miércoles, 10 de diciembre de 2014

ILUMINAN LAS TINIEBLAS.


La Organización Nacional de Ciegos Españoles,
que este mes celebra su XXXV aniversario,
ayuda a los invidentes a ampliar sus horizontes

Lo último que Juan José Avellán vio en su vida fueron los faros del vehículo que chocó frontalmente con el suyo en un paso elevado de Madrid, a la una de la madrugada del 2 de febrero de 1972. Al quedar ciego permanentemente, este directivo de una empresa publicitaria, de cuarenta años de edad, decidió valientemente recuperar todo lo que pudiera de su forma de vida anterior al accidente. No le faltó ayuda. Sus colegas se reunían alrededor de la cama que ocupaba en una clínica y le obligaban a dirigir reuniones de trabajo, demostrándole la confianza que tenían en su habilidad para continuar en su puesto. En casa, su mujer y sus tres hijos le sirvieron de gran estímulo moral.
Sin embargo, Juan José quería valerse por sí mismo, leer y andar sin necesidad de ayuda. Esto no se lo podían enseñar los que le rodeaban. Entonces, un amigo le aconsejó que acudiese a la Organización Nacional de Ciegos Españoles ( ONCE ).
Al principio, la idea parecía absurda. Juan José sólo sabía de la ONCE en su función de patrocinadora del Cupón Pro-Ciegos, cuyos vendedores callejeros a veces le parecían patéticos mendigos. Indudablemente, pensaba, poco podía aprender de estas personas. Sin embargo, siguió el consejo de su amigo y visitó el moderno edificio de cinco pisos que la ONCE ocupa en la calle de Prim, en Madrid.
Con gran asombro por su parte, descubrió que la ONCE tiene una plantilla de 18.868 empleados, casi tres cuartas partes de los cuales, incluidos su presidente y 33 delegados provinciales, son ciegos. Los ingresos de la lotería que administra los utiliza para proporcionar educación a los invidentes desde la escuela primaria al bachillerato, adiestrarles para trabajos industriales, mantener una biblioteca de libros hablados y escritos en alfabeto BRAILLE y emplear las más modernas técnicas, de lo cual se enorgullecen, para la rehabilitación de adultos.
La ONCE, que integra a 29.580 miembros casi todos los ciegos españoles_, celebra este año el XXXV aniversario de su creación. Fue fundada el 13 de diciembre de 1938, día de Santa Lucía, Patrona de los Ciegos, por el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, mediante un decreto que agrupaba a todas las entidades regionales existentes en un organismo nacional. Desde entonces, como dice uno de los folletos de la organización; ¨ ONCE ha salvado la dignidad humana de sus miembros y colocado la piedra angular sobre la que podrá seguir construyendo ¨. Aunque depende oficialmente del Ministerio de la Gobernación, la ONCE opera independientemente y, cumpliendo la condición establecida por su decreto fundacional, cubre todos sus gastos por medio del Cupón Pro-Ciegos.
Ya en el mes de marzo de 1939 aparecieron en las calles de Sevilla los primeros vendedores del Cupón Pro-Ciegos, que anunciaban: ¨ ! Hoy, sale hoy ! ¨ Actualmente existen 12.300 vendedores distribuidos en las 33 organizaciones de loterías con las que la ONCE cubre toda España.
Víctor Fernández ( no es su nombre auténtico ), que quedó ciego a la edad de cuatro años a causa de una enfermedad de la retina, lleva veinte años vendiendo cupones en Madrid. El precio de cada uno de éstos es de cinco pesetas, y el cuarenta por ciento de los beneficios se destina al vendedor. Otro 47,5 por ciento revierte al público a través de los premios, y el resto queda para atender las necesidades de la ONCE, los gastos de administración de la lotería y confección de los cupones. Víctor saca un promedio de unas 250 pesetas diarias, setenta pesetas más que el salario mínimo nacional. ¨Me proporciona una gran satisfacción saber que el público no me regala nada ¨, dice; ¨me compra algo ¨.
¨El establecimiento de la lotería fue la ¨Fase Primera ¨, me explica don Jesús Jiménez Albéniz, jefe de la organización. ¨Pocos años después, pudimos abordar la ¨Fase Segunda¨; educación y rehabilitación para los invidentes¨.
Antes de la fundación de la ONCE, la única ¨escuela¨ nacional para niños ciegos, situada en Madrid, se especializaba en trabajos manuales como los de carpintería o cestería, además de cursos de enseñanza primaria y musical. Sin embargo, los dirigentes de la ONCE, por considerar que el ciego necesita de conocimientos académicos para competir en el mercado laboral, han introducido cursos de matemáticas, ciencias, literatura e historia. Hoy, 575 niños ciegos reciben educación primaria y secundaria en las escuelas de la ONCE en Sevilla, Pontevedra y Alicante. Otros 325 adolescentes acuden a los centros de enseñanza media de la organización, en Madrid. En todas estas escuelas, la educación, manutención alojamiento y material escolar SON GRATUITOS.
José López Labrador, de dieciocho años de edad, natural de Cádiz, es ciego de nacimiento. Estudia cuarto curso en el colegio masculino de la Inmaculada Concepción y piensa ingresar en la Facultad de Derecho de Madrid cuando termine el bachillerato. Su compañero de clase, Pedro Prisuelos, quiere licenciarse en Ciencias Exactas. La ONCE concede a éstos y a los otros 68 estudiantes ciegos que ya han empezado una carrera universitaria, generosas becas que les permiten vivir en colegios mayores al igual que sus compañeros videntes. En 1960, un estudiante educado por la ONCE demostró que sus condiciones eran no ya iguales, sino mejores; obtuvo el Premio Nacional Fin de Carrera de la Facultad de Filosofía y Letras.
Además de proporcionar educación primaria y secundaria, La organización Nacional de Ciegos Españoles ofrece en sus centros provinciales cursos para adultos de asignaturas tales como idiomas, mecanografía y trabajos manuales. También existen siete grupos teatrales para miembros de la organización, veinticinco orquestas, un sexteto y un quinteto, y nueve agrupaciones corales en todo el país. ¨La ONCE se propone estimular y proporcionar satisfacciones ¨, dice don Jesús Albéniz. ¨Al cultivar su espíritu, los invidentes ensanchan su contacto con el mundo que les rodea¨.
Nada ha hecho tanto para ensanchar el horizonte de los ciegos como el alfabeto en relieve inventado por el francés LOIS BRAILLE hace 150 años. La biblioteca de la organización en Madrid cuenta con veinticinco mil libros en Braille ( cinco mil títulos en total ), ocho mil partituras musicales y quince mil revistas. Todos los meses, la ONCE distribuye gratuitamente entre sus miembros hasta 1,200 libros y revistas, incluida la edición de SELECCIONES DEL READER's DIGEST en dicha modalidad. Hasta la fecha, las imprentas de la organización en Madrid y Barcelona han publicado unos 650 títulos en Braille, un tercio de los cuales son libros de texto.
Los invidentes pueden acogerse a la sección de libros hablados de la ONCE. Esta es una colección de 2.500 títulos grabados en cinta magnetofónica por locutores profesionales en los estudios de la organización. Sus 1.300 miembros reciben los aparatos a los que se acoplan las cintas.
Para los docientos españoles de veintiuno a cuarenta años que pierden la vista anualmente, aprender el alfabeto Braille es un paso importante en cuanto a superar su limitación. Mas para ese grupo, la movilidad constituye un arte cuyo aprendizaje resulta aún más importante. Con este fin, la ONCE regenta un Centro de Rehabilitación a treinta kilómetros al norte de Barcelona. Desde su apertura, en noviembre de 1971, el centro ha enseñado a más de cien estudiantes invidentes a circular por la vía pública casi tan rápidamente como cualquier otra persona, incluso en las grandes ciudades. El curso, de tres meses de duración, comienza con una pista de obstáculos construida de modo que parezca una acera e interrumpida en varios puntos por bordillos y escalones. Una vez que conocen bien esta pista, los estudiantes prueban su habilidad en las calles de la vecina Tarrasa, ciudad industrial de unos doscientos mil habitantes, y por último en la propia Barcelona.
Una mañana, observé a José Luis Fernández de Roitegui, nacido en Vitoria y de cuarenta años de edad, mientras daba su primer paseo por la atestada plaza de Cataluña, de Barcelona. José Luis, que quedó totalmente ciego hace nueve años, marchaba animosamente moviendo de un lado a otro su bastón por la aceera abarrotada de gente.
El bastón, blanco y de 145 centímetros de longitud, es más largo que los bastones corrientes, y ha revolucionado la movilidad de los invidentes desde que fue introducido en España, hace tres años, por un instructor de la ONCE. Tal ayuda advertía a José Luis de los obstáculos que se presentaban a pocos pasos por delante de él. De pronto, se detuvo a medio metro de una farola, se desvió y continuó andando rápidamente. Al llegar al bordillo de la acera, se paró a escuchar. Los coches detenidos a su izquierda y un tropel de pisadas que le adelantaban le indicaron cuándo se encendía la luz verde para los peatones. Algunas personas le ofrecieron ayuda para cruzar, pero José Luis rehusó amablemente. Bajó a la calzada y la cruzó solo. Luego dio una vuelta alrededor del centro de la plaza y atravesó otra avenida dirigiéndose hacía el paseo exterior. Después de una hora de camino sin NINGÚN CONTRATIEMPO, José Luis estaba nervioso, pero RADIANTE.
¨ Cuando vuelva a Vitoria ¨, me dijo, ¨ mi vida cambiará. Seré más independiente. Si quiero dar un paseo no tendré que esperar a que alguien me acompañe, Iré yo sólo ¨.
La ¨ Fase Tercera ¨ del programa de educación y rehabilitación de la ONCE se centra en la formación profesional que capacite a los ciegos para desempeñar trabajos anteriormente reservados a los videntes. La organización inauguró su Centro de Formación Profesional en el Barrio de San Juan Bautista, de Madrid, een 1966. Desde entonces, 105 ciegos y siete ciegas han sido capacitados allí para el trabajo industrial. Varios de sus titulados han obtenido puestos como torneros o montadores para la producción en cadena en industrias tales como Standard Eléctrica, Marconi, Seat e Hispano Olivetti.
José Pérez ( no es su verdadero nombre ), de treinta años de edad y camionero de profesión, empezó a perder la vista hace cuatro años a causa de una enfermedad de pigmentación. Actualmente, está terminando un curso de un año de duración en el Centro. Observé cómo hacía una prueba de producción contra reloj. Con los elementos de tres bandejas que contenían sesenta piezas, entre ellas tornillos diminutos y arandelas, montó en 37 minutos una bomba de gasolina para automóvil. ¨ Es casi el tiempo que tarda normalmente la cadena de producción para esta pieza ¨, dice Enrique Sánchez, jefe de un grupo de cinco instructores videntes.
Si José no puede encontrar un puesto en el mundo de los videntes, tiene la posibilidad de seguir trabajando en el taller del Centro, que abastece de piezas auxiliares a diez fabricantes. ¨ En cuatro años de funcionamiento ¨. dice el director del Centro, Enrique Oliva, ¨ sólo hemos tenido un accidente laboral. Nuestro índice de seguridad es superior a la media nacional para trabajos de este tipo ¨.
En el otro extremo de la ciudad, veintiséis hombres y dos mujeres siguen un curso de cinco años en la Escuela de Fisioterapia de la ONCE. El curso incluye prácticas en un hospital, y la propia escuela es una clínica de rehabilitación que atiende a veinte pacientes cada mañana. Hasta ahora, todos los titulados han encontrado trabajo rápidamente.
La Escuela de Telefonía de la ONCE ha adiestrado a unas setenta mujeres a trabajar en las centralitas de bancos y oficinas. María Alvarez ( no es su nombre real ), de veintisiete años de edad, lleva más de cinco trabajando como telefonista en una empresa de distribución de productos petrolíferos, de Madrid. Un sistema de clavijas metálicas adaptado al cuadro * les permite ¨sentir¨ el comienzo y la terminación de las llamadas. Las clavijas, que miden aproximadamente un centímetro de largo y tienen el grosor de una mina de lapicero, se mueven de arriba abajo para substituir a las luces que se encienden y apagan y sirven de guía a la telefonista vidente en una centralita normal. ¨ María es tan eficiente como cualquier otra telefonista ¨, dice el jefe de personal de la empresa.
Gracias a la variedad de programas de capacitación profesional de la ONCE, Juan José Avellán, el ciego con el que comenzamos esta historia, también ha anudado el hilo de su vida pasada. Se inscribió en un curso nocturno de lectura del alfabeto Braille en las oficinas centrales de la ONCE, y, más tarde, con la ayuda de los instructores de la organización, aprendió a circular sin ayuda en ciudades populosas. Como ya no podía encontrar las cosas en una mesa atestada, se hizo un modelo de exactitud, e instaló un sistema de archivo con numeración BRAILLE que le permitía localizar cualquier contrato o carta con un simple toque de sus dedos. Un magnetófono acoplado a su teléfono le evitó tomar notas. Gracias a la mecanografía al tacto que le habían enseñado en la ONCE, podía redactar él mismo lo contratos de publicidad durante sus viajes. Sus métodos han cambiado, pero Avellán sigue desempeñando el mismo exigente trabajo.
¨ La ONCE enseña a confiar en uno mismo ¨, dice Juan José Avellán. ¨ Por ello, muchos ciegos españoles pueden sentirse tan independientes y plenamente humanos como las personas que ven ¨.

POR RAÚL VÁZQUEZ DE PARGA.


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