VIII
Yo escucho los cantos
de
viejas cadencias
que
los niños cantan
cuando
en corro juegan,
y
vierten en coro
sus
almas que sueñan.
Cual
vierten sus aguas
las
fuentes de piedra;
con
monotonías
de
risas eternas
que
no son alegres,
con
lágrimas viejas
que
no son amargas
y
dicen tristezas,
tristezas
de amores
de
antiguas leyendas.
En
los labios niños,
las
canciones llevan
confusa
la historia
y
clara la pena;
como
clara el agua
lleva
su conseja
de
viejos amores
que
nunca se cuentan.
Jugando,
a la sombra
de
una plaza vieja,
los
niños cantaban...
La
fuente de piedra
vertía
su eterno
cristal
de leyenda.
Cantaban
los niños
canciones
ingenuas,
de
un algo que pasa
y
que nunca llega;
la
historia confusa
y
clara la pena.
Seguía
su cuento
la
fuente serena;
borrada
la historia,
contaba
la pena.
ANTONIO
MACHADO.
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