fría mañana de diciembre, dos de los albañiles que trabajaban en
la construcción de una casa en las afueras de Segovia descubrieron,
en un agujero tapado con una piedra, una veintena de víboras
entrelazadas. Los obreros, tras el susto inicial, avisaron a sus
compañeros, y todos las observaron con curiosidad durante algunos
instantes. De repente, uno de ellos empezó a golpearlas con un palo;
los demás no tardaron en imitarlo. En pocos minutos, todas la
víboras habían muerto.
Cada
año mueren en España miles de estos reptiles, víctimas del miedo,
la aversión a los prejuicios del hombre hacia las serpientes. Se
considera que la víbora, a causa de su lengua bífida y del
sibilante sonido que produce, de sus movimientos imprevisibles, de la
¨ desagradable viscosidad ¨ de su piel y de sus mortales
colmillos, es un peligroso enemigo que debe ser aniquilado antes de
que, a su vez, tenga ocasión de matar.
Este
dudoso punto de vista resulta un tanto
vergonzoso, porque las víboras pueden ser aunque muy pocas personas
lo saben_un útil aliado del hombre.
Por ejemplo, este reptil, sólo a veces dañino, juega
un papel destacado en el delicado equilibrio ecológico. Según don
Alfredo Salvador, conocido herpetólogo y miembro del Departamento de
Zoología de la Universidad Complutense, ¨ como su alimentación se
basa en gran medida en los ratones, la disminución del número de
víboras podría provocar un aumento considerable de la población
roedora, lo que acarrearía graves consecuencias, sobre todo en el
campo, donde estos animales causan graves destrozos en las cosechas ¨
.
Además,
la víbora se ha convertido en colaboradora del hombre en otro
terreno; la
medicina. Si bien es cierto que su ponzoña es un peligroso veneno
para la sangre y el sistema nervioso, estos riesgos quedan
compensados por los beneficios que aporta a muchos enfermos. Hace ya
tiempo que químicos y farmacológicos conocen sus propiedades
curativas y utilizan esta ponzoña en medicamentos contra las
enfermedades
reumáticas, las convulsiones y los trastornos circulatorios.
¨
Frecuentemente, el motivo de la injusta aversión que la gente siente
hacia los reptiles es la superstición ¨ , afirma don Ramón
Madariaga, director de relaciones públicas de ADENA ( Asociación
para la Defensa de la Naturaleza ). La
víbora no es tan peligrosa como se cree, y, sin embargo, su mismo
nombre se usa
peyorativamente.´ Eres una víbora ´, se dice a menudo, con lo cual
el animal carga con culpas no sólo suyas, sino también del hombre
¨ .
En
España hay tres clases de víboras. La
Vipera berus, que puede alcanzar los ochenta centímetros, se
encuentra, pero apenas se ve, en el norte (
Galicia, costas cántabra y Vascongadas ).
La
Vipera aspis, o áspid,
que vive en la cordillera Ibérica y en los Pirineos, mide unos 65
centímetros y resulta quizá la más temible, ya que su picadura es
la más mortífera de todas las víboras; es bien conocida por haber
sido el instrumento con que Cleopatra
se suicidó.
La
Vipera latasti
es la más típicamente española. Se encuentra por toda la
península, excepto en los Pirineos y la cordillera cantábrica. De
menor tamaño que sus compañeras ( Unos sesenta centímetros ), se
reconoce fácilmente por su prominente hocico.
Aunque
la gente considera a las víboras agresivas y rápidas como un rayo,
de hecho todas son extremadamente tímidas y huyen al menor signo de
peligro. Además, son sordas, sólo pueden ver los objetos que se
mueven y no se desplazan más velozmente que un hombre andando a paso
normal. Dice don Eduardo Vicente Aparicio, en un artículo titulado ¨
Serpientes ¨ , publicado en Vida Silvestre ( revista del Instituto
Nacional para la Conservación de la Naturaleza ): ¨ Las personas
que eligen un lugar en ruinas para descansar y, tras reponer fuerzas,
curiosean su recinto, deben mover previamente las piedras o árboles
caídos con un bastón o una rama para que los reptiles que pudiera
haber huyan a sus refugios, pues son asustadizos por naturaleza y
prefieren esconderse ¨ .
El
color básico de las víboras españolas es muy variable, entre
marrón y pardo_excepto el de la aspis; rojizo
obscuro_con una raya negra en zigzag sobre el lomo.
Sin embargo, parece ser que hay muchas variantes, aunque en nuestro
país aún no se han estudiado a fondo. En general,
la víbora toma el color dominante de su medio. No es raro encontrar
víboras berus melánicas o albinas.
La
víbora es fácilmente identificable por su cola_mucho menor que la
de los demás reptiles_y por su pupila. Mientras todas las demás
serpientes españolas tienen las pupilas redondas,
las de la víbora son hendiduras
elipsoides verticales, muy dilatables, semejantes a las de los gatos,
propias de un animal que hace vida nocturna.
Explica
el doctor don Luis Blas Aritio, biólogo del ICONA y director de la
revista Vida Silvestre:
¨
Para diferenciar con seguridad una víbora de una culebra en plena
naturaleza, un buen método consite
en apretar la cabeza del ofidio contra el suelo con ayuda de un palo
ahorquillado. Una vez así sujeta, podemos observar con detenimiento
y sin peligro el tamaño de las placas de la cabeza.
En las culebras, entre el ojo y la mandíbula superior existe una
sola fila de placas, mientras que en las víboras hay dos o más
filas de placas¨.
La
distancia máxima a la que una víbora enrollada puede atacar es de
unos veinte centímetros. Normalmente, la serpiente se desliza sobre
la tierra mediante una rítmica ondulación de sus numerosas
costillas, que, unidas con mucha flexibilidad a la columna vertebral,
aparecen en todo el cuerpo del reptil, de la cabeza a la cola. Los
ofidios necesitan una superficie rugosa para emplear este sistema de
locomoción. Se han dado casos en que las víboras perecieron en
hoyos formados en arena fina, ya que son incapaces de conseguir la
tracción necesaria sobre un suelo resbaladizo.
Es
excelente cazadora, y en esta cualidad reside parte del valor que
tiene para el hombre. Su
principal alimento son los ratones y otros pequeños roedores, así
como lagartijas. La berus, además se alimenta ocasionalmente de
ranas y aves menores. Para su aprovisionamiento, la víbora utiliza
principalmente su sentido olfativo, que está muy desarrollado.
Mediante su lengua bífida y ondulante selecciona un olor a un órgano
muy sensible que se encuentra en el paladar. Incluso en la más
obscura de las madrigueras subterráneas, la víbora puede conseguir
el alimento necesario.
La
primera víbora que encuentra un ratón suele ser también la última.
Cuando el reptil está en su posición típica de ataque, formando
una ese, no hay escape posible para la víctima. Con las mandíbulas
completamente abiertas, proyecta hacia delante la parte superior de
su cuerpo y hunde los colmillos _ a través de los cuales inyecta el
veneno contenido en unas bolsas situadas detrás de los ojos_en la
presa. En pocos minutos, el ratón está muerto.
A
continuación, la víbora debe trabajar duramente. Palpa con su
lengua la cabeza de la víctima, que es la parte que puede asir con
más facilidad con sus afilados dientes. Envuelve con sus mandíbulas
el cuerpo de su presa y se la traga. Su garganta es tan dilatable que
le permite ingerir presas mucho mayores que su propia cabeza.
El
profesor don Santiago Castroviejo capturó en una ocasión una víbora
que tenía un enorme bulto en la mitad superior de su cuerpo. Al
sentirse atrapado, el reptil devolvió espontáneamente tres pequeños
ratones enteros. El peso de las presas excedía en algunos gramos al
del ofidio.
La
víbora es un animal de sangre fría y pierde su movilidad cuando la
temperatura ambiente es inferior a unos tres grados centígrados. Por
tanto, a finales de otoño las serpientes entran en hibernación, y
pasan los meses de invierno en grietas profundas o madrigueras
abandonadas. Los primeros días cálidos de la primavera, cuando las
nieves ya se han fundido, vuelven a la superficie.
El apareamiento se convierte entonces en una necesidad primordial,
más aún que el alimento.
Sin
embargo, antes de que se realice la ceremonia nupcial, los machos
deben entregarse a una especie de danza o lucha ritual en la que se
disputan la hembra. Elevan
la parte superior del cuerpo, y los luchadores se empujan mutuamente
durante varios minutos formando un corro;
el llamado nudo de víboras. Evitan
utilizar los colmillos como armas, y se golpean entre sí hasta que
el más débil emprende la huida.
Entonces, el vencedor se aproxima a la hembra silbando, deslizándose
cinco o seis veces a lo largo de todo su cuerpo. Súbitamente, los
cuerpos se entrelazan y se produce el apareamiento.
Unos
cuatro meses después surgen del cuerpo de la madre de cuatro a
veinte crías, que silban ante todo lo que ven a su alrededor. Sus
pequeños colmillos están ya muy desarrollados y son completamente
autónomas desde el mismo momento en que nacen.
Las
víboras recién nacidas miden de catorce a veintitrés centímetros
y crecerán durante toda su vida. Alcanzan una longitud media de
cincuenta a sesenta centímetros; en raros casos, de ochenta. Pueden
vivir hasta veinticinco años. Su escamosa piel sólo crece mientras
permanece fresca y elástica. Y,
en contra de lo que se cree, no es viscosa y resbaladiza, sino seca y
suave al tacto. Una
víbora joven cambia de piel cada dos o tres semanas.
Una más vieja, dos o tres veces al año.
Cuando
llega la época de la primera hibernación, las crías nacidas ese
año han sido diezmadas por muchos enemigos naturales. Las
águilas culebreras y las aves rapaces nocturnas les conceden poca
clemencia, pero también son devoradas _ tanto las crías como las
adultas_ por el erizo, el jabalí, la mangosta española o ¨
meloncillo ¨ y, aunque no se sabe con certeza, por la
gran
culebra bastarda.
Pero
el principal enemigo de la víbora es el hombre.
La mayoría de nosotros matará a la asustadiza criatura nada más
verla, en vez de permitirle escapar. Don Eduardo Vicente Aparicio
afirma: ¨
La víbora sólo muerde al hombre para defenderse cuando no tiene
otra alternativa ¨ .
Por su parte, don Alfredo Salvador dice: ¨ Siempre que una víbora
ataca es porque ha sido molestada previamente. Si no se la pisa o se
la hace algún daño, el reptil huirá en cuanto detecte la presencia
del hombre ¨ .
Aunque
la picadura de la víbora es peligrosa y causa mucho dolor, rara vez
resulta mortal. Los niños son los mñas sensibles a dicha picadura,
ya que tienen menos defensas biológicas que oponerle. Sin embargo,
como afirma don Ramón Madariaga, ¨ el número de niños que mueren
a causa de picaduras de víboras es sensiblemente menor que el de los
que perecen por mordeduras de cerdos o ratas ¨ .
Los
técnicos coinciden que si se sufre una picadura de víbora, el mejor
tratamiento es aplicarse un torniquete sobre la herida ( no muy
rígido, para evitar que entorpezca la circulación y cauce la
gangrena ), hacer una incisión próxima a la herida, para extraer la
sangre envenenada, y conseguir rápidamente atención médica. Pero
no se debe succionar la herida con los labios, hacer movimientos
bruscos o andar de prisa, ni beber alcohol,si bien es recomendable
una taza de café puro y fuerte.
En
Galicia también tuve la suerte de encontrar personas amigas de los
reptiles. En su casa familiar de Tirán ( Pontevedra ), el escritor
don José María Castroviejo ha tenido siempre numerosos animales de
las más distintas especies; entre ellos, lobos, azores y serpientes.
Esta afición a fomentado el interés de sus hijos por la naturaleza.
Nunca olvidaré lo que me ocurrió hace ya algún tiempo, cuando
paseaba con uno de éstos por el campo. De
pronto, encontramos una víbora tomando el sol sobre una piedra. Mi
primer movimiento fue de alarma; pero el niño, de unos diez años,
inmovilizó al reptil contra el suelo, apretándolo por detrás de la
cabeza con un bastón, por donde luego lo cogió con cuidado. ¨ No
te asustes ¨, me dijo; ¨ no te hará ningún daño. La guardaré
para estudiarla. Todos los animales son nuestros amigos sabiendo
tratarlos, y debemos conocerlos ¨.
POR
JACOBO G. BLANCO-CICERÓN
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