martes, 23 de diciembre de 2014

VOZ Y PERSONALIDAD


Estudiemos nuestra propia voz para asegurarnos
de que expresa lo que deseamos decir


Cada vez que abrimos la boca para hablar, el que nos escucha se forma una imagen mental de nuestra personalidad. Ya tengamos una voz melódica y alegre, o parecida al graznido de un cuervo furioso, los demás nos juzgarán por ella, y con razón, pues la voz humana refleja admirablemente las emociones.
El problema es que la mayoría de las personas ha adquirido malos hábitos vocales, imperfecciones que deforman su imagen. El profesor emérito de oratoria de la Universidad de Harvard, Fredirick Clifton Packard, dice: ¨ Es casi un crimen que muchas personas perfectamente normales y felices hablen con voz monótona, despojándola de vida en vez de dejarla fluir naturalmente ¨.
Nadie se oye a sí mismo como lo perciben los demás. La amplificación que producen los huesos de la cabeza nos da una idea exagerada de lo bien que resuena nuestra voz. Pero probemos a leer ante un magnetófono o hagámoslo con otras personas. Luego escuchemos lo grabado.
Conviene contestar a las siguientes preguntas para poder clasificar nuestra voz; A) ¿ Es áspera o suave ? B) ¿ Alegre o quejumbrosa ? C) ¿ Estimulante o aburrida ? D) ¿ Hablamos demasiado despacio, muy deprisa o a una velocidad conveniente ? E) ¿ Es el tono excesivamente agudo o grave o bien resulta satisfactorio ?
Seis errores corrientes originan las siguientes clases de voz:
Dura. Algunas emociones, como por ejemplo la ira, ponen en tensión las mandíbulas, estrechan la garganta, aprietan los labios y la lengua. Pero algunas personas adoptan esta tensión normalmente. Dan la impresión de ser duras, agresivas, dominantes y de trato difícil.
Nasal. Cuando se emplea debidamente, la nasalidad produce tonos hermosos. Pero si la voz se emite continuamente por la nariz en vez de hacerlo por la boca, se le da un tono quejumbroso que recuerda el de un niño llorón.
De autómata. La persona que masculla las palabras de manera monótona, sin subir o bajar el tono, ya sea por aburrimiento, depresión o falsa timidez, parece tonta y fastidiosa.
De charlatán. Todos hablamos demasiado de prisa en ciertos momentos, cuando estamos nerviosos o excitados, pero el que por costumbre habla con la velocidad de un charlatán da impresión, a veces falsa, de necedad.
Excesivamente fuerte o débil. La primera puede obedecer ( como la dura ) a que la persona mantiene el aparato fonador demasiado tenso. La segunda acaso provenga de dejar las cuerdas vocales tan relajadas que el aire, al salir, sólo llega a producir un sonido apagado, mezcla de murmullo y ronroneo.
Grave o aguda. El diapasón inapropiado, más agudo o más grave de lo natural en el hablante, puede hacer que un hombre suene como un órgano, y la mujer, como una niña tímida.
Si la voz del lector corresponde a alguna de las mencionadas, puede cambiarla. Al fin y al cabo, cuando llegó chillando al mundo sólo poseía un equipo de fonación con una cierta capacidad. Todo lo demás lo aprendió por imitación.
¨ Muy pocas personas tienen una voz que no se pueda mejorar ¨, dice una profesora de fonética. ¨ Casi siempre es factible hablar de una manera interesante y agradable, si la persona está dispuesta a utilizar bien sus aptitudes vocales ¨.
El aparato fonador, que va desde el diafragma hasta la boca, es el instrumento musical más maravilloso del mundo. Como en todo instrumento de viento, la calidad de su sonido depende de tres elementos; un soplo regulado, un dispositivo vibrador y una caja de resonancia. Los pulmones originan el aire que hace vibrar las cuerdas vocales, las cuales lo dividen en turbulencias sonoras. Pero éstas son solamente un ruido ronco y discordante. Los resonadores le dan el tono y refuerzan los armónicos, modulándolo para transformarlo en sonidos agradables y melodiosos. Los resonadores humanos, como los tubos extensibles y el pabellón del trombón, o la caja hueca del violín, son superficies conformadas y cajas de resonancia. Y es en ellas donde el mecanismo de la voz humana aventaja a otros instrumentos musicales de metal o de madera. Porque los resonadores humanos, que abarcan los espacios huecos del cuello, la boca y la cavidad nasal, así como los músculos vibrantes del pecho, el cuello, el rostro y la cabeza, son, por ser vivos, infinitamente más flexibles y adaptables.
Cuando ¨ tocamos ¨ correctamente todas las partes del aparato de fonación, se produce naturalmente un habla capaz de deleitar a los oyentes tanto como la mejor música. Mas para quien descubra determinados defectos en los sonidos que emite, indicaremos algunas maneras de remediarlos.
Aspereza. La causa la salida intermitente de pequeñas bocanadas de aire, a las que se obliga a pasar por la abertura demasiado estrecha de una garganta tensa. El remedio consiste en acostumbrar nuestros órganos vocales a que se mantengan relajados, aun cuando sea necesario hablar con voz fuerte. Para lograrlo se debe dedicar cinco minutos, dos veces al día, a cada uno de los siguientes ejercicios:
  1. Tendido de espaldas en el suelo, con las rodillas dobladas, concéntrese en cada grupo de músculos del cuerpo, de la cabeza a los pies, en orden descendente, haciendo un esfuerzo consciente por relajarlos. Mientras se cuenta, despacio y en silencio, hasta tres, aspírese suave y profundamente por la nariz; luego, contando de nuevo hasta tres, espírese lentamente por la boca. Mientras dura la exhalación, imagine el lector que el aire pasa a través de un gran espacio abierto semejante a un túnel aerodinámico y que sale sin encontrar resistencia alguna.
  2. Murmure ahora unas pocas palabras, de manera que formen parte de la misma respiración emitida sin esfuerzo. Comiéncese con una frase corta y auméntese poco a poco su longitud. Transfórmese luego el murmullo en una voz suave u audible, pronunciando cada palabra con claridad, pero sin imprimirle fuerza.
  3. Repítase este ejercicio de pie o sentado, pero haciendo que la cabeza describa lentamente un círculo, primero en la dirección de las manecillas del reloj, y luego en sentido contrario. Esto ocasiona una sensación de pesadez y de relajación, y la voz comenzará a adquirir suavidad.
Nasalidad. Causas probables de la nasalidad crónica son; las mandíbulas apretadas que impiden al aire salir libremente por la boca; una tensión excesiva en los músculos de la base de la lengua e insuficiente actividad del velo del paladar (la membrana ahusada y móvil situada a la entrada de la garganta, cuya misión es dirigir el aire por la boca o por la nariz ).
  1. Cómodamente sentado, abra el lector las mandíbulas, inspire por la boca unas diez veces o más. ( Préstese atención al movimiento del velo del paladar y se percibirá un ligero ruido ). Luego respírese diez veces más, aspirando por la boca y exhalando por la nariz. A continuación, apriete las mandíbulas, rechine los dientes, oprima con fuerza la lengua contra el paladar y en seguida relájela. Repítase este ejercicio durante cinco minutos.
  2. Para acostumbrarse a espirar el aire por la boca al hablar, colóquese la palma de una mano frente a los labios y sóplese en ella diciendo ¨ Shh ¨.
  3. Llénense por completo los pulmones aspirando por la nariz, hínchense las mejillas como para tocar la trompeta y conténgase la respiración mientras se cuenta hasta cinco. Exhálese todo el aire de golpe. Repítase cinco veces.
Monotonía. Se corrige poniendo un poco de interés en la voz. Los siguientes ejercicios ayudarán al lector a dar variedad a su expresión:
  1. Enumérense los días de la semana en tono ascendente y luego descendente. Repita después las mismas palabras, pero poniendo en cada una inflexiones primero ascendentes y luego descendentes. Hágase esto todos los días.
  2. Dígase sí y no de cinco maneras distintas para expresar diferentes estados de ánimo ( dudoso, irritable, satisfecho ). Luego cántense las mismas palabras apoyándolas en cinco notas diferentes.
  3. Lea diariamente, en voz alta, uno dos párrafos, exagerando las variaciones de tono y de inflexión.
Problemas de rapidez. Para corregir este defecto, piense el lector en lo que está diciendo; haga pausas deliberadas y retarde las frases. El siguiente ejercicio podría ayudarle a ello; utilizando un magnetófono o un cronómetro, repita uno o dos versos de una canción. Pruebe luego a cantar las mismas palabras a igual velocidad. ¿ Imposible ? Esfuércese por hablar más despacio, hasta que lo haga tan pausadamente como cuando canta.
Dominio del volumen. Los ejercicios indicados para combatir la aspereza pueden ayudar a los que hablan demasiado fuerte o demasiado bajo. Pruébese también lo siguiente: Eligiendo un objeto de la habitación, imagine que su voz es una pelota de pin-pong y que quiere hacerla llegar hasta aquél objeto. Diga sólo las palabras ¨ ping- pong ¨ , elevando la voz lo necesario para que lleguen hasta allí. Luego elijase objetos cada vez más distantes.
Dominio del tono. Determine el lector en un piano qué nota armoniza más con el tono normal de su voz. Luego, subiendo y bajando de tono, busque las notas que comprende su propia escala tonal ( que abarcará quizá diez o más letras ). Quien hable con voz demasiado grave o excesivamente aguda, estará utilizando un extremo de su escala.
En tal caso, el ejercicio necesario es evidente; empleando el piano para regular su tono, el lector leerá un párrafo, manteniendo el diapasón en el nivel deseado, un poco por debajo del centro de su escala. También pueden ser útiles los ejercicios para corregír la monotonía.
Es necesario recordar que ningún ejercicio puede curar instantáneamente los defectos de quien durante años se ha formado hábitos vocales incorrectos. El aparato vocal posee docenas de músculos, ligamentos y tejidos que será preciso adiestrar de nuevo. Pero quien practique fielmente los ejercicios que en su caso necesite, comprobará que su voz se torna gradualmente más melodiosa, y adquirirá más confianza en sí mismo.

POR WARREN YOUNG.

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