INTRODUCCIÓN
Los recién nacidos tienen
aparatos y órganos formados pero escasamente desarrollados, por lo
que las características propias de cada uno de ellos son apreciables
de manera muy simple. El corazón late a mayor velocidad que el del
adulto; el estómago, además de pequeño, apenas tiene jugos para
tratar el alimento, por lo que hay que darle únicamente lo que puede
tomar; leche; el intestino no puede digerir todas las sustancias que
hasta él llegan; los músculos son débiles y con escasa capacidad
de contracción; los huesos son como moldes de tejido cartilaginoso,
una especie de chicle de cierta consistencia, por lo que apenas tiene
minerales ( falta, sobre todo, calcio ); en el sistema nervioso, las
neuronas trabajan de modo lento debido a que su madurez y las uniones
entre ellas, son mínimas,,,
En definitiva, tales
características de los órganos y aparatos del recién nacido son las
que marcan su diferencia respecto del adulto que llegará a ser. El
desarrollo o la maduración de los órganos se extiende a lo largo de
varios años, más en el caso de unos aparatos y menos en el de
otros. El que quizá más tiempo requiere para madurar es el sistema
nervioso, pues finaliza el proceso de maduración hacia los 18 o 20
años, momento en el que cualidades como la coordinación de
movimientos, reflejos, etc., adquieren su máximo desarrollo. Con el
fin de valorar en conjunto el desarrollo o la maduración de los
órganos, es necesario comprobar cómo evoluciona el sistema nervioso
del niño, ya que se trata del que más se exterioriza de todos los
aparatos, así como el que, en mayor medida, marca su relación con
el entorno e incluso determina su personalidad.
TXUMARI
ALFARO
PEDRO
RAMOS
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