En los momentos cruciales
nada mejor que el dato escueto, objetivo y comprobado
NUESTRA seguridad y bienestar,
incluso nuestra propia vida, depende del grado de confianza que nos
inspire la precisión de las personas que tratamos. Por ejemplo, en
julio de 1971, un reactor Boeing 747 sufrió un accidente al despegar
en San Francisco. Afortunadamente no hubo muertos, pero algunas
personas resultaron gravemente heridas. El piloto atestiguó que el
encargado de las salidas le había dicho que la pista tenía 2.900
metros de longitud. Y así era, en efecto; pero, a causa
principalmente de ciertos trabajos de construcción, sólo se podían
utilizar 2.600. Esto hizo que el piloto calculara mal la velocidad de
despegue y que ocurriera el accidente. Los investigadores llegaron a
la conclusión de que este error de cálculo se debió a una serie de
irregularidades, equivocaciones ligeras o falta de información. La
vida de miles de pasajeros está en juego cada día, y depende de que
ciertos datos de importancia decisiva para su seguridad sean
transmitidos con escrupulosa y absoluta precisión.
El científico Hans Gruene,
especialista en cohetes espaciales, recuerda un incidente ocurrido en
la década de 1950, cuando trabajaba en el ingenio Redstone. Durante
la investigación que siguió al fracaso de una misión de este
cohete, un ingeniero descubrió cierto error que se había cometido
inadvertidamente mientras él trabajaba en la fabricación del
artefacto, e informó de inmediato a Wernher Von Braun, jefe del
programa. En vez de la esperada reprimenda. Von Braun recompensó al
ingeniero, porque, según declaró después, era de suma importancia
saber exactamente dónde había estado el fallo.
El grado de precisión del
programa espacial se revela en una declaración que hizo Von Braun
hace varios años: ¨ El Saturno V tiene 5.600.000 piezas. Si al
trabajar en él consiguiéramos un margen de seguridad del 99,9 por
ciento, aún quedarían 5.600 partes defectuosas. Sin embargo, la
misión A polo IV hizo un vuelo ejemplar, en el que ocurrieron sólo
dos anomalías; con ello se logró una precisión del 99,9999 por
ciento. Si un automóvil, que consta de trece mil piezas, estuviera
construido con la misma exactitud, tardaría cien años en tener su
primer fallo mecánico ¨.
La inexactitud o imprecisión
en el lenguaje puede causar incidentes diplomáticos, e incluso, de
un modo conceptible, llevar a una guerra. El diplomático inglés sir
Harold Nicholson denunció ¨ los horrores de la vaguedad ¨. Y
escribió al respecto: ¨ Lo esencial de la buena diplomacia es la
precisión; su principal enemigo, la inexactitud ¨.
La carga de la Brigada Ligera,
el famoso desastre de la guerra de Crimea, en el siglo XIX, se ha
atribuido a órdenes vagas y mal comprendidas. Es posible que el
ayudante de campo de lord Raglan aumentase la confusión al
transmitir la orden a lord Lucan señalando vagamente los cañones
enemigos que era necesario atacar. Como consecuencia, la Brigada
Ligera se lanzó contra el grueso de las fuerzas rusas, en vez de
asaltar un reducto del que los rusos retiraban desordenadamente sus
cañones. Cualquiera que fuera la razón, el hecho es que, de los 673
jinetes británicos que se lanzaron a la carga, 247 resultaron
muertos o heridos.
La precisión tiene importancia
en cualquier empresa. Durante los Juegos Olímpicos celebrados en
Munich en 1972, dos atletas norteamericanos fueron descalificados
porque se entrenador había interpretado mal el horario y no señaló
bien la hora en que tenían que llegar al estadio.
En materia de precisión, no se
puede pecar por exceso. El director de una revista me preguntó en
cierta ocasión si conocía a un famoso personaje que necesitaba
ayudantes para redactar algunos escritos.
Sí;
le conozco. Pero no estoy seguro de que
él me conozca a mí_respondí_. He ido a verle por lo menos
seis veces, y siempre han tenido que presentarme de nuevo.
El director intercambió una
mirada significativa con un colega suyo, y luego me dijo:
_Se lo preguntamos porque usted
nos había dicho que le conocía, pero cuando pedimos referencias por
teléfono a este señor, nos contestó que no sabía quién era
usted. Ahora ya lo entendemos.
Y me dieron el empleo.
Pocos directivos consideran que
la precisión sea una virtud especial; simplemente cuentan con ella.
Las afirmaciones vagas parecen llamar la atención de manera
especial; sin embargo, el hábito de la precisión es mucho más
ventajoso a la larga.
Quienes tienen por costumbre
ser precisos lograr inspirar confianza y la gente cuenta con ellos;
así se convierten en los más viables candidatos para cargos de
responsabilidad. Después de todo, si usted tuviera que elegir entre
una persona que sólo hace conjeturas y otra que se atiene
estrictamente a los hechos, ¿ en cuál de las dos confiaría ?
La imprecisión desquicia todo
tipo de relación humana. En una reunión, el individuo que al
presentarnos comete alguna inexactitud demuestra no tener quizá
mucho interés por nosotros. ¿ Cuántas discusiones matrimoniales
han surgido al dar un paseo en automóvil por decir con vaguedad: ¨
Por ahí ¨, en vez de: ¨ La próxima a la izquierda ¨, o ¨ De
frente ¨ ? En cambio, la exactitud suaviza las relaciones, evita los
equívocos y nos ayuda a vivir en paz.
¿ Cómo aprender el arte de la
precisión ? He aquí algunos consejos al respecto:
- Busque o compruebe los datos en fuentes fidedignas. Vivimos en una época de opiniones instantáneas, argumentos prefabricados y falsas estadísticas. Por ejemplo, todos ¨ sabemos ¨ que un divorcio lleva a otro. El hecho sin embargo, es que un enorme porcentaje de que las personas que se divorcian no se vuelven a casar, o si lo hacen, no rompen de nuevo el vínculo.Los hechos no siempre son conocidos o fáciles de interpretar, pero debemos comprobarlos de modo que sepamos por lo menos cuáles se tienen por verdaderos. Además, debemos dar la debida importancia a todos los hechos pertinentes, evitando aceptar sólo los que nos favorecen y pasar por alto los que debilitan nuestra opinión.
- Adquiera el hábito de la precisión en buenos libros de consulta. La exactitud no sólo radica en consignar hechos comprobables; incluso también la ortografía, la puntuación, la sintaxis, la medición, el contexto, la pertinencia... en una palabra, la precisión. Esto lo aprendí de mi primer jefe, reportero local de un periódico. El me enseñó que una puerta no es un portal; que ¨ no hay informes de heridos ¨ no significa ¨ no ha habido víctimas ¨, y que un hombre acusado de robo no es necesariamente un ladrón.
Descubrir la verdad no siempre
resulta fácil. C, L. Sulzberger, corresponsal de The New York Times,
informa que una vez, jugando a las cartas con Dwight Eisenhower,
Averell Harriman, Alfred Gruenther y Dan Kimball, secretario de
Marina de los Estados Unidos, se hablaba de las memorias de James
Forrestal, primer secretario de Defensa. Todos ellos habían asistido
a cierta reunión mencionada en un libro, y estaban de acuerdo en que
el relato que hacía Forrestal era erróneo. ¨ Pero cuando les
pregunté cuál era la visión auténtica, todos discreparon ¨,
Situaciones como ésta ocurren
constantemente. Y descubrir los hechos requiere que valoremos con
cuidado las pruebas contradictorias y fundemos una observación en
otra. Para esto hace falta disciplina y un prudente escepticismo. La
persona que tiene el hábito de la precisión prefiere muchas veces
no dar su opinión a hacer conjeturas descabelladas. Y está más
dispuesta que la mayoría de las personas a confesar con la mayor
honradez; ¨ No lo sé ¨.
En su forma óptima, la
precisión es una facultad mental que entraña ser concienzudo,
cuidadoso, paciente y razonable, Y en última instancia es también
capacidad creadora, pues no sólo busca los hechos, sino que, antes
que nada, los descubre.
POR EVAN HILL
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