¨Usted
insistió en que desarrollara mis facultades diciéndome que debía
tener fe en que Dios moraba en mí, pero no lo sabía, ni lo veía
ni lo sentía, y por eso tenía
problemas y sinsabores. Le dije a Usted que me creía una mujer
desdichada, abandonada de mi esposo, con dos hijos estudiando. Y
además con deudas. Mi establecimiento de quincalla iba de mal en
peor. Usted me infundió ánimo al decirme que visualizara teniendo
fe, que mucha gente iba a comprar en mi negocio. Me dijo también que
antes de dormirme en la noche rezara: ¨Dormiré tranquilamente, pues
confío que mi Dios interior, sabe cómo resolver mis problemas y por
tanto me sentiré protegida¨. Me quedaba dormida repitiendo esas y
otras palabras, visualizando que mis hijos y yo atendíamos a una
clientela numerosa, como sucedía anteriormente. Durante algunos
días, todo marchaba igual, sin muchas ventas, pero yo persistía en
mis oraciones y en mi confianza. Dos semanas más tarde, se me
ocurrió una idea y fue hacer ofertas de algunos artículos. Dio
resultado. Después aumenté la cantidad de productos que podía
ofertar. Y la clientela comenzó a acudir a mi quincalla. Actualmente
he pagado gran parte de las deudas. Por último un caballero viudo se
interesó en mí y cuando me invitó a almorzar a un restaurante, yo
estaba convencida de haberlo atraído utilizando los grandes poderes
que tenemos dentro de nosotros mismos, pues es el mismo Ser Supremo
que opera en nuestra conciencia, si tenemos confianza y voluntad.¨
JOSÉ
FARID H.
No hay comentarios:
Publicar un comentario