Participan
en el mayor drama del mundo: la lucha por alimentar a 750 millones de
personas
Se
les ve en carteles y en las páginas de las revistas de propaganda:
alegres, fuertes y entusiastas. Son los campesinos, pasado y futuro
de China, a quienes se les ha asignado el papel de héroes.
La
revolución de Mao Tse-tung no se basó en los trabajadores
industriales de las ciudades (sencillamente, no existían en número
suficiente), sino en los campesinos, que representan aproximadamente
el 84 por ciento de la población china. Ellos constituyeron la
inagotable reserva humana en la guerra contra las fuerzas del
generalísimo Chiang Kai-chek y en el trabajo de la reconstrucción.
Podían producir cosechas destinadas a la exportación, que darían a
China las divisas extranjeras que el país necesitaba urgentemente.
Pero, ante todo, son los actores del gran drama de alimentar a la
población del país, que crece continuamente.
Nadie,
probablemente ni siquiera Pekin, sabe con exactitud cuántos
habitantes tiene China continental. Se calculan en no menos de 750
millones, aun cuando bien podrían llegar a 800 millones o más. Y a
pesar de que los esfuerzos de planificación familiar han conseguido
que el índice anual de crecimiento descienda a menos del dos por
ciento, esto todavía significa que cada año nacen diez millones de
bocas que alimentar... ! Aproximadamente, el equivalente de la
población de Australia!
En
gran parte de China continental_casi un noventa por ciento del
territorio_ no es posible cultivar nada, ni arroz, ni maiz, ni trigo,
ni patatas, ya que el terreno está formado por montañas estériles
y planicies desérticas donde apenas crecen algunas hierbas. Incluso
donde la tierra es cultivable, el promedio de rendimiento por
hectárea es mucho menor que en países agrícolamente más
adelantados, como el Japón y los Estados Unidos.
¿Cómo
viven los campesinos? Muchos pasaban grandes penurias desde mucho
antes de que los comunistas llegaran al poder, y éstos se jactan de
que, a partir de la liberación, la suerte de los habitantes del
campo ha mejorado notablemente.
La
mayor parte de los que visitan China afirman que esto es cierto. De
cualquier forma, todavía los caminos de tierra son la regla general,
y hay más senderos que caminos; resulta casi increible la escasez de
vehículos e incluso de animales de tiro, de modo que es cosa
corriente ver campesinos que arrastran carretas o carretillas
transportando pesadas cargas.
Sin
embargo, la gente está contenta y es capaz de realizar trabajos
durísimos. Se oyen risas en los grupos de fuertes mujeres que
limpian de malas hierbas los encharcados arrozales, y a los niños se
les ve sanos y vivaces.
Desde
luego, al forastero no se le permite visitar todas las regiones del
país. En las excursiones organizadas oficialmente no se incluyen
provincias pobres como Kweichow, ni una zona de intranquilidad como
el Tibet, ni provincias fronterizas como Yunnan, Sinkiang o
Heiluhg-Kiang. Los occidentales ven principalmente las regiones ricas
del litoral oriental.
En
dos recientes visitas a China, nos mostraron una comuna del pueblo en
la provincia meridional de Kwantung, donde veinte mil personas se
dedican fundamentalmente al cultivo del arroz. Nos llevaron luego a
una comuna donde se produce algodón, en los alrededores de
Shan-ghai; y cerca de Wusih, no lejos de aquella ciudad, visitamos
una brigada de producción donde aprendimos mucho acerca de la cría
intensiva de peces.
La
brigada de la piscifactoría había profundizado recientemente cien o
más estanques para poder acomodar más variedades de peces a
diferentes niveles; cabezudos en nivel superior; en seguida, peces de
cabeza plana debajo, y luego, dos variedades de carpa plateada, todos
viviendo en la misma agua. Observamos cómo se hace el dragado
bimensual de un estanque, con botes que se acercan hasta que los
peces saltan como salmones.
De
las zonas vecinas, esta brigada había adoptado también la idea de
cultivar perlas artificiales. Vimos unas muchachas que las sacaban de
las ostras con diminutas palas. ¿Qué hacían con las perlas?
¿Exportarlas para collares? No, nos contestaron. Las perlas se usan
en la medicina tradicional china. Son muy buenas para los ojos.
En
general, pudimos atreciar que los pueblos situados dentro de un radio
de cincuenta kilómetros de una ciudad grande son los que viven
mejor. Cerca de Shanghai, los campesinos ganan dinero extra haciendo
complicadas labores de cestería, y las mujeres aumentan los ingresos
colectivos trabajando en fábricas de la localidad, que tienen
subcontratos de las grandes organizaciones industriales urbanas.
Visitamos un gran cobertizo donde unas treinta o cuarenta campesinas
estaban confeccionando vestidos con máquinas de coser que ellas
mismas habían comprado, y haciendo a destajo zapatos de fieltro y
goma. En ciertas épocas del año, los campesinos van a las ciudades
para trabajar en las fábricas. Además de producir los cupos de
arroz o de trigo que el Estado les fija, cultivan hortalizas que
venden en la ciudad.
La
organización general de la agricultura y de la vida es parecida en
toda China. En la base está el equipo de producción, que
corresponde a una o dos aldeas. En orden ascendente, siguen la
brigada de producción, la comuna popular, el distrito, la provincia
y por último el gobierno de Pekin.
Funcionarios
de alto nivel deciden con el Estado qué cantidad de grano se debe
entregar como impuesto y cuánto se venderá a precios fijos. Siempre
se ejerce presión desde arriba para que se aumente la producción. A
nivel de comuna se hacen planes para grandes proyectos que necesitan
del esfuerzo conjunto de muchas aldeas, como regadíos, presas,
caminos y repoblación forestal. Pero las aldeas tienen mucha
libertad para decidir cómo se deben gastar los frutos de su trabajo,
una vez que se ha satisfecho las necesidades del Estado. Son ellas
las que deciden si se ha de comprar nueva maquinaria o más abono
(China consume unos veintidós millones de toneladas al año), qué
se va a hacer en materia de escuelas, o con las personas que por su
edad ya no pueden trabajar y qué cultivos especiales se deben
practicar para obtener mayores y mejores beneficios.
Hoy
se permite la existencia de parcelas privadas de unos ochenta metros
cuadrados, por término medio. Estas se distinguen inmediatamente al
recorrer el campo; la monotonía de una gran superficie sembrada de
arroz o trigo se rompe súbitamente con zonas pequeñas donde una
sorprendente variedad de hortalizas y árboles frutales traza dibujos
vivaces e irregulares en el paisaje.
El
campesino puede conservar el producto obtenido de su parcela, pero
los cerdos tienen que entregarse a la colectividad, si bien el
campesino tiene derecho prioritario sobre una cierta proporción de
la carne que producen.
Los
tejidos de algodón, el arroz y el aceite para cocinar están
racionados en cantidades que varían en distintas partes del país.
Por ejemplo, en el distrito de Shun-teh la ración de arroz asignada
a una persona sólo basta para veintiséis días del mes, y tiene que
complementarse con batatas o maíz. Pero hay un activo mercado libre
de carne de cerdo, pescado y aceite para cocinar. Cuando se celebra
alguna boda, nunca es difícil conseguir suficientes alimentos para
la fiesta.
La
tradición perdura aún en las ceremonias matrimoniales; la novia y
el novio se inclinan tocando el suelo con la frente ante las
tablillas ancestrales, como muestra del más profundo respeto. El
novio lleva todavía bandas de color escarlata cruzadas sobre el
pecho; la novia viste de ceremonia. Los invitados frecuentemente
llevan como regalo grandes piezas de tela adornadas con letras de
papel dorado que desean a la pareja larga vida y fecundidad. Las
letras se pueden desprender después para utilizar la tela con fines
prácticos.
La
típica jornada de trabajo en los pueblos es de siete a once de la
mañana y de dos a seis de la tarde, con tres horas para el almuerzo.
Los niños pequeños van a una guardería mientras sus padres
trabajan en el campo. Estos pasan a recogerlos al mediodía y después
de terminar la faena de la tarde. Por este servicio se cobra una
pequeña suma; el equivalente de unas 43 pesetas al mes.
En
las excursiones por la campiña china que el gobierno organiza para
los visitantes, se da mucha información oficial y demasiados datos
estadísticos. Es muy difícil entrar en contacto con el pueblo que
vive en los campos. Siempre se habla de las comidas, la jornada de
trabajo, la hora a que la gente se acuesta o se levanta, los niños y
el tiempo. Pero entre los campesinos nadie critica jamás al régimen
en presencia de un forastero. En sus conversaciones con nosotros,
dirigentes y altos funcionarios reconocieron que China todavía está
atrasada, pero cuando surgieron cuestiones políticas, nadie dijo
nada diferente del contenido de la Revista de Pekin o el Diario del
Pueblo.
En
una aldea cercana a la antigua ciudad de Suchow, pudimos apreciar la
fortaleza de los campesinos chinos. Preguntamos si hacía frío en
invierno y nos contestaron:
_Sí,
bastante frío en mitad del invierno.
_¿Qué
clase de calefacción usan ustedes? ¿Tienen kang? (El kang es una
primitiva pero eficaz forma de calefacción, una especie de gloria en
la cual la mitad del suelo está en alto y se calienta por debajo
mediante un fuego de carbón vegetal. Por la noche todos duermen en
él.)
_
No _ nos contestaron_. Solamente los habitantes del norte tienen
kang. Nosotros no nos preocupamos gran cosa de la calefacción.
_¿No
nieva en el invierno?
_Sí,
a veces caen hasta treinta centímetros de nieve, pero por lo general
no dura mucho.
_¿Y
no tienen absolutamente nada de calefacción?
_Tenemos
nuestra ropa guateada, y grandes botellas metálicas de agua que
mantienen la cama caliente toda la noche.
_¿Y
qué hacen ustedes al anochecer?
_Por
la noche no hay gran cosa que hacer. Aquí casi todos se acuestan
poco después de las ocho y se levantan más o menos a las cinco, tan
pronto como hay luz.
En
los lugares donde se dispone de electricidad, los habitantes tienen
mucho cuidado con las bombillas. Una choza iluminada por una bombilla
de veinticinco vatios nos parece a nosotros muy triste, pero los
aldeanos chinos dicen que es iluminación más que suficiente para lo
que ellos necesitan, puesto que no leen de noche. En cierta ocasión
visité, acompañado de un equipo de televisión, una aldea cuyo
sistema eléctrico asombró a mis técnicos. ¨La instalación de
este pueblo está hecha con alambre de embalaje¨, me dijeron; ¨pero
lo cierto es que funciona¨.
En
un viaje que hicimos esta primavera a una aldea cercana a la
población de Wusih nos enteramos de que los aldeanos no tienen por
lo general que pagar renta, y al parecer a veces son propietarios de
las casas en que viven.
En
la provincia de Kwagtung nos dijeron que un individuo puede comprar
los materiales para construir su casa, y edificarla él mismo con la
qyuda de sus vecinos. Entonces pasa a ser de su propiedad, aunque no
la puede alquilar ni vender. Preguntamos qué había sido de los
antiguos propietarios, y nos dijeron que estos tenían que
¨trabajar para ganarse la entrada¨ antes de ser admitidos como
miembros de una gran comuna. Los hijos de los antiguos propietarios
están libres de toda discriminación y pueden formar parte de la
comuna.
Al
terminar sus estudios secundarios, los jóvenes que han recibido
educación en las ciudades son enviados al campo para trabajar
durante varios años, o acaso de por vida. Preguntamos si no
podríamos conocer a algunos de estos jóvenes, y entonces nos
presentaron a una docena de chicos y chicas muy inteligentes a
quienes trajeron especialmente a Shanglai desde una comuna para que
charlaran con nosotros. Estos jóvenes afirmaban que la vida en el
campo era lo mejor que se pueda imaginar. Alguno de nosotros insinuó
que, al estar destinados a comunas cercanas a Shanghai, seguramente
les había tocado un trabajo relativamente cómodo. Contestaron muy
sonrientes que, en realidad, ellos se habían ofrecido como
voluntarios para servir en las zonas más remotas, pero el partido
los había destinado a aquella zona, y ellos cumplían gustosos la
voluntad del partido. (Naturalmente, no todos los muchachos se
adaptan fácilmente a la vida en el campo. Algunos tratan de escapar
y regresar a las ciudades, o se fugan a Hong Kong.)
A
pesar de las dificultades, nada puede ocultar la dura realidad de que
China es ante todo un país agrícola que se salvará o perecerá
gracias a sus campesinos, y que la producción de alimentos, además
de algunos productos destinados a la exportación, como el algodón,
tiene que ser la principal preocupación de una China moderna.
Este
es el mayor drama del mundo contemporáneo; la lucha continua del
pueblo chino en el campo por cosechar alimentos suficientes para una
creciente población, y producir el superávit para los fabricantes
de acero, los constructores de buques y los obreros industriales que
pondrán a China a la altura del siglo XX.
POR
ANTHONY E IRMGARRD LAWRENCE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario