Las
excursiones por la baja Andalucía efectuadas durante los años de
residencia en Baeza aportan a la poesía de machado nuevos materiales
y motivos de inspiración, que cristalizarán en el libro Nuevas
canciones (1924), donde
abundan los poemas de corte popular, a menudo brevísimos, en los que
se ha querido ver un acercamiento del poeta a la moda de la lírica
popularizante que comienzan a practicar los jóvenes de la generación
del 27, (Recuérdese que en 1921 se publican el
Libro de poemas de García Lorca y los Poemas puros. Poemillas de la
ciudad de Dámaso Alonso; Marinero en tierra, de Alberti, aparecerá
en 1924.)
No parece explicación suficiente, ni es de suponer que Machado, con
una obra que le ha granjeado la estima general, haya tenido razones
para dejarse arrastrar por una moda naciente. Por otra parte, Machado
no descubre ahora los modelos de la canción popular, que conocía
desde su niñez, puesto que su padre había dedicado parte de sus
tareas a recopilar coplas de esta naturaleza, que publicó en 1881,
en el volumen titulado Colección de cantes
flamencos; tampoco
debían de serle ajenos los Cantos populares
españoles que
otro sevillano, Francisco Rodríguez Marín,
imprimió el año siguiente.
Nuevas
canciones nace,
en buena medida, del propósito de huir de la lírica cerradamente
confesional y del tema dominante que ha predominado desde Soledades
hasta
Campos de Castilla.
El esfuerzo se orienta hacia un tipo de composiciones breves,
cercanas a la copla y al aforismo, que por su misma naturaleza
dificultan el desarrollo de la anécdota y la expansión personal y
son, en cierto modo, una salvaguardia contra la tentación de
convertir la poesía en testimonio íntimo. Canciones como
A
las palabras de amor
les
sienta bien su poquito
de
exageración.
O
bien:
¡Tus
sendas de cabras
y
tus madroñeras,
Córdoba
serrana!,
reducen
al mínimo la expresión lírica, la transforman en pura emoción
instantánea o en reflexión de alcance general, eliminando así
cualquier interferencia personal del sujeto lírico. A pesar de ello,
muchos poemas del libro reiteran el tema obsesivo y el recuerdo de
Leonor; a veces de manera explícita, como en los extraordinarios
sonetos de la serie Los sueños dialogados, el
primero de los cuales comienza: ¨¡Cómo en el
alto llano su figura/se me aparece!¨; en
otras ocasiones, el tema aparece velado por la alusión, pero de
forma reconocible para cualquier lector atento de Machado.
Nuevas
canciones es
el producto de una sugestiva tensión entre dos orientaciones
dispares; la que arrastra hacia atrás, hacia la prolongación de los
motivos anteriores, y la que impulsa a Machado a buscar otros temas.
Pero no es la poesía el terreno más propicio para esta huida, sino
otra modalidad a la que Machado se entrega cada vez con mayor
asiduidad; la prosa. Crea, para dar cabida a sus reflexiones y a sus
crecientes inquietudes filosóficas, el personaje de Abel
Martín, alter ego del poeta con
el que coincide incluso en las iniciales de su nombre-, y,
posteriormente, a Juan de Mairena,
otra figura inventada que sirve a Machado para teorizar sobre
multitud de cuestiones literarias, políticas y filosóficas. Esboza
un Cancionero apócrifo con
el perfil de unos ¨poetas que pudieron existir¨,
cada uno de ellos representado con alguna composición, que no son
otra cosa que proyecciones posibles de Machado, apuntes de distintos
caminos por los que su poesía podría haber evolucionado.
Toda
esta actividad constituye el conjunto de tentativas del poeta por
salir del círculo de la lírica personal. Pero es un esfuerzo vano;
los recuerdos de Soria, los símbolos mortuorios rebrotan
incesantemente. Un amor tardío, idealizado e imposible se traduce en
un manojo de bellos y melancólicos poemas dirigidos a Guiomar,
nombre
supuesto de la dama inalcanzable, a la que había conocido Machado
hacia 1927, trasladado ya al Instituto de Segovia. No habrá más
libros de poesía; tan sólo algunas obras de teatro escritas en
colaboración con su hermano Manuel.
RICARDO
SENABRE SEMPERE
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