Es cierto que la calle, en cierto modo, es de todos,
pertenece a cada uno de las personas que la transitan, a los
habitantes de una ciudad, sean o no oriundos de la misma. Y no sólo
la calle de nuestra ciudad nos pertenece de alguna forma; si viajamos
a otra, a cualquier lugar del planeta, nadie debe impedirnos
transitar por la calle, no hay normas que así lo determinen. Pero
eso no significa que aun estando en un espacio abierto, sin límites
y en libertad, podamos hacer lo que se nos antoje, porque puede ir en
perjuicio de la propia calle o del resto de personas que transitan
por ella.
Cuando salga de casa, se encontrará con todo un
universo vivo_con peatones, vehículos, comercios, parques, edificios
o semáforos_ que formarán parte de la ruta que vaya a escoger y
adornarán el camino que transite. Y a cada paso, en ese camino, le
surgirán distintas oportunidades donde poner en práctica su
educación.
La vía pública no debe ensuciarse con papeles,
colillas, restos de comida ni ningún desecho similar, que contribuye
a denostar su imagen. Si usted no tira los papeles, las colillas o la
comida en el suelo de su casa, ¿ por qué hacerlo en la vía pública
? La única respuesta posible es que no es usted quien tiene que
limpiar las calles de su ciudad, pero sepa que hay personas
encargadas de tal tarea que reclaman civismo por su parte. A nadie le
gusta caminar por calles sucias, por un suelo plagado de desperdicios
de todo tipo, que fácilmente podrían haber ido a parar a las
papeleras públicas con una pequeña dosis de urbanidad.
En algunos países de Europa occidental, como Alemania
o finlandia por ejemplo, está prohibido y es socialmente inadmisible
que los transeúntes tiren papeles u otros desperdicios al suelo. La
mentalidad de cuidado y protección del medio ambiente ha colado
hondo en sus habitantes y es raro encontrar una ciudad que proyecte
una imagen de suciedad, propia de otros lugares y continentes.
Al margen de restricciones legislativas, sepa que no
es educado ni correcto ensuciar la vía pública, aunque no haya una
papelera a mano, en cuyo caso deberá esperar a encontrar una por el
camino o incluso a regresar a su casa y abandonar el desperdicio del
que se trate en el vertedero o cubo de basura casero.
Esta indicación forma parte de las normas básicas de
higiene que se tienen que adoptar en la calle o vía pública. No son
las únicas. El mobiliario propio de la calle es de uso común y
nadie tiene derecho a estropearlo o maltratarlo. En los parques, las
cabinas de teléfono, los bancos, los autoservicios, etc, hay objetos
que deberá cuidar, respetar y no ensuciar, en beneficio de todos los
habitantes de su pueblo, ciudad o comunidad. Si lleva a sus hijos al
parque no permita que maltraten los columpios; si se sientan en un
banco público no tire los restos de la merienda al suelo ni los deje
sobre él; si usa una cabina de teléfono, recuerde que no es una
terminal privada y puede haber gente esperando para llamar. No se
exceda en el tiempo, a no ser que sea estrictamente necesario. Aunque
usted también tiene derecho a hablar con y de lo que quiera, así
como a disfrutar del tiempo que necesite o considere oportuno, no es
apropiado monopolizar una cabina telefónica pública, máxime si no
hay más cabinas cerca. Si preve que la conversación va a ser
extensa, acuda a un locutorio telefónico donde haya una cantidad
considerable de terminales, aunque en este caso también deberá ser
breve si hay gente esperando a que termine.
Cuando uno sale a la calle no sabe con qué se va a
encontrar, ni si tendrá que mantener alguna conversación con un
desconocido. Es posible que repentinamente una persona con la que se
cruce solicite su ayuda, bien porque necesite que por favor le
informe de cómo llegar a una dirección concreta o porque se vea en
un apuro. SEA AMABLE CON LA GENTE, ES LA REGLA DE ORO DE LA
URBANIDAD; diga gracias cuando sea necesario; sí necesita algo de
alguien como una información sobre la ciudad, pídelo por favor, y
cuando entre o salga de establecimientos públicos, tiendas,
aparcamientos, farmacias o cualquier otro lugar al que tenga que
acceder, ceda el paso.
Aunque las personas no son coches, y permítanme la
comparación, ¿ se imagina en lo que se convertiría la vía pública
si cada conductor manejara el coche a su libre albedrío, sin orden
ni concierto, ni respeto por los demás conductores ni por los
peatones ? Sí, ya sabemos que hay ciertos conductores suicidas
circulando de tal manera por las calles de todas las ciudades. Pero
su actitud infringe claramente no sólo las normas de tráfico, sino
también las de la urbanidad y respeto para el resto de los usuarios.
Bien, de la misma manera que se pide precaución y respeto a los
conductores, los transeúntes también están obligados a hacer
posible la cohabitabilidad con el resto.
Camine de tal modo que no entorpezca el paso ni vaya
arrollando a los demás. Aunque tenga prisa. NO VAYA DANDO CODAZOS NI
PISOTONES A QUIENES SE CRUCEN POR SU CAMINO. Si le ocurre algo así,
pida perdón educadamente. NO MIRE HACIA OTRO LADO Y PASE DE LARGO
COMO SI EL INCIDENTE NO HUBIERA TENIDO NADA QUE VER CON USTED, no
pierda la educación.
Debe de cuidar el tono de su voz, nadie debe enterarse
de su vida privada ni confundirse con sus gritos. Si va acompañado y
grita o da voces para llamar a un amigo que circula por la acera de
enfrente, puede llegar a hacer creer a alguien que se encuentra en
una situación de emergencia.
Y respecto a las emergencias, hay mucho que decir en
contra del comportamiento generalizado de los humanos en la vía
pública. Las teorías sociales hablan de DESHUMANIZACIÓN y tienen
mucha razón. Hoy en día, acostumbrados a circunstancias terribles
como la miseria, la pobreza o la catástrofe, parecemos estar
perdiendo LA SENSIBILIDAD Y LA CALIDAD HUMANAS. Cuantas veces
habremos visto en la calle a una persona que de repente se desmaya, a
un enfermo que necesita un taxi, a una persona tendida en medio de la
carretera que acaba de tener un accidente de tráfico... y a otros
muchos caminantes, ajenos al problema aunque conscientes del mismo,
PASAR DE LARGO, sin mostrar el más mínimo SIGNO DE PREOCUPACIÓN NI
INTENCIÓN DE PRESTAR AYUDA.
La mentalidad que influye en esta tan poco humana
manera de comportarse es ¨ya habrá otra persona disponible ¨, ¨que
ayude otro ¨o justificaciones similares. Pero nadie se pregunta que
pasaría si todos y cada uno de nosotros pensáramos de la misma
manera. Si alguien necesita su ayuda y usted puede prestársela, no
lo dude, ni convierta su acción en la buena acción del día, es de
alguna manera su deber, al menos si quiere demostrar buenas maneras y
humanismo.
¿ Y que decir de los conductores suicidas, que
convierten a su ciudad en una ciudad sin ley ? ¿ Y de los que no ven
señales ni peatones ni al resto de los coches que circulan a la par
? La carretera forma parte de la vía pública. Pero para estos
conductores es difícil hablar de respeto, porque no lo muestran ni
por la vida humana, pero como premisa inicial hay que tener en cuenta
que las señales están para respetarlas, los peatones tienen
preferencia en pasos de cebra y semáforos y la calle no pertenece a
ningún conductor suicida.
En la vía pública, el respeto será mayor si cabe
por los ancianos y niños. A la hora de dejar pasar o salir de un
establecimiento público, o ceder el paso a un autobús o cualquier
otro medio de transporte, tendrán preferencia. Con ellos también
tienen que tener un cuidado especial los conductores. Si un anciano
está cruzando la calle y el semáforo se cierra, no estará de más
considerar que su edad le impide andar al paso de otra persona más
joven y permitir que pase sin echar mano del claxon ni mucho menos
dar voces por la ventanilla. El secreto es la paciencia.
Aparte de la ayuda que todos merecemos en caso de
emergencia, hay personas cuyas circunstancias personales merecen
mayor consideración. Nos referimos a los DISCAPACITADOS FÍSICOS. El
diseño y las instalaciones de las grandes ciudades están,
afortunadamente, cada vez más preparados para personas ciegas,
sordas o impedidas en alguna de sus capacidades. Sin embargo, sus
limitaciones no son resueltas tan sólo por el diseño de las
ciudades y nuestra ayuda puede ser muy necesaria. Si ve un ciego
intentando cruzar la calle o un sordo ante un semáforo que aún no
tiene incorporado el código sonoro específico para éstos, préstele
su ayuda, no cuesta nada y le hará un gran favor.
No es del todo justa la reivindicación de quienes
consideran que ¨por la calle cada uno va como quiere ¨. Ya nos
hemos referido anteriormente a que hay que respetar una serie de
normas para no perjudicar a otras personas. Ahora aludimos a la
manera de vestir para salir a la calle. No es que exista todo un
código de buenas maneras en el vestido, no se trata de tener en
cuenta factores como si se tratara de acudir a una cena de gala o a
una celebración especial. Pero también hay límites. No es adecuado
que se camine por la calle, incluso de noche, con una ropa tan
atrevida que con ella enseñemos parte de nuestra anatomía al
personal. Insistimos en que en la vía pública hay niños, que no
tienen por qué disfrutar de ese espectáculo.
La calle tampoco es el lugar idóneo para las
manifestaciones amorosas, que deben reservarse para los espacios y
momentos de intimidad. Algunas parejas, especialmente jóvenes,
manifiestan sus sentimientos libremente en la vía pública, en los
parques, delante de personas mayores y niños, sin ningún tipo de
pudor. Hay quien puede sentirse ofendido si presencia escenas en
plena calle, escenas que no sólo incluyen besos, abrazos, sino que
llegan más lejos, a puntos intolerables en un lugar público. No es
extraño escuchar a generaciones anteriores que la juventud actual no
tiene respeto por nada. No es que les demos la razón, su valoración
a veces puede estar influida por una ideología distinta y mucho más
tradicional. Pero sí es cierto que uno no puede permitirse el lujo
de abandonarse a sus apetencias en la vía pública, por el respeto
que merecen los demás. Las manifestaciones cariñosas no deberán
pasar, por tanto, de besos, abrazos, de coger de la mano a la pareja
para pasear. Lo demás deberemos posponerlo para nuestros momentos de
intimidad, para la vida privada que cada uno lleva de puertas adentro
de su casa.
Último consejo: si camina por la vía pública y
lleva un paraguas abierto tenga cuidado con los transeúntes, pues
será muy fácil que les golpee con él al cruzarse en su camino,
especialmente en tránsitos estrechos. Si lo lleva plegado, pórtelo
a modo de bastón, perpendicular al suelo.Si lo sujeta
horizontalmente, puede clavárselo a quien pase cerca de usted.
A la Autora decirle que muchas gracias, por la
enseñanza de este Libro y que perdone el haber puesto algunas
palabras y oraciones con mayúsculas, pero son tan importantes que no
he tenido más remedio que hacerlo de esta forma.
ARANTXA G. DE CASTRO.
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