lunes, 22 de diciembre de 2014

HERALDOS DEL SEÑOR.


¨ Como dispensadoresde la providencia divina,
nos guardan, interceden por nosotros, guían nuestros,
pasos y nos libran de todo mal ¨
_ Calvino

¨ Díjoles el ángel: No temáis, os anuncio una gran alegría...¨
Estamos en la época del año en que, una vez más, parece que los ángeles se mueven entre nosotros, rosándonos apenas con sus alas protectoras, mientras sus voces argentinas entonan himnos de paz en la tierra para los hombres de buena voluntad. Pero ¿ qué sabemos en realidad de esas etéreas criaturas cuya condición de heraldos del Altísimo reconocemos agradecidos ?
La Biblia, en cuyas páginas se menciona a menudo a los ángeles, nos da muy pocos datos acerca de su aspecto o naturaleza, lo que, según algunos teólogos, tiene por objeto no distraer nuestra atención del Creador. En la escena que San Lucas escribe tan someramente, cuando las mujeres descubren que el sepulcro de Jesús está vacío, ven a ¨ dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes ¨ que les dicen que el Señor ha resucitado. San Mateo nos informa de que la aparición una sola figura según él_ era ¨ un ángel del Señor ¨.
Los ángeles y sus misterios han intrigado siempre a los hombres. La palabra ángel procede del latín ángelus y ésta del griego anglos; ¨ mensajero ¨( mal´akn en hebreo ). Recorriendo el inmenso vacío existente entre Dios y su creación, estos espíritus auxiliares, invisibles a nuestros ojos, van y vienen, ligeros, del cielo a la tierra. Cuando necesitan descender entre nosotros, suelen adoptar temporalmente la figura humana. En general, sus misiones tienen gran importancia para la humanidad. Un ángel detiene el brazo de Abrahán cuando el atribulado patriarca se dispone a sacrificar a su hijo Isaac. Otro libera a Pedro, que dormía en prisión cargado de cadenas.
La fuerza angélica puede realizar cualquier cometido; el ángel de la resurrección aparta la pesada piedra que cerraba la tumba de Jesús. Otro ángel, que se niega a dar su nombre, lucha con Jacob y le disloca el muslo. Y, en una sola noche, el ángel del Señor da muerte a los 185.000 guerreros asirios del rey Senaquerib.
En los evangelios percibimos constantemente la presencia del ejército celestial, pues los ángeles entran en acción en los momentos críticos. Acuden espontáneamente a consolar a Cristo en sus momentos de mayor sufrimiento. Lo acompañan en el desierto, cuando se siente debilitado por el ayuno y moralmente exhausto a raíz de sus encuentro con Satanás, que lo ha llevado a lo alto de una montaña para tentarlo. Y durante la agonía del huerto, en el terrible instante en que su destino le parece insoportable, surge a su lado un ángel que le da fortaleza. Minutos después, cuando Pedro desenvaina la espada para impedir que prendan al Nazareno, Jesús le recuerda que, si él quisiera, podría llamar en su auxilio a ¨ más de doce legiones de ángeles ¨. ( Recordaremos que la legión romana estaba formada por seis mil hombres. )
En su trato con nosotros, los mortales, los ángeles comunican su mensaje, cumplen su cometido, y desaparecen. Apreciamos en ellos un porte de gran dignidad; su presencia es altiva e imponente. Aunque gustan de mostrarse en un ambiente sereno, su aparición suele turbar a quienes los ven. ¨ La gloria del Señor los envolvió con su luz y quedaron sobrecogidos de temor ¨, y sus primeras palabras suelen ser ¨ No temáis ¨. ¿ Son buenos los ángeles ? Las Sagradas Escrituras enseñan que, por desgracia, hubo ángeles malos: Satanás es un ángel caído, arrojado del cielo en castigo a su soberbia. Pero, una vez expulsados Luzbel y sus compañeros, sabemos que todos los ángeles que habitan en la celestial morada son intachables y benévolos, y, aunque no tienen la perfección de la divinidad, son muy superiores a los hombres en bondad, nobleza e inteligencia. ¿ Acaso no contamos todos nosotros, desde el instante de nuestro nacimiento, con un ángel guardián, que como canta el Salmista, guía todos nuestros pasos ? Esta consoladora idea se remonta a los primeros tiempos del cristianismo. Cristo mismo habla con gran ternura de ¨ los pequeñuelos ¨, cuyos ángeles custodios contemplan el rostro de Dios. Y la creencia en los ángeles guardianes se complementa con la esperanza expresada en las lápidas enmohecidas de tantas tumbas_de que los ángeles conducirán nuestra alma al Paraíso.
En las tradiciones hebreas, los ángeles carecían de alas. En su sueño, Jacob vio una escala que llegaba al cielo, por la cual subían y bajaban los ángeles. En Oriente se conocían desde tiempo inmemorial criaturas aladas, a veces con rostro humano. En Babilonia, guardaban las puertas de templos y palacios efigies de piedra que representaban a esas criaturas; quizá los hebreos hayan experimentado la influencia de esa magia alada.
En la portentosa visión de Isaías, el profeta contempla unos seres con tres pares de alas, que invocan; ¨ ! Santo,, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos ! ¨ A estos seres se les conoce como serafines: ¨ los que arden ¨. Un serafín toma una brasa del altar y con ella purifica la boca de Isaías. Y no volvemos a oír hablar de ellos. Sin embargo, sus parientes cercanos, los querubines, están con nosotros casi desde el principio. Cuando Adán y Eva son arrojados del paraíso, el Señor ordena a unos querubines que, armados de flamígeras espadas, guarden el árbol de la vida. Y pensando en este centinela, no hay duda de que las tribus nómadas del Éxodo colocaron dos querubines dorados sobre el arca para custodiar la sagrada alianza que contenía.
Desde los primeros tiempos se ha pensado en los ángeles del Señor como heraldos, y puede decirse que, de todos los mensajes encomendados a los ángeles en el Nuevo Testamento, el más importante es la anunciación a María: ¨ Bendita tú eres entre todas la mujeres... concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús ¨ . Cabe suponer que el ángel elegido para esta misión es el mismo que antes había anunciado la concepción del Bautista al anciano Zacarías; el mismo que después conmina a José a tomar a la madre y al Niño y huir con ellos a Egipto para escapar de la cólera de Herodes. En un momento dado, este ángel se identifica; ¨ Yo soy Gabriel _la fuerza de Dios _, que asisto ante Dios ¨.
Sólo otros dos ángeles figuran en los sagrados textos como individuos claramente definidos: Miguel, ¨ ¿ Quién cómo Dios ? ¨, y Rafael, ¨ Dios purifica ¨. Sin embargo, Rafael, el bondadoso desconocido del libro de Tobías, quedó eliminado de las versiones protestantes de la Biblia, que consideran apócrifo el relato. Los tres son ¨ arcángeles ¨, etimológicamente, jefes de los enviados. Miguel es el primero, el gran príncipe que luchó contra el dragón, ¨ la antigua serpiente llamada Diablo ¨, y lo arrojó a la tierra. Es el símbolo del eterno triunfo de la luz sobre las tinieblas. Se cree que es él, y no Gabriel, el que tocará la trompeta que despertará a los muertos el día del juicio final, y quien luego pondrá nuestras almas en la balanza. Hace dieciséis siglos que se venera como santo, y siempre que el arcángel Miguel se ha manifestado a los fieles en forma milagrosa_a veces en alturas visibles a gran distancia_, se le han erigido santuarios.
El Mont Saint-Michel, pintoresco risco de la costa francesa coronado por una antigua abadía, sigue siendo centro de su veneración. En Roma, se representa al arcángel, con refulgente armadura, en el acto de envainar su espada, mientras contempla la Ciudad Eterna desde las alturas del Castillo de San ´Angelo, donde se cree que se posó durante una epidemia. La Unión Soviética, a pesar de su ateísmo. Cuenta con la mayor ciudad nombrada en honor del alado héroe: Arkhangelsk.
Hay algo profundamente arraigado en el alma humana que responde positivamente a la idea de los alados ¨ pájaros de Dios ¨, ( ¿ No soñamos todos que volamos ? ) De ahí que, aunque las modernas autoridades eclesiásticas no insistan en que se crea en ellos como artículo de fe, amamos a los ángeles nuestros amigos en la corte celestial _como parte de nuestro legado espiritual. Sin embargo, su misterio sigue siendo indescifrable. Los Santos Padres intentaron encasillarlos en un patrón uniforme, y posteriormente, en la edad media, las inteligencias más preclaras de la cristiandad se enzarzaron en peregrinos debates acerca de ellos. ¨¿ Cuántos ángeles hay ? ¨ ( Según San Alberto Magno, célebre teólogo del siglo XIII, 399.920.004; ¨ más que hombres de carne y hueso pueblan la tierra ¨, según su famoso discípulo, Santo Tomás de Aquino. ) ¿ Cuál es el sexo de los ángeles ? Si son espíritus puros, ¿ cuántos de ellos pueden bailar en la puntas de una aguja ?
Claro está que no son los sabios, sino los artistas, quienes pueden describir mejor los huestes celestiales. En su Divina Comedia, Dante nos da una sublime visión poética de la bienaventurada cohorte, ardiendo en amor divino y girando en torno de la luz inconcebiblemente brillante que emana de Dios.
Sin embargo, el pincel de los pintores, es quien ha captado mejor la luminosa esencia angélica. A devotos cristianos como Rafael y Botticelli debemos debemos la imagen que tenemos de los ángeles; cubiertos de brillantes vestiduras, los etéreos mensajeros se nos presentan en pleno vuelo o sirviendo a Cristo o a la Virgen. Pero sus alas son puramente simbólicas, pues resultan demasiado pequeñas para transportarlos, si hemos de atender a las leyes físicas del vuelo. ( No faltarán curiosos que se pregunten cómo se pone los ángeles la túnica. ) Después, algunos artistas representaron a los ángeles como niños, algunos de ellos auténticos bebés, desnudos y rechonchos, compañeros de juegos del niño Jesús. Revoloteando en la purpúrea luz del atardecer, o posadas en una algodonada nube, las minúsculas criaturas parecen salir del lienzo para volar a nuestro corazón.
La misión del ángel jamás concluye, y estos amistosos mensajeros se encuentran siempre entre nosotros, dispuestos a intervenir, llenos de poesía y gracia, en nuestra existencia terrenal. Quizá baste la fe para escuchar el susurro de sus alas o para vislumbrarlos rodeados de divino resplandor. Así los vieron los pastores que aquella noche guardaban sus rebaños en el campo. Y cuando los ángeles tornaron al cielo. ¨ se dijeron los pastores unos a otros: Vamos a Belén, a ver esto que el Señor nos ha anunciado ¨.

POR ERNEST HAUSER 

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