La
Organización Nacional de Ciegos Españoles,
que
este mes celebra su XXXV aniversario,
ayuda
a los invidentes a ampliar sus horizontes
Lo
último que Juan José Avellán
vio en su vida fueron los faros del vehículo que chocó frontalmente
con el suyo en un paso elevado de Madrid, a la una de la madrugada
del 2 de febrero de 1972. Al quedar ciego permanentemente, este
directivo de una empresa publicitaria, de cuarenta años de edad,
decidió valientemente recuperar todo lo que pudiera de su forma de
vida anterior al accidente. No le faltó ayuda. Sus colegas se
reunían alrededor de la cama que ocupaba en una clínica y le
obligaban a dirigir reuniones de trabajo, demostrándole la confianza
que tenían en su habilidad para continuar en su puesto. En casa, su
mujer y sus tres hijos le sirvieron de gran estímulo moral.
Sin
embargo, Juan José
quería valerse por sí mismo, leer y andar sin necesidad de ayuda.
Esto no se lo podían enseñar los que le rodeaban. Entonces, un
amigo le aconsejó que acudiese a la Organización Nacional
de Ciegos Españoles ( ONCE ).
Al
principio, la idea parecía absurda. Juan José
sólo sabía de la ONCE
en su función de patrocinadora del Cupón Pro-Ciegos,
cuyos vendedores callejeros a
veces le parecían patéticos mendigos. Indudablemente, pensaba, poco
podía aprender de estas personas. Sin embargo, siguió el consejo de
su amigo y visitó el moderno edificio de cinco pisos que la ONCE
ocupa en la calle de Prim, en
Madrid.
Con
gran asombro por su parte, descubrió que la ONCE
tiene una plantilla de 18.868 empleados,
casi tres cuartas partes de los cuales, incluidos su presidente y 33
delegados provinciales, son ciegos. Los ingresos de la lotería que
administra los utiliza para proporcionar educación a los invidentes
desde la escuela primaria al bachillerato, adiestrarles para trabajos
industriales, mantener una biblioteca de libros hablados y escritos
en alfabeto BRAILLE
y emplear las más modernas técnicas, de lo cual se enorgullecen,
para la rehabilitación de adultos.
La
ONCE, que integra a
29.580 miembros casi
todos los ciegos
españoles_,
celebra este año el XXXV
aniversario de su creación. Fue fundada el
13 de diciembre de 1938, día de Santa Lucía, Patrona de los Ciegos,
por
el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, mediante un decreto que
agrupaba a todas las entidades regionales existentes en un organismo
nacional. Desde entonces, como dice uno de los folletos de la
organización; ¨
ONCE ha salvado la dignidad humana de sus miembros y colocado la
piedra angular sobre la que podrá seguir construyendo ¨. Aunque
depende oficialmente del Ministerio de la Gobernación, la ONCE
opera independientemente y, cumpliendo la condición establecida por
su decreto fundacional, cubre todos sus gastos por medio del Cupón
Pro-Ciegos.
Ya en el
mes de marzo de 1939 aparecieron en las calles de Sevilla los
primeros vendedores del Cupón Pro-Ciegos, que anunciaban: ¨ ! Hoy,
sale hoy ! ¨ Actualmente
existen 12.300
vendedores distribuidos en las
33 organizaciones
de loterías con las que la ONCE
cubre toda España.
Víctor Fernández (
no es su nombre auténtico ), que
quedó ciego a la edad de cuatro años a causa de una enfermedad de
la retina, lleva veinte años vendiendo cupones en Madrid. El precio
de cada uno de éstos es de cinco pesetas, y el cuarenta por ciento
de los beneficios se destina al vendedor. Otro 47,5 por ciento
revierte al público a través de los premios, y el resto queda para
atender las necesidades de la ONCE, los gastos de administración de
la lotería y confección de los cupones.
Víctor saca un promedio de unas 250 pesetas diarias, setenta pesetas
más que el salario mínimo nacional. ¨Me proporciona una gran
satisfacción saber que el público no me regala nada ¨, dice; ¨me
compra algo ¨.
¨El
establecimiento de la lotería fue la ¨Fase Primera ¨, me explica
don Jesús Jiménez Albéniz, jefe de la organización. ¨Pocos años
después, pudimos abordar la ¨Fase Segunda¨; educación y
rehabilitación para los invidentes¨.
Antes de la
fundación de la ONCE,
la única ¨escuela¨ nacional para niños ciegos, situada en Madrid,
se especializaba en trabajos manuales como los de carpintería o
cestería, además de cursos de enseñanza primaria y musical. Sin
embargo, los dirigentes de la ONCE,
por considerar que el ciego necesita de conocimientos
académicos para competir en el mercado laboral, han introducido
cursos de matemáticas, ciencias, literatura e historia. Hoy, 575
niños ciegos reciben educación primaria y secundaria en las
escuelas de la ONCE en Sevilla, Pontevedra y Alicante. Otros 325
adolescentes acuden a los centros de enseñanza media de la
organización, en Madrid. En todas estas escuelas, la educación,
manutención alojamiento y material escolar SON GRATUITOS.
José López Labrador, de dieciocho años de edad,
natural de Cádiz, es ciego de nacimiento.
Estudia cuarto curso en el colegio masculino de la Inmaculada
Concepción y piensa ingresar en la Facultad de Derecho de Madrid
cuando termine el bachillerato.
Su compañero de clase, Pedro
Prisuelos, quiere licenciarse en Ciencias Exactas. La ONCE
concede a éstos y a los otros 68 estudiantes ciegos que ya han
empezado una carrera universitaria, generosas becas que les permiten
vivir en colegios mayores al igual que sus compañeros videntes. En
1960, un estudiante educado por la ONCE
demostró que sus condiciones eran no ya iguales, sino mejores;
obtuvo el Premio
Nacional Fin de Carrera de la Facultad de Filosofía y Letras.
Además de
proporcionar educación primaria y secundaria, La
organización Nacional de Ciegos Españoles
ofrece en sus centros provinciales cursos para adultos de asignaturas
tales como idiomas, mecanografía y trabajos manuales. También
existen siete grupos teatrales para miembros de la organización,
veinticinco orquestas, un sexteto y un quinteto, y nueve agrupaciones
corales en todo el país. ¨La
ONCE
se propone estimular y proporcionar satisfacciones ¨, dice don
Jesús Albéniz. ¨Al cultivar su espíritu, los invidentes ensanchan
su contacto con el mundo que les rodea¨.
Nada ha hecho tanto para ensanchar el horizonte de
los ciegos como el alfabeto en relieve inventado por el francés LOIS
BRAILLE hace 150 años.
La biblioteca de la organización en Madrid cuenta con veinticinco
mil libros en Braille
( cinco mil títulos en total ), ocho mil partituras musicales y
quince mil revistas. Todos los meses, la ONCE distribuye
gratuitamente entre sus miembros hasta 1,200 libros y revistas,
incluida la edición de SELECCIONES DEL READER's DIGEST
en dicha modalidad. Hasta la fecha, las imprentas de la organización
en Madrid y Barcelona han publicado unos 650 títulos en
Braille,
un tercio de los cuales son libros de texto.
Los invidentes
pueden acogerse a la sección de libros hablados de la ONCE.
Esta es una colección de 2.500 títulos grabados en cinta
magnetofónica por locutores profesionales en los estudios de la
organización. Sus 1.300 miembros reciben los aparatos a los que se
acoplan las cintas.
Para los docientos
españoles de veintiuno a cuarenta años que pierden la vista
anualmente, aprender el alfabeto Braille
es
un paso importante en cuanto a superar su limitación. Mas para ese
grupo, la movilidad constituye un arte cuyo aprendizaje resulta aún
más importante. Con este fin, la ONCE
regenta un
Centro de Rehabilitación
a treinta
kilómetros al norte de Barcelona. Desde su apertura, en noviembre de
1971, el centro ha enseñado a más de cien estudiantes invidentes a
circular por la vía pública casi tan rápidamente como cualquier
otra persona, incluso en las grandes ciudades. El
curso, de tres meses de duración, comienza con una pista de
obstáculos construida de modo que parezca una acera e interrumpida
en varios puntos por bordillos y escalones. Una vez que conocen bien
esta pista, los estudiantes prueban su habilidad en las calles de la
vecina Tarrasa, ciudad industrial de unos doscientos mil habitantes,
y por último en la propia Barcelona.
Una mañana,
observé a José
Luis Fernández de Roitegui, nacido en Vitoria y de cuarenta años de
edad, mientras daba su primer paseo por la atestada plaza de
Cataluña, de Barcelona. José Luis, que quedó totalmente ciego hace
nueve años, marchaba animosamente moviendo de un lado a otro su
bastón por la aceera abarrotada de gente.
El
bastón, blanco y de 145 centímetros de longitud, es más largo que
los bastones corrientes, y ha revolucionado la movilidad de los
invidentes desde que fue introducido en España, hace tres años, por
un instructor de la ONCE.
Tal ayuda advertía a José
Luis
de los obstáculos que se presentaban a pocos pasos por delante de
él. De pronto,
se detuvo a medio metro de una farola, se desvió y continuó andando
rápidamente. Al llegar al bordillo de la acera, se paró a escuchar.
Los coches detenidos a su izquierda y un tropel de pisadas que le
adelantaban le indicaron cuándo se encendía la luz verde para los
peatones. Algunas personas le ofrecieron ayuda para cruzar, pero José
Luis rehusó amablemente. Bajó a la calzada y la cruzó solo. Luego
dio una vuelta alrededor del centro de la plaza y atravesó otra
avenida dirigiéndose hacía el paseo exterior. Después de una hora
de camino sin NINGÚN CONTRATIEMPO, José Luis estaba nervioso, pero
RADIANTE.
¨ Cuando vuelva a Vitoria ¨, me dijo, ¨ mi vida
cambiará. Seré más independiente. Si quiero dar un paseo no tendré
que esperar a que alguien me acompañe, Iré yo sólo ¨.
La
¨ Fase Tercera
¨
del programa de educación y rehabilitación de la ONCE
se centra en la formación profesional que capacite a los ciegos para
desempeñar trabajos anteriormente reservados a los videntes. La
organización inauguró su
Centro de Formación Profesional en el Barrio de San Juan Bautista,
de Madrid, een 1966.
Desde entonces, 105 ciegos y siete ciegas han sido capacitados allí
para el trabajo industrial. Varios de sus titulados han obtenido
puestos como
torneros o montadores para la producción en cadena en industrias
tales como Standard Eléctrica, Marconi, Seat e Hispano Olivetti.
José
Pérez ( no es su verdadero nombre ), de treinta años de edad y
camionero de profesión, empezó a perder la vista hace cuatro años
a causa de una enfermedad de pigmentación. Actualmente, está
terminando un curso de un año de duración en el Centro.
Observé cómo
hacía una prueba de producción contra reloj. Con los elementos de
tres bandejas que contenían sesenta piezas, entre ellas tornillos
diminutos y arandelas, montó en 37 minutos una bomba de gasolina
para automóvil. ¨ Es casi el tiempo que tarda normalmente la cadena
de producción para esta pieza ¨, dice Enrique Sánchez, jefe de un
grupo de cinco instructores videntes.
Si
José no puede encontrar un puesto en el mundo de los videntes, tiene
la posibilidad de seguir trabajando en el taller del Centro, que
abastece de piezas auxiliares a diez fabricantes. ¨ En cuatro años
de funcionamiento ¨. dice el director del Centro, Enrique
Oliva,
¨ sólo hemos tenido un accidente laboral. Nuestro índice de
seguridad es superior a la media nacional para trabajos de este tipo
¨.
En el otro extremo
de la ciudad, veintiséis hombres y dos mujeres siguen un curso de
cinco años en la Escuela de Fisioterapia de la ONCE.
El curso incluye prácticas en un hospital, y la propia escuela es
una clínica de rehabilitación que atiende a veinte pacientes cada
mañana. Hasta ahora, todos los titulados han encontrado trabajo
rápidamente.
La
Escuela de Telefonía de la
ONCE
ha adiestrado a unas setenta mujeres a trabajar en las centralitas de
bancos y oficinas. María Alvarez ( no es su nombre real ), de
veintisiete años de edad, lleva
más de cinco trabajando como telefonista en una empresa de
distribución de productos petrolíferos, de Madrid.
Un sistema de
clavijas metálicas adaptado al cuadro * les permite ¨sentir¨ el
comienzo y la terminación de las llamadas. Las clavijas, que miden
aproximadamente un centímetro de largo y tienen el grosor de una
mina de lapicero, se mueven de arriba abajo para substituir a las
luces que se encienden y apagan y sirven de guía a la telefonista
vidente en una centralita normal. ¨
María es tan eficiente como cualquier otra telefonista ¨, dice el
jefe de personal de la empresa.
Gracias a la
variedad de programas de capacitación profesional de la ONCE,
Juan José
Avellán,
el ciego con el que comenzamos esta historia, también ha anudado el
hilo de su vida pasada. Se inscribió en un curso nocturno de lectura
del alfabeto Braille
en las oficinas centrales de la ONCE,
y, más tarde,
con la ayuda de los instructores de la organización, aprendió a
circular sin ayuda en ciudades populosas.
Como ya no podía encontrar las cosas en una mesa atestada, se hizo
un modelo de exactitud, e
instaló un sistema de archivo con numeración BRAILLE que le
permitía localizar cualquier contrato o carta con un simple toque de
sus dedos. Un magnetófono acoplado a su teléfono le evitó tomar
notas. Gracias a la mecanografía al tacto que le habían enseñado
en la ONCE, podía redactar él mismo lo contratos de publicidad
durante sus viajes. Sus métodos han cambiado, pero Avellán sigue
desempeñando el mismo exigente trabajo.
¨ La ONCE enseña a confiar en uno mismo ¨, dice
Juan José Avellán. ¨ Por ello, muchos ciegos españoles pueden
sentirse tan independientes y plenamente humanos como las personas
que ven ¨.
POR
RAÚL VÁZQUEZ DE PARGA.
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