Vino el que yo quería,
el que yo llamaba
No aquelque barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.
No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.
El que yo quería
Si arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.
Aquel que a sus cabellos
ató la muerte.
Para, sin lastimarse,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.
(Sobre los ángeles, 1927-1928)
RAFAEL ALBERTI
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