CAPÍTULO
XXVIII
Siguieron
pasando los días.
-Violeta,
¿tiene algún problema?
Menuda
pregunta acababa de hacerle Salomón Siegman. Algo que en otro
momento de su vida, apenas tres meses atrás, la hubiera llenado de
tal forma que la habría hecho sentir feliz, redoblar sus esfuerzos
para esta empresa que representaba media vida para ella y, ahora,
conseguía una reacción completamente distinta. Tampoco la fastuosa
sala de reuniones le trasmitía la sensación de poder de antes. Pero
debía de tener mucho cuidado en no levantar sospechas.
No
sabía cómo salir del centro del remolino que la hacía girar
vertiginosamente como una noria mareante. Ahora
apenas dormía. Solo desconectaba del problema cuando estaba con
Umberto y el pequeño Di Rossi, ellos sabían que existía un
problema importante, los dos percibían de manera bien distinta su
origen.
Estaba
convencida de que el escándalo estallaría más temprano que tarde.
Pasó de largo el mes de plazo que le dio Enrico, la había llamado
en dos ocasiones, no le contestó. El no compartir con Umberto
ninguno de sus problemas y tanto pensar si encontrar una salida la
habían desorientado, sufría una fuerte pérdida de identidad.
Tampoco
sabía en qué situación estaba la empresa. El Presidente y
Vicepresidentes que celebraban con ella la reunión de ese jueves no
le habían informado de que ocurriera nada anormal. Una cosa tenía
muy clara, cuando se produce un escándalo, todos mienten.
Intentarían exculparse y salpicar al mayor número de personas
posibles, cuantas más mejor. Así que los cuatro hombres que la
acompañaban, además de ser familia, se unirían para señalarla
como la principal y, seguramente, única causante del enriquecimiento
ilícito a costa de los clientes.
Tuvo ganas de levantarse en ese
preciso momento y marcharse.
¨Que sea lo que Dios quiera¨.
Solo
albergaba una esperanza, la de pasar lo que le quedaba de embarazo
tranquila en su hogar junto a Umberto y Paolo. Aún no les había
dicho nada, hacía unos días que tenía confirmadas sus sospechas y
quería estar alegre, feliz en el momento de contarlo; pero
el cuerpo y la mente le estaban jugando malas pasadas. Por un lado,
estaba más receptiva, notaba día a día su amor, que se preocupaban
por ella. Paolo se comportaba como una persona mayor y responsable,
en realidad siempre había sido así, comprendiéndolo todo y
poniendo de su parte sin que nadie se lo tuviera que decir. Violeta
apenas se dejaba mimar, ese malestar constante. Pero solo con ellos
sentía algo de consuelo, salía
pequeños ratos de ese enorme remolino que amenazaba con arrasar
llevándose todo su esfuerzo, y a su familia, al más profundo de los
abismos.
Entre
una cosa y otra no paraba de vomitar, de llevar palidez a su rostro y
desganas a cada día de trabajo en Salomón Investiment Securities.
Un infinito asco se
instalaba en sus entrañas cada vez que veía el constante gesto de
falsedad de su secretaria, exageradamente teatrera por delante,
seguro que le estaba buscando un posible fallo por detrás con el que
ir a hacer acto de presencia a donde ella más le gustaba,
Vicepresidencias. A esa altura cualquiera era bueno para encerrarlo,
no le importaría que todos estuvieran casados.
Tres
hombres con kipá la estaban mirando, solo el presidente no la
llevaba, aunque añadía un detalle de elegancia pasada de moda
llevando un pañuelo estampado en el bolsillo del pecho de su
chaqueta. Todo el malestar lo llevaba reflejado en el rostro. Había
perdido tres kilos de peso, y en su delgadez se le notaba mucho. No
supo qué decir, la mente en blanco. Solo sintió unas inmensas ganas
de terminar con todo. Levantarse y decir ¨sí
señor, tengo un enorme problema, alguien ha descubierto que en esta
casa se le está robando, engañando, como lo están haciendo también
conmigo, así que me ayudaría enormemente que se olvidara de mí,
como si nunca hubiera trabajado aquí, les regalo mis acciones de
Salomón Investiment Securities, y no quiero volver a verles ni saber
nada más de usted y de esta familia suya, adiós¨, y
coger la puerta sin volver la mirada, caminar por John St. Notando
cómo le reconfortaba el aire en el rostro, acercarse hasta Trinity
Church, con su torre puntiaguda señalando el cielo, empequeñecida
entre rascacielos, como se sentía ella. Si Él quisiera ayudarla
como hizo la otra vez, sería la mujer más feliz del mundo.
Frente a eso, la sensación de
que todo estaba cogido con alfileres, que eran muchos los puntos de
su vida que presentaban una debilidad tremenda, que era imposible
salir indemne. Inseguridad y angustia vital, estaba teniendo fallos
de memoria. La debilidad física y mental no le permitía reaccionar
ni a la pregunta que acababa de hacerle el Presidente. Solo esperaba
ser derribada, mientras cuatro hombres la contemplaban.
-Violeta, ¿se encuentra bien?
-No, señor.
Desde
que la conocían, era la primera vez que daba muestras de
agotamiento.
-Quiero que sepa que puede
contar conmigo para lo que necesite, la considero como de la familia.
¨¡Dios!¨.
Qué bonitas
palabras y cuánta falsedad veía en ellas.
Recordó la satisfacción plena que sintió cuando supo que se
convertiría en la única mujer socia de la empresa, además... sin
ser judía. ¡Qué momento aquel, le pareció
tocar el cielo! Lo tendría todo, como en un cuento de hadas, y ahora
no quería nada, solo a su familia, y también podía perderla.
¨¿Se habrá producido ya la
denuncia de Enrico?¨.
En
las palabras de Salomón Siegman solo percibió peligro. No le habían
preguntado por la reunión, ni siquiera si se había producido,
parecía que había quedado en el olvido, pero tenía la certeza de
que ellos lo sabían. Violeta no habló del tema a pesar de que el
Presidente dijo que le informara.
Todos
la observaban. Reparó en la forma especial de hacerlo el
Vicepresidente Segundo, escudriñándola. Pensaba que si esta familia
obtenía beneficios ilícitos con un sistema llevado a cabo desde El
Cielo, que ya existía cuando ella entró, seguro que se había dado
algún caso de rebelión, amenazas con destapar todo, el
dinero no siempre consigue el silencio; y esta gente debía de ser lo
suficientemente disuasoria y expeditiva para que todos permanecieran
con la boca callada. Llegado
el momento de decir basta, a Violeta le daba que con el que se
tendrían que ver las caras sería con el Vicepresidente Segundo.
A los cuatro judíos les dio la
impresión de que Violeta había tenido unos segundos de estar ida,
ausente, y que volvía a conectar.
-Gracias, señor.
-¿Tuvo el encuentro con Enrico
Cacciatore?
No,
no se había olvidado. Notó un leve temblor en las manos, las
entrelazó y las puso sobre las piernas, bajo la mesa.
No sabía cómo le iba a salir la voz, tuvo miedo de que apareciera
también ese temblor al hablar.
-Sí, hace unas semanas
-contestó insegura.
Ella no lo sabía, pero se
la veía natural. Eso sí, los hombres apreciaban su desmejoría.
-No me comentó nada de esa
entrevista.
El presidente alargó un
poco la línea de la boca, una conversación amigable, Pero Violeta
sabía que cualquier tema que tocara este hombre era importante, así
que la cuestión tenía la suficiente importancia como para que le
mereciera la pena hablar de ello.
-No lo he hecho porque no
hubo nada relevante, apenas fueron cinco minutos, y fue más bien de
índole personal.
-No sabía que mantuviera
una relación personal, además de profesional, con el señor
Cacciatore -dijo muy serio el Vicepresidente Primero.
-Disculpe, señor, no llega
a tanto.
Violeta
contestó con el mismo tono mantenido hasta ese instante, total
neutralidad, a duras penas conseguía controlarse. Al final hizo un
esfuerzo tremendo y sacó una sonrisa. Repasó
en un instante los rostros de los lobos hambrientos que la rodeaban.
-La
verdad es que me comentó que había subido el perfil de riesgo de
sus inversiones de acuerdo con usted. -Las miradas de Violeta y el
Vicepresidente Primero se fijaron-. No me pareció ético entrar en
la valoración de esas inversiones aunque me las quiso mostrar.
El
Vicepresidente Segundo y Tercero notaron un tremendo regocijo
interno, se alegraron. Violeta y uno de los mejores
clientes del negocio familiar acababan de poner en el disparadero al
tío de ambos, el Vicepresidente Primero, que ocupaba ese puesto por
la edad y ¨porque era un corderito
que hacía lo que decía la voz de su amo, el Presidente¨, habían
comentado los dos en más de una ocasión.
-¿Y
por qué no me informó de ello? -preguntó el Vicepresidente Primero
visiblemente molesto mientras se levantaba quitándose la chaqueta,
paseando tranquilo hasta un perchero cercano para dejarla allí.
Salvo
la camisa blanca, todas la prendas eran negras, hasta los tirantes
que caían verticales sobre ella. Violeta
apreció la teatralidad del momento. Podía haber refriega, nunca
había existido, pero siempre hay una primera vez.
Y esa descarga de adrenalina hizo que el malestar que últimamente
siempre tenía en el estómago desapareciera. De pronto se sintió
extrañamente tranquila. El hombre volvió a sentarse y apoyó los
codos sobre la mesa, se echó hacia adelante, ponía de manifiesto su
superioridad.
¨¿Me
vas a interrogar?¨.
Los demás lo percibieron
también.
¨Vamos
a ver de lo que es capaz¨, pensaron sin palabras los dos
Vicepresidentes más jóvenes.
Violeta
se tomó su tiempo, esperó pacientemente a que desplegara su
presencia de Vicepresidente Primero por toda la sala, incluso un poco
más. A los demás
incluso les dio la impresión de que ella se hacía esperar, como
si una empleada fuese esperada por su jefe.
En
la sala de reuniones de Salomón Investiment Securities se estaba
produciendo en ese momento un juego de estrategias para dominar
psicológicamente al
adversario.
-No
quise molestarle -dijo por fin Violeta, con una voz suave que sonó
sumisa.
La decepción del resto fue
tremenda. Se relajaron.
-No me habría molestado -dijo
desde su posición de fuerza para dejar patente quién era él, por
un momento había pensado que ella se había atrevido a desafiarle.
Sin
embargo, pasados unos segundos apreció un cambio extraño en ella
que lo desorientó. Este judío no sabía que una italiana era capaz
de sacar fuerzas de flaqueza y debilidad extrema, que a pesar de ser
hija única no era una niña mimada, que conocía el trabajo de sus
padres para que ella llegase hasta donde estaba. La sangre
napolitana fluyó con fuerza por sus venas, una energía que la llevó
a vislumbrar una pequeña posibilidad de salir de la situación en la
que se encontraba... También pensó que tenía poco que perder.
-¡Por
favor..., señor...! -Los hombres habían apreciado ese mohín en
principio chocante, ahora veían la sonrisa irónica de Violeta que
hasta ese momento no conocían-. Todos
tenemos nuestro pequeño ego, ¿usted no?
Se
notó la satisfacción del Vicepresidente Segundo y Tercero, parecía
que no, pero al fin se iba a producir el deseado enfrentamiento.
-Mi
posición está por encima de esas ridiculeces -dijo aquel judío
mientras ensanchaba los hombros y encogía el estómago, intentando
aumentar el volumen de su presencia frente a una mujer a
la que se veía desvalida. No
importaba, aunque no era una gran pieza a cobrar, lo tenía que
hacer, había unos testigos a los que tenía que dejar las cosas
claras, también a ella. Pero lo que no sabía este judío era que
Violeta no era caza menor.
-No me lo creo.
-¡¿Cómo?! -Se elevó un
poco más, no se esperaba esa respuesta, ese desafío-. ¡¿Cómo?!
¡¿Cómo dice usted?!
Solo
con esa pregunta, reiterada, elevando más la voz, como si no hubiese
escuchado, con su respuesta corporal de indignación esperaba que
ella se echara atrás y le pidiera disculpas.
-Que no me lo creo...,
señor...
No retrocedió ni un
milímetro, todo lo contrario, aún existía más ironía en sus
palabras.
¨Ya se lía, seguro¨,
pensaron los dos Vicepresidentes mientras el Presidente veía la
oportunidad de comprobar hasta qué punto estaba preparado su
hermano.
-Violeta,
me está pareciendo una descarada, no esperaba eso de usted.
Y
por fin una pequeña muestra de energía en ella.
-¿Qué
quiere que admita, que no le importa que yo me haya reunido con el
señor Cacciatore? Tenía que haberse visto usted la cara cuando
entró en esta sala mi secretaria para comunicar que el cliente se
quería ver conmigo.
-Eso
no es así -dijo mientras se echaba un poco hacia atrás.
-Sí
que lo es, lo vi yo y todos los que estábamos aquí.
El
Vicepresidente Primero repasó los rostros de sus familiares, no vio
ningún apoyo, miradas huidizas, leves sonrisas de satisfacción por
la situación en que lo estaba poniendo esa mujer menuda. Sintió
como si todos le dieran la razón a ella, y no solo eso, se dio
cuenta de que los estaba decepcionando, ponían en duda su estatus.
Se creyó contra las
cuerdas.
-Pues se equivoca. -Habló
bajo, sin contundencia, como su respuesta; no fue capaz de encontrar
otra cosa que decir, y algo tenía que contestar.
-Señor,
su tozudez me parece infantil.
Los tics nerviosos del
Vicepresidente Tercero se entremezclaron con sus pensamientos.
¨Toma¨. ¨To-ma¨. ¨Totoma¨. ¨Toma¨.
¨¡Ahí lo llevas, resuelve
esta! ¨, era el punto de vista del Vicepresidente Segundo.
¨Bueno,
hasta ahora todo te ha venido rodado, has llegado por edad y servicio
a ese escalón que dejé libre, vamos a ver si de verdad estás a la
altura¨, pensó el Presidente.
Los
tres hombres no lograban evitar sentirse satisfechos por la
situación, tampoco lo intentaron, mientras el Vicepresidente Primero
no podía estar más ofuscado. Incapaz de razonar, sobre su mente
solo actuó una buena dosis de testosterona.
¨¡Eres
una puta guarra! ¡Tú no eres socia mía!¨. Pero en su fuero
interno ya reconocía que
no iba a resultar fácil doblegarla. ¨¡¿Cómo mi hermano pudo
cometer semejante error haciéndote socia?! ¡La culpa la tiene él!¨.
Y
es que nadie hasta ese momento había sido capaz de ridiculizarle y
contravenir sus palabras tanto como acababa de hacerlo aquella mujer.
¨Voy
a poner las cosas claras, a decir quién es quién aquí, y sobre
todo que ella no es nadie; ¡para empezar, no es judía!¨.
Se
puso de pie, apoyó las manos sobre la mesa como si le costase
trabajo mantener la verticalidad, parecía hacer un gran esfuerzo. Un
tono morado cambió la rojez que antes le había llenado el rostro
mientras pegaba sus piernas a la mesa. El Vicepresidente Tercero, que
se sentaba junto a Violeta, le miró desde abajo y empujó su sillón
un poco hacia atrás, asustado, con la boca abierta. Nunca había
visto así a su tío.
¡Boomm!
El golpe que descargó en medio de la mesa sonó seco, oscuro. Se
notó que era de la mejor madera, maciza, por supuesto. Todos se
sorprendieron menos ella, sabía lo que era un napolitano enfadado.
-Ninguna niñata de mierda
me llama infantil a mí -dijo bajando el volumen, despacio, le
faltaba algo la respiración, pero casi deletreó, llenando de ira
cada vocablo.
Violeta
era consciente de que el golpe propinado a la mesa lo hubiera querido
descargar sobre ella. La decisión estaba tomada. Le podían quitar
todo, solo le quería dejar una cosa a Paolo y a Umberto, que
supieran que ella, si alguna vez había perdido la dignidad cegada
por la abundancia de todo lo que da el dinero del que se te acerca,
por fin la había recuperado, y no estaba dispuesta a perderla de
nuevo aunque le costara la vida.
-Señor..., se está
poniendo en ridículo -dijo tranquila, como si fuera evidente lo que
estaba diciendo.
Cólera,
ira, furia; todas a la vez. Un arranque de violencia le hizo tumbarse
sobre la mesa, alargar las manos, buscar la distancia más corta y
recta hasta esa mujer para cogerla por el cuello y estrangularla; era
lo único que deseaba en esos momentos.
-¡Tío, por favor!
El
Vicepresidente Segundo hizo lo que sabía y tenía que hacer,
frenarlo. Lo cogió del brazo con dominio, solo un poco de fuerza y
mucha seguridad con la que mandó sobre su tío, estaba acostumbrado
a tratar personas fuera de sí.
-Venga,
por favor. Siéntate, siéntate y cálmate.
Al
derrotado judío le había quedado de manifiesto sus limitaciones,
tanto mortales como físicas. El sobrino, una vez percibido que
desistía, aflojó la presión sobre el brazo. Ahora solo le acompañó
en el movimiento para sentarse.
-Violeta, le ruego disculpe a
mi tío, todos tenemos un mal día -terminó diciendo el único de
los hombres que había reaccionado; intentaba ser educado, algo que
no era habitual en él.
Ella permaneció callada,
parecía impasible, miró sus manos que seguían bajo la mesa, sobre
su falda. Sudaban.
Al Presidente le quedó claro
que su hermano no estaba preparado para sustituirle, a la primera
prueba había quedado desarbolado por una mujer joven.
¨¿Qué
creías, que para tomar decisiones como las que ella lleva a cabo
solo hay que tener un título académico? Esta mujer está hecha de
una pasta especial, ya lo vi al poco tiempo de que entrara. Nuestra
empresa se tiene que abrir, si has leído su Teoría
Violeta, cosa que dudo,
verías muy claro tu porvenir en peligro, si queremos que el negocio
de la familia no desaparezca, ella debería ser la que me sustituya a
mi¨.
El
Vicepresidente Tercero se recuperaba del susto y los tics. También
él supo que su tío no estaba a la altura que se le suponía.
Incluso vislumbró una oportunidad para sí mismo, algo que no había
percibido nunca. Por fin se vio a la altura de los
elegidos, ejecutivos del distrito financiero del bajo Manhattan donde
se reúnen todos los días un buen número de depredadores.
Sabía que por ser así es por lo que habían podido llegar hasta
allí, y él había asistido en primera fila a la lección impartida
por Violeta aquella mañana. Una
reyerta entre ellos es a vida o muerte, era su instinto, intuían la
oportunidad, no la desaprovechaban. ¡Qué
subidón el que se experimentaba! Inigualable
al de otra droga, y más cuando unos minutos antes se creía todo
perdido. No, no habría piedad. Tampoco importaba que uno fuera un
hombre corpulento y la contrincante una mujer débil. Ese instinto
aparecía aunque fuera expresado de forma suave por una voz femenina.
Violeta
esperó un poco para que su enemigo la pudiera escuchar. No tardaría
en decírselo, en un instante, cuando terminara de levantar la cabeza
para volverse a ver cara a cara.
-Señor, comprenderá que no
voy a permitir que me insulte y amenace de la forma que acaba de
hacerlo. Siento vergüenza de ser socia suya -¡boomm!, sus palabras
sonaron como un golpe en los oídos de todos los que la escuchaban-,
así que desde este momento mis acciones están a la venta, se las
ofrezco por quince millones.-¡Boomm!, nuevo golpe-. En caso de que
no las acepte, le hago una oferta del mismo importe por las suyas.
-¡Boomm!,
otro más, sin piedad-. Solicito la intervención de este Consejo
para resolver esta cuestión, que por otro lado es bien fácil, él o
yo. -El adversario estaba ya con la rodilla doblada, en la lona, el
árbitro intervenía a petición de Violeta, MENUDA ELEGANCIA LA
SUYA-. Hago todo esto por el bien de Salomón Investiment Securities,
a la que considero también mi casa, y que no debe verse perjudicada
como lo sería de permanecer ambos aquí.
El
único que no reaccionó a sus palabras fue el interpelado, el
Vicepresidente Primero, estaba
K.O., no se recuperaba, no había previsto lo que venía después.
¨Definitivamente
no estás preparado¨, pensaron todos.
El
presidente lo tenía más claro aún, tampoco lo estaría nunca; en
cambio, ella ¨CHAPÓ¨.
El
Vicepresidente Segundo y Tercero interiorizaban rápido. La situación
podía cambiar de la noche a la mañana, tanto que hasta el último
de los Vicepresidentes se atrevió a hacer un comentario, cosa que
muy pocas veces ocurría.
-Está
valorando al mismo precio sus acciones y las de mi tío, pero él
tiene más del triple que usted.
-Efectivamente,
pero tienen que tener en cuenta otros factores que van a comprender.
En primer lugar, no voy a permitir que lo que acaba de ocurrir aquí
hace un minuto vaya a quedar sin coste.
Silencio.
El Vicepresidente Segundo y
Tercero sintieron miedo cuando escucharon esas palabras, y ella lo
percibió.
-En
mi propuesta ustedes serán los principales beneficiados. Si yo
continuo en esta casa continuaré llevando mi parcela y me haría
cargo de la de él. Me
comprometo a que en tres años se dupliquen los beneficios. Tendrán
mayor valor añadido, sus acciones valdrán más. Pueden regular
penalizaciones como quieran si no consigo esos objetivos. Pero
también quiero que se planteen una pregunta; si fuese al
contrario..., ¿vuestro Vicepresidente Primero lo conseguiría?
Todos
pensaban lo mismo, hasta el protagonista se sabía incapaz, mientras
que en el caso de ella ocurriría exactamente lo contrario, nada más
había que ver lo que acababa de ocurrir, se
había atrevido a enfrentarse nada menos que al hermano del
Presidente, en su casa, y era capaz de salir VICTORIOSA. Los tres
Vicepresidentes sabían que tomaría por completo las riendas
efectivas de todo el negocio y Salomón Siegman la dejaría hacer.
-Pero...
-Está
muy claro -intervino el Presidente interrumpiendo al Vicepresidente
Tercero.
-Gracias, señor -contestó
Violeta dirigiendo una mirada amigable a su jefe, que acababa de
alargar la línea de la boca.
Después volvió la mirada
hacia el Vicepresidente Primero.
-En
cuanto a usted, espero que considere esta oferta como la mejor que se
puede hacer dadas las circunstancias. No quiero que salga mal parado,
si
la prensa tuviera conocimiento de las formas y maneras que usted
tiene con una socia que además está embarazada, su reputación
quedaría dañada para siempre, salpicando a su familia que no es
culpable de nada. -Violeta
volvió la mirada al Presidente, que la estaba observando con
sorpresa y agrado-. Ahora me quisiera marchar, necesito descansar,
volveré el lunes.
-Sí, por supuesto -dijo el
Presidente sintiendo regocijo de estar al fin con alguien que
consideraba a la altura de ocupar un puesto en el Consejo de Salomón
Investiment Securities.
Nadie
se atrevió ni a darle la enhorabuena por su embarazo.
-Gracias, señor.
Salvo el Presidente.
-Y
enhorabuena por su estado, un motivo más por el que seguir luchando.
El
sentido real de la sonrisa que apareció en el rostro de Violeta no
fue el que captó Salomón Siegman. Pero ella solo volvió a repetir
la misma frase.
-Gracias, señor.
Eficaz,
sin prisas y sin perder el tiempo, clara, directa, concisa,
Inteligente y lista. Una conjunción que era muy difícil que se
produjera en una persona. Así era Violeta.
Salió
tranquilamente. Sabía que su vida, desde ese instante, había
cambiado, para bien o para mal, sin posibilidad de retorno, y lo
aceptaba.
Solo
el Presidente se fijó en ella al marchar. Los demás quedaron entre
aturdidos y sorprendidos, mirando a la mesa, cada uno sopesaba su
situación personal. Esperaron la reacción del Vicepresidente
Primero, sin embargo, este continuaba fuera de combate, en aquel
momento no era capaz de reaccionar aunque le siguieran golpeando. El
Vicepresidente Segundo y Tercero la temían, no veían la posibilidad
de sacar provecho ni con ese aumento de beneficio prometido. Una vez
que ella tomara el mando tenían serias dudas de quedar como estaban,
se sabían incapaces de seguir el ritmo de trabajo que seguro
impondría. Ahora valoraban lo que tenían, intuían que serían
desplazados. Sabían
que en ese mundo la realidad final era exactamente lo contrario a lo
que se prometía. Se veía como una nueva victoria, una reafirmación
de poder solo al alcance del que puede, por eso los demás tenían
que entrar por lo que finalmente decidiera el que lo tuviera. La
palabras no existía. Con frecuencia los documentos firmados eran
papel mojado, solo objeto de interminables discusiones y querellas
que no terminaban en nada. Ella
podía hacer que la realidad fuera todo lo contrario a lo que había
dicho. En
ese momento lo único que deseaban era que nada cambiara, pero ambos
pensaban que tal vez eso ya no fuera posible. Vieron cómo su tío,
el Presidente, dirigía la vista a su hermano. Negó con la cabeza.
El Vicepresidente Segundo y Tercero se miraron, comprendieron
claramente la situación.
-Por
fin un consejo interesante, esto ya comenzaba a ser demasiado
aburrido. Yo
también os dejo. No olvidéis que, pase lo que pase, el
negocio siempre es menor de edad, hay que resolver los problemas lo
antes posible y continuar hacia adelante.
El
Presidente abandonó la sala. Los tres Vicepresidentes se quedaron
solos, no hablaban, los tres bebieron agua, tenían las bocas secas.
-Yo necesito algo más fuerte
-dijo el Vicepresidente Segundo dejando resbalar por la mesa el vaso
medio vacío.
Se dirigió a un mueble lateral
de donde sacó dos vasos y una botella de whisky. Volvió y tomó
asiento. Un vaso para el Vicepresidente Primero y otro para él, lo
llenó un par de dedos. El Vicepresidente Tercero comprobó una vez
más que no era tenido en cuenta.
-¿Cómo te encuentras, tío?
-Mal, esa guarra me ha hecho
perder los estribos.
-Sí, has cometido un grave
error.
-Me vas a tener que ayudar en
esto.
De nuevo el Vicepresidente
Tercero percibió que era desplazado.
-He
comenzado antes de que me lo pidas. -Su tío lo miró con cara de
extrañeza-. La he visto venir, pero tengo que reconocer que no
esperaba que tuviera tanta fuerza... Va a ser difícil, he colocado
micros en su despacho y hasta ahora es perfecta.
-Algún punto débil tiene que
tener, por fuerza.
-No lo dudo, pero vamos a tener
más dificultades que en ningún otro caso que se nos haya dado. Tú
hablaste con Enrico Cacciatore la semana pasada, ¿no?
-Sí,
le saqué el tema en plan de que tenía curiosidad, ya sabes..., oye,
por cierto, te reuniste con Violeta..., y
coincide con ella, me dijo que el motivo de la reunión era personal.
-También
los míos la siguieron de cerca, y coinciden con lo que nos ha dicho
hoy, él le mostró unos informes y pareció molesta, los rehusó, se
ve que no quiso atender el asesoramiento; debemos reconocer que su
comportamiento ha sido intachable. Tío, creo que con Cacciatore vas
a tener otro problema, no debe confiar en ti, o tiene serias dudas,
por eso a querido consultar con ella, al fin y al cabo fue la que lo
consolidó como cliente cuando toda la competencia estaba intentando
captarlo.
-No
lo comprendo, era él quien quería asumir más riesgo, los
beneficios han subido. No, no comprendo por qué quiere hablar con
ella si todo va bien.
-¿No
será que ha detectado otra cuestión?
-No,
el cliente estaba muy consolidado, con toda la confianza, sabes que
primero lo hacemos de forma esporádica, esperamos un tiempo más que
prudencial, lo volvemos a hacer; y ya, si no somos detectados...,
continuamos. ¿No habrá tenido cambio de Director Financiero?
-No,
seguro que no, lo compruebo cada dos meses, es el de siempre.
-Lo
que sí es verdad es que una vez que superamos la situación de
bancarrota que se nos originó en el 2007, cuando la crisis
financiera, debíamos haber abandonado este tipo de actuaciones.
-Pues
tu hermano, nuestro querido tío y Presidente, actúa como si El
Cielo no existiera. ¿Quién va a llevar esa parcela si no eres tú,
o yo, o alguien de la familia?
-Sin
embargo, parece que para él somos prescindibles.
-¿Y
cómo lo va a hacer?
-No
lo sé.
-Va
a cerrar El Cielo y va a utilizar a la cristiana para hacerlo afirmó
el Vicepresidente Tercero haciendo notar su presencia.
-No
creo -contestó el Vicepresidente Segundo.
-Pues
yo lo veo muy claro, actúa como si El Cielo no existiera de cara a
nosotros, sabe que es su punto débil, es por donde se nos iguala, lo
que le dice que estamos en el mismo barco. Ahora
tiene miedo, pero cuando resuelva ese problema los tres seremos
prescindibles. -Y nada más decir eso se dio cuenta de que ya
posiblemente solo fueran dos, que su tío el Vicepresidente Primero
ya no contara.
Silencio.
El
Vicepresidente Tercero se levantó y se dirigió al mueble auxiliar.
Cogió un vaso y volvió junto a sus familiares. Tomó la botella de
whisky y se llenó hasta la mitad, dio un primer trago mientras se
sentaba sobre la mesa.
-Yo
no veo que mi tío tenga miedo -dijo el Vicepresidente Segundo.
-Pues
lo tiene, y tú deberías de haberlo detectado, es tu especialidad
-dijo con ironía.
Le
molestó el comentario de su primo. Fijó en él la mirada, después
la bajó hasta el vaso que mantenía entre las manos.
-Se
supone que no puedes beber alcohol con la medicación que tomas, ¿no?
Esperó
la contestación. No se produjo. Cuando
alguien se rebela siempre hay uno que se suma u otro que inicia una
nueva. Se
prende la mecha de la revolución que amenaza con derribar el orden
establecido. Se
sienten con fuerza los que tienen algo que decir y nunca han sido
escuchados.
Las
miradas volvieron a cruzarse, esta vez duras. Ni un solo tic.
-Por
favor -intervino el tío para calmar y evitar un nuevo lío, se le
vio algo recuperado-. ¿Por qué dices que tiene miedo?
-Hace
muchos años, cuando yo también supe lo que se hacía en las plantas
de arriba, me dijo por qué tuvo que hacerlo: ¨Sobrino,
debajo del miedo está el dinero, y yo superé ese miedo pensando en
que se iba a la bancarrota la empresa que creó con tanto esfuerzo
nuestra familia, así que decidí bajar a cogerlo¨.
-¿Y?
-Esa
situación está superada, el negocio saneado y dando beneficios sin
necesidad de seguir con el operativo. Ahora
el peligro de cierre está en que nos puedan coger. Tiene miedo de
eso y tal vez de nosotros. Tío, si prescinde de ti, que eres su
hermano, nosotros no contamos. Ve
en Violeta la posibilidad de limpiar todo y continuar como si nada
hubiera sucedido, y además cree que esa mujer mejorará aún más
Salomón Investiment Securities.
Pareció
que se aclaraban las dudas. Mientras recapacitaban, el Vicepresidente
Tercero tomó un nuevo trago, por fin había sido escuchado.
-Tío,
¿tú qué opinas? -preguntó
el Vicepresidente Segundo.
-No
sé, pero una cosa tengo clara, si hemos estado a las duras, también
debemos de estar a las maduras.
El negocio funciona perfectamente, es una maquinaria bien programada
y engrasada, esa cristiana ya no nos hace falta, pero es más fuerte
de lo que creía. ¿De
dónde va a sacar los quince millones de dólares que me ha ofrecido
por mis acciones? ¿De dónde? Ha ganado mucho dinero, pero le ha
servido para pagar su vivienda, y después es verdad lo que dice
de que no invierte a título personal para no perder la objetividad.
-De
Enrico Cacciatore. -Solo escuchar ese nombre les hizo sentirse
débiles-. Sería una forma indirecta de entrar en nuestro negocio,
para él es una cantidad menor, y tu hermano estaría encantado de
tenerlo de socio -comentó el Vicepresidente Tercero, que estaba ya
lanzado dando su punto de vista.
-Tío,
¿tú que opinas?
-volvió a preguntar el Vicepresidente Segundo manteniéndole aún
el estatus y deseando escuchar que lo que había dicho su primo era
descabellado.
-Pues
tu primo siempre callado y escuchando es posible que haya acertado,
es lo más lógico, todo cuadraría, es muy posible que esa sea la
jugada.
-Para
mí está muy claro -remató el Vicepresidente Tercero terminando el
whisky, después deambuló por la sala de reuniones con las manos
metidas en los bolsillos.
Los
tres volvieron al silencio, cada uno volvía a analizar su situación
personal. Al final, los tres llegaron al mismo razonamiento; veían
en peligro sus puestos, sus ingresos. El que más tenía que perder
era el Vicepresidente Primero. La oferta por sus acciones no era nada
comparado con lo que perdería. Además, ese dinero lo recuperaría
en poco tiempo.
-Parece
que a mi hermano le da igual que este negocio termine en manos ajenas
a nuestra familia. -El Vicepresidente Primero pareció comentar sus
pensamientos en voz alta, tenía la mirada fija en un punto
indeterminado-. La
Presidencia terminará en manos de una mujer, y además no judía.
-Ella
tiene que tener un punto débil -intervino el Vicepresidente
Tercero-, ya lo decía el abuelo, a todas las
mujeres les gusta que se las follen por el culo.
-Pues
se ve que esta es especial, porque por ahí no se queda embarazada
-ironizó el Vicepresidente Segundo, que pensaba que su primo ya
estaba hablando de más y adquiriendo demasiado protagonismo.
-¿Puedo
contar con vosotros?
-Ya
sabes que sí, tío, somos familia. -Los dos afirmaban con la cabeza.
-Tenemos
que resolver este tema como sea, sabéis que yo os compensaré, pero
debemos actuar los tres con el mismo fin. Ellos ya son tres, y
nosotros por separado ninguno tiene nada que hacer.
En
el Down Town de Manhattan está el Distrito Financiero. Todos los
días se producen guerras de poder y dinero, la más poderosa de las
drogas, por la que viven y matan los seres humanos.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.