jueves, 29 de enero de 2015

LEYENDA DE LA VÍBORA.



Ya es hora de saber toda la verdad
  sobre este reptil tan temido


Una fría mañana de diciembre, dos de los albañiles que trabajaban en la construcción de una casa en las afueras de Segovia descubrieron, en un agujero tapado con una piedra, una veintena de víboras entrelazadas. Los obreros, tras el susto inicial, avisaron a sus compañeros, y todos las observaron con curiosidad durante algunos instantes. De repente, uno de ellos empezó a golpearlas con un palo; los demás no tardaron en imitarlo. En pocos minutos, todas la víboras habían muerto.
Cada año mueren en España miles de estos reptiles, víctimas del miedo, la aversión a los prejuicios del hombre hacia las serpientes. Se considera que la víbora, a causa de su lengua bífida y del sibilante sonido que produce, de sus movimientos imprevisibles, de la ¨ desagradable viscosidad ¨ de su piel y de sus mortales colmillos, es un peligroso enemigo que debe ser aniquilado antes de que, a su vez, tenga ocasión de matar.
Este dudoso punto de vista resulta un tanto vergonzoso, porque las víboras pueden ser aunque muy pocas personas lo saben_un útil aliado del hombre. Por ejemplo, este reptil, sólo a veces dañino, juega un papel destacado en el delicado equilibrio ecológico. Según don Alfredo Salvador, conocido herpetólogo y miembro del Departamento de Zoología de la Universidad Complutense, ¨ como su alimentación se basa en gran medida en los ratones, la disminución del número de víboras podría provocar un aumento considerable de la población roedora, lo que acarrearía graves consecuencias, sobre todo en el campo, donde estos animales causan graves destrozos en las cosechas ¨ .
Además, la víbora se ha convertido en colaboradora del hombre en otro terreno; la medicina. Si bien es cierto que su ponzoña es un peligroso veneno para la sangre y el sistema nervioso, estos riesgos quedan compensados por los beneficios que aporta a muchos enfermos. Hace ya tiempo que químicos y farmacológicos conocen sus propiedades curativas y utilizan esta ponzoña en medicamentos contra las enfermedades reumáticas, las convulsiones y los trastornos circulatorios.
¨ Frecuentemente, el motivo de la injusta aversión que la gente siente hacia los reptiles es la superstición ¨ , afirma don Ramón Madariaga, director de relaciones públicas de ADENA ( Asociación para la Defensa de la Naturaleza ). La víbora no es tan peligrosa como se cree, y, sin embargo, su mismo nombre se usa peyorativamente.´ Eres una víbora ´, se dice a menudo, con lo cual el animal carga con culpas no sólo suyas, sino también del hombre ¨ .
En España hay tres clases de víboras. La Vipera berus, que puede alcanzar los ochenta centímetros, se encuentra, pero apenas se ve, en el norte ( Galicia, costas cántabra y Vascongadas ).
La Vipera aspis, o áspid, que vive en la cordillera Ibérica y en los Pirineos, mide unos 65 centímetros y resulta quizá la más temible, ya que su picadura es la más mortífera de todas las víboras; es bien conocida por haber sido el instrumento con que Cleopatra se suicidó.
La Vipera latasti es la más típicamente española. Se encuentra por toda la península, excepto en los Pirineos y la cordillera cantábrica. De menor tamaño que sus compañeras ( Unos sesenta centímetros ), se reconoce fácilmente por su prominente hocico.
Aunque la gente considera a las víboras agresivas y rápidas como un rayo, de hecho todas son extremadamente tímidas y huyen al menor signo de peligro. Además, son sordas, sólo pueden ver los objetos que se mueven y no se desplazan más velozmente que un hombre andando a paso normal. Dice don Eduardo Vicente Aparicio, en un artículo titulado ¨ Serpientes ¨ , publicado en Vida Silvestre ( revista del Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza ): ¨ Las personas que eligen un lugar en ruinas para descansar y, tras reponer fuerzas, curiosean su recinto, deben mover previamente las piedras o árboles caídos con un bastón o una rama para que los reptiles que pudiera haber huyan a sus refugios, pues son asustadizos por naturaleza y prefieren esconderse ¨ .
El color básico de las víboras españolas es muy variable, entre marrón y pardo_excepto el de la aspis; rojizo obscuro_con una raya negra en zigzag sobre el lomo. Sin embargo, parece ser que hay muchas variantes, aunque en nuestro país aún no se han estudiado a fondo. En general, la víbora toma el color dominante de su medio. No es raro encontrar víboras berus melánicas o albinas.
La víbora es fácilmente identificable por su cola_mucho menor que la de los demás reptiles_y por su pupila. Mientras todas las demás serpientes españolas tienen las pupilas redondas, las de la víbora son hendiduras elipsoides verticales, muy dilatables, semejantes a las de los gatos, propias de un animal que hace vida nocturna.
Explica el doctor don Luis Blas Aritio, biólogo del ICONA y director de la revista Vida Silvestre:
¨ Para diferenciar con seguridad una víbora de una culebra en plena naturaleza, un buen método consite en apretar la cabeza del ofidio contra el suelo con ayuda de un palo ahorquillado. Una vez así sujeta, podemos observar con detenimiento y sin peligro el tamaño de las placas de la cabeza. En las culebras, entre el ojo y la mandíbula superior existe una sola fila de placas, mientras que en las víboras hay dos o más filas de placas¨.
La distancia máxima a la que una víbora enrollada puede atacar es de unos veinte centímetros. Normalmente, la serpiente se desliza sobre la tierra mediante una rítmica ondulación de sus numerosas costillas, que, unidas con mucha flexibilidad a la columna vertebral, aparecen en todo el cuerpo del reptil, de la cabeza a la cola. Los ofidios necesitan una superficie rugosa para emplear este sistema de locomoción. Se han dado casos en que las víboras perecieron en hoyos formados en arena fina, ya que son incapaces de conseguir la tracción necesaria sobre un suelo resbaladizo.
Es excelente cazadora, y en esta cualidad reside parte del valor que tiene para el hombre. Su principal alimento son los ratones y otros pequeños roedores, así como lagartijas. La berus, además se alimenta ocasionalmente de ranas y aves menores. Para su aprovisionamiento, la víbora utiliza principalmente su sentido olfativo, que está muy desarrollado. Mediante su lengua bífida y ondulante selecciona un olor a un órgano muy sensible que se encuentra en el paladar. Incluso en la más obscura de las madrigueras subterráneas, la víbora puede conseguir el alimento necesario.
La primera víbora que encuentra un ratón suele ser también la última. Cuando el reptil está en su posición típica de ataque, formando una ese, no hay escape posible para la víctima. Con las mandíbulas completamente abiertas, proyecta hacia delante la parte superior de su cuerpo y hunde los colmillos _ a través de los cuales inyecta el veneno contenido en unas bolsas situadas detrás de los ojos_en la presa. En pocos minutos, el ratón está muerto.
A continuación, la víbora debe trabajar duramente. Palpa con su lengua la cabeza de la víctima, que es la parte que puede asir con más facilidad con sus afilados dientes. Envuelve con sus mandíbulas el cuerpo de su presa y se la traga. Su garganta es tan dilatable que le permite ingerir presas mucho mayores que su propia cabeza.
El profesor don Santiago Castroviejo capturó en una ocasión una víbora que tenía un enorme bulto en la mitad superior de su cuerpo. Al sentirse atrapado, el reptil devolvió espontáneamente tres pequeños ratones enteros. El peso de las presas excedía en algunos gramos al del ofidio.
La víbora es un animal de sangre fría y pierde su movilidad cuando la temperatura ambiente es inferior a unos tres grados centígrados. Por tanto, a finales de otoño las serpientes entran en hibernación, y pasan los meses de invierno en grietas profundas o madrigueras abandonadas. Los primeros días cálidos de la primavera, cuando las nieves ya se han fundido, vuelven a la superficie. El apareamiento se convierte entonces en una necesidad primordial, más aún que el alimento.
Sin embargo, antes de que se realice la ceremonia nupcial, los machos deben entregarse a una especie de danza o lucha ritual en la que se disputan la hembra. Elevan la parte superior del cuerpo, y los luchadores se empujan mutuamente durante varios minutos formando un corro; el llamado nudo de víboras. Evitan utilizar los colmillos como armas, y se golpean entre sí hasta que el más débil emprende la huida. Entonces, el vencedor se aproxima a la hembra silbando, deslizándose cinco o seis veces a lo largo de todo su cuerpo. Súbitamente, los cuerpos se entrelazan y se produce el apareamiento.
Unos cuatro meses después surgen del cuerpo de la madre de cuatro a veinte crías, que silban ante todo lo que ven a su alrededor. Sus pequeños colmillos están ya muy desarrollados y son completamente autónomas desde el mismo momento en que nacen.
Las víboras recién nacidas miden de catorce a veintitrés centímetros y crecerán durante toda su vida. Alcanzan una longitud media de cincuenta a sesenta centímetros; en raros casos, de ochenta. Pueden vivir hasta veinticinco años. Su escamosa piel sólo crece mientras permanece fresca y elástica. Y, en contra de lo que se cree, no es viscosa y resbaladiza, sino seca y suave al tacto. Una víbora joven cambia de piel cada dos o tres semanas. Una más vieja, dos o tres veces al año.
Cuando llega la época de la primera hibernación, las crías nacidas ese año han sido diezmadas por muchos enemigos naturales. Las águilas culebreras y las aves rapaces nocturnas les conceden poca clemencia, pero también son devoradas _ tanto las crías como las adultas_ por el erizo, el jabalí, la mangosta española o ¨ meloncillo ¨ y, aunque no se sabe con certeza, por la gran culebra bastarda.
Pero el principal enemigo de la víbora es el hombre. La mayoría de nosotros matará a la asustadiza criatura nada más verla, en vez de permitirle escapar. Don Eduardo Vicente Aparicio afirma: ¨ La víbora sólo muerde al hombre para defenderse cuando no tiene otra alternativa ¨ . Por su parte, don Alfredo Salvador dice: ¨ Siempre que una víbora ataca es porque ha sido molestada previamente. Si no se la pisa o se la hace algún daño, el reptil huirá en cuanto detecte la presencia del hombre ¨ .
Aunque la picadura de la víbora es peligrosa y causa mucho dolor, rara vez resulta mortal. Los niños son los mñas sensibles a dicha picadura, ya que tienen menos defensas biológicas que oponerle. Sin embargo, como afirma don Ramón Madariaga, ¨ el número de niños que mueren a causa de picaduras de víboras es sensiblemente menor que el de los que perecen por mordeduras de cerdos o ratas ¨ .
Los técnicos coinciden que si se sufre una picadura de víbora, el mejor tratamiento es aplicarse un torniquete sobre la herida ( no muy rígido, para evitar que entorpezca la circulación y cauce la gangrena ), hacer una incisión próxima a la herida, para extraer la sangre envenenada, y conseguir rápidamente atención médica. Pero no se debe succionar la herida con los labios, hacer movimientos bruscos o andar de prisa, ni beber alcohol,si bien es recomendable una taza de café puro y fuerte.
En Galicia también tuve la suerte de encontrar personas amigas de los reptiles. En su casa familiar de Tirán ( Pontevedra ), el escritor don José María Castroviejo ha tenido siempre numerosos animales de las más distintas especies; entre ellos, lobos, azores y serpientes. Esta afición a fomentado el interés de sus hijos por la naturaleza. Nunca olvidaré lo que me ocurrió hace ya algún tiempo, cuando paseaba con uno de éstos por el campo. De pronto, encontramos una víbora tomando el sol sobre una piedra. Mi primer movimiento fue de alarma; pero el niño, de unos diez años, inmovilizó al reptil contra el suelo, apretándolo por detrás de la cabeza con un bastón, por donde luego lo cogió con cuidado. ¨ No te asustes ¨, me dijo; ¨ no te hará ningún daño. La guardaré para estudiarla. Todos los animales son nuestros amigos sabiendo tratarlos, y debemos conocerlos ¨.

POR JACOBO G. BLANCO-CICERÓN

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