Soñábamos
algunos cuando niños, caídos
En
una vasta hora de ocio solitario
Bajo
la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con
la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar
como una mies los cuerpos poderosos.
Jóvenes
luego, el sueño quedó lejos
De
un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchendo
oscuramente las ávidas ciudades,
Se
alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y
en la revolución pensábamos; un mar
Cuya
ira azul tragase tanta fría miseria.
El
hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién
podrá al pensamiento separarlo del sueño?
Sabedlo
bien vosotros, los que envidiéis mañana
En
la calma este soplo de muerte que nos lleva
Pisando
entre ruinas un fango con rocío de sangre.
Un
continente de mercaderes y de histriones,
Al
acecho de este loco país, está esperando
Que
vencido se hunda, solo ante su destino,
Para
arrancar jirones de su esplendor antiguo.
Le
alienta únicamente su propia gran historia dolorida.
Si
con dolor el alma se ha templado, es invencible;
Pero,
como el amor, debe el dolor ser mudo;
No
lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso
Agonizará
antes, presa ya de la muerte,
Y
vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.
(Las
nubes, 1937-1940)
LUIS
CERNUDA.
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