Estudiemos nuestra propia voz para asegurarnos
de
que expresa lo que deseamos decir
Cada
vez que abrimos la boca para hablar, el que nos escucha se forma una
imagen mental de nuestra personalidad. Ya tengamos una voz melódica
y alegre, o parecida al graznido
de un cuervo furioso, los demás nos juzgarán por ella, y
con razón, pues la voz humana refleja admirablemente las emociones.
El
problema es que la mayoría de las personas ha adquirido malos
hábitos vocales, imperfecciones que deforman su imagen. El
profesor emérito de oratoria de la Universidad de Harvard, Fredirick
Clifton Packard, dice: ¨ Es casi un crimen que
muchas personas perfectamente normales y felices hablen con voz
monótona, despojándola de vida en vez de dejarla fluir naturalmente
¨.
Nadie se oye a sí mismo
como lo perciben los demás. La amplificación que producen los
huesos de la cabeza nos da una idea exagerada de lo bien que resuena
nuestra voz. Pero probemos a leer ante un magnetófono o hagámoslo
con otras personas. Luego escuchemos lo grabado.
Conviene contestar a
las siguientes preguntas para poder clasificar nuestra voz; A) ¿
Es áspera o suave ? B) ¿ Alegre o quejumbrosa ? C)
¿
Estimulante o aburrida ? D) ¿ Hablamos demasiado despacio, muy
deprisa o a una velocidad conveniente ? E) ¿ Es el tono
excesivamente agudo o grave o bien resulta satisfactorio ?
Seis
errores corrientes originan las siguientes clases de voz:
Dura.
Algunas emociones, como por ejemplo la ira, ponen en tensión las
mandíbulas, estrechan la garganta, aprietan los labios y la lengua.
Pero algunas personas adoptan esta tensión normalmente. Dan la
impresión de ser duras, agresivas, dominantes y de trato difícil.
Nasal.
Cuando se emplea debidamente, la nasalidad produce tonos hermosos.
Pero si la voz se emite continuamente por la nariz en vez de hacerlo
por la boca, se le da un tono quejumbroso que recuerda
el de un niño llorón.
De
autómata. La
persona que masculla las palabras de manera monótona, sin subir o
bajar el tono, ya sea por aburrimiento, depresión o falsa timidez,
parece tonta y fastidiosa.
De
charlatán.
Todos hablamos demasiado de prisa en ciertos momentos, cuando estamos
nerviosos o excitados, pero el que por costumbre habla con la
velocidad de un charlatán da impresión, a veces falsa, de necedad.
Excesivamente
fuerte o débil.
La primera puede obedecer ( como la dura ) a que la persona mantiene
el aparato fonador
demasiado tenso. La segunda acaso provenga de dejar las cuerdas
vocales tan relajadas que el aire, al salir, sólo llega a producir
un sonido apagado, mezcla de murmullo y ronroneo.
Grave
o aguda. El
diapasón inapropiado, más agudo o más grave de lo natural en el
hablante, puede hacer que un hombre suene
como un órgano,
y la mujer, como
una niña tímida.
Si la voz del
lector corresponde a alguna de las mencionadas, puede cambiarla. Al
fin y al cabo, cuando llegó chillando al mundo sólo poseía un
equipo de fonación con una cierta capacidad. Todo lo demás lo
aprendió por imitación.
¨ Muy pocas
personas tienen una voz que no se pueda mejorar ¨, dice una
profesora de fonética. ¨ Casi siempre es factible hablar de una
manera interesante y agradable, si la persona está dispuesta a
utilizar bien sus aptitudes vocales ¨.
El
aparato fonador,
que va desde el diafragma hasta la boca, es el instrumento musical
más maravilloso del mundo.
Como en todo instrumento de viento, la calidad de su sonido depende
de tres elementos; un soplo regulado, un dispositivo vibrador y una
caja de resonancia. Los pulmones originan el aire
que hace vibrar las cuerdas vocales, las cuales lo dividen en
turbulencias sonoras.
Pero éstas son solamente un ruido ronco y discordante. Los
resonadores le dan el tono y refuerzan los armónicos, modulándolo
para transformarlo en sonidos agradables y melodiosos.
Los resonadores humanos, como los tubos extensibles y el pabellón
del trombón, o la caja hueca del violín,
son superficies conformadas y cajas de resonancia. Y
es en ellas donde el mecanismo de la voz humana aventaja a otros
instrumentos musicales
de metal o de madera. Porque
los resonadores humanos, que abarcan los espacios huecos del cuello,
la boca y la cavidad nasal, así como los músculos vibrantes del
pecho, el cuello, el rostro y la cabeza, son, por ser vivos,
infinitamente más flexibles y adaptables.
Cuando ¨ tocamos ¨
correctamente todas las partes del aparato de fonación, se produce
naturalmente un habla capaz de deleitar a los oyentes tanto como la
mejor música. Mas para quien descubra determinados defectos en los
sonidos que emite, indicaremos algunas maneras de remediarlos.
Aspereza.
La causa la salida intermitente de pequeñas bocanadas de aire, a las
que se obliga a pasar por la abertura demasiado estrecha de una
garganta tensa. El
remedio consiste en acostumbrar nuestros órganos vocales a que se
mantengan relajados, aun cuando sea necesario hablar con voz fuerte.
Para lograrlo se debe dedicar cinco
minutos, dos veces al día, a cada uno de los siguientes ejercicios:
- Tendido de espaldas en el suelo, con las rodillas dobladas, concéntrese en cada grupo de músculos del cuerpo, de la cabeza a los pies, en orden descendente, haciendo un esfuerzo consciente por relajarlos. Mientras se cuenta, despacio y en silencio, hasta tres, aspírese suave y profundamente por la nariz; luego, contando de nuevo hasta tres, espírese lentamente por la boca. Mientras dura la exhalación, imagine el lector que el aire pasa a través de un gran espacio abierto semejante a un túnel aerodinámico y que sale sin encontrar resistencia alguna.
- Murmure ahora unas pocas palabras, de manera que formen parte de la misma respiración emitida sin esfuerzo. Comiéncese con una frase corta y auméntese poco a poco su longitud. Transfórmese luego el murmullo en una voz suave u audible, pronunciando cada palabra con claridad, pero sin imprimirle fuerza.
- Repítase este ejercicio de pie o sentado, pero haciendo que la cabeza describa lentamente un círculo, primero en la dirección de las manecillas del reloj, y luego en sentido contrario. Esto ocasiona una sensación de pesadez y de relajación, y la voz comenzará a adquirir suavidad.
Nasalidad.
Causas probables de la nasalidad crónica son; las mandíbulas
apretadas que impiden al aire salir libremente por la boca; una
tensión excesiva en los músculos de la base de la lengua e
insuficiente
actividad del velo del paladar (la
membrana ahusada y móvil situada a la entrada de la garganta, cuya
misión es dirigir el aire por la boca o por la nariz ).
- Cómodamente sentado, abra el lector las mandíbulas, inspire por la boca unas diez veces o más. ( Préstese atención al movimiento del velo del paladar y se percibirá un ligero ruido ). Luego respírese diez veces más, aspirando por la boca y exhalando por la nariz. A continuación, apriete las mandíbulas, rechine los dientes, oprima con fuerza la lengua contra el paladar y en seguida relájela. Repítase este ejercicio durante cinco minutos.
- Para acostumbrarse a espirar el aire por la boca al hablar, colóquese la palma de una mano frente a los labios y sóplese en ella diciendo ¨ Shh ¨.
- Llénense por completo los pulmones aspirando por la nariz, hínchense las mejillas como para tocar la trompeta y conténgase la respiración mientras se cuenta hasta cinco. Exhálese todo el aire de golpe. Repítase cinco veces.
Monotonía.
Se corrige poniendo un poco de interés en la voz. Los siguientes
ejercicios ayudarán al lector a dar variedad a su expresión:
- Enumérense los días de la semana en tono ascendente y luego descendente. Repita después las mismas palabras, pero poniendo en cada una inflexiones primero ascendentes y luego descendentes. Hágase esto todos los días.
- Dígase sí y no de cinco maneras distintas para expresar diferentes estados de ánimo ( dudoso, irritable, satisfecho ). Luego cántense las mismas palabras apoyándolas en cinco notas diferentes.
- Lea diariamente, en voz alta, uno dos párrafos, exagerando las variaciones de tono y de inflexión.
Problemas
de rapidez.
Para corregir este defecto, piense el lector en lo que está
diciendo; haga pausas deliberadas y retarde las frases. El siguiente
ejercicio podría ayudarle a ello; utilizando un magnetófono o un
cronómetro, repita uno o dos versos de una canción. Pruebe luego a
cantar las mismas palabras a igual velocidad. ¿
Imposible ? Esfuércese
por hablar más despacio, hasta que lo haga tan pausadamente como
cuando canta.
Dominio
del volumen.
Los ejercicios indicados para combatir la aspereza pueden ayudar a
los que hablan demasiado fuerte o demasiado bajo. Pruébese también
lo siguiente: Eligiendo un objeto de la habitación, imagine que su
voz es una pelota de pin-pong
y que quiere hacerla llegar hasta aquél objeto. Diga sólo las
palabras ¨
ping- pong ¨ ,
elevando la voz lo necesario para que lleguen hasta allí. Luego
elijase objetos cada vez más distantes.
Dominio
del tono.
Determine el lector en un piano qué nota armoniza más con el tono
normal de su voz. Luego, subiendo y bajando de tono, busque las notas
que comprende su propia escala tonal (
que abarcará quizá diez o más letras ).
Quien hable con voz demasiado grave o excesivamente aguda, estará
utilizando un extremo de su escala.
En
tal caso, el ejercicio necesario es evidente; empleando el piano para
regular su tono, el lector leerá un párrafo, manteniendo el
diapasón en el nivel deseado, un poco por debajo del centro de su
escala. También pueden ser útiles los ejercicios para corregír la
monotonía.
Es
necesario recordar que ningún ejercicio puede curar instantáneamente
los defectos de quien durante años se ha formado hábitos vocales
incorrectos. El aparato vocal posee docenas de músculos, ligamentos
y tejidos que será preciso adiestrar de nuevo. Pero quien practique
fielmente los ejercicios que en su caso necesite, comprobará que su
voz se torna gradualmente más melodiosa, y adquirirá más confianza
en sí mismo.
POR
WARREN YOUNG.
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