Era
un niño de corta edad que estaba jugando con un barquito en el
estanque. Se hallaba por completo absorto en su juego. Un yogui que
pasaba por el lugar se acercó hasta él y comenzó hablarle y a
hacerle algunas preguntas, pero el infante estaba tan ensimismado con
las evoluciones del barquito sobre las aguas del estanque que ni
siquiera reparó en la presencia del hombre.
Al
contemplar el yogui la actitud del niño, se postró ante él y le
dijo:
-Amiguito,
tú eres mi maestro. Ojalá que cada vez que me siente a meditar
pueda estar tan concentrado como tú lo estás ahora, que sea capaz
de dirigir todos mis pensamientos al Supremo y que, como a tu te
sucede, nada pueda distraerme. Sí, eres mi maestro.
El
niñito seguía contemplando, embelesado, el barquito meciéndose
sobre las aguas cristalinas del estanque.
REFLEXIÓN
La
mente es por naturaleza, mientras no se ejercita, muy dispersa; tanto
es así que el antiguo adagio reza: ¨Está en la
naturaleza de la mente dispersarse como en la del fuego quemar¨. Esa
dispersión le roba a la mente su capacidad de penetración.
Comprensión, poder y entendimiento. La mente está
continuamente saltando de uno a otro lado, impulsada por sus deseos y
aversiones, así como por las tendencias subyacentes; se debilita e
incluso desertiza con tanta fragmentación, y la preciosa energía de
la atención se va aletargando. Una
mente sin concentración es frágil e insegura y se estrella contra
la superficie de las cosas sin poder ver su esencia. Es
una mente sin freno, vapuleada por sus condicionamientos y en la que
no opera con fiabilidad el discernimiento. Pero toda persona que se
lo proponga puede ejercitarse para conseguir una mente concentrada y
que por tanto pueda ser gobernada por el propietario de esa mente.
Así como toda fuerza canalizada (agua, luz o calor)
gana en intensidad y poder, lo mismo sucede con la mente. El sabio
Santideva declaraba:
¨Para vencer todos los obstáculos, me entregaré a la
concentración, sacando la mente de todos los senderos equivocados y
encauzándola constantemente hacia su objetivo¨ . La
concentración es la atención unificada y bien dirigida. Una mente
concentrada se previene mejor contra las influencias nocivas del
exterior y mantiene mejor el equilibrio ante las adversidades. La
mente concentrada se encuentra en mejor disponibilidad para controlar
los órganos sensoriales y desarrollar un entendimiento correcto. Es
como una casa bien techada, en la que no entra la lluvia. De
la virtud y la concentración brota la sabiduría. Existen
muchos ejercicios de meditación para conseguir el gobierno de la
mente. En ese
maravilloso libro que es el Dhammapada
podemos leer: ¨Es bueno controlar la mente; difícil
de dominar, voluble y tendente a posarse allí donde le place. Una
mente controlada conduce a la felicidad¨ . Del
mismo modo que una bandera se mueve porque el viento provoca ese
movimiento, si en la mente hay tanto descontrol es porque sus
tendencias latentes la agitan. También su
ignorancia básica, que se traduce como ofuscación, avidez y odio,
la desasosiegan y la dispersan. El
trabajo meditativo consiste en ir eliminando esa ignorancia e ir
logrando que la mente gane en concentración, claridad y sabiduría.
En el Dhyanabindu Upanishad se nos dice: ¨ Alta
como una montaña, larga como mil leguas, la ignorancia acumulada
durante la vida sólo puede ser destruida a través de la práctica
de la meditación; no hay otro medio posible¨ .
RAMIRO
A. CALLE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario