lunes, 10 de agosto de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.

XLI

  Los dos sobres de color verde atenuado y el remite de Cesare´s Enterprise hacían que la persona que repartía la correspondencia en Salomón Investiment Securities la hiciera llegar a sus dos destinatarios, el Presidente y el Vicepresidente Primero. Solo un hecho hizo que sus respectivas secretarias se lo pensaran y no las abrieran, fue el sello barrado en rojo de la esquina superior izquierda con la leyenda ¨PERSONAL¨. Cuando pasó un buen rato, la secretaria del Presidente seguía con una duda que no se le iba de la cabeza, así que llamó a Seguridad para preguntar si el sobre había pasado por el escáner y detectores, a lo que respondieron afirmativamente.
El enfrentamiento con Violeta dejó secuelas. El Vicepresidente Primero no se recuperaba del todo. Cada día acudía al trabajo con la sensación de que podía ocurrir algo que no fuera capaz de controlar. Las decisiones y alianzas tomadas para sacarla de la empresa tampoco le dejaban tranquilo. No tenía disponible la suma que ella pedía, y los amigos del rabino. Avraham de inmediato le ofrecieron ayuda, eso sí, en diamantes, cómodos plazos para devolver, y sin intereses. Esos buscaban otra cosa, no sabía qué, pero esa generosidad no se daba en su mundo. Por otro lado, se hizo evidente el distanciamiento con su hermano, el Presidente. A media mañana de cada día se daba cuenta de que no ocurría nada nuevo. Se decía a sí mismo que no tenía motivo para estar siempre alerta, y así hasta el siguiente día en el que volvía la intranquilidad nada más despertar. Un círculo vicioso propio del que ha perdido la seguridad en sí mismo.
La secretaria permanecía de pie comentándole la agenda, algún detalle sobre el correo que había llegado, y finalmente le hizo entrega del sobre verde claro a su atención. El Vicepresidente Primero se quedó sorprendido, sus comunicaciones eran siempre vía teléfono o por correo electrónico. Repasó la impresión mecánica con su nombre mientras su secretaria salía del despacho, también reparó en el sello ¨PERSONAL¨. No sabía lo que podía ser, pero no le gustaba lo más mínimo. Se decidió a abrirlo. Dentro solo un par de folios doblados. Extendió uno y rápidamente se fijó en la frase escrita a mano en la parte superior: ¨INFORME DIFERENCIAL¨, y un poco más abajo...
Sintió un gran escalofrío al tiempo que el corazón le daba un vuelco. Lanzó el papel sobre la mesa como si estuviera envenenado. Lo miró con miedo. Se levantó y se movió de un lado a otro mirando al suelo, buscaba una solución, y no solo no la encontró, se sintió incapaz de pensar.
Tomó el teléfono nervioso, torpemente marcó la extensión de su sobrino, el Vicepresidente Segundo.
-Vente para mi despacho. -La voz sonó grave, la boca se le había quedado seca.
-¿Pero qué ocurre?
-Vente, ahora hablamos.
El sobrino tenía que andar poco, el despacho le quedaba al lado, pero se tomó su tiempo. En ese momento de su vida ya recapacitaba y medía cada cosa que hacía. Se veía claramente que estaba ante una oportunidad de escalar dentro de la empresa, solo le faltaban dos peldaños para la cúspide. Él también pretendía jugar sus bazas. Después de años monótonos, llegaban esos momentos decisivos que cada cierto tiempo se producen en las sociedades familiares. Y ahora veía cómo a su tío, el Vicepresidente Primero, los acontecimientos le sobrepasaban.
Después de cruzar una sonrisa con la secretaria pasó sin llamar. Estaba sentado en el sillón, quieto, pálido, miraba el folio fijamente.
El sobrino interpretó la escena que veía, no habló. Se acercó lentamente y tomó el papel que por su color ya le decía de quién procedía, y de inmediato leyó: ¨INFORME DIFERENCIAL¨, siguió analizándolo detenidamente.
-Bueno, algún día podía ocurrir y ha ocurrido... -Suspiró-. Además lo han hecho bien, cada una de estas operaciones marcan la hora, el minuto y el segundo en que se han realizado, la cotización que había y la que le hemos aplicado, el diferencial y el beneficio extra que hemos obtenido. ¿En el otro folio vienen más operaciones?
-No lo sé, no lo he mirado.
El sobrino lo cogió, frunció el ceño.
-Es de un empleado... Espera, espera... -El Vicepresidente Primero permanecía absorto-. Quiere una entrevista con nosotros, está claro, busca dinero... Nos ofrece toda la información que tiene Enrico Cacciatore.
Estaba cansado, el abismo a sus pies se agrandaba, cada vez sentía más vértigo. El sobrino levantó la mirada, analizó el rostro de su tío sin respuesta ante un rayo de luz. Vio fácil apoderarse de su puesto. A veces, lo que es malo para uno puede ser bueno para el que está al lado, para el que se supone que está subido en el mismo barco.

Cuatro judíos sentados en una esquina de la larga mesa de reuniones, solo el Presidente no llevaba Kipá. Su secretaria tenía una carta idéntica a la de su hermano, el Vicepresidente Primero, pero no la había abierto. El que fuera debía de conocerlos bien, por eso habían enviado dos, para asegurarse de que era leído.
El Vicepresidente Primero seguía intranquilo, y los tics de su sobrino, sentado enfrente, lo tenían ya de los nervios. Mientras, su hermano parecía que tomaba distancias, como si el problema no fuera con él.
-¿No has recibido ninguna llamada? -preguntó el Vicepresidente Primero a su hermano.
-¿Yo? No -le contestó extrañado por la pregunta, como si él no esperara ninguna llamada-. Pues tienes que advertirle a tu secretaria que si te llama alguien de Cesare´s Enterprise, te lo pase.
-No te preocupes, si quiere hablar con nosotros, como dice, encontrará el camino.
¨¿Cómo puede estar tan tranquilo?¨, pensó.
Quería explicarlo, pero no se dejaba, le devolvía la carga sobre sus hombros, así lo confirmó cuando escuchó su comentario.
-Cuando te llame a ti, solo pregúntale cuándo y dónde te quiere ver, nada más.
¨Está claro, se quita de en medio, elude su responsabilidad. Cuando los problemas llegan nunca vienen solos, vamos a ver cómo salimos de esta, aunque el dinero lo arregla todo¨.
-Tú, sobrino, mantente en todo momento comunicado con él.
Repartía instrucciones. Solo el Vicepresidente Tercero se libró. Además de ser el más joven, seguía pareciendo que nadie contaba con él.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

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