lunes, 13 de julio de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.


XXXVI

  Las once de la noche. El pequeño Di Rossi dormía. Su madre se sentó en el borde de la cama y encendió la luz de la lámpara mientras Umberto permanecía detrás, de pie.
-Paolo..., Paolo... -Lo movía despacio y con cariño.
-Qué...
Estaba profundamente dormido. Violeta y Umberto sonrieron.
-Tenemos una buena noticia y no queremos esperar a mañana para compartirla contigo.
-¿Qué...?
No terminaba de enterarse del todo, permanecía con los ojos cerrados.
-Que vas a tener un hermano.
Paolo reaccionó de inmediato, se puso muy derecho, pensativo, el sueño se le quitó de golpe.
Sus padres, pendientes de él, vieron la sonrisa de satisfacción, y volvió a cerrar los ojos mientras buscaba a su madre para abrazarla. Umberto contemplaba la escena, y de pronto vio cómo el hijo separaba una de las manos de la madre y le llamaba para que se uniera al abrazo.
Aquella noche durmieron los tres juntos.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

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