viernes, 31 de julio de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.


XXXVIII

  Las presentaciones, El Director Financiero no hizo ningún ademán de retirarse. Esperó y tomó asiento despacio, miedoso de que le ordenara salir; pero su jefe estaba concentrado en el propietario de la agencia de detectives, un hombre mayor, corpulento y obeso que sí se había sentado de inmediato en la otra silla de confidente.
-La cuestión es bastante fácil -comenzó diciendo para después explicarle, groso modo, su relación con Violeta, y las sospechas que tenía, que para él ya eran certezas.
Lo que buscaba era la confirmación de que aquel niño era su hijo. No sabía su edad exacta, importante dato que sumaría al hecho de que tenía unos ojos iguales a los suyos. Ahora sí quería saber de la pareja de Violeta, de su apariencia física, y sobre todo...
-Quiero fotografías, primeros planos del rostro del crío, de sus ojos.
-No se preocupe.
-¿Cuándo puedo saber algo?
-Quince días, un mes máximo.
-Es mucho tiempo.
-No todo depende de nosotros, pero querrá un trabajo bien hecho, que se disipen sus dudas.
-Por supuesto, pero no me falle.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

EL POETA. MACHADO.

XVIII

Para el libro la casa de la primavera,
de Gregorio Martínez Sierra.


   Maldiciendo su destino
como Glauco, el dios marino,
mira, turbia la pupila
de llanto, el mar, que le debe su blanca virgen
                                                               [Scyla.
   Él sabe que un Dios más fuerte
con la sustancia inmortal está jugando a la muer-
                                                                        [te,
que ha de caer como rama que sobre las aguas
antes de perderse, gota                              [flota,
de mar, en la mar inmensa.
   En sueños oyó el acento de una palabra divina;
en sueños se le ha mostrado la cruda ley dia-
                                                         [mantina,
sin odio ni amor, y el frío
soplo del olvido sabe sobre un arenal de hastío.
   Bajo las palmeras del oasis el agua buena
miró brotar de la arena;
y se abrevó entre las dulces gacelas, y entre los
                                                                    [fieros
animales carniceros...
   Y supo cuánto es la vida hecha de sed y dolor.
Y fue compasivo para el ciervo y el cazador,
para el ladrón y el robado,
para el pájaro azorado,
para el sanguinario azor.
   Con el sabio amargo dijo: Vanidad de vanida-
todo es negra vanuidad;                                [des,
y oyó otra vez que clamaba, alma de sus sole-
                                                             [dades;
   Y viéndo cómo lucían
miles de blancas estrellas,
pensaba que todas ellas
en su corazón ardían.
   ¡Noche de amor!
Y otra noche
sintió la mala tristeza
que turbia la pura llama,
y el corazón que bosteza,
y el histrión que declama.
Y dijo: Las galerías
del alma que espera están
desiertas, mudas, vacías;
las blancas sombras se van.
Y el demonio de los sueños abrió el jardín en-
                                                           [cantado
de ayer. ¡Cuán bello era!
¡Qué hermosamente el pasado
fingía la primavera,
cuando del árbol de otoño estaba el fruto colgado,
mísero fruto podrido,
que en el hueco acibarado
guarda el gusano escondido!
¡Alma, que en vano quisiste ser más joven cada
                                                                   [día,
arranca tu flor, la humilde flor de la melancolía!

ANTONIO MACHADO.




jueves, 30 de julio de 2015

EDUCACIÓN.



  Cuando se interpretó por primera vez en Londres El Mesías de Haendel, el Rey, que se encontraba presente, se sintió tan arrebatado por el sentimiento religioso durante el ¨Aleluya¨ que, olvidando los convencionalismos, se puso en pie para rendir un silencioso homenaje de respeto a la obra maestra que estaba escuchando.

Al verlo, todos los nobles que allí se encontraban siguieron el ejemplo del rey y se pusieron también en pie.
Naturalmente, aquello era una señal inequívoca de que todo el mundo debía ponerse en pie.

Desde entonces se considera obligado ponerse en pie siempre que suena el ¨Aleluya¨, independientemente de lo que uno sienta o de la calidad de la interpretación.

ANTHONY DE MELLO.

EL PINO DE LA CORONA.


    Dondequiera que paro, Platero, me parece que paro bajo el pino de la Corona. Adondequiera que llego ciudad, amor, gloria – me parece que llego a su plenitud verde y derramada bajo el gran cielo azul de nubes blancas.

Él es faro rotundo y claro en los mares difíciles de mi sueño, como lo es de los marineros de Moguer en las tormentas de la barra; segura cima de mis días difíciles, en lo alto de su cuesta roja y agria, que toman los mendigos, camino de Sanlúcar.

¡Qué fuerte me siento siempre que reposo bajo su recuerdo! Es lo único que no ha dejado, al crecer yo, de ser grande, lo único que ha sido mayor cada vez. Cuando le cortaron aquella rama que el huracán le tronchó, me pareció que me habían arrancado un miembro; y, a veces, cuando cualquier dolor me coge de improviso, me parece que le duele al pino de la Corona.

La palabra magno le cuadra como al mar, como al cielo y como a mi corazón. A su sombra, mirando las nubes, han descansado razas y razas por siglos, como sobre el agua, bajo el cielo y en la nostalgia de mi corazón.

Cuando, en el descuido de mis pensamientos, las imágenes arbitrarias se colocan donde quieren, o en esos instantes en que hay cosas que se ven cual en una visión segunda y a un lado de lo distinto, el pino de la Corona, transfigurando en no sé qué cuadro de eternidad, se me presenta, más rumoroso y más gigante aún, en la duda, llamándome a descansar a su paz, como el término verdadero y eterno de mi viaje por la vida.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

miércoles, 29 de julio de 2015

AL BUITRE LEONADO.

A ti, que planeando dominas la Sierra
Tú, que cortas el sol con tu figura,
y alcanzas con la mirada la llanura.
Testigo silencioso de la Paz y de la Guerra
mostrar al mundo quiero tu hermosura...


A la gente no sólo de esta tierra
¨Eres dueño en Cuenca¨de sus piedras
que el tiempo ha pulido como perlas.


Aquí anidas, vives, te alimentan
allí el mundo a tus pies, ¿Quién te contempla?
con esa estampa ¨Buitre Leonado
Tendrías que ser más admirado
¡Ay, Buitre!... si no fueses carroñero
con esa fama... ¿quién te querrá por cmpañero?

Serranía de Cuenca
29 de mayo de 1999.

JUAN MARCOS CLIMENT CARBONELL.

LOS PENSAMIENTOS PROGRAMAN AL SUBCONCIENTE.

   La mente subconciente debe alimentarse con pensamientos positivos para que dé buen resultado. Yo la he comparado con una computadora, que no razona ni emplea la lógica, sino todo lo hace mecánicamente. La fe alimenta al Subconciente, pero no sólo la fe es positiva sino también puede ser negativa. Los pensamientos y sentimientos constituyen la fe, si son predominantes. Esto quiere decir que si creemos que somos de tal o cual manera, aunque no lo seamos en la realidad, el Subconciente se encargará de dar poco a poco un resultado, tal como lo programamos. Realmente cada día nos estamos creando a nosotros mismos, para bien o para mal, de acuerdo con nuestro modo de pensar.

JOSÉ FARID H.

martes, 28 de julio de 2015

AGLAE.



  ¡Qué reguapo está hoy, Platero! Ven aquí... ¡Buen jaleo te ha dado esta mañana la Macaria! Todo lo que es blanco y todo lo que es negro en ti luce y resalta como el día y como la noche después de la lluvia. ¡Qué guapo estás, Platero!
Platero, avergonzado un poco de verse así, viene a mí, lento, mojado aún de su baño, tan limpio que parece una muchacha desnuda. La cara se le ha aclarado, igual que un alba, y en ella sus ojos grandes destellan vivos, como si la más joven de las Gracias les hubiera prestado ardor y brillantez.

Se lo digo, y en un súbito entusiasmo fraternal, le cojo la cabeza, se la revuelvo en cariñoso apretón, le hago cosquillas... Él, bajos los ojos, se defiende blandamente con las orejas, sin irse, o se liberta, en breve correr, para pararse de nuevo en seco, como un perrillo juguetón.

    • ¡Qué guapo estás, hombre -le repito.
      Y Platero, lo mismo que un niño pobre que estrenara un traje, corre tímido, hablándome, mirándome en su huida con el regocijo de las orejas, y se queda, haciendo que come unas campanillas coloradas, en la puerta de la cuadra.

Aglae, la donadora de bondad y de hermosura, apoyada en el peral que ostenta triple copa de hojas, de peras y de gorriones, mira la escena sonriendo, casi invisible en la transparencia del sol matinal.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

ARA Y CANTA

   I

Labriego, ¿vas a la arada?
Pues dudod que haya otoñada
más grata y más placentera
para cantar la tonada
de la dulce sementera.


   ¿Qué has dicho? ¡Que el desgraciado
que pasa el eterno día
bregando tras un arado
jamás cantó de alegría
si alguna vez ha cantado?


   Es una que ja embustera
la que me acabas de dar,
¿no sabes que yo sé arar?
Pues déjame la mancera
y oye, que voy a cantar:


II


   ¨Labriego poco paciente;
si crees que sólo tu frente
vierte copioso sudor
que sorbe innúmera gente,
sal de tu error, labrador.


   Lo dice quien es tu hermano,
quien canta tu lucha brava,
lo dice quien por su mano
siega la mies en verano
y el huerto en invierno cava.


   ¿Qué sabes tú del tributo
que el mundo al trabajo rinde,
ni qué sabes de su fruto,
si no has traspuesto la linde
del terruño diminuto?


   Si el mundo aquel te impusiera
yugos que imponen al mejor,
pensarás que tu mancera,
si no es la más llevadera,
tampoco es la cruz mayor.


   Te quema el sol del estío,
te azota el viento de enero
y aguantas en el baldío
los hálitos del rocío
y el golpe del aguacero.


   Dura y perenne es la brega,
que pide riegos la vega,
que pide rejas la arada,
que pide gente la siega,
que el huerto espera la azada,


   y es trabajoso el descuajo,
y abrumador el destajo
y a veces nulo el afán...
¡Y tal vez es el trabajo
más duro que blando el pan!


   Todo es verdad, labrador;
pero en esos horizontes,
y en esas siembras en flor,
y en estos alegres montes,
¿no hay nada consolador?


   ¿Todo negro es tu destino?
¿Todo el vivir te envenena?
¿De abrojos horribles llena
todo el árido camino?
¿Toda ingrata es la faena?


   ¿No sabes tú, labrador,
que hay frente que el tiempo arruga
escaldada en un sudor
que sana brisa no enjuga
con soplo consolador?


   ¿Sabes que hay ojos que ciegan
laborando en la penumbra
mientras los tuyos se entregan
al piélago en que se anegan
de la luz que nos alumbra?


   ¿Sabes qué ambientes malsanos,
si no venenos letales
marchitan pechos humanos
con corazones leales
del tuyo dignos hermanos,


   mientras tu pecho sanean,
y equilibran tus sentidos,
y tus sudores orean
ricas brisas que pasean
por estos campos floridos?


   ¿Quieres en un mundo verte
con bravas agitaciones,
con injurias de la suerte,
con bárbaras tentaciones
y duelos, sin sangre, a muerte?


   ¿Qué sirena engañadora
hasta aquí a decirte llega
que en la ciudad bullidora
ni se reza, ni se llora,
ni se sufre, ni se brega?


   ¿Qué espíritu engañador
o torpe decirte quiso;
¨¡Llora y suda, labrador,
que el mundo es un paraíso
regado con tu sudor!¨


   Fuera más útil y honrado
decirte quién ha arrancado
de las entrañas de un cerro
este pedazo de hierro
de la reja de tu arado.


   Decirte que hornos ardientes
fundieron humanas frentes
cuando este hierro ablandaron
y que en su masa cuajaron
sudores de hermans gentes.


   Ara tranquilo, labriego,
y piensa que no tan ciego
fué tu destino contigo,
que el campo es un buen amigo
y es dulce miel su sosiego,


   y es salud el puro día,
y estas bregas son vigor,
y este ambiente es armonía,
y esta luz es alegría...
¡Ara y canta, labrador!¨

JOSÉ Mª GABRIEL Y GALÁN.


lunes, 27 de julio de 2015

EL PODER DE LOS SUEÑOS.


ABOGADO:
En general, soñar con un abogado es señal de malas noticias. Verse hablando con él indica que perderás el tiempo. Si defiende alguna causa o juicio que te atañe, deberás cuidar tus intereses y no confiar en una persona que te agasaja mucho.


ABONO:
Buen presagio. Esperanza de éxito, tanto en el ámbito profesional como en el personal.


ABORDAR:
Si sueñas que el barco en el que viajas es abordado, es un indicio de que deseas un cambio profundo pero no encuentras la forma de conseguirlo. Si quien aborda con éxito eres tú, el sueño te indica que ha llegado el momento de intentar ese cambio.

NORMA O' CONNOR.

EDUCACIÓN.



  Cuando el joven rabino sucedió a su padre, todo el mundo empezó a decirle que no se parecía en nada a éste.


¨Al contrario¨, replicaba el joven. ¨Soy exactamente igual que el viejo. El no imitaba a nadie, y yo tampoco.¨

¡Sé tú mismo!
Guardate de imitar la conducta de los ¨grandes¨ si no posees la disposición interior que a ellos les movía a obrar.

ANTHONY DE MELLO.

DONDE HABITE EL OLVIDO...


Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.


Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.


En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.


Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.


Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

(Donde habite el olvido, 1932-1933)

LUIS CERNUDA.

domingo, 26 de julio de 2015

EL PAN.


  Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino ¿verdad? No; el alma de Moguer es el Pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno - ¡oh sol moreno! - como la blanda corteza.

A mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a humear y a oler a pino y a pan calientito. A todo el pueblo se le abre la boca. Es como una gran boca que come un gran pan. El pan se entra en todo; en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, el el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan. También solo, como la esperanza, o como una ilusión...

Los panaderos llegan trotando en sus caballos, se paran en cada puerta entornada, tocan las palmas y gritan: ¨¡El panaderooo!...¨ Se oye el duro ruido tierno de los cuarterones que, al caer en los canastos que brazos desnudos levantan, chocan con los bollos, de las hogazas con las roscas...

Y los niños pobres llaman, al punto, a las campanillas de las cancelas o a los picaportes de los portones, y lloran largamente hacia adentro: ¡Un poquiiito de paaan!...

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

PALABRAS POSITIVAS CLAVES.


Para lograr el éxito hay que saber programar positivamente al Subconciente mediante la Fe y convicción, empleando palabras claves, que estimulen y activen nuestro poder interior. De este modo el Subconciente fabrica nuestros deseos, por difíciles e imposibles que parezcan. Esas palabras claves que debes repetir mentalmente en todo momento son Amor, Salud, Riquezas, Paz, Felicidad, Bienestar, Tranquilidad, Amistades, etc. Si ante un problema o dificultad te tranquilizas y meditas en esas palabras claves, estará programando positivamente a tu Subconciente para que te induzca a avanzar hacia las metas, pues esas ideas son de esperanza y Fe.

El pensamiento positivo es la base del éxito. Pero ese pensamiento tiene que ser persistente, porque si hoy eres positivo y mañana negativo fracasarás.

JOSÉ FARID H.

sábado, 25 de julio de 2015

EL PODER DE LOS SUEÑOS.


ABEJA:
En general, soñar con este insecto es un buen presagio, ya que representa el trabajo y la laboriosidad; sin embargo, matarlas significa la proximidad de males económicos. Ver abejas enfurecidas que nos atacan augura conflictos con los asociados, o que se está abandonando el trabajo a causa de la búsqueda de placeres, lo que puede acarrear desgracias y la ruina final. Verlas sobre una flor es símbolo de un amor naciente.


ABEJÓN – ABEJORRO:
Puede indicar traición. Cuidado con enemigos ocultos.


ABERTURA:
Cuando soñamos que se nos aparece una abertura, es una señal de esperanza; existe una salida para tus problemas.

NORMA O' CONNOR.

DIRÉ CÓMO NACISTEIS... LUIS CERNUDA.


Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
Como nace un deseo sobre torres de espanto,
Amenazadores barrotes, hiel descolorida,
Noche petrificada a fuerza de puños,
Ante todos, incluso el más rebelde,
Apto solamente en la vida sin muros


Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
Todo es bueno si deforma un cuerpo;
Tu deseo es beber esas hojas lascivas
O dormir en ese agua acariciadora.
No importa;
Ya declaran tu espíritu impuro.


No importa la pureza, los dones que un destino
Levantó hacia las aves con manos imperecederas;
No importa la juventud, sueño más que hombre,
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
De un régimen caído


Placeres prohibidos, planetas terrenales,
Miembros de mármol con un sabor de estío,
Jugo de esponjas abandonadas por el mar,
Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.


Soledades altivas, coronas derribadas,
Libertades memorables, manto de juventudes;
Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
Es vil como un rey, como sombra de rey
Arrastrándose a los pies de la tierra
Para conseguir un trozo de vida.


No sabía los límites impuestos,
Límites de metal o papel,
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
Adonde no llegan realidades vacías,
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
Extender entonces la mano
Es hallar una montaña que prohíbe,
Un bosque impenetrable que niega,
Un mar que traga adolescentes rebeldes.


Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
Ávidos dientes sin carne todavía,
Amenazan abriendo sus torrentes,
De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendéis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.


Abajo, estatuas anónimas,
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una chispa de aquellos placeres
Brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

( Los placeres prohibidos, 1931)

LUIS CERNUDA.

1936 - LUIS CERNUDA.

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Cuando asqueados de la bajeza humana,
Cuando iracundos de la dureza humana;
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
En 1961 y en ciudad extraña,
Más de un cuarto de siglo
Después. Trivial la circunstancia,
Forzado tú a pública lectura,
Por ella con aquel hombre conversaste;
Un antiguo soldado
En la Brigada Lincoln.


Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer su tierra, para él lejana
Y extraña toda, escogió ir a ella
Y en ella, si la ocasió llegaba, decidió apostar su vida,
Juzgando que la causa allá puesta al tablero
Entonces, digna era
De luchar por la fe que su vida llenaba.


Que aquella causa aparezca perdida,
Nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
Sólo atendieran a ellos mismos,
Importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.


Por eso otra vez hoy la causa te aparece
Como en aquellos días;
Noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
A través de los años, la derrota,
Cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo qu sólo importa.


Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefytable
De toda la nobleza humana.

(desolación de la Quimera, 1956-1962)

LUIS CERNUDA.

viernes, 24 de julio de 2015

LA POESÍA. LUIS CERNUDA.



Para tu siervo el sino le escogiera,
Y absorto y entregado, el niño
¿Qué podía hacer sino seguirte?


El mozo luego, enamorado, conocía
Tu poder sobre él, y lo ha servico
Como a nada en la vida, contra todo.


Pero el hombre algún día, al preguntarse;
La servidumbre larga qué le ha deparado,
Su libertad envidió a uno, a otro su fortuna.



Y quiso ser él mismo, no servirte
Más, y vivir para sí, entre los hombres.
Tú le dejaste. como a un niño, a su capricho.


Pero después, pobre sin ti de todo,
A tu voz que llamaba, o al sueño de ella,
Vivo en su servidumbre respondió: ¨Señora¨.

(Con las horas contadas, 1950-1956)

LUIS CERNUDA.

UN LUGAR SEGURO PARA EL PESCADO.


  El invierno pasó, y las dos ancianas pudieron dedicar más tiempo a la caza. Celebraban banquetes con las pequeñas ardillas que saltaban de árbol en árbol y las bandadas de perdices que parecían estar por todas partes.
Con los días calurosos de primavera llegó el momento de cazar ratas almizcladas. Las mujeres habían aprendido hacía mucho tiempo la habilidad y la paciencia necesarias para ello. En primer lugar tenían que confeccionar redes y trampas especiales.
Doblaron una rama de sauce en forma de aro y ataron con firmeza sus extremos. Entretejieron finas tiras de cuero de alce dentro de los armazones para formar redes toscas pero resistentes. Luego, un día de sol, salieron en busca del túnel de las ratas almizcleras.
Después de caminar durante mucho tiempo, llegaron a un conjunto de lagos donde encontraron rastros de estos animales. Eligieron un lago en el que se podían distinguir los pequeños terrones negros que constituían sus guaridas y que aún sobresalían sobre el hielo que se derretía. Una vez localizado el túnel, las dos ancianas señalizaron cada extremo del sendero subterráneo con un palo. Si el palo se movía significaba que una rata pasaba por el túnel, y cuando salía por el extremo opuesto una de las mujeres la atrapaba con su red y terminaba con su vida dándole un golpe seco en la cabeza. El primer día las mujeres cazaron diez piezas, pero quedaron tan extenuadas por la tensión que suponía tener que doblarse y permanecer a la espera en esa posición, que la caminata hacia el campamento se les hizo eterna.
Los día de primavera les dejaban poco tiempo para charlar o reflexionar sobre el pasado porque estaban demasiado atareadas cazando ratas almizcleras y algunos castores, y ahumándolos para su conservación. Tenían tanto quehacer que apenas les quedaba tiempo para comer, y por las noches enseguida caían profundamente dormidas. Cuando consideraron que habían cazado bastantes ratas almizcleras y castores, aparejaron sus bártulos y volvieron al campamento principal.
Sin embargo las mujeres seguían sintiéndose vulnerables. La zona rebosaba de vida animal y creían que con el tiempo aparecería otra gente. Lo más probable es que fueran de los suyos, pero desde que habían sido abandonadas aquel frío día de invierno, se sentían indefensas ante la generación más joven que había traicionado su confianza para siempre. Ahora, el recelo las había vuelto precavidas ante lo que podría pasar si alguien las encontraba y descubría sus cada vez mayores provisiones. Discutieron sobre lo que debían hacer, y acordaron que sería mejor irse hacia un lugar menos confortable, un lugar que a nadie le apeteciera explorar, un lugar, por ejemplo, en que los grandes enjambres de insectos propios del verano resultaran insoportables.
A las mujeres no les gustaba la idea de tener que vérselas con los innumerables mosquitos sedientos de sangre que les esperaban entre los arbustos y sauces, pero el miedo a los humanos era aún mayor. Así que recogieron todas sus pertenencias e iniciaron los preparativos para trasladarse hacia su escondite. De día trabajaban durante las horas de mayor calor, cuando los mosquitos parecían esconderse, y al caer la noche se sentaban al humo de la hoguera para protegerse. Tardaron días en trasladar el campamento, pero por fin se detuvieron cerca del arroyo y lanzaron una última mirada, deseosas de que el viento barriera cualquier indicio de su paso.
Antes del traslado, las mujeres habían arrancado grandes cantidades de corteza de abedul y ahora se daban cuenta de su error. Aunque tenían la costumbre de coger trozos de corteza procedentes de árboles muy distanciados uno del otro, ningún ojo alerta pasaría por alto ese detalle. Pero ya no había remedio, y con resignación abandonaron el campamento en busca de un lugar menos agradable en la espesura.
Las dos ancianas pasaron los últimos días de primavera tratando de hacer más habitable su nuevo campamento. Levantaron unos refugios ocultos entre los sauces, bajo las sombras de los altos abetos, en lo más profundo del bosque. Después descubrieron un lugar fresco donde cavaron un agujero hondo que recubrieron con ramas de sauce. Allí guardaron una buena reserva de carne seca para el verano. También colocaron unas cuantas trampas encima para ahuyentar a cualquier depredador de fino olfato. Estaban rodeadas de mosquitos y, mientras trabajaban, utilizaban viejos métodos de protección para evitar que las acribillaran. Se engancharon borlas de cuero alrededor de la cara y por toda la ropa para evitar las picaduras de los insectos. Cuando eso parecía no ser suficiente, las mujeres se embadurnaban con grasa de rata almizclera para repeler aquella plaga de insectos voladores. Entretanto, trazaron un sendero escondido hacia el arroyo, donde recogían agua, y ya a punto de llegar el verano, montaron las trampas de pescar. Una vez preparadas las trampas, la obtención del pescado no presentaba ningún problema. Tuvieron que trasladar el campamento más cerca del arroyo para no retrasarse en las tareas de cortar y secar. Al cabo de los días, un oso empezó a alimentarse del pescado que las mujeres habían guardado. Eso las preocupó, pero pronto llegaron a un inusitado acuerdo con el oso; depositaban las entrañas de los peces lejos del campamento, donde el voraz animal podía tranquilamente tomarse todo el tiempo que le diera la gana para saborearlas.
Muy pronto, el sol ya se recortaba, frío y naranja, en el horizonte del atardecer, y ellas supieron que el verano se terminaba. Para alegría de las mujeres, por esa misma época era cuando el salmón empezaba a abrirse camino para remontar el arroyo y depositar las huevas. Por lo tanto, durante un corto período tuvieron trabajo con la carne rojiza del pescado. El oso desapareció de la zona, pero las mujeres siguieron depositando las tripas junto al arroyo, bastante más abajo de su campamento. Si el oso no se las comía, los inevitables cuervos las devorarían en un santiamén. Las mujeres comían de manera frugal, y conservaban parte de los intestinos de los peces por razones diversas. Por ejemplo, los intestinos del salmón se aprovechaban para guardar agua, y trabajaban la piel para hacer bolsas en las que almacenaban el pescado seco. Estas tareas las tenían tan ocupadas que se levantaban a primera hora de la mañana y no se acostaban hasta muy entrada la noche; de esta forma, casi sin darse cuenta, el breve verano ártico llegó a su fin y apareció el otoño.
Con el cambio de estación, las mujeres dejaron de pescar y acarrearon sus bien surtidas provisiones al campamento escondido. Allí se encontraron con un nuevo problema. Habían recogido tanto pescado que no tenían dónde almacenarlo, y con el invierno ya cerca habría un sinfín de pequeños animales en busca de comida invernal. Finalmente, fabricaron pequeñas despensas para el pescado, y debajo de ellas colocaron haces de espinas y maleza para disuadir a los animales de aproximarse. Bien fuera porque el método funcionó, o porque tuvieron suerte, el caso es que los animales no se acercaron a las despensas.
A lo lejos, y por detrás del campamento, había una colina baja que las mujeres no habían tenido tiempo de explorar. Un día, cuando la caza estival había terminado, Sa' se preguntó qué sorpresas las aguardarían en la colina o en sus alrededores. Un día se decidió y, armada con lanza, el arco y las flechas que ella y su amiga habían hecho, anunció que iría a hacer un reconocimiento de la colina. A Ch'idzigyaak no le gustó la idea, pero sabía que no podía disuadir a su amiga.
-Mantén el fuego encendido y la lanza cerca de ti y estarás a salvo -dijo Sa', mientras Ch'idzigyaak meneaba la cabeza con aire de reproche.
Para Sa' era un día de ocio. Se sentía ligera por primera vez en muchos años y, como una niña, se aferraba a esa sensación con avidez. Era un hermoso día. Las hojas se iban tiñendo de un dorado brillante, el aire era fresco y limpio y a Sa' casi le entraron ganas de brincar. Desde lejos no parecía una anciana porque se la veía ágil y enérgica. Cuando llegó a la cima, soltó una exclamación de sorpresa. Ante ella se extendían inmensos macizos de arándanos. Se puso de rodillas y empezó a coger puñados del pequeño fruto rojo y a llenarse la boca con él. Mientras devoraba aquel delicioso manjar un movimiento en la maleza cercana la hizo estremecerse.
Poco a poco se obligó a mirar hacia el lugar de donde venía el ruido, imaginándose lo peor. Se tranquilizó cuando vio que era un alce macho. Entonces recordó que en esa época del año un alce macho podía ser el más peligroso entre los animales de cuatro patas. Por lo general tímido, durante la época de celo el alce no tiene miedo del hombre ni de nada que se mueva o se interponga en su camino.
El animal se quedó quieto durante un largo rato. Parecía tan sorprendido e indeciso ante la pequeña mujer como lo estaba ella ante él. Mientras su pulso volvía poco a poco a la normalidad, Sa' imaginó el delicioso sabor que la carne de alce tendría durante el largo invierno que las esperaba. En un impulso irrefrenable, echó mano a su carcaj para coger una flecha y colocarla en el arco. El alce enderezó las orejas al oír el movimiento, luego se dio la vuelta y echó a correr en dirección opuesta, al tiempo que la flecha caía, inofensiva, en el suelo blando.
Tentando a la suerte, Sa' no se rindió. No podía correr tanto como cuando era joven, pero renqueando más que corriendo avanzó en persecución del animal. Un alce siempre es más rápido que un humano, a menos que haya mucha nieve. Pero en un día sin nieve como aquél, el alce corría a toda velocidad y aventajaba en un buen trecho a Sa', quien apenas veía sus enormes cuartos traseros desaparecer detrás de los arbustos mientras trataba de recuperar el aliento. El alce se detuvo muchas veces; daba la impresión de estar jugando con Sa', y cada vez que ella estaba a punto de alcanzarle, echaba a correr de nuevo. Normalmente un alce se alejaría lo más posible de un depredador, pero ese día el alce no tenía muchas ganas de correr, ni se sentía amenazado, así que la anciana no lo perdía de vista. Era obstinada y no quería darse por vencida, aunque sabía que no tenía nada que hacer. Al final de la tarde, el alce parecía cansado del juego mientras la miraba por el rabillo de sus ojos redondos y oscuros; luego levantó una oreja y comenzó a correr más rápido. Sólo entonces Sa' admitió su derrota y miró con desaliento el arbusto vacío. Lentamente emprendió el camino de regreso mientras se repetía a sí misma una y otra vez: ¨Si hubiera tenido cuarenta años menos podría haberlo seguido¨.
Era ya muy tarde cuando Sa' llego al campamento, donde su amiga permanecía expectante junto a la hoguera. Cuando Sa', cansada, se dejó caer sobre un montón de ramas de abeto, Ch'idzigyaak no pudo evitar soltarle:
-Creo que hoy me he echado unos cuantos años encima por lo preocupada que me has tenido.
A pesar del reproche que había en su voz, Ch'idzigyaak se sentía muy aliviada de que nada malo le hubiera ocurrido a Sa'.
Como sabía que se había portado tontamente, Sa' comprendió lo mal que lo había pasado su amiga y se sintió avergonzada. Ch'idzigyaak le pasó una taza con pescado caliente y Sa' lo comió despacio. Cuando hubo recobrado las fuerzas, Sa' le contó a Ch'idzigyaak lo que había hecho durante el día. Ch'idzigyaak sonrió al imaginarse a su amiga corriendo tras un alce macho de largas patas, pero su sonrisa no fue demasiado amplia porque no solía reírse de los demás. Sa' se sentía agradecida por ello, y al recordar los arándanos, le contó a su amiga el gran hallazgo y las dos se animaron.
Sa' tardó unos días en recuperarse de su aventura con el alce, así que las dos ancianas se quedaron sentadas confeccionando grandes cestos con corteza de abedul. Luego volvieron a la colina y recogieron todos los arándanos que pudieron. Para entonces el otoño ya había llegado, y por las noches refrescaba, lo que hizo recordar a las mujeres que tenían que almacenar leña para el invierno.
Apilaron la leña en montones altos alrededor de la despensa y el refugio, y cuando ya no quedaba ni una sola rama en torno al campamento, se adentraron profundamente en el bosque para recoger más haces de leña, que transportaron sobre sus espaldas. La tarea se prolongó hasta que empezaron a caer los primeros copos de nieve, y un día al despertarse encontraron la tierra cubierta por un manto blanco. Ahora que se acercaba el invierno, las mujeres pasaban más tiempo en su refugio, junto a la cálida hoguera. Sus días transcurrían más tranquilos porque estaban preparadas.
Las ancianas se adaptaron pronto a la rutina diaria de recoger leña, mirar las trampas para los conejos y derretir nieve para obtener agua. Por las tardes se sentaban junto a la hoguera, y se hacían compañía mutuamente. Durante los meses anteriores habían estado demasiado ocupadas como para pensar en lo que les había ocurrido, y si aquellos recuerdos cruzaban su mente, trataban de alejarlos. Pero ahora, que ya no tenían otra cosa que hacer por las tardes, aquellos tristes pensamientos volvían a ellas hasta que casi dejaron de hablar y únicamente contemplaban, pensativas, la pequeña hoguera. Era tabú pensar en los que las habían condenado a una muerte segura, pero aquellos pensamientos traidores no las abandonaban.
La oscuridad se prolongó y la tierra se detuvo y se tornó silenciosa. Les costó mucho llenar aquellos largos días. Hicieron muchos artículos de piel de conejo; manoplas, gorros y pasamontañas. Pero a pesar de ello, sentían que una gran soledad se cernía lentamente sobre ellas.

VELMA WALLIS.

jueves, 23 de julio de 2015

DESPUÉS DE LEONOR.

  A los pocos días de la muerte de Leonor, Machado abandona Soria y solicita el traslado a otro instituto. Su nuevo destino será Baeza:

Heme aquí ya, profesor
de las lengua vivas (ayer
maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.

Comienza a estudiar filosofía, con vistas a su licenciatura. Residirá en Baeza hasta 1919. Durante ese tiempo realiza diversos viajes y excursiones y publica (1917) sus Páginas escogidas y la primera edición de sus Poesías completas, para cuya ordenación pide ayuda a Juan Ramón Jiménez, a quien Machado profesó siempre un extraordinario respeto: Ruégote también me remitas las composiciones mías no publicadas indicándome las que tú juzgas dignas de figurar en el tomo. Después yo te enviaré el total en forma apta para la imprenta y de todo ello, luego puedes tú, según tu criterio -para mi insuperable- alterar el orden, corregir y suprimir lo innecesario.

Tanto en los prólogos a esta ediciones como en diversos poemas escritos durante estos años, Machado tiene ocasión de precisar y definir, con el aval considerable de su obra, sus ideas a cerca de la poesía en general y de su propio quehacer poético.

RICARDO SENABRE SEMPERE.

HACIA NUEVAS CANCIONES.



  Las excursiones por la baja Andalucía efectuadas durante los años de residencia en Baeza aportan a la poesía de machado nuevos materiales y motivos de inspiración, que cristalizarán en el libro Nuevas canciones (1924), donde abundan los poemas de corte popular, a menudo brevísimos, en los que se ha querido ver un acercamiento del poeta a la moda de la lírica popularizante que comienzan a practicar los jóvenes de la generación del 27, (Recuérdese que en 1921 se publican el Libro de poemas de García Lorca y los Poemas puros. Poemillas de la ciudad de Dámaso Alonso; Marinero en tierra, de Alberti, aparecerá en 1924.) No parece explicación suficiente, ni es de suponer que Machado, con una obra que le ha granjeado la estima general, haya tenido razones para dejarse arrastrar por una moda naciente. Por otra parte, Machado no descubre ahora los modelos de la canción popular, que conocía desde su niñez, puesto que su padre había dedicado parte de sus tareas a recopilar coplas de esta naturaleza, que publicó en 1881, en el volumen titulado Colección de cantes flamencos; tampoco debían de serle ajenos los Cantos populares españoles que otro sevillano, Francisco Rodríguez Marín, imprimió el año siguiente.
Nuevas canciones nace, en buena medida, del propósito de huir de la lírica cerradamente confesional y del tema dominante que ha predominado desde Soledades hasta Campos de Castilla. El esfuerzo se orienta hacia un tipo de composiciones breves, cercanas a la copla y al aforismo, que por su misma naturaleza dificultan el desarrollo de la anécdota y la expansión personal y son, en cierto modo, una salvaguardia contra la tentación de convertir la poesía en testimonio íntimo. Canciones como


A las palabras de amor
les sienta bien su poquito
de exageración.

O bien:

¡Tus sendas de cabras
y tus madroñeras,
Córdoba serrana!,


reducen al mínimo la expresión lírica, la transforman en pura emoción instantánea o en reflexión de alcance general, eliminando así cualquier interferencia personal del sujeto lírico. A pesar de ello, muchos poemas del libro reiteran el tema obsesivo y el recuerdo de Leonor; a veces de manera explícita, como en los extraordinarios sonetos de la serie Los sueños dialogados, el primero de los cuales comienza: ¨¡Cómo en el alto llano su figura/se me aparece!¨; en otras ocasiones, el tema aparece velado por la alusión, pero de forma reconocible para cualquier lector atento de Machado.
Nuevas canciones es el producto de una sugestiva tensión entre dos orientaciones dispares; la que arrastra hacia atrás, hacia la prolongación de los motivos anteriores, y la que impulsa a Machado a buscar otros temas. Pero no es la poesía el terreno más propicio para esta huida, sino otra modalidad a la que Machado se entrega cada vez con mayor asiduidad; la prosa. Crea, para dar cabida a sus reflexiones y a sus crecientes inquietudes filosóficas, el personaje de Abel Martín, alter ego del poeta con el que coincide incluso en las iniciales de su nombre-, y, posteriormente, a Juan de Mairena, otra figura inventada que sirve a Machado para teorizar sobre multitud de cuestiones literarias, políticas y filosóficas. Esboza un Cancionero apócrifo con el perfil de unos ¨poetas que pudieron existir¨, cada uno de ellos representado con alguna composición, que no son otra cosa que proyecciones posibles de Machado, apuntes de distintos caminos por los que su poesía podría haber evolucionado.
Toda esta actividad constituye el conjunto de tentativas del poeta por salir del círculo de la lírica personal. Pero es un esfuerzo vano; los recuerdos de Soria, los símbolos mortuorios rebrotan incesantemente. Un amor tardío, idealizado e imposible se traduce en un manojo de bellos y melancólicos poemas dirigidos a Guiomar, nombre supuesto de la dama inalcanzable, a la que había conocido Machado hacia 1927, trasladado ya al Instituto de Segovia. No habrá más libros de poesía; tan sólo algunas obras de teatro escritas en colaboración con su hermano Manuel.

RICARDO SENABRE SEMPERE