sábado, 24 de enero de 2015

HÉROES CAMPESINOS DE CHINA CONTINENTAL.


Participan en el mayor drama del mundo: la lucha por alimentar a 750 millones de personas

Se les ve en carteles y en las páginas de las revistas de propaganda: alegres, fuertes y entusiastas. Son los campesinos, pasado y futuro de China, a quienes se les ha asignado el papel de héroes.
La revolución de Mao Tse-tung no se basó en los trabajadores industriales de las ciudades (sencillamente, no existían en número suficiente), sino en los campesinos, que representan aproximadamente el 84 por ciento de la población china. Ellos constituyeron la inagotable reserva humana en la guerra contra las fuerzas del generalísimo Chiang Kai-chek y en el trabajo de la reconstrucción. Podían producir cosechas destinadas a la exportación, que darían a China las divisas extranjeras que el país necesitaba urgentemente. Pero, ante todo, son los actores del gran drama de alimentar a la población del país, que crece continuamente.
Nadie, probablemente ni siquiera Pekin, sabe con exactitud cuántos habitantes tiene China continental. Se calculan en no menos de 750 millones, aun cuando bien podrían llegar a 800 millones o más. Y a pesar de que los esfuerzos de planificación familiar han conseguido que el índice anual de crecimiento descienda a menos del dos por ciento, esto todavía significa que cada año nacen diez millones de bocas que alimentar... ! Aproximadamente, el equivalente de la población de Australia!
En gran parte de China continental_casi un noventa por ciento del territorio_ no es posible cultivar nada, ni arroz, ni maiz, ni trigo, ni patatas, ya que el terreno está formado por montañas estériles y planicies desérticas donde apenas crecen algunas hierbas. Incluso donde la tierra es cultivable, el promedio de rendimiento por hectárea es mucho menor que en países agrícolamente más adelantados, como el Japón y los Estados Unidos.
¿Cómo viven los campesinos? Muchos pasaban grandes penurias desde mucho antes de que los comunistas llegaran al poder, y éstos se jactan de que, a partir de la liberación, la suerte de los habitantes del campo ha mejorado notablemente.
La mayor parte de los que visitan China afirman que esto es cierto. De cualquier forma, todavía los caminos de tierra son la regla general, y hay más senderos que caminos; resulta casi increible la escasez de vehículos e incluso de animales de tiro, de modo que es cosa corriente ver campesinos que arrastran carretas o carretillas transportando pesadas cargas.
Sin embargo, la gente está contenta y es capaz de realizar trabajos durísimos. Se oyen risas en los grupos de fuertes mujeres que limpian de malas hierbas los encharcados arrozales, y a los niños se les ve sanos y vivaces.
Desde luego, al forastero no se le permite visitar todas las regiones del país. En las excursiones organizadas oficialmente no se incluyen provincias pobres como Kweichow, ni una zona de intranquilidad como el Tibet, ni provincias fronterizas como Yunnan, Sinkiang o Heiluhg-Kiang. Los occidentales ven principalmente las regiones ricas del litoral oriental.
En dos recientes visitas a China, nos mostraron una comuna del pueblo en la provincia meridional de Kwantung, donde veinte mil personas se dedican fundamentalmente al cultivo del arroz. Nos llevaron luego a una comuna donde se produce algodón, en los alrededores de Shan-ghai; y cerca de Wusih, no lejos de aquella ciudad, visitamos una brigada de producción donde aprendimos mucho acerca de la cría intensiva de peces.
La brigada de la piscifactoría había profundizado recientemente cien o más estanques para poder acomodar más variedades de peces a diferentes niveles; cabezudos en nivel superior; en seguida, peces de cabeza plana debajo, y luego, dos variedades de carpa plateada, todos viviendo en la misma agua. Observamos cómo se hace el dragado bimensual de un estanque, con botes que se acercan hasta que los peces saltan como salmones.
De las zonas vecinas, esta brigada había adoptado también la idea de cultivar perlas artificiales. Vimos unas muchachas que las sacaban de las ostras con diminutas palas. ¿Qué hacían con las perlas? ¿Exportarlas para collares? No, nos contestaron. Las perlas se usan en la medicina tradicional china. Son muy buenas para los ojos.
En general, pudimos atreciar que los pueblos situados dentro de un radio de cincuenta kilómetros de una ciudad grande son los que viven mejor. Cerca de Shanghai, los campesinos ganan dinero extra haciendo complicadas labores de cestería, y las mujeres aumentan los ingresos colectivos trabajando en fábricas de la localidad, que tienen subcontratos de las grandes organizaciones industriales urbanas. Visitamos un gran cobertizo donde unas treinta o cuarenta campesinas estaban confeccionando vestidos con máquinas de coser que ellas mismas habían comprado, y haciendo a destajo zapatos de fieltro y goma. En ciertas épocas del año, los campesinos van a las ciudades para trabajar en las fábricas. Además de producir los cupos de arroz o de trigo que el Estado les fija, cultivan hortalizas que venden en la ciudad.
La organización general de la agricultura y de la vida es parecida en toda China. En la base está el equipo de producción, que corresponde a una o dos aldeas. En orden ascendente, siguen la brigada de producción, la comuna popular, el distrito, la provincia y por último el gobierno de Pekin.
Funcionarios de alto nivel deciden con el Estado qué cantidad de grano se debe entregar como impuesto y cuánto se venderá a precios fijos. Siempre se ejerce presión desde arriba para que se aumente la producción. A nivel de comuna se hacen planes para grandes proyectos que necesitan del esfuerzo conjunto de muchas aldeas, como regadíos, presas, caminos y repoblación forestal. Pero las aldeas tienen mucha libertad para decidir cómo se deben gastar los frutos de su trabajo, una vez que se ha satisfecho las necesidades del Estado. Son ellas las que deciden si se ha de comprar nueva maquinaria o más abono (China consume unos veintidós millones de toneladas al año), qué se va a hacer en materia de escuelas, o con las personas que por su edad ya no pueden trabajar y qué cultivos especiales se deben practicar para obtener mayores y mejores beneficios.
Hoy se permite la existencia de parcelas privadas de unos ochenta metros cuadrados, por término medio. Estas se distinguen inmediatamente al recorrer el campo; la monotonía de una gran superficie sembrada de arroz o trigo se rompe súbitamente con zonas pequeñas donde una sorprendente variedad de hortalizas y árboles frutales traza dibujos vivaces e irregulares en el paisaje.
El campesino puede conservar el producto obtenido de su parcela, pero los cerdos tienen que entregarse a la colectividad, si bien el campesino tiene derecho prioritario sobre una cierta proporción de la carne que producen.
Los tejidos de algodón, el arroz y el aceite para cocinar están racionados en cantidades que varían en distintas partes del país. Por ejemplo, en el distrito de Shun-teh la ración de arroz asignada a una persona sólo basta para veintiséis días del mes, y tiene que complementarse con batatas o maíz. Pero hay un activo mercado libre de carne de cerdo, pescado y aceite para cocinar. Cuando se celebra alguna boda, nunca es difícil conseguir suficientes alimentos para la fiesta.
La tradición perdura aún en las ceremonias matrimoniales; la novia y el novio se inclinan tocando el suelo con la frente ante las tablillas ancestrales, como muestra del más profundo respeto. El novio lleva todavía bandas de color escarlata cruzadas sobre el pecho; la novia viste de ceremonia. Los invitados frecuentemente llevan como regalo grandes piezas de tela adornadas con letras de papel dorado que desean a la pareja larga vida y fecundidad. Las letras se pueden desprender después para utilizar la tela con fines prácticos.
La típica jornada de trabajo en los pueblos es de siete a once de la mañana y de dos a seis de la tarde, con tres horas para el almuerzo. Los niños pequeños van a una guardería mientras sus padres trabajan en el campo. Estos pasan a recogerlos al mediodía y después de terminar la faena de la tarde. Por este servicio se cobra una pequeña suma; el equivalente de unas 43 pesetas al mes.
En las excursiones por la campiña china que el gobierno organiza para los visitantes, se da mucha información oficial y demasiados datos estadísticos. Es muy difícil entrar en contacto con el pueblo que vive en los campos. Siempre se habla de las comidas, la jornada de trabajo, la hora a que la gente se acuesta o se levanta, los niños y el tiempo. Pero entre los campesinos nadie critica jamás al régimen en presencia de un forastero. En sus conversaciones con nosotros, dirigentes y altos funcionarios reconocieron que China todavía está atrasada, pero cuando surgieron cuestiones políticas, nadie dijo nada diferente del contenido de la Revista de Pekin o el Diario del Pueblo.
En una aldea cercana a la antigua ciudad de Suchow, pudimos apreciar la fortaleza de los campesinos chinos. Preguntamos si hacía frío en invierno y nos contestaron:
_Sí, bastante frío en mitad del invierno.
_¿Qué clase de calefacción usan ustedes? ¿Tienen kang? (El kang es una primitiva pero eficaz forma de calefacción, una especie de gloria en la cual la mitad del suelo está en alto y se calienta por debajo mediante un fuego de carbón vegetal. Por la noche todos duermen en él.)
_ No _ nos contestaron_. Solamente los habitantes del norte tienen kang. Nosotros no nos preocupamos gran cosa de la calefacción.
_¿No nieva en el invierno?
_Sí, a veces caen hasta treinta centímetros de nieve, pero por lo general no dura mucho.
_¿Y no tienen absolutamente nada de calefacción?
_Tenemos nuestra ropa guateada, y grandes botellas metálicas de agua que mantienen la cama caliente toda la noche.
_¿Y qué hacen ustedes al anochecer?
_Por la noche no hay gran cosa que hacer. Aquí casi todos se acuestan poco después de las ocho y se levantan más o menos a las cinco, tan pronto como hay luz.
En los lugares donde se dispone de electricidad, los habitantes tienen mucho cuidado con las bombillas. Una choza iluminada por una bombilla de veinticinco vatios nos parece a nosotros muy triste, pero los aldeanos chinos dicen que es iluminación más que suficiente para lo que ellos necesitan, puesto que no leen de noche. En cierta ocasión visité, acompañado de un equipo de televisión, una aldea cuyo sistema eléctrico asombró a mis técnicos. ¨La instalación de este pueblo está hecha con alambre de embalaje¨, me dijeron; ¨pero lo cierto es que funciona¨.
En un viaje que hicimos esta primavera a una aldea cercana a la población de Wusih nos enteramos de que los aldeanos no tienen por lo general que pagar renta, y al parecer a veces son propietarios de las casas en que viven.
En la provincia de Kwagtung nos dijeron que un individuo puede comprar los materiales para construir su casa, y edificarla él mismo con la qyuda de sus vecinos. Entonces pasa a ser de su propiedad, aunque no la puede alquilar ni vender. Preguntamos qué había sido de los antiguos propietarios, y nos dijeron que estos tenían que ¨trabajar para ganarse la entrada¨ antes de ser admitidos como miembros de una gran comuna. Los hijos de los antiguos propietarios están libres de toda discriminación y pueden formar parte de la comuna.
Al terminar sus estudios secundarios, los jóvenes que han recibido educación en las ciudades son enviados al campo para trabajar durante varios años, o acaso de por vida. Preguntamos si no podríamos conocer a algunos de estos jóvenes, y entonces nos presentaron a una docena de chicos y chicas muy inteligentes a quienes trajeron especialmente a Shanglai desde una comuna para que charlaran con nosotros. Estos jóvenes afirmaban que la vida en el campo era lo mejor que se pueda imaginar. Alguno de nosotros insinuó que, al estar destinados a comunas cercanas a Shanghai, seguramente les había tocado un trabajo relativamente cómodo. Contestaron muy sonrientes que, en realidad, ellos se habían ofrecido como voluntarios para servir en las zonas más remotas, pero el partido los había destinado a aquella zona, y ellos cumplían gustosos la voluntad del partido. (Naturalmente, no todos los muchachos se adaptan fácilmente a la vida en el campo. Algunos tratan de escapar y regresar a las ciudades, o se fugan a Hong Kong.)
A pesar de las dificultades, nada puede ocultar la dura realidad de que China es ante todo un país agrícola que se salvará o perecerá gracias a sus campesinos, y que la producción de alimentos, además de algunos productos destinados a la exportación, como el algodón, tiene que ser la principal preocupación de una China moderna.
Este es el mayor drama del mundo contemporáneo; la lucha continua del pueblo chino en el campo por cosechar alimentos suficientes para una creciente población, y producir el superávit para los fabricantes de acero, los constructores de buques y los obreros industriales que pondrán a China a la altura del siglo XX.

POR ANTHONY E IRMGARRD LAWRENCE.

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