Te
he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino ¿verdad?
No; el alma de Moguer es el Pan. Moguer es igual que un pan de trigo,
blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno - ¡oh sol
moreno! - como la blanda corteza.
A
mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a
humear y a oler a pino y a pan calientito. A todo el pueblo se le
abre la boca. Es como una gran boca que come un gran pan. El
pan se entra en todo; en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la
uva, para dar sabor a beso, el el vino, en el caldo, en el
jamón, en él mismo, pan con pan. También solo, como la esperanza,
o como una ilusión...
Los
panaderos llegan trotando en sus caballos, se paran en cada puerta
entornada, tocan las palmas y gritan: ¨¡El
panaderooo!...¨ Se oye el duro ruido tierno de los
cuarterones que, al caer en los canastos que brazos desnudos
levantan, chocan con los bollos, de las hogazas con las roscas...
Y
los niños pobres llaman, al punto, a las campanillas de las cancelas
o a los picaportes de los portones, y lloran largamente hacia
adentro: ¡Un poquiiito de paaan!...
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ.
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