XL
El director Financiero entró
junto al viejo detective. Enrico Cacciatore lo estaba esperando con
impaciencia, algo que pocas veces demostraba; pero en este tema había
preguntado al menos dos veces al día, mañana y tarde, por el
desarrollo de la investigación. De nada sirvió la petición de
tranquilidad que a partir del siguiente día a la primera reunión le
hizo el detective que en aquel momento se sentaba frente a él.
-¿Y bien?
-Aquí tiene lo que me pidió.
Lo primero que vio salir del
sobre fue una fotografía de Umberto caminando por la calle con
Elodie al lado y más personas a su alrededor. El detective situó en
medio de la mesa, y girado hacia su cliente, un volumen inmenso de
documentos. Comenzó a leer los datos que aportaba en el informe.
Enrico Cacciatore se fijó en
las referencias de altura que veía en la foto, apareció su complejo
al compararse con su contrincante.
-Es muy alto, ¿no?
-interrumpió.
-Sí. Sobre un metro noventa.
-Y ella también...
-Sí, pero siga viendo las
fotografías que vienen a continuación.
-Ella va cogida del brazo, ¿es
familia?
-No, se llama... Dómine.
-Buscó en el informe escrito. Elodie Dómine, profesora como él en
la Universidad de Nueva York. Ella imparte Pintura y él Historia.
-Sí, eso sí lo sabía.
-Ella es hija única de Jean
Pierre Dómine, propietario de la Galería Dómine en Washington. Muy
bien relacionado, y económicamente... -no supo que calificativo
utilizar cuando pensó en la fortuna que tenía su cliente-, digamos
que está muy desahogado.
Pero Enrico Cacciatore no
prestó atención, estaba ya con la mente puesta en la siguiente
imagen, un nuevo flash
de esperanza.
-¿Y esto? -preguntó
sorprendido contemplando la fotografía en la que Umberto abofeteaba
a Elodie.
-Pues ya ve...
De nuevo la ilusión inundó a
Enrico Cacciatore al mismo tiempo que le asaltaban dudas. ¿Era
Violeta ese tipo de mujer inteligente, trabajadora, resuelta, y
después dominada por un hombre violento al que no era capaz de
dejar?
¨Las
cosas no son lo que parecen¨.
Creía
que la pareja de Violeta sería un hombre casi perfecto, con el que
no podría competir. Con ella, su dinero no valía nada. Su complejo
estuvo aquellos días en los que ella le dijo ¨no¨
más latente que nunca. Menudo error, presuponer sin más. Él
siempre la trató de forma educada, cuidaba sus modales autoritarios.
¨No
hay quien las entienda¨.
Pero
solo de pensar en que pudiera ser maltratada y que el hijo estuviera
viviendo en ese ambiente le puso de nuevo en marcha. Tomó el bloque
de fotos, las pasaba rápidamente, buscaba solo una.
-¿Tiene un primer plano del
niño?
-Sí, un momento.
Enrico Cacciatore soltó todo,
obedeció de inmediato, se echó hacia atrás dejando hacer al
detective. El Director Financiero nunca lo había visto así, quedó
sorprendido.
-Aquí lo tiene.
-¡Dios!
Enrico
Cacciatore pareció sufrir una conmoción nada más ver la imagen.
-El
chico es muy guapo -dijo el viejo detective risueño, como
un abuelo admirando a su nieto.
El
hombre hecho a sí mismo, dueño el imperio Cesare´s Enterprise, no
pudo reprimir las lágrimas.
-No
hace falta que le comente el parecido que tiene con usted.
Permaneció
callado. Estaba embargado por la emoción. Tragó saliva y buscó un
pañuelo con el que limpiarse.
Se
levantó y dio la espalda a los dos hombres, miró por el ventanal.
Tras el cristal, la multitud de rascacielos de todas las formas y
épocas se levantaban queriendo alcanzar el cielo de Manhattan. La
vida y lo que estaba contemplando tenían sentido de nuevo para él.
Había merecido la pena todo el esfuerzo.
Un
hombre con renovadas expectativas por el descubrimiento del que creía
su hijo.
Otro hombre satisfecho
por un trabajo bien hecho teniendo como cliente a uno de los hombres
más importantes del país.
Y
otro hombre que se sintió viejo, como si mil años le hubieran caído
de pronto encima. El Director Financiero estaba pálido, asustado de
que se confirmaran las sospechas de su jefe. Él también tenía sus
esperanzas, junto con su padre lo habían dado todo por aquella
empresa, sus dos hijos ya trabajaban en ella. Él, ellos, tenían más
derecho que ese crío a ser los futuros propietarios de Cesare´s
Enterprise.
-¿Cómo
se llama? -preguntó aún dando la espalda.
-Paolo.
-Bien
-dijo mientras le vieron afirmar con la cabeza.
Silencio.
Cada
uno de los tres hombres reafirmó sus sensaciones.
Un
suspiro terminó con la contemplación que hacía de la ciudad. Se
giró y volvió a su sillón. Miró al viejo detective aún con
rastros de la emoción.
-Muchas
gracias.
El
Director Financiero sintió la derrota en su cuerpo, en su mente.
Solo miraba el lacado perfecto de la mesa. Por el contrario, el viejo
detective se concentró en los ojos de Enrico Cacciatore.
-Hay
algo más -dijo con cierto misterio.
Silencio.
Miradas.
El
detective tenía esa expresión que presenta el jugador de póker que
se sabe ganador cuando descubre él, el último, su jugada, en el
envite más fuerte de la partida, dejando a los demás sin nada, y él
quedando ganador de todo.
-Dígame, ¿de qué se
trata?
El
viejo detective despegó la espalda del asiento y se llevó la mano
al bolsillo interior de la chaqueta. No apartaba la vista de su
cliente mientras sacaba y depositaba una pequeña bolsita trasparente
sobre la mesa. Los otros dos hombres miraron extrañados, pero
comenzaron rápido a comprender.
-¿Eso
es...? -preguntó Enrico Cacciatore impresionado.
-Sí,
es pelo..., y pertenece a Paolo.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.
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